martes, 14 de enero de 2020

SIN PALABRAS: CAPITULO 2




Paula se fue de casa el día en el que cumplió dieciocho años y nunca volvió. Pero sus ataques le perseguían. Se repetían una y otra vez, recordándole insultos de los que nunca podría escapar. La falta de confianza en sí misma y la poca autoestima le seguían y le oscurecían su sombra.


En los cinco años desde que se había ido, obtuvo una licenciatura en Negocios y le contrataron en una corporación de alto nivel. 


Aunque nada de lo que había conseguido podía llenar el silencio de los años de comentarios despectivos. Cuando sus novios perdían interés y empezaban a tratarle como a un antiguo compañero de piso, naturalmente asumió que sus actitudes irrespetuosas se las merecía.


Hasta el día que Alicia Young, su mejor amiga, se pasó por su casa y le encontró acurrucada en el sofá mientras Jeremias, su novio más reciente, le gritaba obscenidades. Alicia fue rápidamente en su rescate y le abofeteó en toda la cara antes de mandarle a que hiciera las maletas. Por primera vez en su vida, Pau aprendió que aguantar la rabia de alguien más que ella y encima culparse por ello no tenía que ser una parte de una relación. Una vez que su parálisis se desvaneció, juró no ser el saco de boxeo verbal de nadie más.


Para mantener su promesa, dejó de salir. El miedo al fracaso la mantuvo en casa, o solo salía con sus amigas. Si nunca dejaba que nadie entrara en su corazón, por lo menos, estaría a salvo. Sin embargo, Alicia era mucho más lista, le gustaba mucho más la diversión y era mucho más observadora como para dejar que Pau se mantuviera lejos de las citas permanentemente.


¿De verdad se merecía que le trataran mejor que como lo hicieron en el pasado? La voz de su madre respondió duramente.


—No.


Un sofoco le recorrió por el cuello y se le sonrojaron las mejillas. Parpadeó rápido para intentar que las lágrimas de pena no le corrieran por la cara.


Nadie se merecía que le trataran sin respeto. 


Cuadró los hombros. Unas pocas malas relaciones no le asustarían del potencial de conocer a alguien diferente. Esta noche bailaría, se lo pasaría bien y puede que conociera a un nuevo hombre alto, moreno y guapo.


A un hombre que se mereciera su amor.


Paula relajó los hombros y exhaló una profunda respiración. Merecía la pena.


Al inhalar, su confianza en sí misma volvió.


Se merecía un buen hombre.


Levantó la barbilla y su reflejo mostraba a una mujer con un propósito. Una mujer con confianza. Una mujer digna de amor.


Los intensos sonidos de ritmos bailables irrumpían a través de las puertas de la discoteca.


—Ali, no sé si pueda soportar éste volumen toda la noche —dijo Paula, elevando su voz cinco octavas más de lo normal para ser escuchada por encima de la música.


—Bueno, dale dos horas. —El lacio y espeso cabello rubio de su amiga se balanceó al ritmo de su perfecto cuerpo.


—Bienvenidas, damas —dijo un musculoso seguridad tatuado, con un profundo tono de barítono.


Alicia lo miró con los ojos muy abiertos y una amplia sonrisa blanca que decía lista-para-todo.


Pau le devolvió una sonrisa menos optimista y siguió a Alicia a través de la oscura entrada. 


Dentro, un salón del tamaño de un campo de fútbol americano vibraba con la música y la energía cargada de sexy de una pista de baile abarrotada. Luces estroboscópicas y alfombrillas llevaban a un bar que se veía bien desde la distancia. Chicos atractivos y otros no tanto estaban alineados en el camino.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario