viernes, 8 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 18

 


La preocupación que Paula había dedicado a pensar que Pedro y Matías pudieran no establecer un vínculo, había sido una gran pérdida de tiempo.


Matias lo adoraba. Había quedado absolutamente fascinado con él desde el segundo en que había cruzado la puerta, y dedicar las últimas dos horas a verlos jugar había sido la experiencia más enternecedora, confusa y aterradora de su vida.


Para alguien con tan poca experiencia con bebés, Pedro hacía todo bien. Era gentil y paciente, pero no temía jugar con Matías, quien estaba acostumbrado, por no decir que vivía para ello, a armar jaleo con los otros niños. Ni siquiera pareció importarle cuando Matías lo manchó con trozos masticados de gofre ni cuando le mojó el pantalón de su vaso de zumo.


En realidad, Matías se hallaba tan concentrado en él, que ella había dejado de existir y no pudo evitar sentirse aislada. De hecho, se sintió aliviada cuando llegó el momento de acostar a su hijo. Al menos así podría tener algunos momentos íntimos con él cuando lo arropara, pero entonces Pedro preguntó si podía ayudar a preparar al pequeño para acostarse. Desde el día en que salió del hospital, el momento de meter a Matías en la cama había sido un ritual que siempre habían compartido solo ellos dos. Aunque sabía que se suponía que todo eso era para que llegaran a conocerse, no pudo evitar sentirse un poco celosa. En especial después de ponerle el pijama y que Matías alargara los brazos hacia Pedro para que este lo acostara.


–¿Qué debería hacer ahora? –preguntó Pedro.


–Acostarlo y taparlo –le dio un beso a su hijo y observó desde la entrada de la habitación mientras Pedro obedecía con cierta torpeza en sus movimientos.


–Buenas noches, Matias –dijo, sonriéndole con el mismo hoyuelo que se reflejaba en la carita del pequeño.


Y aunque Paula se moría por acercarse a la cuna para darle otro beso y asegurarse de que estaba bien arropado y decirle que lo quería, sabía que debía dejar que padre e hijo tuvieran su tiempo juntos.


No había tenido idea de que resultaría tan duro.


–¿Ya está? –quiso saber Pedro.


Ella asintió y apagó la lámpara de la cómoda.


–Se quedará dormido de inmediato.


Él la siguió al salón. Las cosas había ido realmente bien esa noche, entonces se preguntó por qué se sentía al borde de una fusión emocional. ¿Por qué las lágrimas amenazaban con salir?


Tener a un papá en su vida no significaba que Matías fuera a quererla menos.


–Es un chico estupendo –alabó Pedro.


–Lo es –convino ella. Fue a la cocina para meter los platos en el lavavajillas con la esperanza de que Pedro captara la indirecta y se marchara. En cambio, la siguió.


–Parece que todo ha ido bien –comentó mientras se apoyaba en la encimera al lado de la cocina, con ella dándole la espalda.


–Muy bien –convino ella, conteniendo las lágrimas que querían acumularse en sus ojos. «Para, Paula, estás siendo ridícula». Nunca era tan emocional. Era más dura que eso.


–Paula, ¿sucede algo? –preguntó él tras unos momentos de silencio.


–Claro que no –la voz chillona fue innegable en ese momento, al igual que la lágrima que cayó por su mejilla. Dios mío, se comportaba como un bebé. Hacía tiempo que había aprendido que llorar no la llevaría a ninguna parte. Su padre carecía de tolerancia para las exhibiciones emocionales.


Pedro le apoyó una mano en el hombro y consiguió que se sintiera peor.


–¿He hecho algo mal?


Ella movió la cabeza. La aprensión en la voz de él hizo que se sintiera como una idiota. La preocupación de Pedro era sincera y merecía una explicación. Lo que pasaba era que no sabía qué contarle. No sin sonar como una boba.


–Paula, háblame –la hizo girar para tenerla de frente–. ¿Estás llorando?


–No –afirmó mientras se secaba los ojos con la manga de la camisa. Como si negarlo pudiera hacer que las lágrimas fueran menos reales.


–Me siento confuso. Creía que esta noche había ido todo bien.


–Y así ha sido.


–Entonces… ¿por qué las lágrimas? ¿Empiezas a arrepentirte de todo eso?


–No es eso –movió la cabeza.


–Entonces, ¿qué es? ¿Por qué estás tan perturbada?


Ella se mordió el labio y miró al suelo.


Él apoyó las manos en sus hombros.


