La Caverna de Poseidón, el hotel de Kalos, era sencillamente magnífico. En el centro del vestíbulo había un gigantesco tanque de cristal lleno de peces que nadaban tranquilamente de un lado a otro.
—Es precioso. Nunca había visto nada así.
—Pero has estado aquí antes. ¿No recuerdas nada?
—No —contestó Paula, apartando la mirada. Odiaba la red de mentiras en la que estaba metida.
—No te preocupes. Más tarde te enseñaré el resto del hotel. Hay un restaurante con una fabulosa vista del tanque. Además del teatro y el cine, también hay un parque acuático con tiburones y todo…
Paula lo oía hablar, pero no dejaba de pensar en su problema. Una semana, se dijo. Pasaría una semana con él y luego se lo diría.
Esa noche le hizo el amor con el fervor de los condenados. Después, Pedro la miró a los ojos con cara de sorpresa.
Cuando desapareció a la mañana siguiente para ir a una reunión, Paula pasó un par de horas examinando las criaturas marinas que nadaban en el tanque y leyendo las plaquitas informativas. Más tarde decidió ir a la piscina climatizada, donde tuvo un encuentro inesperado. Jean-Paul Moreau al lado de una rubia.
—Chérie —la saludó él alegremente—. ¿Alfonso te ha permitido salir de tu jaula?
—Yo nunca he estado en una jaula —replicó ella—. Pero veo que tú estás muy bien acompañado.
—No es nadie. La dejaría ahora mismo si tú mostrases algún interés.
—Eres perverso —dijo Paula.
—Y me gusta hacer cosas perversas, ¿recuerdas?
—No, no quiero recordar.
—Ah, claro, el tiburón grande paga mejor. Te entiendo. Ven, vamos a charlar un rato —sonrió Jean-Paul, llevándola aparte—. Ahora vuelvo, chérie —le dijo a la rubia.
Paula no quería charlar con aquel hombre, pero necesitaba averiguar algo sobre Mariana y, si Pedro no había tenido nada que ver con su muerte, quizá Jean-Paul…
—Me temo que Alfonso aparecerá de un momento a otro y no le gustará nada verte conmigo.
—Pedro no es mi dueño —contestó ella.
—Si paga tus facturas, es tu dueño, chérie. Así es como piensa un hombre.
—Qué horror —murmuró Paula—. Pero hablando de facturas… después de mi último encuentro contigo hace tres años, mi tarjeta de crédito sufrió un daño inesperado. Supongo que debí de jugar más de lo que tenía…
—¿Ahora lo llamas jugar? —rió él.
—¿Y cómo lo llamarías tú?
—Chérie, será mejor no decir nada. A Alfonso no le haría ninguna gracia conocer tu pequeño «hábito».
De modo que Pedro no lo sabía…
—¿Y tú tenías ese mismo hábito?
Jean-Paul la miró con gesto de recelo.
—¿Por qué me haces esas preguntas? —murmuró, alargando una mano para abrir su camisa…
—¿Qué haces? ¡No me toques!
—Ah, perdona, pensé… no importa, da igual.
Pero Paula acababa de entender.
—Fuiste tú. ¡Tú la metiste en el mundo de la droga!
—¿Cómo que la metí? ¿A quién te refieres? ¿Y por qué hablas de drogas? —preguntó Jean-Paul, mirando alrededor.
—Tú eras quien la abastecía de drogas.
—Pero chérie, tú sabes que…
—Yo no sé nada. Tuve un accidente y perdí la memoria. Y no te preocupes, no llevo un micrófono oculto. No tengo nada que ver con la policía.
—Puedes decir lo que quieras, yo lo negaré todo. Eres una tonta por meterte donde no te llaman. Tienes a Alfonso comiendo de la palma de tu mano… la verdad, pensé que jamás volvería a acostarse contigo después de lo que pasó. Debe de estar loco por ti. Qué curioso, nunca pensé que fueras tan especial para él.
A Paula se le encogió el estómago.
«Oh, Mariana, ¿cómo pudiste…?».
Pero las palabras de Jean-Paul lo dejaban claro: Mariana había dejado a Pedro por el francés. Y, según él, había habido otros hombres. Y Pedro la creía Mariana…
Todo aquello era culpa suya. Cuando llegó a Strathmos, Pedro le importaba un bledo. Sólo quería saber qué le había pasado a su hermana y si era él quien la había metido en el mundo de la droga.
Pero estaba equivocada.
No era Pedro, sino Jean-Paul. Fue Jean-Paul quien mató a Mariana. Aquel hombre repugnante que la miraba con una sonrisa en los labios…
Tenía que alejarse de él.
Murmurando algo ininteligible, Paula salió de la piscina, desesperada por encontrar un sitio en el que estar a solas.
Pero había algo dando vueltas en su cabeza: ¿Cómo iba a contarle a Pedro la verdad?