Paula no se había molestado en contarle a Pedro que la familia que iba a visitar la casa ese día eran primos de Julia. No era asunto suyo. Paola y Julián estaban esperando su primer hijo. Era probable que no pudiesen comprarse una casa tan cara, pero sí podrían hablar de ella a sus amigos. Horacio Wilson iba a sacar a la venta una bonita casa adosada que podría adaptarse a su presupuesto.
Como era de esperar, cuando sonó el timbre había en la puerta más de dos personas: Paula y Julian, Julia, la hermana de Paola, Nora, y la madre de Julia, Gloria, que estaban hablando apresuradamente cuando ella abrió la puerta.
—Enhorabuena por haber conseguido esta casa, cariño —le dijo Gloria, dándole un enorme abrazo.
Gloria era como Julia, pero con más años y más peso, franca y profundamente maternal.
—Gracias. La decoración de Julia hace que la casa brille.
—No podría estar más orgullosa de las dos.
Paula sabía que era sincera y, una vez más, se sintió muy afortunada de que la considerasen parte de la familia.
—Entrad a ver la casa —dijo.
Las exclamaciones de sorpresa eran de predecir. Lo mismo que el comentario de Paola:
—Me siento abrumada. Este sitio es demasiado grande.
Paula asintió.
—Creo que tengo la casa ideal para vosotros. Todavía no ha salido a la venta, pero podremos verla mañana.
Describió la casa adosada y vio que la pareja se miraba y asentía.
—Pero ya que estáis aquí, vamos a ver el piso de arriba. El dormitorio principal es la habitación de mis sueños.
Mientras Julia enseñaba a los demás el resto de la primera planta, Gloria se quedó con Paula en el dormitorio principal, admirando las vistas del jardín, la chimenea y el banco que había bajo la ventana.
—Qué habitación tan bonita —comentó, luego se acercó a la cama—. ¡Y qué cama!
—Sí.
Siempre que estaba en aquella habitación, Paula sentía algo que no era capaz de explicar. Se sentía como si fuese suya, y las fantasías que tenía con Pedro en aquella cama eran tan vívidas que más bien parecían recuerdos del pasado.
—Aurora Neeson fue mi profesora de Lengua en el instituto —le contó Gloria.
—¿De verdad? ¿Y era buena profesora?
—La mejor —respondió, sacudiendo la cabeza—. La que era un desastre era su hija. Dejó los estudios en el instituto. Siempre estaba metida en líos. Sexo, droga y rock and roll. Pobre señora Neeson. Fue muy triste.
—Supongo que era la madre de Pedro.
—¿El actual dueño?
Paula asintió.
—¿Y cómo ha salido él?
—Él es… es…
¿Cómo podía describir a Pedro?
—Es un reportero gráfico de éxito. Trabaja para World Week.
Sin pensarlo, se sentó en la cama. Gloria la imitó.
—Es decidido, ambicioso, pero se preocupa por las personas.
—Y guapo.
—Sí.
—¿Te has acostado ya con él?
—¡Gloria!
—¿Qué? Te conozco casi tan bien como a mis propios hijos. Estás loca por él. Lo noto en tu voz.
—Lo he pensado —admitió ella suspirando—. De hecho, casi no puedo pensar en otra cosa, pero no tendríamos futuro.
—Nunca he conocido a ninguna mujer que se preocupe tanto por el futuro como tú. Tal vez deberías intentar vivir un poco más el presente —le aconsejó—. ¿Te has acostado con alguien desde que rompiste tu compromiso?
Paula negó con la cabeza.
—Pues ya va siendo hora.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Tal vez Gloria tuviese razón.
—¿Y si me enamoro de él y me rompe el corazón?
—Ya lo estás haciendo otra vez. Olvídate del futuro y empieza a vivir el día a día —insistió la madre de Julia, dándole un codazo—. O la noche.
Paula se conocía demasiado bien y sabía que, si tenía una aventura con Pedro acabaría sufriendo, pero tal vez Gloria tuviese razón. ¿Y si disfrutaba un poco? Solo un poco, demasiado sería peligroso.
Sería solo ceder a la atracción que había entre ambos.
¿Podría jugar con fuego sin quemarse?
Sería solo una noche.