–Paula, no podemos hacer esto si no me lo explicas.


«Por favor, no me toques», pensó. Así solo empeoraba las cosas.


–Si he hecho algo mal…


–¡No! Has hecho todo bien. Matias te adora. No podría haber salido más perfecto.


–¿Y piensas que eso es malo?


–No exactamente.


Pedro frunció el ceño confundido. Lo que oía no tenía sentido.


–Desde que Matías nació, hemos sido nosotros dos. Él depende de mí para todo. Pero esta noche, al veros juntos… –la voz se le quebró y se reprendió por esa fragilidad–. Supongo que estaba celosa. No sé qué haría si Matías no me necesitara más.


–Por supuesto que te necesita.


Ella se encogió de hombros y derramó más de esas estúpidas lágrimas.




AVENTURA: CAPITULO 17

 

Maldijo para sus adentros. Habría pensado que con el tiempo el deseo por ella habría disminuido, pero el impulso de ponerle las manos encima era tan poderoso como siempre. Y por el bien de ambos, no podía.


–Es un niño precioso –dijo al cerrar el álbum–. De hecho, se parece mucho a Julián a su edad.


Ella se levantó y guardó el álbum en su sitio. Una parte de él esperó que regresara al sofá y se sentara a su lado, y la decepción que experimentó cuando no lo hizo, le indicó con claridad que era hora de que se largara de allí. Debería estar concentrándose en su hijo, pero solo podía pensar en ella.


Se bebió el resto del vino y se puso de pie.


–Es tarde –anunció, aunque apenas eran pasadas las nueve–. Mi mañana empieza temprano. Debería irme.


Sin parecer decepcionada, lo acompañó a la puerta.


–Entonces, ¿te veremos mañana alrededor de las siete? –preguntó Paula.


–O antes, si me las arreglo –se puso la cazadora y ella le abrió la puerta.


–Me alegro de que hayas venido esta noche –comentó ella.


–Yo también –se detuvo justo más allá del umbral.


–Y hablaba en serio acerca de la elección que haces. Incluso después de esto, si decides que no puedes llevarlo a cabo, no te lo reprocharé. Ser padre es duro. Requiere toneladas de sacrificios.


–Suena como si intentaras disuadirme.


–También es la experiencia más gratificante que jamás he tenido. Te cambia de un modo que nunca esperarías. Cosas que solía pensar que eran importantes ya no me lo parecen. Ahora todo gira en torno a él.


No estaba seguro de poder hacer de un niño el centro de su vida.


–Ya sí que empiezas a asustarme.


Ella sonrió.


–Sé que suena intimidador, y en cierto sentido lo es. Cuesta explicarlo. Supongo que lo sentirás o no.


–Supongo que tendremos que esperar hasta comprobarlo.


–Supongo –corroboró ella.


Se hallaba con un pie en el porche cuando ella lo agarró del brazo.


Pedro, espera.


Se volvió hacia ella. Si Paula fuera inteligente, no lo tocaría, pero el daño ya estaba hecho. En ese momento él solo podía pensar en tomarla en brazos y abrazarla antes de pegar los labios a los suyos.


–Cuando estábamos mirando el álbum de Matias, comprendí lo mucho que había cambiado en estos nueve meses y en lo mucho de su vida que ya te has perdido. Solo quería decir… quería que supieras que… –luchó con las palabras–. Lo… siento.


Era algo que él no se esperaba y la sorpresa debió reflejarse en su cara, porque ella se apresuró a añadir:

–Sigo manteniendo que todo lo que hice fue lo mejor para Matías.


–De modo que… no lo sientes.


–Lo hice pensando en lo mejor para Matías, pero eso no significa que no fuera un error.


Quizá había algo que estaba mal en él, pero verla con esa humildad le resultó excitante.


Se inclinó levemente hacia ella, solo para probar las aguas, para ver cuál sería su reacción. Abrió un poco más de la cuenta los ojos y vio que contenía el aliento. Estaba seguro de que retrocedería, pero a cambio sus pupilas se dilataron y sacó la lengua para humedecerse los labios.


No era exactamente la reacción que había esperado. ¿O sí? Podía ser realista o podía ser inteligente. Si era realista, si se inclinaba y la besaba, ella le devolvería el beso y aunque necesitaran una noche, o cinco, terminarían en la cama.


Lo inteligente sería retroceder mientras aún podía hacerlo y eso era exactamente lo que planeaba hacer. Pero no fue fácil.


–Debería irme.


–De acuerdo –ella asintió algo aturdida.


