Tras el almuerzo, volvieron caminando al apartamento de Pedro, y a medida que se acercaban iba creciendo la tensión entre ellos. En cuanto entraron, ella fue al dormitorio para ducharse y cambiarse. Luego fue a la terraza y se sentó para disfrutar de la vista, actuando como si no le importara dónde estaba Pedro o qué hacía.
Si a él no le interesaba, a ella tampoco.
¿A quién pretendía engañar?
Se volvió y vio que estaba delante de la mesa, sobre la que había numerosos papeles. Debía haberse duchado, porque tenía el cabello mojado. Paula intentó no pensar en su cuerpo desnudo, pero que estuviera vestido no parecía quitarle un ápice de atractivo. Al ver que empezaba a meter los papeles en una caja no pudo evitar sentirse desilusionada.
–¿No te quedas?
¿Qué le había hecho pensar que lo haría? Que la hubiera animado a tomarse la noche libre no significaba que pensara hacer un plan con ella.
–Tengo que trabajar. El caso empieza mañana.
–¿No puedes trabajar aquí?
Pedro se detuvo pero no la miró.
–No –sus labios se fruncieron–. He quedado con mi ayudante y no sé cuánto tardaremos. Tú descansa. He avisado a Samantha de que no irías.
–Debería ir.
–Llevas días trabajando mucho. Necesitas un día libre.
Paula encendió la televisión pero la apagó al rato. Luego busco un libro, pero sólo vio algunos clásicos y novelas negras, que eran lo último que quería leer.
Se puso nerviosa. No tenía nada que hacer y estaba en un sitio que le impedía dejar de pensar en Pedro. Se iba a volver loca Tomó la chaqueta y las llaves y fue al bar. Samantha puso los ojos en blanco al verla llegar.
–Se supone que te tomabas la noche libre.
–Y así es. Voy a jugar una partida de billar.
–Vale, pero no te metas detrás de la barra.
Aunque Paula sabía que Samantha tenía razón, no pudo evitarlo. Había más gente de lo habitual porque un equipo de rodaje había acudido a celebrar una fiesta. El bar estaba lleno de gente atractiva y deseosa de pasarlo bien. En cuanto entró, el personal la recibió entusiasmado. Paula sonrió, feliz con la bienvenida. Le encantaba sentirse necesitada. Fue a servir tras la barra.
Era ya más tarde de las once cuando vio a Pedro y se le aceleró el corazón. Entró con un par de hombres vestidos informalmente. Pero quien atrapó la atención de Paula fue una espectacular morena que iba a su lado. Era alta y delgada, y unos perfectos tirabuzones le enmarcaban el rostro. Llevaba una camiseta ceñida y escotada, que permitía apreciar una cintura delgada y un generoso busto. Una falda tableada y unos elegantes zapatos completaban el conjunto. Definitivamente, también era abogada… y le interesaba Pedro. La cuestión era si él sentía lo mismo por ella.