Recorrió su salón como si fuera un intruso. Los zapatos de Paula estaban al lado del sofá, su chal sobre el respaldo de una silla, una revista descansaba boca abajo sobre la mesa. Pedro arqueó las cejas al ver el titular de portada: «Diez maneras de volverlo loco».
Paula no necesitaba consejos para lograrlo.
Se había engañado al creer que con hacerle el amor una vez su curiosidad se vería saciada. Pero por más que se recordaba que no debía repetir, no conseguía dejar de pensar en ella y desearla. Como sabía que ella lo deseaba a él, tal y como se hacía evidente cada vez que coincidían.
Quizá lo más inteligente sería cambiar de estrategia. Después de todo, si sólo iba pasar en su casa un par de semanas, no había ningún mal en volver a despertar a la mujer apasionada y salvaje que había descubierto sobre la mesa de billar.
No sería más que un puro capricho. No se trataba de una necesidad
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