jueves, 27 de febrero de 2020

LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 32





Habían pasado ya varios días desde la última vez que había hablado con Pedro. Era como si se le hubiera tragado la tierra. Y ella había vivido en la máxima privacidad e intimidad.


—¿Es que te has vuelto loca? —le preguntó su hermano a bocajarro cuando abrió la puerta mostrándole la portada de una revista.


—No es lo que parece, Sebastian.


—Ah, ¿no? ¿No estás besando a Maddox?


Se lo merecía, se lo había ganado a pulso.


—Sólo fue un beso —dijo echándose a un lado para dejarle entrar—. No significó nada.


—¿Qué no significó nada un beso delante de cientos de personas? ¿Qué no significó nada un beso que está en las portadas de todas las revistas?


—Vale, lo reconozco, no estaba en mi mejor momento.


Sebastian debió de percibir su desasosiego, porque bajó el tono de voz y se tranquilizó.


—Por el amor de Dios, Paula… Maddox… ¿Por qué Maddox?


—¿Qué tiene todo el mundo contra él? Conmigo sólo ha sido amable.


—Porque le conviene —replicó su hermano—. Sólo intenta utilizarte.


—No seas tan mal pensado, Sebastian. Brian no es así.


—Bueno, entonces, eres tú quien le está besando en esta foto, ¿no?


—Oh, cuando no eres tú, es Pedro —contestó Paula—. ¿Qué tenéis en contra de Brian?


—Que es un tipo conflictivo. Siempre está en las portadas de las revistas con su última…


—Cuando está conmigo, no se comporta así.


—Porque te ha echado el ojo —replicó su hermano.


Paula se dio cuenta de que no iba a convencer a Sebastian por mucho que lo intentara, y decidió cambiar de tema.


—¿Cómo está papá? ¿Ha visto esto?


—No, todavía no, pero antes o después lo hará. Alguien se lo enseñará.


Cuántos problemas por un momento de locura. 


A nadie le importaba si era real o una pantomima. Y aunque su padre no se lo creyera, se enfadaría igualmente con ella por haber utilizado a Brian en su propio beneficio. Diría que él no la había educado para comportarse así.


—¿Puedes explicárselo tú? —le pidió a su hermano—. ¿Puedes decirle cuando vayas a casa esta tarde que todo es mentira?


—No volveré a casa hasta mañana. He quedado con Pedro esta noche.


Era completamente irracional sentir celos de su hermano como cuando era pequeña y Sebastian se iba con Pedro mientras ella se quedaba en casa. Quizá Pedro tenía razón. Tal vez no hubiera madurado mucho desde entonces.


—Bueno, pues mañana —aceptó Paula—. ¿Se lo dirás entonces?


—¿Quieres que le diga que te han hecho una foto besando a un tipo con el que no tienes ninguna relación? ¿Es eso? 


Paula se ruborizó. ¿Cómo podía haberse vuelto todo tan complicado?


—Sólo tienes que decirle que… Dile que estoy en un momento difícil. Dile que seis meses es mucho tiempo, pero que estoy haciendo las cosas lo mejor que puedo.


Sebastian se acercó a ella y le pasó un brazo por los hombros, como un hermano mayor. Paula se refugió en su cálido abrazo.


—Todo es tan… difícil. Debería haberlo sabido —se lamentó Paula.


—¿Tiene todo esto algo que ver con Pedro? —preguntó entonces Sebastian.


—¿Por qué lo dices? —preguntó ella cautelosamente.


—Vamos, Paula. Sé de sobra lo que sientes por él.


—Con esa foto en todas las portadas, ¿pretendes insinuar que esto tiene algo que ver con Pedro?


—Puede que te sorprenda, pero te creo cuando dices que esto no tiene nada que ver con Maddox. Que ese beso no significó nada.


—¿En serio? —replicó ella aliviada y agradecida.


—Pero ésa no eres tú, Paula —continuó Sebastian, consiguiendo que Paula se sintiera avergonzada—. Algo está provocando que te comportes de esta manera. Y no hay que ser un genio para deducir que la razón puede ser Pedro. Siempre has hecho todo tipo de locuras cuando él ha estado cerca.


Pedro no es el problema, Sebastian —mintió Paula—. Estoy deseando que termine todo esto para volver a ser yo misma otra vez.


—Sigues siendo tú, hermanita —dijo Sebastian mirando de reojo la revista y carraspeando—. Bueno, al menos casi siempre. No dejes que te cambien.


No era muy habitual que su hermano hablara de esa manera tan emocional.


