miércoles, 11 de noviembre de 2020

VERDADERO AMOR: SINOPSIS

 


¿De vecinos a recién casados?


Al volver después de muchos años al pueblo en que nació, Paula Chaves estaba decidida a enfrentarse con dignidad a Pedro Alfonso, su antiguo amor. No quería volver a sufrir, pero no había previsto que Pedro se hubiera vuelto aún más irresistible ni que se hubiera convertido en padre soltero. 


A medida que la hija de Pedro se encariñaba con Paula, él se dio cuenta de que la naturaleza afectuosa de ésta comenzaba a derretir la dura actitud que había ido desarrollando con los años. 


¿Conseguiría ablandar Paula su duro corazón?




martes, 10 de noviembre de 2020

CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO FINAL

 


Paula se volvió hacia Pedro, Camilo y Luciana.


—¿Se puede saber qué estáis haciendo aquí?


Luciana y Camilo la abrazaron y ella les devolvió el abrazo, pero Pedro se quedó donde estaba, con las manos en los bolsillos del pantalón.


—Estábamos preocupados.


—Pero parece que no necesitabas a la caballería —se rio Camilo.


—No —sonrió Paula, mirando a Pedro. ¿También él había acudido al rescate?


—Desde que te fuiste, Molly se ha negado a comer. Va a tener que vivir contigo.


—¿En serio?


—Te echa de menos.


Paula acarició a la perrita. ¡Qué daría por oírle decir que él la echaba de menos!


—Todos te echamos de menos —dijo Lu—. Y yo estaba pensando que si abres ese hotel, necesitarás alguien que te ayude. Desde que Teo murió he estado buscando un cambio en mi vida y soy muy buena cocinera, ya lo sabes.


—Y yo me estoy haciendo viejo, pero sigo siendo un buen jardinero —intervino Camilo.


—Necesita una cocinera —insistió Luciana, cruzándose de brazos.


—¡Necesita un jardinero!


Paula, con un nudo en la garganta, miró a Pedro, que miraba a Luciana y Camilo como si hubieran perdido la cabeza.


—¡Y necesitas un marido!


Todas las conversaciones se detuvieron de repente.


—¿Qué?


—Bueno, «necesitar» seguramente no es la palabra adecuada —empezó a decir Pedro—. No necesitas un marido. Seguramente no necesitas nada, pero…


Paula sacudió la cabeza. No podía haber oído bien. No podía haber dicho «marido». Era imposible.


—Un médico, lo que necesito es un médico.


—Bueno, pues también seré eso.


Paula habría querido echarse en sus brazos, pero se llevó una mano a la sien.


—¿Has dicho que necesito un marido?


—Sí.


—¿Porque necesito que alguien cuide de mí?


—He retirado la palabra «necesitar» —contestó él.


—¿Y tienes a alguien en mente?


Entonces Pedro hizo algo que Paula jamás habría imaginado que haría: se puso de rodillas y apretó la cara contra su cintura.


—Te quiero, Paula. Molly y yo no podemos vivir sin ti. Echo de menos tu risa, tu olor, tus bromas. Te echo de menos.


Luego levantó la cabeza y la miró a los ojos.


—Al principio no me di cuenta de lo fuerte que eras. Hay una gran fuerza en una comunidad, en ayudar a la gente, en construir puentes… y yo quiero crear esa comunidad contigo, Paula Chaves.


Ella le apartó el pelo de la frente, atónita. ¿Aquel hombre maravilloso la amaba?


—¿Me quieres? ¿De verdad? ¿Y no puedes vivir sin mí?


—No.


—Pues voy a contarte un secreto: yo tampoco puedo vivir sin ti.


Pedro se levantó y la tomó en brazos, dando vueltas y vueltas por el salón. Paula le echó los brazos al cuello y se rio, feliz. Cuando por fin la dejó en el suelo, le acarició la cara con ternura.


—Te quiero, Pedro Alfonso. No puedo imaginar algo más perfecto que ser tu esposa.


—Dilo otra vez —murmuró él.


—Te quiero, Pedro. Te quiero.


No se cansaría nunca de decirlo.


—Pensé que había destrozado cualquier posibilidad. Pensé que te había echado y… cuando me di cuenta de que estaba enamorado de ti, que no podía vivir sin ti…


Paula levantó un dedo y lo puso sobre sus labios.


—Te quiero, Pedro. Para siempre.


—Para siempre —repitió él.


Mientras Pedro inclinaba la cabeza, Paula levantó la suya y se encontraron a medio camino en un beso que sellaba una promesa de futuro.





CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 51

 


Pedro se sintió orgulloso. Le habría gustado tomarla en sus brazos, le habría gustado besarla y…


¡Quería quedarse!


Esa idea no lo asustó, todo lo contrario, le dio fuerzas. Quería quedarse y no tenía nada que ver con Molly o Camilo o Luciana. O con ayudar a Paula contra sus hermanos.


Sino con él… con ella. Era eso para lo que había ido a Buchanan's Point, aunque hubiese intentado engañarse a sí mismo durante el camino.


Se metió las manos en los bolsillos del pantalón y la estudió, intentando disimular, mientras una habitación llena de gente lo estudiaba a él. El tono sándalo de su pelo brillaba bajo las lámparas. Sus labios, invitadores, prometían exóticas delicias, sus ojos refulgían de rabia contra la traición de sus hermanos. Nunca había visto a nadie más deseable en toda su vida.


Pero… ¿y si ella no lo quería allí? Pedro apretó los puños. ¿Y si no lo amaba?


Entonces se convertiría en la clase de hombre que Paula quisiera.



CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 50

 


Ella no pudo contestar. Porque, en ese momento, un perro entró corriendo en la casa y prácticamente la tiró al suelo.


—¡Molly! —gritó, abrazando a la perrita—. ¡Pedro!


—Lo siento, se me ha escapado —se disculpó él.


Paula vio entonces a Camilo y Luciana. No daba crédito a sus ojos.


—¿Pero qué…?


—¿Quién es esta gente? —preguntó Martin.


—Escuchad todos, éstos son mis amigos Pedro, Camilo y Luciana. Y Molly, mi perrita. Lo siento, Martin, Francisco, pero no puedo tomar una decisión esta noche.


Sus hermanos se miraron, furiosos. Martin estaba tan rojo como si acabara de sufrir una apoplejía.


—Todo esto porque no quise ir a buscarte a ese sitio perdido, ¿no? Es una venganza.


—¿Tú sabías que era un sitio perdido? —preguntó Paula.


—Pues claro que sí. ¿Crees que soy tonto?


No, pero ella sí. Y se puso furiosa. No sólo habían preparado todo aquello para engañarla, ni siquiera se habían molestado en organizarle unas vacaciones decentes para disimular. Ni en ir a buscarla cuando estaba enferma.


¿Por qué se había convencido a sí misma de que sus hermanos la querrían algún día?


—¡Fuera! —gritó, señalando la puerta—. ¡Los dos! Llevaos ese contrato y marchaos de aquí. No quiero volver a verlos nunca.


—No puedes hablar en serio… —empezó a decir Martin, dando un paso hacia ella.


Pero, para asombro de todos, Molly se colocó en medio, gruñendo y enseñando todos y cada uno de sus dientes. Paula volvió a señalar la puerta.


—¡Fuera!




lunes, 9 de noviembre de 2020

CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 49

 


Querían que vendiera la casa.


Bueno, eso no le sorprendió. Llevaban años diciéndole que era demasiado grande para ella, que resultaba muy caro mantenerla…


Paula no pensaba venderla, pero sus hermanos tenían ya un comprador. Y un contrato en la mano para que lo firmara.


Martin le ofreció su bolígrafo dorado, el que solía guardar con tanto celo.


—Firma ahí y ahí.


—Pero tengo que pensármelo…


Los dos hombres se miraron.


—Ésta es una oportunidad única, Paula. Nunca van a ofrecerte esa cantidad de dinero.


Seguramente tuvieran razón. La cantidad era obscena.


—Y no tendrás que volver a trabajar nunca. Además, así harías algo por el pueblo —dijo Francisco.


—Exactamente —asintió Martin—. Este pueblo se muere de asco.


—¿Se muere de asco? ¿Desde cuándo?


No estaban proponiendo derribar Geraldine's Gardens para construir un rascacielos, sino un exclusivo balneario, pero…


—Será bueno para ti y para la comunidad. Y para nosotros.


—¿Para vosotros también?


—Para empezar, estaremos más tranquilos sabiendo que tú tienes dinero en el banco —dijo Francisco—. Te lo mereces después de cómo cuidaste de papá.


—Eres nuestra hermana pequeña, queremos que seas feliz —añadió Martin.


—¿Y para qué contratasteis un camión de mudanzas?


—Porque quieren empezar las reformas inmediatamente y no pensamos que pusieras ninguna objeción. Los muebles iban a ir a un guardamuebles, Pau.


La única persona en el mundo que la llamaba Pau era su padre. La única.


—Tengo que darle la medicación a la señora Pengilly.


