Desde que la había dejado en su casa el domingo, Paula no había parado de llorar. Y eso que ella nunca lloraba. Había roto con chicos con los que había estado meses saliendo y no se había sentido nunca tan mal. ¡Y eso que todavía no había roto con él!
Había estado preparándose durante todo el viaje, pero, al despedirse, no había tenido valor para decirle lo que le tenía que decir.
Y había pasado tres días intentando reunir el coraje necesario para hacerlo, evitando sus llamadas para no venirse abajo al oír su voz.
El miércoles por fin había decidido ir a su hotel para decirle que lo suyo se había terminado, pero cuando Pedro le había abierto la puerta y lo había visto tan contento, solo había podido besarlo y ponerse otra vez a llorar.
Pedro la había mirado confundido al ver sus lágrimas, pero no le había hecho preguntas. Sólo se las había secado a besos y le había hecho el amor con tanta dulzura, con tanta pasión, que Paula se había dado cuenta que no podía romper con él. Todavía no.
De eso habían pasado cinco días y habían pasado juntos casi todas las noches. Faltaban otros cinco días para la gala, para que aquello se terminase de verdad, pero cada vez que Paula lo pensaba, se le hacía un nudo en el estómago y le costaba respirar.
Se echó a llorar por enésima vez aquel día y Camila se acercó a consolarla.
–No sé qué me pasa –le dijo ella–. Me conoces. Sabes que yo no lloro nunca. Y mira cómo estoy.
–Tal vez sean las hormonas. O que vas a tener el periodo.
Eso era posible. Aunque no solían entrarle ganas de llorar.
–Quizás sea eso.
–¿Cuándo te toca?
–Pronto, creo.
Había estado tan ocupada que no se había parado a pensarlo. Abrió el calendario que tenía en el ordenador y contó los días, volvió a contarlos, segura de que lo había hecho mal. Y los contó una tercera vez.
–No puede ser.
–¿Qué pasa? –le preguntó Camila con el ceño fruncido.
–Que han pasado treinta y un días desde mi último periodo.
–¿Y eso es mucho para ti?
–Siempre lo tengo cada veintiocho días, soy como un reloj –le contestó, con el corazón en la garganta–. Camila, tengo un retraso.
Paula maldijo al preservativo que se había roto mientras Camila iba a la farmacia a por un test de embarazo.