Pasó el resto de la tarde en reuniones, y en la última pidieron algo para cenar, lo que le ahorró tiempo de comprar algo para comer en casa antes de cambiarse para ir a la casa de Paula. Llegó a las ocho y media en punto. En algún momento desde el sábado, ella había decorado la parte frontal de su casa para las inminentes navidades. Las ramas de abeto enmarcaban las ventanas y las puertas y en la entrada una guirnalda decorada con luces y acebo fresco daba la bienvenida a todo el mundo. Pedro no había puesto nada decorativo. ¿Para qué, si nunca estaba allí?
Antes de llamar a la puerta, esta se abrió.
–Justo a tiempo –comentó Paula. Llevaba un sexy chándal rosa sobre una gastada camiseta manchada con algo anaranjado que quizá podría haber sido puré de zanahoria. Lucía el intenso cabello de color rojo recogido al azar con un broche y no llevaba maquillaje.
La maternidad le sentaba de maravilla.
Se hizo a un lado para dejarlo pasar.
–Disculpa el desorden, pero acabo de acostar a Matías y aún no he tenido tiempo de ordenar.
No bromeaba. Daba la impresión de que una bomba hubiera caído en el salón. No tenía idea de que un solo niño pudiera jugar con tantos juguetes.
–Parece que hubiera habido una docena de niños aquí –se quitó la cazadora y la colgó del perchero.
–En realidad, cinco. Era día de juegos y mi semana de ser anfitriona.
–¿Día de juegos?
–Ya sabes, un grupo de padres se reúne con sus hijos y los deja jugar juntos. Aunque mi vecina Juana y yo somos las únicas madres de verdad. Otras dos son niñeras y una es una au-pair francesa. Juana y yo estamos convencidas de que la au-pair se acuesta con el padre del bebé. Y una de las niñeras nos contó que la pareja para la que trabaja está al borde del divorcio y que él ahora duerme en el cuarto de invitados.
–¿Matías no es un poco pequeño para jugar con otros niños –preguntó.
–Nunca es demasiado pronto para hacer que los niños desarrollen su vida social.
–¿No tienes una canguro?
–Me encanta estar con Matías y me encuentro en una posición en la que ahora no tengo que trabajar. Me gusta ser madre a tiempo completo. No es que haya sido fácil, pero sí valioso.
La madre de él había estado demasiado ocupada con sus galas benéficas y sus diversos grupos como para prestarle demasiada atención a sus hijos.
Le indicó el salón.
–Pasa y siéntate. ¿Te apetece beber algo?
Probablemente le sentaría bien una copa, pero ninguna cantidad de alcohol iba a hacer que fuera más fácil.
–No, gracias.
Esperó hasta que él se sentó en el sofá y luego ocupó el borde de una silla.
–Bueno, ¿has tomado una decisión?
–Sí –apoyó los codos en las rodillas y se frotó las palmas de las manos. No estaba seguro de cómo se tomaría Paula su respuesta–. Me gustaría un período de prueba.
Ella enarcó las cejas.
–¿Un período de prueba? No hablamos de ser socio de un gimnasio, Pedro. Es un bebé. Un ser humano.
–Razón por la que creo que entrar de lleno sería una mala idea. No sé nada sobre ser padre. Como tú bien señalaste, jamás planeé tener familia. Por lo que sé, podría ser un padre horrible. Me gustaría la oportunidad de probarlo durante unas semanas, pasar un tiempo con Matías y ver cómo me acepta.
–Matías tiene nueve meses, adora a todo el mundo.
–De acuerdo, entonces, quiero ver cómo lo acepto yo a él.
–¿Y si no lo… aceptas? Entonces, ¿qué?
–No sé… –movió la cabeza –Sé que esperabas una respuesta más definitiva, pero de verdad creo que es el mejor modo de hacerlo –suspiró–. No sé si estoy preparado. He cometido muchos errores en mi vida, Paula, y esto es demasiado importante para fastidiarlo.
–Doy por hecho que también está la cuestión de cómo se verá en el trabajo.
–No negaré que fue un factor para mi decisión. Nuestro actual presidente ejecutivo se jubila y yo soy uno de los pocos que compiten por el puesto. No quiero agitar el bote.
–De modo que es por trabajo –no se molestó en ocultar la amargura en su voz.
–He de tomar en consideración todo –confirmó él–. Pero, en última instancia, esto trata sobre lo que es mejor para nuestro hijo.
Oír a Pedro referirse a Matías como a nuestro hijo hizo que Paula sintiera un nudo en el corazón. Durante mucho tiempo había sido «su hijo». No estaba segura de hallarse preparada para abandonar eso, para compartirlo. Pero lo que ella deseaba no tenía nada que ver. Lo único que importaba era lo mejor para Matías.