—No quiero tener que representar el papel del bueno de la familia —añadió Sebastian.


—Tendría que caer muy bajo para que eso llegara a suceder —sonrió Paula.


Durante la siguiente hora estuvieron bromeando, y Paula disfrutó de la compañía de su hermano.


—Bueno, entonces, ¿qué vais a hacer esta noche? —preguntó ella.


Pedro me va a llevar a un restaurante que conoce. Al parecer, las camareras sirven las mesas desnudas —respondió Sebastian.


Paula dio un salto. Se imaginó a Pedro inclinándose sobre los pechos turgentes de una de esas camareras.


—Es una broma, no te exaltes —sonrió Sebastian—. Iremos a tomar algo por ahí, nada más. Cosas de hombres.


«Cosas de hombres». Una frase que no aclaraba nada. Una frase que podía esconder secretos más dolorosos que un restaurante lleno de camareras desnudas.




LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 31





—¿Hablas en serio?


La voz de Brian se escuchó entre todas las demás. Emocionado, le dio un enorme abrazo a Paula. Todos se volvieron entre risas y murmullos de felicitación.


—Sí, estamos nominados para los premios ATA —anunció Pedro—. Podéis estar orgullosos. Ha sido un verdadero trabajo de equipo.


Paula sonrió a Pedro y se sintió por fin tranquila. 


Haber conocido a Constanza le había hecho comprender muchas cosas. Si Pedro no era capaz de mirarla como Brian miraba a Constanza, no era culpa de él. Así eran las cosas.


Lo que no había podido pensar era una forma de empezar a poner otra vez las cosas en su sitio y calmar las aguas.


La nominación a los premios ATA le daba una oportunidad.


—Recibiremos a un grupo de periodistas en unos días —continuó Pedro—. Vendrán a hacer una especie de reportaje. Todo el mundo está interesado en el rodaje.


No era del todo verdad, pero si conseguía salirse con la suya, sí lo sería.


Dejó al grupo hablando y celebrando la noticia y se retiró a un extremo. Paula decidió que aquélla era una buena ocasión.


—Felicidades, Pedro. Debes de estar muy contento.


—Si la cadena está contenta, yo también lo estoy —replicó él dándose la vuelta lentamente con el corazón agitado.


—Pues no pareces muy contento, la verdad —dijo Paula.


—Bueno… Hubiera preferido que nos lo hubiéramos ganado al viejo estilo, por el buen trabajo que creo que estamos haciendo, y no por la química que hay entre Maddox y tú. La serie tiene cualidades de sobra por sí misma.


—Puede que a la gente le guste por ambas cosas, ¿no crees? Además, no hace daño a nadie.


—¿Eso crees?


¿Por qué no era capaz de mirarla a los ojos? Paula no se dio por vencida e intentó avanzar un poco más en el camino que se había trazado para establecer una relación de amistad con Pedro.


—Tienes que relajarte un poco, Pedro.


—Cómo has cambiado de opinión —dijo Pedro—. Hace una semana detestabas la publicidad y no podías ni mirar a la prensa.


Paula no había cambiado de opinión, pero la promesa que le había hecho a Constanza le obligaba a enfocar ese asunto de otra manera.


—He pensado que lo mejor es acostumbrarse. Sé lo importante que es para la serie. Y para ti.


—¿Para mí? —preguntó él desconcertado.


—Para ti el éxito es muy importante, quiero decir… este tipo de éxitos. Si Brian y yo podemos ayudar en eso… ¿Por qué no utilizarlo?


Pedro la tomó del brazo sin previo aviso y la llevó un poco más lejos de la gente, ocultándola detrás de una enorme planta.


—¿No puedes dejar de ser tan políticamente correcta?


Pedro, no me importa…


—Oh, por el amor de Dios… ¿Me estás diciendo que no te importa que tu cara salga en las portadas de todos los periódicos? ¿Qué se airee tu relación con Maddox?


—No hay ninguna relación —respondió Paula, que estaba empezando a cansarse de estar a la defensiva, justificando sus acciones.


—Lo que sea que pase entre tú y él.


—No hay nada, Pedro


—¿Nada? ¿Debo pensar entonces que tienes por costumbre ir besando por ahí al primero que se cruza contigo? Bueno… Ahora que lo pienso… Sí, debe de ser eso. A mí me besaste no hace mucho tiempo. ¿Debo poner sobre aviso a la sección masculina del equipo?


—Eso fue algo diferente —dijo Paula sonrojándose.


