Pedro decidió mantener la calma. ¿Qué más daba que Paula tuviese una cita con un tipo al que no le gustaba la policía? Eso no significaba que fuese a pasar la noche con él, en la habitación de su hotel.
Siguió haciendo ejercicio sin pensar en el dolor. Tenía que recuperar la fuerza de sus músculos, no solo para correr un kilómetro en cuatro minutos, sino también para escapar de Fremont, de sus recuerdos, de Bellamy y, sobre todo, de Paula.
Había penetrado en él con la misma fuerza que la bala y había momentos en los que tenía la sensación de que aquella iba a ser una herida mucho más difícil de curar, y mucho más dolorosa.
Volvería a Nueva York y recuperaría su errática vida. Había intentado imaginarse de nuevo con Ramona, pero no había podido. Solo podía pensar en Paula.
Esta le había dicho que tenía miedo a enamorarse y él la había respetado y había retrocedido.
Después de aquello, habían vuelto a acostarse, pero eso había sido algo que había ocurrido sin planearlo.
La ironía era que ambos estaban preocupados por el corazón de Paula.
¿A quién le importaba el suyo?
A nadie. Y allí estaba él, intentando recuperar las fuerzas para poder correr.
Porque lo cierto era que allí el que tenía un problema era él, no Paula.
Era un tipo despreocupado, nómada, que nunca estaba en ninguna parte el tiempo suficiente para que lo atrapasen, pero en esa ocasión lo habían atrapado.
Se había enamorado de Paula, pero eso no cambiaba quién era él.
Se bajó del aparato en el que estaba y se secó el sudor.
Ni tampoco cambiaba quién era ella.
Pedro sabía mejor que nadie que el amor no era suficiente.
Se duchó y volvió a casa. Estaba aparcando cuando sonó su teléfono móvil, era de la revista.
—Ayer corrí a ocho minutos el kilómetro —dijo.
—Hola a ti también.
—¿Mauro? ¿Qué hace mi agente en el despacho de mi director?
—Estábamos hablando de ti.
—Sé que Gabriel quiere que vuelva y yo estoy preparado. De verdad.
—Pedro, yo no estoy en el departamento de recursos humanos. Hemos estado hablando de tu fotorreportaje.
—¿Qué fotorreportaje?
—Mi Barrio. Un fotorreportaje que nos tiene a los dos emocionados. Has captado que todos tenemos intereses y preocupaciones parecidas vivamos donde vivamos, sea cual sea nuestra posición social o nuestra situación económica. Fremont es el personaje principal. Y las fotografías que has hecho allí son de las mejores de tu carrera.
—Ah, de acuerdo, me estás hablando de mi idea de publicar un libro.
Casi se le había olvidado que le había enviado a Mauro las fotografías.
—Es mucho más que eso. Gabriel y yo hemos estado pensando en hacer algo interesante, en un libro que tenga además presencia en la revista y una página web.
Pedro apagó el motor, salió del coche y fue hacia el serbal.
—No sé si te estoy entendiendo.
Quería que su abuela oyese aquello. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en el tronco del árbol y las piernas estiradas.
—Es muy sencillo, Anvil Media, empresa matriz de World Week publica el libro y tú preparas una serie de artículos relacionados para la revista. Podemos dejar alguna fotografía solo para la web.
—Yo no me dedico a eso, sino a cubrir conflictos.
—Hasta hace un par de semanas, tampoco escribías libros.
—¿De cuánto dinero estaríamos hablando?
Mauro se lo dijo y él arqueó las cejas.
—Es una buena cantidad.
—Pues sí, piénsalo. Gabriel dice que seguirá contando contigo para cubrir noticias más duras, pero esto te dará tiempo para seguir recuperándote. Además, así evitarás quemarte.
«O aburrirte», pensó él, sin saber por qué. Habría jurado que había sido su abuela la que había murmurado esas palabras en su mente.
Tal vez tuviese razón. A lo mejor su inquietud estaba basada en el aburrimiento. Y lo cierto era que desde que estaba en Fremont no se había aburrido ni un solo día. Entre Paula y su nuevo proyecto, no había tenido tiempo para vaguear.
Tocó el suelo en el que los tulipanes florecerían en primavera. Él ya no estaría allí para verlo.
Salvo que…
Se dio cuenta de que tenía que darle la buena noticia a Paula.
La llamó.
—Hola, Pedro.
—Hola, necesito hablar contigo. ¿Cenamos juntos?
—¿Cuándo?
—Esta noche.
Hubo un breve silencio.
—Esta noche no puedo. Ya he quedado.
—¿No será con el tal Patricio Thurgood? —preguntó él, desanimado.
—Sí.
—No deberías ir. No es un tipo de fiar.
—Solo lo has visto cinco minutos. No lo conoces de nada.
—Vi cómo actuaba cuando fue a ver la casa. Se puso de espaldas cuando vio que pasaba un coche de policía.
—¿Nos estuviste espiando? —inquirió ella.
—No. No exactamente. Dio la casualidad de que estaba enfrente, en el parque.
—¿Con un telescopio?
—Con un teleobjetivo. Fue una coincidencia.
—¿Y eso te da motivos para decirme que no salga con él?
—Tuve una mala sensación. Y recuerda que acerté con lo de que iban a intentar engañar a tu amiga.
—Estás paranoico.
—No vayas.
—Dame otro motivo para que no salga con él.
—Quiero hablar contigo. Yo…
Paula suspiró.
—Tengo que colgarte. Hablaremos mañana.
—¿Adónde vais a ir a cenar?
—¿Para presentarte con la cámara? Ni lo sueñes —le respondió ella antes de colgar.
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