miércoles, 6 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 12

 


Pasó el resto de la tarde en reuniones, y en la última pidieron algo para cenar, lo que le ahorró tiempo de comprar algo para comer en casa antes de cambiarse para ir a la casa de Paula. Llegó a las ocho y media en punto. En algún momento desde el sábado, ella había decorado la parte frontal de su casa para las inminentes navidades. Las ramas de abeto enmarcaban las ventanas y las puertas y en la entrada una guirnalda decorada con luces y acebo fresco daba la bienvenida a todo el mundo. Pedro no había puesto nada decorativo. ¿Para qué, si nunca estaba allí?


Antes de llamar a la puerta, esta se abrió.


–Justo a tiempo –comentó Paula. Llevaba un sexy chándal rosa sobre una gastada camiseta manchada con algo anaranjado que quizá podría haber sido puré de zanahoria. Lucía el intenso cabello de color rojo recogido al azar con un broche y no llevaba maquillaje.


La maternidad le sentaba de maravilla.


Se hizo a un lado para dejarlo pasar.


–Disculpa el desorden, pero acabo de acostar a Matías y aún no he tenido tiempo de ordenar.


No bromeaba. Daba la impresión de que una bomba hubiera caído en el salón. No tenía idea de que un solo niño pudiera jugar con tantos juguetes.


–Parece que hubiera habido una docena de niños aquí –se quitó la cazadora y la colgó del perchero.


–En realidad, cinco. Era día de juegos y mi semana de ser anfitriona.


–¿Día de juegos?


–Ya sabes, un grupo de padres se reúne con sus hijos y los deja jugar juntos. Aunque mi vecina Juana y yo somos las únicas madres de verdad. Otras dos son niñeras y una es una au-pair francesa. Juana y yo estamos convencidas de que la au-pair se acuesta con el padre del bebé. Y una de las niñeras nos contó que la pareja para la que trabaja está al borde del divorcio y que él ahora duerme en el cuarto de invitados.


–¿Matías no es un poco pequeño para jugar con otros niños –preguntó.


–Nunca es demasiado pronto para hacer que los niños desarrollen su vida social.


–¿No tienes una canguro?


–Me encanta estar con Matías y me encuentro en una posición en la que ahora no tengo que trabajar. Me gusta ser madre a tiempo completo. No es que haya sido fácil, pero sí valioso.


La madre de él había estado demasiado ocupada con sus galas benéficas y sus diversos grupos como para prestarle demasiada atención a sus hijos.


Le indicó el salón.


–Pasa y siéntate. ¿Te apetece beber algo?


Probablemente le sentaría bien una copa, pero ninguna cantidad de alcohol iba a hacer que fuera más fácil.


–No, gracias.


Esperó hasta que él se sentó en el sofá y luego ocupó el borde de una silla.


–Bueno, ¿has tomado una decisión?


–Sí –apoyó los codos en las rodillas y se frotó las palmas de las manos. No estaba seguro de cómo se tomaría Paula su respuesta–. Me gustaría un período de prueba.


Ella enarcó las cejas.


–¿Un período de prueba? No hablamos de ser socio de un gimnasio, Pedro. Es un bebé. Un ser humano.


–Razón por la que creo que entrar de lleno sería una mala idea. No sé nada sobre ser padre. Como tú bien señalaste, jamás planeé tener familia. Por lo que sé, podría ser un padre horrible. Me gustaría la oportunidad de probarlo durante unas semanas, pasar un tiempo con Matías y ver cómo me acepta.


–Matías tiene nueve meses, adora a todo el mundo.


–De acuerdo, entonces, quiero ver cómo lo acepto yo a él.


–¿Y si no lo… aceptas? Entonces, ¿qué?


–No sé… –movió la cabeza –Sé que esperabas una respuesta más definitiva, pero de verdad creo que es el mejor modo de hacerlo –suspiró–. No sé si estoy preparado. He cometido muchos errores en mi vida, Paula, y esto es demasiado importante para fastidiarlo.