—¿Por qué? ¿Por ese trauma de la infancia? Vamos, Paula… Ya es hora de cambiar el disco.


—¡No ridiculices lo que siento! —exclamó ella dolida.


—No lo entiendo… —dijo Pedro pasándose la mano por el pelo—. Deberías enfadarte conmigo, pero, sin embargo, ahí estás, intentando arreglar las cosas, intentando hacerme sentir mejor. ¿Por qué?


No podía responder con sinceridad a aquella pregunta en aquel momento.


—Porque eres mi amigo, Pedro. Y los amigos cuidan los unos de los otros.


—Paula, déjame darte un consejo. Si quieres ganarte la vida en esta profesión, no puedes dejar que la gente te trate de esta manera.


—Eso es lo que no acabas de comprender, Pedro. No quiero ganarme la vida de esta manera, y no tengo la menor intención de dejar que nadie me humille —dijo Paula—. Hago todo esto por alguien a quien aprecio, aunque no me guste el hombre en que te has convertido. Fuiste una parte importante de mi familia, ocupaste un lugar crucial en mi vida —continuó, bajando la voz—. Si el que me vean en público con Brian os ayuda a ti y a él, mientras pueda soportarlo, lo seguiré haciendo. ¿Por qué no? Eso es lo que una amiga de verdad haría. Tal vez llevas tanto tiempo solo que has olvidado el significado de la palabra «lealtad».


Los ojos de Pedro estaban llenos de dolor, de confusión y de furia.


—Cualquier cosa que necesites, si está en mi mano, yo estaré ahí para ayudarte.


—¿Por qué, Paula?


«Porque te quiero», se dijo ella para sí.


—Soy así, Dan. Puede que no sea la mejor en esto, pero no dejaré de ser quien soy. Estoy orgullosa de ser como soy, y nadie cambiará eso.


Paula le miró a los ojos altiva.


—Ni siquiera tú.




LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 30




La cadena todavía no se había enterado del beso que se habían dado Paula y Maddox el día anterior. El subalterno que Kurtz había enviado al rodaje para estar al tanto de todo lo que sucedía no se había enterado de nada, ya que había estado hablando por teléfono en el interior en ese preciso momento. Sólo un fotógrafo había captado la instantánea, pero era más que suficiente. Pedro había descubierto que trabajaba para un buen número de revistas. Si la fotografía llegaba a aparecer en cualquiera de ellas, el interés por aquel rodaje estaría garantizado.


La cadena se frotaría las manos.


Querían que la prensa tuviera acceso directo a Paula. Y seguramente estaban pensando en los periodistas más amarillistas, precisamente los que podían convertir un simple beso en algo mucho más sórdido.


Pero él también conocía a otro tipo de periodistas, y fue entonces cuando se le ocurrió una idea.


—Avísame cuando vayan a llegar —le dijo a Kurtz antes de colgar el teléfono.


La satisfacción por la nominación de la serie se había desvanecido, aplastada por la amenaza del reportaje que planeaba la cadena.


No tenía otra opción que recurrir a Tannon o a Larks, ambos buenos periodistas, moderados y en nómina de los periódicos con mejor reputación. Tenía que darle la exclusiva a cualquiera de ellos con la esperanza de que realizaran un artículo centrado en la serie, y no en sus vidas privadas.


Vidas privadas.


Pedro volvió la mirada hacia donde estaban Paula y Maddox. Se estaban tomando un café y charlando animadamente. Tenía que hablar con ellos. El tiempo que pasaban juntos cuchicheando y haciéndose carantoñas podía alertar a la persona menos idónea. Y eso sería un desastre para todos.


No podía creerlo. ¿Qué podía haber cambiado entre ellos? Se estaba volviendo loco.





miércoles, 26 de febrero de 2020

LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 29





Algo había cambiado entre Paula y Maddox. Pedro no podía precisar qué, pero había una camaradería que no había percibido antes. No sabía cuál podía ser la causa, pero no le gustaba.


No quería que intimara con Maddox. No quería que hiciera nada con Maddox.


La imagen de Paula con los brazos alrededor de aquel hombre, besándole, bloqueó su mente. Se agitó nervioso mientras esperaba a que el ascensor llegara a la azotea, el lugar donde estaban rodando aquella semana.


Vio a Paula en cuanto llegó. Estaba charlando sobre algo relativo al diseño de complementos con Silvia. Supo que ella había percibido su presencia por la forma en que arqueó la espalda.


—Hola, señor Alfonso—dijo Silvia, ajena a lo que sucedía entre ellos.


