miércoles, 15 de enero de 2020

SIN PALABRAS: CAPITULO 6




De vuelta al bar, los chicos eran los siguientes en la cola para el camarero. Alicia le dio al trasero de Andres una nalgada juguetona y movió su cabeza hacia su taburete habitual. El atractivo tipo de cabello negro que estaba sentado en éste inmediatamente lo desalojó cuando ella se le acercó. Pau no sabía cómo lo había hecho, pero era un súper poder muy útil.


Pedro siguió a Andres. Cuando Andres nos alcanzó, atrajo a Alicia en un apretado abrazo.


Paula le dio una mirada a su recientemente nombrado Hombre Misterioso. Pedro. Le gustaba el nombre. Encajaba con su fuerte forma atlética, y la oscura mirada erótica. El calor aumentó en sus mejillas. Se encogió de hombros, con las palmas hacia arriba, preguntando si ella quería volver a bailar o quedarse ahí. Un vistazo a la pareja que se besaba junto a ella hizo que sus pies se pusieran en movimiento hacia la pista de baile.


La música se volvió más lenta y el espacio se vació por primera vez en toda la noche. Sólo una docena de parejas permanecieron. Pedro la miró y levantó sus expresivas cejas.


Ella sonrió y le puso una mano en el hombro. Él le agarró la otra mano, llevándosela hasta el pecho. El aire todavía podía circular entre ellos, pero cuando le posó su otra mano en la espalda, chispas de energía sexual se dispararon a través de su cuerpo como los velocistas en las Olimpiadas.


No se atrevió a mirarlo a la cara. Si él intentaba besarla, ella se disolvería en un charco, se desmayaría, o caería muerta de deseo.


Lentamente, balanceándose con la música, se inclinó para olerlo. Las esencias de colonia sexy, ropa limpia, hombre y amor llenaron su nariz. 


Deseó poder embotellarlas para tomar una bocanada cuando se sintiera poco atractiva.


Para el segundo coro, se relajó y recostó la mejilla contra su pecho. Él dejó caer su mano y envolvió los brazos alrededor de su cintura. Sus movimientos eran lentos y fáciles de seguir. Sus brazos eran musculosos y la hicieron sentir protegida. Quería quedarse como estaban y bailar toda la noche. Pero la canción terminó y el DJ anunció el cierre del bar.


Salieron de la pista agarrados de la mano. En el bar, Andres pasó una ronda de vasos demasiado grandes para beber tragos. 


Brindaron silenciosamente mientras Blurred Lines sonaba y la pista de baile volvía a llenarse.
Alicia se atragantó con el agua gasificada que cada uno bebió.


Andres se rio e hizo el gesto de agarrar un volante para conducir. Alicia se inclinó hacia su oído y le gritó algo que ella no pudo entender en absoluto.


Asintió de cualquier manera, y observó a Andres. 


Él no parecía borracho y era bueno saber que su sobriedad se extendía a estar atento a Alicia Por lo general, ese trabajo recaía en Pau


Esta noche había sido la mejor noche de viernes de todas.


Se divirtieron.


Bailaron.


Conocieron a unos hombres guapos con potencial.


Ella no podía pedir más nada. Excepto, tal vez, el número de teléfono de Pedro.





SIN PALABRAS: CAPITULO 5




Yendo detrás de su ardiente cuerpo, la sorprendió la imperiosa necesidad de envolver los brazos alrededor de su cintura y presionar contra su fuerte espalda. Este hombre la atraía en todos los niveles. Quería pasar rápido a través de la fase de conocerse y casarse con él.


No había ninguna señal del dúo dinámico rubio en la multitud, así que el alto, moreno y guapo encontró un espacio moderadamente vacío de tres pies para ocupar ellos. Cara a cara, se balanceaban al compás de los cuerpos agitándose. Los otros bailarines parecían moverse más cerca de ellos, obligándolos a acercarse cada vez. Pronto estuvieron separados por apenas pulgadas de distancia.