–A menos que vengas conmigo –bajó la vista a la mano de ella–, vas a tener que soltarme el brazo.


–Lo siento –parpadeó y retiró la mano, ruborizándose a la luz del porche.


Paula no era de las mujeres que se ruborizaba. Irradiaba seguridad y carecía de vergüenza… al menos por fuera. No pudo decidir quién era más excitante, la seductora imperturbable o la muchacha vulnerable.


De modo que Pedro se apartó.


–Nos vemos mañana.


Ella asintió.


–Nos vemos mañana.


Comenzó a bajar las escaleras y se detuvo en el momento en que ella comenzaba a cerrar la puerta.


–Eh, Paula.


–¿Sí.


–Disculpas aceptadas.





AVENTURA: CAPITULO 16

 


Hasta que no se completara la investigación de la explosión en Western Oil no se anunciaría, pero no podía decirle eso. Solo unos pocos sabían que dicha investigación estaba en curso. La explosión la causó un equipo defectuoso, un equipo que acababa de ser comprobado una y otra vez para garantizar su seguridad, y como resultado de ello trece hombres habían resultado heridos. La junta estaba convencida de que había sido un trabajo desde dentro, y sospechaba que Chaves Energy, específicamente el padre de Paula, era el responsable. El objetivo era desenmascarar al culpable. Pero había sido un proceso arduo, lento y frustrante.


–No nos han dado una fecha definitiva –le dijo a Paula–. Como mínimo, unos meses más.


–¿Y cómo te sentirías si recae en Julian?


–No lo hará –en su opinión, de los tres candidatos Julián era el menos cualificado y Pedro estaba seguro de que la junta pensaría lo mismo. Julian había recurrido al encanto personal para llegar donde estaba en ese momento, pero eso solo lo llevaría hasta un punto.


–Suenas muy seguro.


–Porque lo estoy. Y no te ofendas, pero no quiero hablar de mi hermano.


–De acuerdo. ¿De qué quieres hablar?


–Quizá podrías contarme algo sobre mi hijito.


–De hecho, podría hacer algo mejor –dejó la copa de vino, se levantó de la silla y cruzó el salón hacia la biblioteca. Sacó un libro grande de la estantería y volvió junto a él.


Él esperaba que se lo diera, pero Paula se sentó a su lado, tan cerca que sus muslos casi se tocaban.


Prefería tenerla frente a él.


–¿Qué es? –preguntó.


Dejó el álbum sobre su regazo y lo abrió en la primera página.


–El libro de Matías de bebé. Tiene fotos y notas. He estado trabajando en él desde antes de que naciera.


Quedaba claro desde las primeras páginas, ya que consistía de fotos en sus diferentes fases del embarazo, e incluso una de la prueba de embarazo que daba positivo.


–Se te veía muy bien –dijo él.


–Tuve muchas náuseas el primer trimestre, pero después de eso me sentí estupendamente.


La siguiente hoja era toda de ecografías, con una que mostraba con claridad que el bebé era un niño, y notas que ella había tomado después de las visitas a la doctora. Las páginas siguientes eran todas de Matías. Se dijo que quizá no fuera objetivo, pero Matías era un crío precioso. Pero mientras Paula seguía pasando las páginas, descubrió que cada vez la miraba más a ella. Dieciocho meses atrás ni se le habría pasado por la cabeza alargar la mano para colocarle un mechón suelto detrás de la oreja. Acariciarle la mejilla, la columna del cuello. Posar los labios sobre la delicada protuberancia de la clavícula…



jueves, 7 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 15

 

Ella fue a la cocina y él se sentó. No estaba seguro de qué diablos creía estar haciendo. Había ido para hablar de su hijo, y una vez hecho eso, no tenían ningún motivo para quedarse. El problema radicaba en que no quería marcharse.


Quizá había llegado el momento de admitir lo que en el fondo siempre había sabido. Aún tenía sentimientos no resueltos acerca de su relación con Paula. A pesar de lo que probablemente pensaba ella, tampoco a él le había resultado fácil ponerle fin. Paula era la única mujer que alguna vez lo había hecho sentir casi una persona completa. Como si no tuviera que esconderse. Casi… normal. Pero sabía que al final sus demonios podrían con él, siempre era así, y ella vería la clase de hombre que realmente era. Conociéndola y sabiendo la clase de mujer que era, intentaría ayudarlo. Pero eso no funcionaría. No tenía arreglo. Y cuanto menos tiempo pasara con ella, mejor. En particular en situaciones en las que Matías no actuara como parachoques. Entonces, ¿por qué no se levantaba, recogía su abrigo y se largaba de allí?