Cuando salió del salón, Paula se apoyó en la pared del pasillo, intentando respirar. Lo único que tenía que hacer era firmar y serían una familia feliz, se dijo.


Pero, por alguna razón, esa imagen aparecía borrosa.


¿Cuándo habían decidido todo aquello? ¿Y por qué lo habían hecho a sus espaldas?


Iba a darle la medicación a la señora Pengilly cuando sonó el timbre. Pero cuando fue a abrir, vio a su vecina en el pasillo.


—Espero que no te importe. He pedido refuerzos.


La señora Pengilly abrió la puerta y Paula se quedó boquiabierta al ver a una representación de los vecinos de Buchanan's Point.


—¿Pero…? ¿Qué hacéis aquí?


Julio sonrió.


—Sólo queremos estar seguros de que tienes toda la información que necesitas.


—Es nuestro pueblo —añadió el señor Piper—. Tu decisión nos afectará a todos.


—¡Paula! —gritó Martin—. Líbrate de ellos.


—Son mis amigos y quiero que estén aquí —Paula se dio la vuelta para mirar a sus vecinos—. ¿Todos sabéis lo de la propuesta de compra?


—Sí —contestó Julio.


No le sorprendía. En Buchanan's Point todos se conocían. Y todo el mundo ayudaba a todo el mundo en momentos de necesidad.


—No quieren construir un rascacielos, sino un balneario muy exclusivo.


—Lo que decidas hacer con Geraldine's Gardens es cosa tuya, Paula. Lo que queremos es que sepas toda la verdad.


—¿Qué verdad?


—Que la empresa de Martin llevará la contabilidad del balneario si consigue convencerte para que vendas. Y que la firma de Francisco conseguirá el contrato para la construcción.


—No es ningún secreto —dijo éste, ofendido—. Estábamos contándoselo a Paula ahora mismo…


—No, no me habíais contado nada de eso —lo interrumpió su hermana.


Por alguna razón, Martin y Francisco siempre habían sentido que se les debía algo. Si firmaba el contrato, ¿pensarían por fin que estaban recibiendo lo que era suyo? Aunque no lo fuera.


—¿Qué quieres hacer, Paula? —preguntó Julio.



CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 48

 


Paula apartó la taza del brazo del sillón cuando la señora Pengilly empezó a quedarse dormida. En ese momento sonó el timbre y, después de comprobar que su invitada no se había despertado, se acercó a la puerta intentando no hacer ruido.


Martin y Francisco estaban en el porche con cara de pocos amigos.


—Has cambiado la cerradura.


—Como no me habéis dejado una llave de la cerradura nueva, he tenido que cambiarla. ¿Qué otra cosa podía hacer?


—Podías haber avisado —respondió Francisco, entrando sin esperar invitación.


—No puedo dejar un sitio como Geraldine's Gardens abierto. Y yo tengo cosas que hacer.


—Pero…


—¿Sí?


—Tenemos buenas noticias —dijo Martin.


—¿Buenas noticias? Ah, qué bien, a mí me encantan las buenas noticias. Pero será mejor que paséis al salón. La señora Pengilly está durmiendo en el cuarto de estar…


—¿Qué hace aquí?


—Es mi amiga. Eso es lo que hace aquí. ¿Algún problema?


—No, no.


Martin y Francisco intercambiaron una mirada y a Paula se le encogió el corazón. Sabía que no iban a gustarle esas buenas noticias.




CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 47

 


Molly llevaba dos días llorando y arañando la puerta de la cabaña. Y Pedro se dio cuenta entonces de que ya no era su perra, sino la perra de Paula.


Había intentado cambiar las cabañas, decorarlas, darles un toque alegre… pero era un desastre. Todo le había salido mal. Y la cara de tristeza de Molly no ayudaba nada.


Por fin, desesperado, guardó un par de cosas en una bolsa de viaje, metió a Molly en el coche y se dirigió a Martin's Gully.


Cuando llegó a la tienda de alimentación, encontró a Luciana y a Camilo charlando junto a la caja registradora.


—Vengo a deciros que voy a ir a ver a Paula a Buchanan's Point.


—Ah, muy bien —sonrió Camilo, señalando una maleta que había a su lado—. Así podrás llevarme.


—Y a mí —dijo Luciana, colgándose una bolsa al hombro.


Pedro miró de uno a otro, estupefacto.


—¿Por qué? ¿Ha pasado algo?


—No, Paula está bien —suspiró Luciana, tomándolo del brazo—. Te lo contaré en el coche.


Sin decir una palabra más, Pedro tomó las maletas y las metió en el todoterreno.


Ya habría tiempo para explicaciones por el camino.