Ella sonrió, bailó y observó los movimientos de su increíble pareja. Una canción se fundió con la siguiente. Pudieron haber pasado horas o días, pero a Paula no le importó.


Finalmente Alicia llegó y señaló al baño.


Su guapo pareja de baile le tomó la mano y se la llevó a los labios. El corazón de Pau quiso salírsele del pecho. Él depositó el más suave de los besos en la parte superior de su mano antes de abandonar la pista.


Ella observó su buen trasero maniobrar a través de la multitud hasta que Ali tiró de ella.


¿Cómo se vería desnudo? ¿Y por qué había híper-acelerado su deseo sexual?


Ella no era el tipo de chica que hacía el tonto hasta después de un sólido mes de citas. Sus normas en cuanto al sexo eran estrictas, y siempre se apegaba a ellas. Sin embargo, éste extraño la tenía imaginando cosas que por lo general reservaba para ocasiones especiales.


Alicia intentó iniciar una conversación en la fila para el tocador de chicas, pero Pau se dio unas palmaditas en las orejas y negó con la cabeza. 


Alicia rodó los ojos exageradamente en respuesta, y dobló los brazos sobre su pecho con descontento.


Paula escaneó la barra, con la esperanza de vislumbrar a su ardiente nuevo compañero de baile. No pudo detectarlo. Cinco largos minutos más tarde entraron en el puesto de maquillaje del baño.


—Entonces, ¿qué te parece Pedro? —dijo Alicia con sus ojos azules brillando y centelleando.


— ¿Quién?


—Mr. Alto Moreno y Guapo.


— ¿Pedro? ¿Cómo averiguaste su nombre?


—Después de una hora de bailar con Andres, él me llevó afuera.


— ¿Dónde estaba yo?


—Tú y Pedro estaban desplazándose por toda la pista, perdidos en su propio mundo. Creo que la música pudo haberse detenido y ustedes dos no se habrían dado cuenta.


Un puesto se abrió y Ali corrió para reclamarlo.


—Debes decirme si te vas —gritó Pau desde la fila—. ¿Y si hubiese sido el asesino del hacha? Una buena apariencia de modelo no garantiza seguridad. Ted Bundy era lindo.


Otra cabina se vació y la chica pasó a Pau con una mirada de preocupación por su seguridad en el rostro.


— ¿Qué? —Pau se encogió de hombros. Entró a la cabina e hizo lo suyo. Los tacones de punta de Alicia pasaron un momento después—. No pretendas que esto ha terminado, señorita. ¡Tienes que ser más cuidadosa!


La sonora risa aguda de Alicia estalló en respuesta.


Sus caminos se encontraron en el espejo de maquillaje. Ali permaneció inusualmente tranquila mientras ella reaplicaba su brillante labial rosa.


—Entonces —dijo Paula—, escupe.


— ¿Qué? —Sus grandes ojos no engañaron a nadie.


—Dime lo que pasó cuando salieron.


Ella sonrió y empezó a decir algo, pero se detuvo. 


—Me dijo sus nombres. Luego nos besamos. Besa fabuloso.


Ella se giró hacia la puerta, la abrió y salió bailando antes de que Paula pudiera responder. 


Enganchando el brazo de su amiga, Ali pestañeó sus ojos azul claro en una disculpa silenciosa. Ahora era el turno de Paula para rodar los ojos.






SIN PALABRAS: CAPITULO 4




La intensa mirada del hombre de cabello oscuro se movió sobre Pau quien quedó inmóvil bajo la caricia de su mirada. Una sensualidad con la que nunca se había encontrado se arremolinaba en el aire alrededor de él. Su corazón se aceleró más que cuando estaba en completo modo cardio.


Alicia hizo un megáfono improvisado con sus manos. «Me quedo el rubio» cortó a través de la música.


