martes, 10 de noviembre de 2020

CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO FINAL

 


Paula se volvió hacia Pedro, Camilo y Luciana.


—¿Se puede saber qué estáis haciendo aquí?


Luciana y Camilo la abrazaron y ella les devolvió el abrazo, pero Pedro se quedó donde estaba, con las manos en los bolsillos del pantalón.


—Estábamos preocupados.


—Pero parece que no necesitabas a la caballería —se rio Camilo.


—No —sonrió Paula, mirando a Pedro. ¿También él había acudido al rescate?


—Desde que te fuiste, Molly se ha negado a comer. Va a tener que vivir contigo.


—¿En serio?


—Te echa de menos.


Paula acarició a la perrita. ¡Qué daría por oírle decir que él la echaba de menos!


—Todos te echamos de menos —dijo Lu—. Y yo estaba pensando que si abres ese hotel, necesitarás alguien que te ayude. Desde que Teo murió he estado buscando un cambio en mi vida y soy muy buena cocinera, ya lo sabes.


—Y yo me estoy haciendo viejo, pero sigo siendo un buen jardinero —intervino Camilo.


—Necesita una cocinera —insistió Luciana, cruzándose de brazos.


—¡Necesita un jardinero!


Paula, con un nudo en la garganta, miró a Pedro, que miraba a Luciana y Camilo como si hubieran perdido la cabeza.


—¡Y necesitas un marido!


Todas las conversaciones se detuvieron de repente.


—¿Qué?


—Bueno, «necesitar» seguramente no es la palabra adecuada —empezó a decir Pedro—. No necesitas un marido. Seguramente no necesitas nada, pero…


Paula sacudió la cabeza. No podía haber oído bien. No podía haber dicho «marido». Era imposible.


—Un médico, lo que necesito es un médico.


—Bueno, pues también seré eso.


Paula habría querido echarse en sus brazos, pero se llevó una mano a la sien.


—¿Has dicho que necesito un marido?


—Sí.


—¿Porque necesito que alguien cuide de mí?


—He retirado la palabra «necesitar» —contestó él.


—¿Y tienes a alguien en mente?


Entonces Pedro hizo algo que Paula jamás habría imaginado que haría: se puso de rodillas y apretó la cara contra su cintura.


—Te quiero, Paula. Molly y yo no podemos vivir sin ti. Echo de menos tu risa, tu olor, tus bromas. Te echo de menos.


Luego levantó la cabeza y la miró a los ojos.


—Al principio no me di cuenta de lo fuerte que eras. Hay una gran fuerza en una comunidad, en ayudar a la gente, en construir puentes… y yo quiero crear esa comunidad contigo, Paula Chaves.


Ella le apartó el pelo de la frente, atónita. ¿Aquel hombre maravilloso la amaba?


—¿Me quieres? ¿De verdad? ¿Y no puedes vivir sin mí?


—No.


—Pues voy a contarte un secreto: yo tampoco puedo vivir sin ti.


Pedro se levantó y la tomó en brazos, dando vueltas y vueltas por el salón. Paula le echó los brazos al cuello y se rio, feliz. Cuando por fin la dejó en el suelo, le acarició la cara con ternura.


—Te quiero, Pedro Alfonso. No puedo imaginar algo más perfecto que ser tu esposa.


—Dilo otra vez —murmuró él.


—Te quiero, Pedro. Te quiero.


No se cansaría nunca de decirlo.


—Pensé que había destrozado cualquier posibilidad. Pensé que te había echado y… cuando me di cuenta de que estaba enamorado de ti, que no podía vivir sin ti…


Paula levantó un dedo y lo puso sobre sus labios.


—Te quiero, Pedro. Para siempre.


—Para siempre —repitió él.


Mientras Pedro inclinaba la cabeza, Paula levantó la suya y se encontraron a medio camino en un beso que sellaba una promesa de futuro.





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