martes, 23 de julio de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 29




La mañana siguiente trajo consigo la luz del sol y un frío otoñal que fortaleció el ánimo de Paula. 


Incluso Mariano se mostró amable y de buen humor, despertándola temprano y sirviéndole un esplendido desayuno en la cama. Pero una sola mañana no podía arreglar un matrimonio.


Subió a su coche y se dirigió al hogar de Rodrigo, decidida a hacer a un lado sus problemas conyugales. El resto de la mañana sería para su hermano. Ya que no podía llevárselo a pasar el fin de semana en su casa, intentaría compensarlo de la mejor manera posible. Allí estaba, con su pelota de béisbol en la mano, provisto de su inseparable guante y luciendo su vieja cazadora vaquera. Y con el ajedrez que su padre le había comprado en Inglaterra, años atrás. Su talento para el ajedrez era el asombro de todo el mundo, incluidos los médicos, que aseguraban que los tests convencionales de inteligencia eran incapaces de medir la suya. Misterios del autismo. No podía mantener una sencilla conversación con un desconocido, pero sabía analizar las jugadas más complicadas de aquel fascinante juego.


Tomó las bolsas de golosinas que había comprado y bajó del coche, consciente de lo mucho que necesitaba ver a su hermano. Antes de llegar a la puerta de entrada, lo vio doblar una esquina del edificio acompañado de Pedro Alfonso. Se detuvo en seco.


—Hola, Paula ¿Conoces a Pedro, verdad?


Tras sus confusas palabras, la alegría de Rodrigo era genuina. No la sorprendió. Seducir a la gente siempre había sido una de las cualidades de Pedro. Con ella, al menos le había funcionado.


—Si, claro que conozco a Pedro —respondió.


—Dijiste que no te oponías a que lo visitara por mi cuenta —pronuncio Pedro, ayudándola con las bolsas.


—Si. Lo que pasa es que no esperaba verte esta mañana.


—Puedo marcharme y volver más tarde.


—¿Es eso lo que quieres?


Sus labios esbozaron una sonrisa que desencadenó una cascada de recuerdos.


—Si y no.


—Entonces quédate —repuso Paula. De repente se le había secado la garganta Un indicio más de que en absoluto era tan inteligente como le gustaba pensar.



INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 28




La sombra cristalizó en una figura masculina, como si hubiera sido conjurada por la pesadilla de Paula. A punto de gritar, se sentó en la cama cuando de pronto se encendió la lámpara de la mesilla.


—Mariano.


—¿Esperabas acaso a otra persona?


—Claro que no —se esforzó por despertarse del todo, pero la sensación de terror persistía, fría, casi tangible—. No te oído llegar. Me has asustado.


—Parecía que estabas teniendo una curiosa pesadilla.


—Una pesadilla terrible. Me alegro de que me hayas despertado.


—Estabas llamando a tu amigo el policía. Supongo que vuestro encuentro de esta tarde debió de generar una gran carga de ansiedad en tu subconsciente.


—Tomamos café y hablamos de las llamadas de teléfono de Karen Tucker. Ya te lo había dicho.


—Ya, claro —su tono era acusador—. Pero, aun así, ese hombre ha invadido tus sueños.


Paula lo maldijo en silencio. Era ella quien tenía que estar furiosa con él, y no al revés.


—No tengo por qué justificarte mis pesadillas, Mariano. Habrá sido consecuencia del estrés. Supongo que la conversación sobre el asesinato de Karen Tucker me ha afectado más de lo que creía.


—Entonces deberías dejar de hablar de ello.


—Eso espero. Pero no soy precisamente yo la que conocía a esa joven.


—Es precisamente por eso por lo que no quiero que vuelvas a ver a ese policía. No ha hecho más que llenarte la cabeza de dudas y de sospechas absurdas. Si tiene alguna pregunta sobre Karen Tucker, que vaya a mi oficina a hacérmela. No volverás a verlo mientras yo no esté presente —sentándose en el borde de la cama, le tomó las manos—. ¿Está claro, Paula?