Los rasgos cincelados del modelo Mr. Rubio se cruzaron para bloquearle la vista a Paula del hombre alto y misterioso. Más musculoso y más bajo que su amigo, el hermoso rostro de Mr. Rubio era sacado directo de una bolsa de Abercrombie; esbozó una provocativa sonrisa de dientes blancos, y guiñó uno de sus fenomenales ojos azul brillante. ¿Qué pasaba con los rubios? Ella no estaba dispuesta a esperar potencial en otro jugador.


Miró al amigo de cabello oscuro. El hombre alto con provocativos ojos marrones le devolvió la mirada y chupó sus labios para humedecerlos. 


Pau no pudo apartar los ojos de su boca. Su mente saltó a inesperados escenarios atrevidos que implicaban sus labios. Cosas que nunca había considerado hasta la tercera cita. Las mejillas se le calentaron y respiró, obligándose a mirar al piso. Guau. El rostro de este chico le atraía en mucho niveles. Sus rasgos no eran tan perfectos como los del rubio, pero le fascinó más allá de cualquier pensamiento racional.


Tomó un sorbo de su bebida y le dio un vistazo por encima de su copa. Su intensa mirada se encontró con la de ella y pareció ofrecer una promesa silenciosa de interesantes cosas por venir. Él inclinó la cabeza muy ligeramente a su derecha y la estudió, mirando más allá de su poco impresionante cabello lacio y de su traje prestado. Sus amplias pupilas la penetraron hasta su esencia misma.


«Eres una tonta» soltó la voz de su madre. Pau hizo a un lado sus dudas, bajó la copa y levantó la cabeza para mirar a los ojos oscuros de su próxima pareja de baile. Estaba aquí para divertirse, y no permitiría que los recuerdos desagradables de las burlas de su madre arruinaran las cosas.


El apuesto extraño levantó una ceja inquisitivamente. Su besable boca se torció hacia arriba en una esquina. Esos cálidos y picantes ojos marrones se esforzaban por ver dentro de su alma. ¿Tenía la visión de rayos x de Súperman? ¿Estaba estudiando su sujetador de encaje y bragas? Maldición, ¿por qué no se había tomado el tiempo para encontrar algo a juego?


Una risita quedó atrapada en su pecho.


La ardiente boca de su misterioso hombre se expandió más.


¿Había sentido él su reacción nerviosa? El nivel de ruido en el bar no dejaría que se oyera si quiera el motor de un jet. Ella no había abierto la boca, ni se había inclinado con alegría. Sin embargo, podía decir que él entendía su ansiedad.


Su amplia sonrisa ladeada se abrió para revelar unos dientes blancos y rectos. ¿Cómo se sentiría explorar esa boca?


La sonrisa de él se ensanchó.


Santo Dios, él escuchaba sus pensamientos.


Se volvió hacia Alicia.


La sonrisa de Alicia se expandió de oreja a oreja por Mr. Rubio. Ella se inclinó y gritó—: Él es mío. —O “están bien”. O “huele a pino”.


Lo que fuera. No importaba. Pau asintió con la cabeza y le dio una sonrisa nerviosa. Si estos ardientes hombres querían bailar, ella lo haría.


Esta noche todo se trataba de divertirse.


La mirada de Paula se encontró una vez más con Mr. Misterioso. Su sonrisa torcida inclinada en dirección opuesta a su cabeza y sus ojos brillaban con secretos.


Su vivaz mejor amiga interrumpió el momento al saltar de su taburete compartido y acercarse íntimamente a Modelo Mr. Rubio. Un momento después, lo arreaba hacia la pista de baile como una vaquera manejando a un nuevo semental.


El desconocido de ojos oscuros se movió al espacio desocupado; puso el pie en el travesaño más bajo del taburete, rozándole la rodilla por el muslo. Paula sintió un hormigueo en el rastro de su toque y la habitación se calentó a ciento cuarenta grados. Dio un rápido respiro.


Pensamientos categoría R2 bombeaban a través de su cabeza. Se puso de pie. Era necesario mantener una pequeña distancia entre ella y esta kriptonita sexual de ojos oscuros. Le dio un vistazo a través de sus pestañas a su nuevo amigo.