Ni él lo sabía. Aunque estaba seguro de que la sempiterna estupidez desempeñaba un buen papel.


–Entonces –comentó ella, desde la cocina–, ¿has mencionado que eres uno de los candidatos a presidente ejecutivo?


La miró. Se hallaba ante la encimera abriendo la botella.


–Es entre el director financiero, mi hermano Julián y yo.


–Tu hermano, ¿eh? Eso tiene que ser difícil –el corcho se desprendió y ella sirvió el vino–. Si no recuerdo mal, vuestra relación siempre ha sido… complicada.


–¿Es el modo educado de decir que es un imbécil arrogante?


–Llegué a conocerlo en una gala para recaudar fondos el año pasado –explicó Paula mientras llevaba las dos copas al salón.


–¿Intentó seducirte?


–¿Por qué? ¿Celoso? –le entregó una copa y las yemas de sus dedos se tocaron cuando la recogió.


Fue algo inocente, pero él lo sintió hasta la médula de su cuerpo.


–Porque Julián intenta seducir a todas las mujeres hermosas. No puede evitarlo.


–Creo que asistió con una cita.


Pedro se encogió de hombros.


–Eso nunca lo ha detenido.


–No, no trató de seducirme. Aunque quizá tuviera algo que ver el hecho de que estaba embarazada de ocho meses y era grande como una casa.


–De algún modo, tampoco puedo ver que eso lo detenga.


–Vamos, no es tan malo –comentó, riendo.


No solía serlo. De jóvenes, Pedro había sido quien lo había protegido. Ya no recordaba la cantidad de veces que había asumido la culpa por cosas que su hermano había hecho para protegerlo de la ira de su padre o se había interpuesto entre los puños de este y Julián. Siendo el hermano mayor, sentía que era su responsabilidad ampararlo, en especial porque era una persona tranquila y sensible. Un mariquita, solía llamarlo su padre. Pero en vez de la lealtad y gratitud que Pedro habría esperado, Julián aprendió a ser un maestro manipulador, siempre acusándolo a él por las faltas cometidas. En casa y en el colegio. Se convirtió en el chico de oro incapaz de hacer algo malo y Pedro se había ganado la etiqueta de camorrista y alborotador. Después de todos esos años, aún lo quemaba.


–Julián es Julián–afirmó–. Jamás cambiará.


–¿Cuándo se anunciará al nuevo presidente ejecutivo? –inquirió Paula.





AVENTURA: CAPITULO 14

 


Al principio. Hasta que dejó de serlo. Hasta que se enamoró estúpida y perdidamente de él. Pero ese tendría que ser su pequeño secreto. Su orgullo dependía de ello.


–¿Tanto te sorprende?


–En realidad, no, teniendo en cuenta que los dos sabemos que no es verdad.


¿Y él? ¿Lo estimulaba hacer que las mujeres se enamoraran de él para luego partirles el corazón? ¿Era todo un juego para Pedro? ¿Y cómo debía reaccionar ella a su acusación? Si la rechazaba, daría la impresión de que estaba negando algo. Si reconocía la verdad… bueno, eso ni siquiera era una opción.


Se negó a darle la satisfacción de una respuesta.


–¿Qué días serían los mejores para que vieras a Matías? –le preguntó Paula–. Se acuesta a las ocho, de modo que si quieres que sean las noches de los días de entre semana, tendrá que ser antes. También puedes los domingos por la tarde.


–Durante la semana será complicado. He estado a rebosar de trabajo. Tengo suerte si alguna noche puedo irme antes de las nueve.


–Nadie mencionó que fuera a ser fácil. Debes establecer prioridades.


Él respiró hondo y dijo:

–Si mañana voy temprano a la oficina, podré salir a las seis y media.


–Es un comienzo –confirmó ella.


–Mañana, entonces.


Siguió un silencio prolongado e incómodo, en el que ninguno parecía saber qué añadir.


Bueno, como supongo que eso está arreglado… –él se levantó del sofá.


–Ha sido un día largo, y no sé tú, pero a mí me sentaría bien una copa de vino –nada más pronunciar las palabras, supo que era una mala idea, pero aún no estaba preparada para que se marchara.


No puedes obligarlo a amarte, se recordó. Y no lo querría. Deseaba a alguien sin obstáculos con las relaciones, que la amara de forma incondicional. Si es que existía esa clase de hombre.