—¿Me estás amenazando, Mariano?


—Claro que no, cariño. Te estoy protegiendo.


—¿También me estabas protegiendo cuando me mentiste acerca de Karen Tucker?


—Exacto. Karen no forma parte de nuestra vida, Paula.


—Ya no forma parte de la vida de nadie. Está muerta.


—Entonces no veo por qué habríamos de perder el tiempo hablando de ella.


Su tono era frío. Le soltó las manos y se levantó.


—Ha sido un día muy duro. Si ya te encuentras mejor, bajaré a prepararme un sándwich. Luego, me acostaré, a ver si consigo descansar bien. No quiero volver a oír hablar ni de Karen Tucker ni de Pedro Alfonso.


—Bien. Yo también estoy cansada de hablar de Karen —pero, tanto si le gustaba como si no, tendrían que hablar de su matrimonio. Y ver si quedaba algo por salvar.


No estaba segura de que quedara algo. 


Mentiras, engaños, puertas cerradas Y ahora la indiferencia que demostraba Mariano hacia el asesinato de Karen, como si no hubiera pasado horas al teléfono aconsejándola, intentando ayudarla.


Cuando se incorporaba sobre un codo para apagar la lámpara de la mesilla, notó un extraño dolor en el brazo Vio que tenía unas marcas rojizas, justo en la zona en la que había soñado que alguien la había estado agarrando. Pero los sueños no dejaban huella física alguna. Debió de haberse golpeado con el cabecero de la cama. A no ser que…


No, Mariano no podía haberla agarrado con tanta fuerza, ni siquiera para despertarla. Tenía sus defectos, pero lo consideraba incapaz de hacer daño, ni a ella ni a nadie. Era medico. 


Estaba dedicado en cuerpo y alma a salvar vidas y a curar a la gente.


Aun así, cuando apago la luz y cerró los ojos, rezó para que se quedara dormida antes de que Mariano se acostara. No quería verlo, ni tocarlo. 


Y, sobre todo, no quería hacer el amor con él. 


Esa noche no, desde luego. Quizá nunca.




INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 27




Era una noche sin luna, fría, fantasmal. La niebla envolvía a Paula como un sudario mientras subía la escalera de caracol que llevaba al apartamento situado encima del garaje. El miedo la atenazaba como una garra, quemándola por dentro. No había querido salir de la casa. Pero allí había algo, o alguien, llamándola, pidiendo ayuda...


Por eso había tenido que volver.


No. ¿En qué estaba pensando? No debería estar allí. Aquella habitación pertenecía a Mariano. La voz lo estaba llamando a él. Intentó volverse, regresar a casa, a su cama caliente. 


Pero resbaló con un escalón, y empezó a caer. 


A caer interminablemente.


—Yo te recogeré, Paula. No te preocupes.


—Pedro. Has venido.


Extendió una mano para intentar agarrarla, pero el cuerpo de Paula se escurrió entre sus dedos, golpeándose en la cabeza con los escalones de hierro.


Pedro. Por favor, ayúdame. Por favor.


En ese momento sintió sus manos, pero le estaba haciendo daño, retorciéndole un brazo y obligándola a subir de nuevo. Llevaba un cuchillo. Sintió un inmenso dolor cuando la hoja penetró en su piel. Un denso río de sangre comenzó a manar del corte. Pero no era Pedro quien le estaba haciendo eso. Era un extraño, un hombre sin rostro.


Intentó chillar, pero lo único que escapó de su garganta fue un leve gemido.


Pedro.


Se despertó de pronto y abrió los ojos. Solo había sido una pesadilla, pero tan real que todavía tenía el pulso acelerado.


De repente una sombra se cernió sobre ella. Y escuchó una respiración profunda, rápida, casi jadeante. Una respiración que no era la suya.