Él giró los brazos para abarcar la pista de baile en señal de invitación.


Una imagen de ella bailando sucio con él la hizo dudar.


Él puso ojos de cachorrito y juntó sus manos en señal de súplica.


Paula sonrió. Chico, oh, chico, él tenía el rostro más expresivo con el que ella se haya topado. De alguna forma comunicaba exactamente lo que necesitaba sin decir una palabra. Su postura y lenguaje corporal le dijeron que él era seguro. 


Alguien en quien ella podía confiar, y muy en su interior, creía que era verdad.


Después de un torpe asentimiento, él proyectó una ultra brillante sonrisa completa. Sus dientes eran tan blancos como los de su amigo aunque no tan perfectos. Su segundo diente a la derecha estaba sesgado en una esquina, como si se lo hubiese astillado y le hicieran un relleno.
Pau se llevó su lengua al colmillo derecho. Se lo había astillado con una botella de cerveza en la universidad y le habían puesto una corona. La sonrisa torcida de su apuesto bombón ocultaba la ligera imperfección, pero su amplia sonrisa revelaba la falla. Ella agradeció la imperfección.


Él pasó la mirada por su rostro como si intentara memorizarlo. No podía imaginar qué era lo que le parecía tan interesante. Alicia era la bonita. 


A diferencia de la mayoría de las bellezas maquilladas en el club, la delicada piel blanca de Paula no soportaba la mayoría de los cosméticos, por lo que ella tenía que conformarse sólo con productos para los ojos y brillo labial.


Dejó su vaso medio vacío en la barra.


Su lector de mentes de cabello oscuro le tendió la mano. Otra sonrisa torcida apareció en sus labios.


Ella extendió la mano y suavemente la apoyó en su palma. Calor irradiaba de la suave piel de él, quien entrelazó sus dedos con los de ella y la llevó a la pista.


2 Restringido: Menores de 17 años requiere de acompañamiento de padres o tutor adulto. Puede contener lenguaje fuerte, intensa énfasis sexual, desnudez explícita y fuerte, violencia, armas, drogas y alcohol.



martes, 14 de enero de 2020

SIN PALABRAS: CAPITULO 3




Alicia les dio una vista igualmente atractiva a todos, y Paula caminó a su paso. Los clientes en espera formaban dos largas filas, pero, de alguna forma cuando Alicia llegó, un espacio apareció milagrosamente. Un camarero bien parecido se inclinó para tomar la orden de Alicia.


La música estaba demasiado alta para poder oír las quejas de las demás mujeres que habían esperado durante mucho tiempo para ser atendidas, pero Paula vio las miradas desagradables que le daban a su amiga.


Un momento después, Alicia le colocó un trago de color verde neón en la mano.


—Por la diversión —gritó. O “por uno” o “algunas nalgas”1.


La música estaba demasiado alta para saber con seguridad, así que Paula asintió, sonrió y bebió.


La bebida dulce y amarga fluyó por su garganta y depositó una sensación cálida en su estómago. Ella se estremeció y colocó el caso vacío en la barra.


Dos chicos lindos se acercaron y señalaron la pista de baile. Alicia la agarró de la mano y la arrastró hacia la acción.


Pasaron la siguiente hora bailando con cada chico atractivo que mirara en su dirección. 


Después de un gran vaso de agua, consiguió otro trago neón. Tenía que admitir que en realidad se estaba divirtiendo, cuando Alicia indicó que tomaran un descanso para ir al baño.


La música se oía ligeramente amortiguada dentro del área con espejos brillantes.


Alicia sacó un labial brillante del delgado bolso con lentejuelas tamaño wallet que llevaba atravesado sobre el pecho.


—Admítelo, Paula. Te la estás pasando genial. —La confiada voz de Alicia se oyó a pesar del estruendo.


—Tienes razón —dijo Paula, tratando de hacerse oír—. Es divertido.


—Ahora tenemos que empezar a ser más selectivas. Quiero que conozcas a alguien. Alguien con potencial.