–Doy por hecho que también está la cuestión de cómo se verá en el trabajo.


–No negaré que fue un factor para mi decisión. Nuestro actual presidente ejecutivo se jubila y yo soy uno de los pocos que compiten por el puesto. No quiero agitar el bote.


–De modo que es por trabajo –no se molestó en ocultar la amargura en su voz.


–He de tomar en consideración todo –confirmó él–. Pero, en última instancia, esto trata sobre lo que es mejor para nuestro hijo.


Oír a Pedro referirse a Matías como a nuestro hijo hizo que Paula sintiera un nudo en el corazón. Durante mucho tiempo había sido «su hijo». No estaba segura de hallarse preparada para abandonar eso, para compartirlo. Pero lo que ella deseaba no tenía nada que ver. Lo único que importaba era lo mejor para Matías.



AVENTURA: CAPITULO 11

 


Aunque Pedro odiaba que las palabras de Paula tuvieran tanto sentido, después de varios días de analizar el bienestar de su hijo, supo que tenía razón. O estaba dentro o fuera de la vida de Matías. No había término medio. Pero tenía que considerar de qué manera podría afectar a su carrera el hecho de reconocer esa paternidad. Estaba seguro de que si la verdad salía a la luz, ya podía despedirse de sus posibilidades de llegar a ser presidente ejecutivo de la empresa. La junta lo consideraría un conflicto de intereses directo y flagrante. Desde que averiguaran que la explosión en la refinería había sido por la manipulación del equipo, todos se habían mostrado prestos en señalar a Chaves Energy… a pesar de que hasta el momento no habían podido presentar ninguna prueba de semejante conexión.


Pero lo más importante era que Pedro no tenía idea de cómo ser padre… al menos no uno bueno. Lo único que sabía con certeza era que no quería parecerse un ápice a su propio padre, quien solo aceptaba la perfección y estallaba en un ataque de ira si alguien se atrevía a quedarse corto ante las expectativas utópicas que planteaba.


Pedro era como su padre, tenía demasiada ira contenida como para soslayar la posibilidad de que sería un padre horrible. Sin embargo, no podía olvidar que había un niño al que había traído al mundo que compartía la mitad de su código genético. Al menos debía intentarlo. Y si no podía estar ahí para Matías, a pesar de que Paula afirmaba que no necesitaban su dinero, se encargaría de que el pequeño estuviera cubierto económicamente el resto de la vida.


El miércoles por la tarde llamó a Paula para preguntarle si podía pasarse a verla para hablar.


–¿Qué te parece esta noche a las ocho y media? Después de que Matías se acueste.


–¿Sigues sin dejarme verlo?


–Sí, hasta no saber qué tienes que decirme.


Era justo.


–Nos vemos a las ocho y media, entonces.


Nada más colgar, el director financiero de la empresa llamó a la puerta de su despacho.


Le hizo un gesto para que pasara.


–Lamento interrumpir –comentó Emilio, entregándole un pequeño sobre blanco–. Solo quería dejarte esto.


–¿Qué es?


–Una invitación.


–¿Para…?


–Mi boda.


Pedro rio, pensando que debía tratarse de una broma.


–¿Tú qué?


Emilio sonrió.


–Ya lo has oído.


Pedro no conocía a nadie más vehemente en contra del matrimonio. Se preguntó qué diablos había pasado.


Dominado por la curiosidad, abrió el sobre y sacó la invitación. Se quedó boquiabierto al reconocer el nombre de la novia.


–¿Se trata de la Elizabeth Winthrop, que fue acusada de fraude financiero?


–Al parecer no has estado viendo las noticias. Todos los cargos fueron retirados el viernes pasado.


Aquel día había trabajado hasta tarde antes de ir a la fiesta y desde entonces prácticamente solo había pensado en Paula y en su hijo.


No recordaba haber encendido el televisor ni haber abierto un periódico.


–¿Y ahora te casas con ella?


Sí.


