Hasta que no se completara la investigación de la explosión en Western Oil no se anunciaría, pero no podía decirle eso. Solo unos pocos sabían que dicha investigación estaba en curso. La explosión la causó un equipo defectuoso, un equipo que acababa de ser comprobado una y otra vez para garantizar su seguridad, y como resultado de ello trece hombres habían resultado heridos. La junta estaba convencida de que había sido un trabajo desde dentro, y sospechaba que Chaves Energy, específicamente el padre de Paula, era el responsable. El objetivo era desenmascarar al culpable. Pero había sido un proceso arduo, lento y frustrante.
–No nos han dado una fecha definitiva –le dijo a Paula–. Como mínimo, unos meses más.
–¿Y cómo te sentirías si recae en Julian?
–No lo hará –en su opinión, de los tres candidatos Julián era el menos cualificado y Pedro estaba seguro de que la junta pensaría lo mismo. Julian había recurrido al encanto personal para llegar donde estaba en ese momento, pero eso solo lo llevaría hasta un punto.
–Suenas muy seguro.
–Porque lo estoy. Y no te ofendas, pero no quiero hablar de mi hermano.
–De acuerdo. ¿De qué quieres hablar?
–Quizá podrías contarme algo sobre mi hijito.
–De hecho, podría hacer algo mejor –dejó la copa de vino, se levantó de la silla y cruzó el salón hacia la biblioteca. Sacó un libro grande de la estantería y volvió junto a él.
Él esperaba que se lo diera, pero Paula se sentó a su lado, tan cerca que sus muslos casi se tocaban.
Prefería tenerla frente a él.
–¿Qué es? –preguntó.
Dejó el álbum sobre su regazo y lo abrió en la primera página.
–El libro de Matías de bebé. Tiene fotos y notas. He estado trabajando en él desde antes de que naciera.
Quedaba claro desde las primeras páginas, ya que consistía de fotos en sus diferentes fases del embarazo, e incluso una de la prueba de embarazo que daba positivo.
–Se te veía muy bien –dijo él.
–Tuve muchas náuseas el primer trimestre, pero después de eso me sentí estupendamente.
La siguiente hoja era toda de ecografías, con una que mostraba con claridad que el bebé era un niño, y notas que ella había tomado después de las visitas a la doctora. Las páginas siguientes eran todas de Matías. Se dijo que quizá no fuera objetivo, pero Matías era un crío precioso. Pero mientras Paula seguía pasando las páginas, descubrió que cada vez la miraba más a ella. Dieciocho meses atrás ni se le habría pasado por la cabeza alargar la mano para colocarle un mechón suelto detrás de la oreja. Acariciarle la mejilla, la columna del cuello. Posar los labios sobre la delicada protuberancia de la clavícula…
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