Pau se encogió de hombros y le dio la espalda al espejo. Una chica tetona de cabello púrpura le dio un codazo para hacerse al frente. Ella fue hacia la puerta y esperó a que su amiga decidiera que había alcanzado la perfección. 


Pasárselo bien parecía un enorme logro. Tal vez intentar conocer a alguien especial era una extralimitación. Además, sin la capacidad de intercambiar nombres por encima del ruido, parecía una exageración llegar a conocer a alguien.


Su ponderosa amiga le enganchó el brazo y abrió la puerta de un empujón. Se dirigieron al bar. Varios de los chicos con los que había bailado se les acercaron, pero la jefa los despidió con la mano. Obviamente ella no había considerado que tuvieran el ‘potencial’ que estaba buscando.


El bar, ahora con más gente, se abrió como el mar rojo para Alicia. Su nuevo admirador, el atractivo camarero, por arte de magia apareció y ella ordenó bebidas.


Paula observó la pista de baile y evitó las miradas sucias de las mujeres que esperaban a ser atendidas.


Después de un codazo, un vaso aterrizó en su mano. Tragó un sorbo del efervescente líquido. 


Su mejor amiga les había ordenado su veneno habitual, ron y coca cola.


Compartieron el asiento acolchado de un taburete elevado en la barra y bebieron sus bebidas. La música vibraba a través de altavoces gigantes como un extraterrestre filtrándose a través de sus poros para explorar su cuerpo. El alcohol ayudó a compensar el dolor de cabeza que repiqueteaba en la base de su cuello.


Entre la masa de cuerpos girando, saltando y haciendo twerking, sobresalían dos hombres. 


Eran más altos que el promedio y de constitución atlética. El más musculoso, de cabello claro, captó su atención. No. No más rubios. Desvió la mirada hacia el más delgado y alto, de cabello oscuro.


Alicia le dio un codazo y señaló hacia los tipos guapos. La música cambió y los hombres dejaron a sus compañeras rubias decoloradas, dirigiéndose a la barra. Las chicas batieron sus pestañas postizas e hicieron un puchero, pero los hombres nunca miraron hacia atrás.


El apuesto par estaba a tres metros de distancia y en la tercera hilera para los tragos. El rubio miró en dirección a Paula y le dio una sexy sonrisa de chico malo. Un montón de mariposas estiraron las alas en su estómago.


Alicia se bajó del asiento y saludó a los dos bombones. Ellos intercambiaron miradas. 


Después de un asentimiento mutuo entre ambos, se acercaron.


1 En inglés tienen sonidos parecidos.




SIN PALABRAS: CAPITULO 2




Paula se fue de casa el día en el que cumplió dieciocho años y nunca volvió. Pero sus ataques le perseguían. Se repetían una y otra vez, recordándole insultos de los que nunca podría escapar. La falta de confianza en sí misma y la poca autoestima le seguían y le oscurecían su sombra.


En los cinco años desde que se había ido, obtuvo una licenciatura en Negocios y le contrataron en una corporación de alto nivel. 


Aunque nada de lo que había conseguido podía llenar el silencio de los años de comentarios despectivos. Cuando sus novios perdían interés y empezaban a tratarle como a un antiguo compañero de piso, naturalmente asumió que sus actitudes irrespetuosas se las merecía.


Hasta el día que Alicia Young, su mejor amiga, se pasó por su casa y le encontró acurrucada en el sofá mientras Jeremias, su novio más reciente, le gritaba obscenidades. Alicia fue rápidamente en su rescate y le abofeteó en toda la cara antes de mandarle a que hiciera las maletas. Por primera vez en su vida, Pau aprendió que aguantar la rabia de alguien más que ella y encima culparse por ello no tenía que ser una parte de una relación. Una vez que su parálisis se desvaneció, juró no ser el saco de boxeo verbal de nadie más.