Pedro movió la cabeza.


–¿Su marido no murió hace unos meses?


–Es una larga historia –indicó Emilio.


Le sorprendía no haberse enterado hasta ese momento. Pero, como él, Emilio era una persona muy reservada. Y Pedro no podía sentirse más feliz de que hubiera encontrado a alguien con quien quisiera pasar el resto de su vida.


–Estoy impaciente por oírla –comentó.


Emilio sonrió.


–A propósito, leí tu propuesta. Me gustaría establecer una reunión con Adrián para repasar los números. Probablemente, la semana que viene.


–Que lo arreglen nuestras secretarias.




AVENTURA: CAPITULO 10

 


Observó desde la ventana principal hasta que se marchó, luego salió y cruzó el césped hasta la casa de al lado, frotándose los brazos contra el frío. Llamó a la puerta y casi de inmediato Juana Sorensen, su vecina y buena amiga, abrió con expresión preocupada.


–¿Va todo bien? –le preguntó al hacerla pasar.


Matías estaba sentado en el suelo del salón con Martina, la hija de quince meses de Juana. Paula no había sabido cuál sería la reacción de Pedro, así que le había parecido mejor dejar a Matías fuera de la escena.


–Todo va bien.


Cuando el pequeño oyó su voz, chilló y gateó en su dirección, pero entonces se distrajo con el juguete que Martina aporreaba contra la mesita de centro y cambió de curso.


–Se te veía realmente alterada cuando me lo trajiste. Estaba preocupada.


–Hoy me topé con el padre de Matías. Desconozco si quiere figurar en el cuadro general. Quería hablar y consideré que sería mejor que Matías no estuviera presente.


–¿Qué sientes al respecto?


–Cosas encontradas. Me encantaría que Matías conociera a su padre, pero al mismo tiempo siento como si lo preparara para que lo decepcionaran. Como sea la mitad de malo que mi padre…


–Es justo que le brindes una oportunidad –expuso con firmeza, mirando a su hija, que forcejeaba con Matías por un oso de peluche–. Un bebé necesita un padre.


Aunque Martina apenas veía al suyo.


Simón Sorenson era un cirujano ocupado que a menudo se marchaba de la casa antes de que el bebé despertara y regresaba una vez que ya estaba dormida. Si tenían suerte, ambas podían verlo unas horas los domingos entre las rondas en el hospital y el golf. Era mayor que Juana y había criado hijos de un primer matrimonio. No cambiaba pañales ni limpiaba el desorden, y ni una sola vez se había levantado a medianoche para alimentar a su hija. El escenario tocaba una cuerda familiar y perturbadora para Paula. Una que se negaba aceptar para Matías.


–La pelota está en su lado de la pista ahora –dijo Paula. Y si Pedro quería algo inferior a lo que era mejor para Matías, lo suprimiría de la vida de su hijo sin pestañear.




martes, 5 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 9

 


No era solo cuestión de tiempo. Quizá ella jamás lo entendiera, pero le había hecho un favor cuando puso fin a la relación. Paula le hacía bajar la guardia, perder el control, y con un hombre como él eso solo podía significar problemas. No era la clase de relación que ella se merecía. Era demasiado apasionada y estaba llena de vida. Y también… dulce. No necesitaba que él la arrastrara al fondo.


–¿Lo que quieres decir es que te hice daño y este era tu modo de devolvérmelo? –le preguntó.


–No es lo que he dicho.


No, pero pudo ver que tocaba una tecla sensible.


–Esto no nos lleva a ninguna parte –prosiguió ella–. Si quieres hablar de Matías, perfecto. Pero si has venido aquí a repartir culpas, puedes marcharte.


–Al menos podrías tener la decencia, el valor, de reconocer que tal vez cometiste un error.


–Hice lo que consideré mejor para mi hijo. Para todos –guardó silencio y luego añadió a regañadientes–. Pero no te negaré que me sentía herida y confusa y quizá no tomé en consideración los sentimientos de todas las partes.


