Paula intentó recordar otra cita peor que aquella. Ni la deliciosa comida, ni el exquisito vino, ni la discreta decoración y el maravilloso servicio podían cambiar el hecho de que no le gustase la compañía. Patricio era un hombre presuntuoso, que trataba mal a las personas que consideraba inferiores, como al camarero, mientras que no paraba de adularla a ella.
Una voz conocida la sacó de sus pensamientos.
—¡Anda, qué sorpresa!
Levantó la vista.
—¡Julia! —dijo ella, sinceramente sorprendida, ya que le había dicho a su amiga adónde iban a ir a cenar.
Y lo más extraño era que Julia, que siempre se arreglaba con esmero para salir, llevaba la misma ropa con la que había ido a trabajar. Tampoco se había retocado el pintalabios ni se había peinado. Y John, más o menos igual.
Ambos la miraban de manera extraña.
—¿Ocurre algo? —preguntó.
—No, por supuesto que no —le dijo su amiga—. Solo…
—¿Son amigos tuyos? —preguntó Patricio.
—Sí. Esta es Julia Atkinson, la decoradora de Bellamy. Y su amigo… Lo siento, pero no nos conocemos. Soy Paula.
—John. Es un placer —le dijo este.
Paula notó que le apretaba demasiado la mano. O tenía un problema neurológico o estaba intentando decirle algo. Y a juzgar por la extraña y repentina aparición de la pareja, tenía que ser lo segundo.
—Sentaos con nosotros. Invito yo —dijo Patricio.
—Seguro que prefieren estar solos —intervino Paula.
—¿Podemos hablar un momento en el baño? —le preguntó Julia.
—Por supu…
—A mí no me parece buena idea —la interrumpió Patricio, agarrándola del brazo para que no se fuese.
A Paula no le gustó el gesto.
—Por favor, suéltame.
—Estás montando una escena. Siéntate. Sentaos todos —respondió él sin hacerle caso.
Su tono hizo que los demás obedeciesen.
—Es evidente que acabáis de salir de la cama para venir aquí —le dijo Patricio a Julia y a John—. ¿A qué habéis venido?
Paula levantó la vista y vio a Pedro acercándose a ellos. Estaba empapado y parecía dolerle la pierna. A juzgar por su respiración, había estado corriendo.
Nunca le había alegrado tanto ver a alguien. Sus miradas se cruzaron y vio tanto amor en sus ojos que no supo cómo había podido dudar de él.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Patricio al verlo aparecer.
—Que tu cita se ha terminado. Ven, Paula —dijo, tendiéndole la mano.
Julia y John ya se estaban poniendo de pie y Paula se dispuso a imitarlos, pero Patricio se lo impidió.
—Suéltame —le dijo.
Pero él no obedeció. La agarró todavía con más fuerza y tiró de ella, haciendo que fuese a sentarse en su regazo y que su copa de vino les cayese encima.
Intentó levantarse, Pedro se acercó más y, entonces, por el rabillo del ojo, vio el brillo de una pistola.