Para mantener su promesa, dejó de salir. El miedo al fracaso la mantuvo en casa, o solo salía con sus amigas. Si nunca dejaba que nadie entrara en su corazón, por lo menos, estaría a salvo. Sin embargo, Alicia era mucho más lista, le gustaba mucho más la diversión y era mucho más observadora como para dejar que Pau se mantuviera lejos de las citas permanentemente.


¿De verdad se merecía que le trataran mejor que como lo hicieron en el pasado? La voz de su madre respondió duramente.


—No.


Un sofoco le recorrió por el cuello y se le sonrojaron las mejillas. Parpadeó rápido para intentar que las lágrimas de pena no le corrieran por la cara.


Nadie se merecía que le trataran sin respeto. 


Cuadró los hombros. Unas pocas malas relaciones no le asustarían del potencial de conocer a alguien diferente. Esta noche bailaría, se lo pasaría bien y puede que conociera a un nuevo hombre alto, moreno y guapo.


A un hombre que se mereciera su amor.


Paula relajó los hombros y exhaló una profunda respiración. Merecía la pena.


Al inhalar, su confianza en sí misma volvió.


Se merecía un buen hombre.


Levantó la barbilla y su reflejo mostraba a una mujer con un propósito. Una mujer con confianza. Una mujer digna de amor.


Los intensos sonidos de ritmos bailables irrumpían a través de las puertas de la discoteca.


—Ali, no sé si pueda soportar éste volumen toda la noche —dijo Paula, elevando su voz cinco octavas más de lo normal para ser escuchada por encima de la música.


—Bueno, dale dos horas. —El lacio y espeso cabello rubio de su amiga se balanceó al ritmo de su perfecto cuerpo.


—Bienvenidas, damas —dijo un musculoso seguridad tatuado, con un profundo tono de barítono.


Alicia lo miró con los ojos muy abiertos y una amplia sonrisa blanca que decía lista-para-todo.


Pau le devolvió una sonrisa menos optimista y siguió a Alicia a través de la oscura entrada. 


Dentro, un salón del tamaño de un campo de fútbol americano vibraba con la música y la energía cargada de sexy de una pista de baile abarrotada. Luces estroboscópicas y alfombrillas llevaban a un bar que se veía bien desde la distancia. Chicos atractivos y otros no tanto estaban alineados en el camino.




SIN PALABRAS: CAPITULO 1




Paula sacó un top negro sedoso cubierto de grandes lentejuelas de color plateado y lo sostuvo bajo su barbilla. El color oscuro se comía la poca pigmentación que tenía su pálida piel. Parecía casi transparente, o como si llevara una semana muerta. La voz de su madre se le coló en la mente como una trituradora.


—Pareces un cadáver. ¿Por qué me tuve que quedar con la chica más fea del mundo como hija?


Sacudió la cabeza para quitarse de la mente la banda sonora de su infancia.


—Así que, ¿qué piensas del negro?


—No-o —dijo Alicia, sin dejar ninguna duda del titubeo de su voz.


—Sí, me hace desparecer. —Cogió una camisa púrpura, se la llevó al pecho y se giró hacia su amiga.


—Ah, no, otra vez. —Su mejor amiga buscó por el desorden de bolsas de compras y la ropa que había lanzado sobre su cama—. Pruébate esto. —Le lanzó a Pau una pieza arrugada del tamaño de un pañuelo usado.


Una blusa de encaje se materializó de la nada. 


La sostuvo sobre su piel.


—Sí —chilló Alicia, levantando los puños como si su equipo favorito acabara de ganar la Super Bowl—. Es perfecto para tu perfecta piel y te resalta ese sombreado pelo tuyo. Ningún hombre podrá resistirte esta noche. Lánzame la púrpura y la negra. Creo que me las voy a probar juntas.


Si alguien podría ponerse unas lentejuelas bajo un completo púrpura, era Ali. Le pasó a su amiga las camisas y comprobó de nuevo su reflejo. Una sonrisa de oreja a oreja le partía la cara por la mitad, hasta que se dio cuenta de que el precio todavía colgaba de la camisa.


