Después de un rato esperando bajo la lluvia y dado que Julia no le había devuelto la llamada, Pedro decidió actuar.
Tomó un taxi y le preguntó al conductor cuál era el restaurante más nuevo y elegante de la ciudad.
—Hay dos, Gastronome o Luminous. He oído que en el primero se come mejor y que el segundo es más vistoso.
—Pues lléveme al segundo.
—¿Ha quedado con una mujer? —le preguntó el taxista, al verlo nervioso.
—Sí.
—¿Y tiene pensado pedirle que se case con usted o algo así?
Lo normal habría sido que Pedro se sintiese horrorizado al oír aquello, pero no fue así. Todo lo contrario, se dio cuenta de que era lo que tenía que hacer.
Solo tenía que encontrarla, sacarla de las garras del otro hombre y demostrarle que tenía que estar con él.
—Sí, tengo pensado casarme con ella, si me acepta —respondió.
Llegaron a Luminous y Pedro le pidió al taxista que lo esperase en la puerta. Entró, buscó con la mirada y no encontró a Paula, así que volvió a salir y se metió en el taxi.
—No está. Vamos a intentarlo en el otro.
El taxista arrancó, pero había mucho tráfico. Después de un rato, Pedro le preguntó si faltaba mucho para llegar.
—Tres manzanas —respondió el conductor.
—Está bien. Iré andando.
—Es probable que llegue antes.
Pagó al taxista, salió del coche y empezó a correr.
Le dolía la pierna, los pulmones le iban a estallar, pero no se detuvo. Tenía que encontrar a Paula.
Su sentido común le decía que, en realidad, no estaba en peligro, pero Pedro no se podía controlar.
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