Pedro supuso que eso era lo más parecido que iba a conseguir como disculpa. Y ella tenía razón: repartir culpas no los iba a llevar a ninguna parte. El único modo de tratar el tema era de forma racional y con serenidad. Pensó en cómo llevaría la situación su padre e hizo lo opuesto.


Se tragó su amargura y una gran dosis de orgullo antes de decir:

–Olvidemos quién tiene la culpa o quién salió perjudicado y háblame de mi hijo.


–Primero, ¿por qué no me cuentas qué planeas hacer ahora que sabes de su existencia? –repuso Paula. No tenía sentido que aprendiera cosas de un hijo al que no pretendía ver.


–Para serte sincero, aún no estoy seguro.


–¿Te preocupa cómo afectará a tu carrera?


–Claro que esa es una preocupación.


–No debería serla. Es tu hijo. Deberías amarlo y aceptarlo incondicionalmente. Si no puedes hacer eso, en su vida no hay espacio para ti.


–Eso es un poco duro, ¿no crees?


–No. Es mi responsabilidad y yo sé lo que es mejor para él. Y a menos que estés dispuesto a aceptarlo como a tu hijo y brindarle un espacio permanente en tu vida, y eso incluyen visitas habituales que sean convenientes para mí, puedes olvidarte de llegar a verlo. Necesita estabilidad, no un padre esporádico que lo introduce y lo saca de su vida a su capricho.


Una inusual muestra de furia le endureció las facciones.


–Imagino que también esperarás una pensión alimenticia –manifestó con la mandíbula tensa.


Simplemente, no lo entendía. Eso no tenía nada que ver con el dinero o una necesidad de manipularlo.


Todo era por Matias.


–Guárdate tu dinero. No lo necesitamos.


–Es mi hijo y mi responsabilidad económica.


–No puedes comprar el acceso a su vida, PedroNo está en venta. Si no puedes estar presente emocionalmente para él a largo plazo, te quedas fuera del juego. Es algo innegociable.


Pudo ver que no lo entusiasmaba nada su enfoque directo.


–Supongo que tengo mucho que pensar –expuso Pedro.


–Imagino que sí –se levantó del sofá, instándolo a hacer lo mismo–. Cuando hayas tomado una decisión, entonces podrás ver a Matías. Entiendo que necesites tiempo para pensártelo. Y quiero que sepas que lo que decidas, estará bien para mí. Me encantaría que Matías conociera a su padre, pero no quiero que te sientas presionado por algo para lo que no estás preparado. Puedo manejar esta situación yo sola.


Fue hacia la puerta y se puso la cazadora, mirando por el pasillo hacia los dormitorios.


–¿Puedo llamarte? –preguntó.


–Mi número sigue siendo el mismo –lo sabría si hubiera intentado contactar con ella en los últimos dieciocho meses.


Él se detuvo junto a la puerta con la mano en el pomo y se volvió hacia ella.


–Lamento cómo resultaron las cosas entre nosotros.


Pero no lo suficiente como para quererla de vuelta en su vida, pensó mientras él regresaba a su coche.




AVENTURA: CAPITULO 8

 


Al llegar a la casa de Paula en Raven Hill, que tan bien conocía, vio un todoterreno de lujo aparcado. Ella debía de haber cambiado su deportivo por algo más práctico. Porque eso era lo que hacían los padres responsables. Ni por un segundo dudaba de que Paula sería una buena madre. Solía hablarle de cómo había perdido a su madre y de cómo su padre la ignoraba. Decía que cuando tuviera hijos serían el centro de su universo.


Pedro y su hermano Julián habían sufrido el problema opuesto. Habían tenido a su padre constantemente encima imponiéndoles los principios en los que creía y obligándolos a hacer las cosas como él quería desde que fueron lo bastante mayores como para tener libre albedrío, que Pedro no había titubeado en emplear al máximo, enfrentándose al viejo a diario.