—Oh, no, Ali; lo acabas de comprar.


—Pfff. He comprado una docena de nuevas prendas. No es nada importante.


— ¿Estás segura?


—Todo lo que te haga sonreír vale la pena. Ya has tenido suficientes días tristes. —Se cruzó de brazos y le disparó una dura mirada a Pau—. Será mejor que no vuelvas a salir con un idiota que te grite, Paula Chaves. Todavía no puedo creer que te quedabas sentada y dejabas que pasara. Y no intentes decirme que era la primera vez que lo hacía. Le oí cortándote en público. Ese cabrón no se merecía ni besar tus zapatos.


—Lo sé —susurró—. Lo siento.


—No te disculpes conmigo. Perdónate a ti misma por aguantarlo y que crezca tu carácter.


—Estoy trabajando en ello. —Se puso recta y miró su reflejo—. Ningún hombre me gritará nunca más, me insultará o me someterá. Me merezco algo mejor.


—Me apuesto tu dulce culo a que lo haces.


Pau se dio la vuelta y corrió por el campo de minas de bolsas tiradas por el suelo de la habitación para abrazar a su mejor amiga.


—Gracias Ali, no sé qué haría sin ti. Eres la mejor.


—Bueno. —La voz de Ali era suave y hablaba bajo; sin embargo, Pau podía oír el ‘pero’ viniendo—. Hay una cosa que puedes hacer por mí.


Se levantó en la cama y se mordió el labio inferior. A su extrovertida, tetona y rubia amiga le gustaba vivir la vida a lo grande. Mucho más a lo grande que a Paula. Quería hacer feliz a Alicia, pero se le encogió el estómago por los nervios. 


Su amiga estaba empeñada en intentar presionar las líneas de su zona de confort.


—Oh, Dios. Aquí viene.


—Han pasado seis meses desde que rompiste con el estúpido cara de culo —dijo Alicia, echando veneno por la boca al decir su mote para Jeremias—. Necesito que me hagas una promesa. —Suavizó la voz y una preocupación verdadera hizo que se le arrugara su lisa frente—. Prométeme que bailarás con alguien que te lo pida.


—Oh, no. —Se tapó la cara con la camisa de encaje—. Sabes que tengo dos pies izquierdos.


—Quiero que te diviertas. Y bailar con chicos… especialmente con chicos calientes, es divertido.


—Pero me divierto mucho contigo. —Bajó la camisa y le puso cara de pena con el labio inferior fuera.


—Diversión conmigo no es lo mismo. Tienes que volver a salir. Divertirte con el sexo opuesto. Un alto, moreno y guapo miembro del sexo opuesto estaría bien. —La voz se fue desvaneciendo y sus ojos se volvieron soñadores. Alto, moreno y guapo era de su estilo favorito.


Paula iba a por rubios. Solo que sus rubios novios habían resultado ser inútiles.


—Haré un trato contigo —dijo ella—. Iré a por alguno alto y moreno si tú vas a por uno rubio. 
Vamos a cambiar realmente las cosas.


—Trato hecho —chilló.


Paula se volvió hacia el espejo para intentar averiguar qué falda le iría mejor a su nueva camisa.


—Estaría bien tener una conversación inteligente con un hombre. Una conversación en la que no me preocupara que se volviera una bronca.


— ¿Hmmm? —murmuró Alicia con la atención de nuevo en encontrar algo entre su última excursión de compras.


—Nada —susurró ella.


¿Podría haber por ahí un hombre que no pareciera el Príncipe Encantador y luego se volviera un ogro cruel? Tenía esperanzas. Sin esperanzas, no había ninguna razón para intentarlo. Y no intentarlo significaba que acabaría amargada y sola como su madre.


Se le quedó el aire atrapado. El miedo tiró del frágil hilo de confianza que le mantenía cuerda. 


La chillona voz de su madre hacía eco en su memoria.


Eres inútil. Un parásito. Ojalá nunca hubiera conocido a tu padre. Entonces no estaría atrapada contigo