Pedro la estudió con una ceja enarcada.


–¿Me estás pidiendo que me quede?


Sí, mala idea.


–¿Sabes qué? Olvídalo. No creo…


–¿Tinto o blanco? Porque mi preferencia tiende al tinto.


No debería estar haciendo eso. Seguía siendo vulnerable. Solo se estaba preparando para que la hirieran. Por todo lo que sabía, él podía estar viéndose con alguien en ese momento. Quizá esa era parte del período de prueba.


«Defectos de carácter», se recordó. No podría encontrarlos si no pasaba al menos algo de tiempo con él.


Por esa vez… después, lo vería solo si Matías se hallaba presente.


–Entonces, estás de suerte –le contestó–. Porque tengo ambos.



AVENTURA: CAPITULO 13

 


Si quería ser justa, ella había dispuesto de nueve meses para acostumbrarse a la idea de ser madre. A él le habían arrojado un hijo en el regazo sin previa advertencia y en ese momento esperaba que tomara una decisión que tendría un impacto tanto en él como en el pequeño para el resto de sus vidas.


¿Podía culparlo por decantarse por el lado de la cautela? Era evidente que había pensado mucho en el asunto y parecía tener en mente lo mejor para Matías. Por no mencionar que Pedro había mostrado vulnerabilidad, algo que debía haberle resultado duro. Era un hombre triunfador y muy respetado. Reconocer que tal vez no diera la talla como padre no debía de haberle resultado fácil. Alabó su honestidad.


–Supongo que un período de prueba es lógico –le dijo–. Visitas supervisadas, por supuesto.


–Por supuesto –coincidió él.


Lo que significaba tener que pasar tiempo con Pedro. El simple hecho de tenerlo en su casa, recordando todas las veces que habían estado allí juntos, hizo que se sintiera hueca por dentro. Sola. Desde que rompieran, ni siquiera había mirado a otro hombre. En las funciones sociales a las que había ido con su padre, los hombres habían tratado de entablar conversaciones con ella, de invitarla a bailar, pero, simplemente, no estaba interesada.


Si un año y medio no había evaporado sus sentimientos por Pedro, quizá estaba destinada a amarlo siempre. O tal vez estar cerca de él haría que comprendiera que no era tan maravilloso como solía pensar. Debía tener defectos. Quizá todo ese tiempo lo había hecho crecer en su mente, convirtiéndolo en algo que no era.


La llenó una sensación renovada de esperanza. Tal vez eso terminara resultando positivo para ella. Pero debían ir con cautela.


–También creo que sería mejor que nadie estuviera al tanto de esto –le dijo.


Él se mostró aliviado, probablemente porque le preocupaba su puesto en Western Oil. Pero había más.


–Creo que es una buena idea –corroboró.


–Debemos ir con sumo cuidado. Estas cosas tienen la tendencia a estallar y eso podría ser devastador para Matías.


–Es un bebé. No podrá leer el periódico.


–Todavía. Pero algún día lo hará. Si por cualquier motivo tú decides que no puedes formar parte de su vida, no quiero que sepa de tu existencia. Si tu identidad se revela ahora, puedes apostar que con el tiempo lo sabrá. Además, mi padre adora a Matías, pero como se enterara de que tú eres el padre, sabrá que nuestra aventura fue otro modo de desafiarlo. Por cuestión de principios nos desheredará a Matías y a mí.


–¿Sigues tratando de ganar su afecto?


–Me importa un bledo lo que piense de mí, pero Matías tiene un futuro en Chaves Energy, si decidiera que es lo que quiere. Ahora mismo es su legado. No parece justo negárselo por mis propios y egoístas motivos.


–Sin embargo, si decido formar parte de su vida, te arriesgas a que pierda eso mismo.


–Porque sé que su verdadero padre es muy importante. Necesita una influencia masculina en su vida, y en la actualidad mi padre es lo mejor que tiene. ¿Quién sabe? Quizá Matías no esté destinado a fallarle. Conmigo, jamás pareció superar el hecho de que nunca fui el hijo que siempre había querido.


–¿Solo eso fui para ti? –preguntó él–. ¿Otra manera de desafiar a tu padre?





miércoles, 6 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 12

 


Pasó el resto de la tarde en reuniones, y en la última pidieron algo para cenar, lo que le ahorró tiempo de comprar algo para comer en casa antes de cambiarse para ir a la casa de Paula. Llegó a las ocho y media en punto. En algún momento desde el sábado, ella había decorado la parte frontal de su casa para las inminentes navidades. Las ramas de abeto enmarcaban las ventanas y las puertas y en la entrada una guirnalda decorada con luces y acebo fresco daba la bienvenida a todo el mundo. Pedro no había puesto nada decorativo. ¿Para qué, si nunca estaba allí?