Aparcó. Respiró hondo para calmarse, bajó y se dirigió al porche. Paula lo esperaba ante la puerta abierta, tal como había hecho tantas veces en el pasado. No los podían ver en público, por lo que habían pasado gran parte de su tiempo en ese piso. Solo que en esa ocasión, al dejarlo entrar y cerrar la puerta, no le rodeó el cuello con los brazos y le dio un beso largo y apasionado.


Paula se había quitado la chaqueta de seda y las botas, y con unos vaqueros ceñidos, una blusa y los pies descalzos, se parecía más a una universitaria que a la madre de un bebé.


Se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero próximo a la puerta.


–¿Dónde está el bebé?


–Acostado.


–Quiero verlo –giró hacia el pasillo que conducía a los dormitorios, pero ella se interpuso en su camino.


–Quizá más tarde.


La furia se encendió en su interior, ardiente e intensa, e hizo que la sangre le martilleara en las venas.


–¿Estás diciendo que te niegas a que vea a mi propio hijo?


–Está dormido. Además, creo que es mejor que primero hablemos.


Tuvo ganas de apartarla, pero estaba plantada ahí con los brazos cruzados, con una expresión de madre protectora que expresaba que más le valía no meterse con ella o con su hijo.


Contuvo la furia y dijo:

–De acuerdo, hablemos.


Ella indicó el sofá del amplio salón.


–Siéntate.


Había tantos juguetes, que era como atravesar un campo de minas. Al sentarse, experimentó el recuerdo vívido de los dos sentados juntos y desnudos, con ella encima de él a horcajadas, la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados, cabalgándolo hasta que ambos quedaron ciegos por el éxtasis. El recuerdo hizo que otra vez la sangre le martilleara.


–¿Quieres beber algo? –preguntó ella.


–No, gracias –en todo caso, habría preferido una ducha fría.


Ella se sentó con las piernas cruzadas en el sofá que había frente a él.


–¿De modo que te pareció correcto tener a mi hijo y no decírmelo?


–Cuando te enteraste de que estaba embarazada, podrías haberlo preguntado –replicó ella.


–No debería haberlo hecho.


Paula se encogió de hombros, como si no viera nada malo en sus actos.


–Como te he dicho, no pensé que te importara. De hecho, pensé que te sentirías más feliz sin saberlo. Dejaste bien claro que no querías una familia. Si te lo hubiera contado, ¿Qué habrías hecho? ¿Habrías arriesgado tu carrera para reconocerlo?


Sinceramente, Pedro no lo sabía, aunque no podía argüir que eso legitimaba la decisión de ella. Pero eso no trataba solo de cómo afectaría su carrera profesional. Había otros factores a considerar, cosas que ella desconocía de él.


–Fuera como fuere, era una decisión que debía tomar yo, no tú.


–Si no tuviste tiempo para mí, ¿Cómo ibas a tenerlo para un bebé?



AVENTURA: CAPITULO 7

 


Después de que ella se marchara, Pedro vio a Beatriz y se encaminó en esa dirección. No dudaba ni por un segundo de que ella estaba al tanto de que el bebé era suyo. Y la expresión que puso al ver que se acercaba se lo confirmó.


–Nos hizo jurar guardar el secreto –expuso Beatriz antes de que él dijera nada.


–Deberías habérmelo dicho.


–Como si tú ya no lo supieras –bufó ella.


–¿Cómo iba a poder saberlo?


–Vamos, Pedro. Rompes con una mujer y un mes después se queda embarazada, ¿y me dices que ni siquiera sospechaste que el bebé era tuyo?


Claro que sí. No dejó de esperar una llamada de Paula. Confiaba en que si el bebé era suyo, ella tendría la decencia de decírselo. Al no tener jamás noticias de ella, dio por hecho que el bebé era de otro hombre, lo que lo llevó a pensar que Paula no había perdido el tiempo en seguir adelante. Algo que inesperadamente le dolió como mil demonios.


Saber en ese momento que no era de otro, sino suyo, no representaba un gran consuelo.


