martes, 10 de noviembre de 2020

CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 50

 


Ella no pudo contestar. Porque, en ese momento, un perro entró corriendo en la casa y prácticamente la tiró al suelo.


—¡Molly! —gritó, abrazando a la perrita—. ¡Pedro!


—Lo siento, se me ha escapado —se disculpó él.


Paula vio entonces a Camilo y Luciana. No daba crédito a sus ojos.


—¿Pero qué…?


—¿Quién es esta gente? —preguntó Martin.


—Escuchad todos, éstos son mis amigos Pedro, Camilo y Luciana. Y Molly, mi perrita. Lo siento, Martin, Francisco, pero no puedo tomar una decisión esta noche.


Sus hermanos se miraron, furiosos. Martin estaba tan rojo como si acabara de sufrir una apoplejía.


—Todo esto porque no quise ir a buscarte a ese sitio perdido, ¿no? Es una venganza.


—¿Tú sabías que era un sitio perdido? —preguntó Paula.


—Pues claro que sí. ¿Crees que soy tonto?


No, pero ella sí. Y se puso furiosa. No sólo habían preparado todo aquello para engañarla, ni siquiera se habían molestado en organizarle unas vacaciones decentes para disimular. Ni en ir a buscarla cuando estaba enferma.


¿Por qué se había convencido a sí misma de que sus hermanos la querrían algún día?


—¡Fuera! —gritó, señalando la puerta—. ¡Los dos! Llevaos ese contrato y marchaos de aquí. No quiero volver a verlos nunca.


—No puedes hablar en serio… —empezó a decir Martin, dando un paso hacia ella.


Pero, para asombro de todos, Molly se colocó en medio, gruñendo y enseñando todos y cada uno de sus dientes. Paula volvió a señalar la puerta.


—¡Fuera!




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