Antes de llamar a la puerta, esta se abrió.


–Justo a tiempo –comentó Paula. Llevaba un sexy chándal rosa sobre una gastada camiseta manchada con algo anaranjado que quizá podría haber sido puré de zanahoria. Lucía el intenso cabello de color rojo recogido al azar con un broche y no llevaba maquillaje.


La maternidad le sentaba de maravilla.


Se hizo a un lado para dejarlo pasar.


–Disculpa el desorden, pero acabo de acostar a Matías y aún no he tenido tiempo de ordenar.


No bromeaba. Daba la impresión de que una bomba hubiera caído en el salón. No tenía idea de que un solo niño pudiera jugar con tantos juguetes.


–Parece que hubiera habido una docena de niños aquí –se quitó la cazadora y la colgó del perchero.


–En realidad, cinco. Era día de juegos y mi semana de ser anfitriona.


–¿Día de juegos?


–Ya sabes, un grupo de padres se reúne con sus hijos y los deja jugar juntos. Aunque mi vecina Juana y yo somos las únicas madres de verdad. Otras dos son niñeras y una es una au-pair francesa. Juana y yo estamos convencidas de que la au-pair se acuesta con el padre del bebé. Y una de las niñeras nos contó que la pareja para la que trabaja está al borde del divorcio y que él ahora duerme en el cuarto de invitados.


–¿Matías no es un poco pequeño para jugar con otros niños –preguntó.


–Nunca es demasiado pronto para hacer que los niños desarrollen su vida social.


–¿No tienes una canguro?


–Me encanta estar con Matías y me encuentro en una posición en la que ahora no tengo que trabajar. Me gusta ser madre a tiempo completo. No es que haya sido fácil, pero sí valioso.


La madre de él había estado demasiado ocupada con sus galas benéficas y sus diversos grupos como para prestarle demasiada atención a sus hijos.


Le indicó el salón.


–Pasa y siéntate. ¿Te apetece beber algo?


Probablemente le sentaría bien una copa, pero ninguna cantidad de alcohol iba a hacer que fuera más fácil.


–No, gracias.


Esperó hasta que él se sentó en el sofá y luego ocupó el borde de una silla.


–Bueno, ¿has tomado una decisión?


–Sí –apoyó los codos en las rodillas y se frotó las palmas de las manos. No estaba seguro de cómo se tomaría Paula su respuesta–. Me gustaría un período de prueba.


Ella enarcó las cejas.


–¿Un período de prueba? No hablamos de ser socio de un gimnasio, Pedro. Es un bebé. Un ser humano.


–Razón por la que creo que entrar de lleno sería una mala idea. No sé nada sobre ser padre. Como tú bien señalaste, jamás planeé tener familia. Por lo que sé, podría ser un padre horrible. Me gustaría la oportunidad de probarlo durante unas semanas, pasar un tiempo con Matías y ver cómo me acepta.


–Matías tiene nueve meses, adora a todo el mundo.


–De acuerdo, entonces, quiero ver cómo lo acepto yo a él.


–¿Y si no lo… aceptas? Entonces, ¿qué?


–No sé… –movió la cabeza –Sé que esperabas una respuesta más definitiva, pero de verdad creo que es el mejor modo de hacerlo –suspiró–. No sé si estoy preparado. He cometido muchos errores en mi vida, Paula, y esto es demasiado importante para fastidiarlo.


–Doy por hecho que también está la cuestión de cómo se verá en el trabajo.


–No negaré que fue un factor para mi decisión. Nuestro actual presidente ejecutivo se jubila y yo soy uno de los pocos que compiten por el puesto. No quiero agitar el bote.


–De modo que es por trabajo –no se molestó en ocultar la amargura en su voz.


–He de tomar en consideración todo –confirmó él–. Pero, en última instancia, esto trata sobre lo que es mejor para nuestro hijo.


Oír a Pedro referirse a Matías como a nuestro hijo hizo que Paula sintiera un nudo en el corazón. Durante mucho tiempo había sido «su hijo». No estaba segura de hallarse preparada para abandonar eso, para compartirlo. Pero lo que ella deseaba no tenía nada que ver. Lo único que importaba era lo mejor para Matías.