–Hizo mal en ocultármelo –le dijo a Beatriz.


–Sí. Pero, y me mataría si supiera que te estaba contando esto, tú le rompiste el corazón, Pedro. Quedó destrozada cuando pusiste fin a la relación. Así que, por favor, dale un margen.


Esa no era excusa para ocultarle a su hijo.


–He de irme. Dale un beso de mi parte a la niña del cumpleaños.


–Ve tranquilo con ella, Pedro –dijo Beatriz ceñuda–. No tienes idea de todo lo que ha tenido que pasar el último año y medio. El embarazo, el alumbramiento… todo sola.


–Fue su elección. Al menos tuvo una.


Sintiéndose enfadado y traicionado por la gente en la que confiaba, se dirigió al aparcamiento. Pero, con franqueza, se preguntó qué había esperado. Leo y él se habían alejado desde los tiempos de la universidad y Beatriz era la prima de Paula. ¿De verdad había esperado que quebrantara un vínculo familiar por un conocido casual?


Se sentó al volante de su Porsche y reconoció que quizá había sospechado que el bebé era suyo y en el fondo no había querido. Porque eso era admitir la verdad. Tal vez por eso nunca la llamó. Quizá la verdad lo aterraba. ¿Qué haría si fuera su hijo? ¿Qué le diría a Adrián Blair, su jefe y presidente de Western Oil? ¿Qué iba a tener un hijo que por casualidad era el nieto del propietario de la principal empresa competidora? Habría sido un desastre entonces, pero en ese momento, desde la explosión de la refinería y la sospecha de que Chaves Energy podía estar involucrada en el suceso, tenía unas ramificaciones completamente nuevas. No solo podía despedirse de la posibilidad de ocupar el puesto de presidente que pronto quedaría vacante, sino que probablemente perdería el trabajo que ya tenía.


Además, ¿Qué diablos sabía él de ser padre, aparte del hecho de que no quería parecerse en nada al suyo propio? Pero el margen de error seguía siendo astronómico.




lunes, 4 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 6

 


Tenía un hijo.


Pedro apenas era capaz de asimilar el concepto. Y Paula se equivocaba. Le importaba. Quizá demasiado. En el instante en que la vio hablar con Beatriz, el corazón había empezado a martillearle en el pecho con tanta fuerza que lo dejaba sin aliento, y cuando sus ojos se encontraron, había experimentado una necesidad tan profunda de estar cerca de ella que bajó las escaleras y fue hacia Paula antes de poder considerar las repercusiones de sus actos.


Después de poner fin a la relación, la primera semana debió de haber alzado el teléfono una docena de veces, dispuesto a confesarle que había cometido un error, que quería volver a estar con ella, aunque ello hubiera representado el fin de su carrera en Western Oil. Pero se había deslomado para llegar donde estaba como para tirar todo por la borda por una relación que desde el principio estaba predestinada al fracaso. De modo que había hecho lo único que había podido… o eso había creído, porque ya no estaba tan seguro.


Ella intentó liberar el brazo y la mueca en su cara le indicó que le hacía daño. Maldijo para sus adentros. La soltó y controló con voluntad férrea su carácter. Se afanaba en todo momento para tener el control. ¿Qué tenía esa mujer que hacía que abandonara todo sentido común?


–Hemos de hablar –susurró con aspereza–. Ahora.


–Este no es el sitio más idóneo –repuso ella.


Tenía razón. Si desaparecían juntos, la gente lo notaría y hablaría.


–De acuerdo, haremos lo siguiente –indicó–. Vas a despedirte de Beatriz, subirte a tu coche e irte a casa. Unos minutos después, yo me escabulliré y me reuniré contigo en tu casa.


–¿Y si me niego? –alzó un poco la barbilla.


–No es recomendable –contestó él–. Además, me debes la cortesía de una explicación.


Ni siquiera ella podía negar esa afirmación.


–De acuerdo –aceptó tras una breve pausa.