Pedro asintió con la cabeza despreocupadamente y pasó de largo sin saludar a Paula. Le costó hacerlo, porque lo que él deseaba era hablar con ella en privado, hacer algo más que hablar. Pero pasó de largo hasta el otro extremo de la terraza.


Entonces se dio cuenta de que Maddox le estaba observando. ¿Qué demonios quería? 


Pedro apretó los puños. No podía quitarse de la cabeza las manos de aquel tipo recorriendo impunemente la suave piel de Paula.


Se acercó al primer ayudante de dirección y le hizo algunas preguntas banales para disimular. 


No escuchó las respuestas. Se dedicó a observarla a ella todo el tiempo. Y todo para descubrir la forma en que miraba a Maddox.


Se volvió hacia el ayudante de dirección y, al mirar de nuevo, Paula avanzaba hacia Maddox y posaba su mano sobre su brazo riéndose ostensiblemente. No podía soportar que aquel hombre tuviera la capacidad de hacerla reír de aquella manera mientras él sólo podía inspirar dolor.


En ese momento, sonó su teléfono móvil. Pedro respondió a regañadientes.


Kurtz empezó a hablar como un torrente sobre índices de audiencia.


—Pero quería llamarte para ser el primero en darte las buenas noticias —el inusual tono de voz de Kurtz atrajo su atención—. Ya es oficial. Urban Nature ha sido nominada para los Australian Televisión Award.


Pedro contuvo la respiración.


—Es la primera vez que un programa como éste es nominado en su primera temporada…


—Estamos en la segunda temporada —corrigió Pedro, molesto por la facilidad con que se había olvidado de la primera temporada, un año entero de trabajo.


—Todo el mundo ha olvidado ya la primera temporada, Pedro. Lo que les gusta es la de ahora. Nuestro nuevo estilo y la química entre Paula y Maddox están funcionando.


«Nuestro nuevo estilo». Había tenido que sostener innumerables discusiones con los responsables de la cadena para que le dejaran llevar a cabo sus ideas.


—Los dioses están de nuestro lado, Pedro. Y los jefes quieren aprovecharlo.


—¿En qué sentido? —preguntó inquieto.


—Las promociones que hemos hecho hasta ahora han sido geniales. Ahora quieren algo más largo, más en profundidad. Un reportaje completo.


¿Cómo había llegado tan alto un tipo sin el más mínimo sentido del gusto y de lo adecuado como Kurtz?


—¿Y pretendes que lo haga yo?


—Por supuesto que no, Pedro. Tú ya has hecho mucho, todo el mundo lo sabe. Aunque es cierto que había pensado que te encantaría enfrascarte en algo que dispare tu reputación, algo grande, algo real que le interese a la audiencia.




LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 28




Brian se relajó sin dejar de seguir atentamente los acontecimientos. Paula le miró inquisitivamente. ¿Por qué le había tenido que decir lo del beso?


—Le he contado todo —dijo él.


—Así es mucho mejor —añadió Constanza.


Paula sonrió sintiéndose culpable. Había sido una egoísta al besar a Brian, no se había parado a pensar en las personas a las que podía hacer daño.


—Lo siento mucho —admitió—. No sabía que Brian tenía novia.


—Claro que no —replicó Conztanza—. Soy la Ana Frank del mundo de la televisión, vivo en el ático del anonimato.


Paula miró a Brian.


—¿Cuánto tiempo lleváis juntos?


—Desde el instituto.


¿Tanto tiempo?


—Pero… ¿Y todas esas…? —se interrumpió Paula, aunque demasiado tarde.


—¿Mujeres? —apuntó Constanza—. Vamos, dilo. Estoy perfectamente enterada.


—Mentiras —dijo Brian—. Es una cortina de humo. Cosas de la televisión. Suscita la curiosidad de la gente. Y le hace las cosas más fáciles a Coti.


A Paula todo aquello le resultaba muy difícil de creer.


—Cree que al hacerlo me protege —dijo Constanza con una mezcla de furia, orgullo y frustración.


Paula pensó que los sentimientos entre ellos estaban muy arraigados, que eran muy profundos. ¿Cuándo encontraría ella alguien que la defendiera con aquella lealtad?


—Pero nunca había besado a nadie —continuó Constanza—. Nunca, hasta ayer.


Paula contuvo la respiración. ¿Cómo había podido complicarle tanto las cosas a Brian?


—Fue todo culpa mía, Constanza. Quiero decir… Yo… Le utilicé para demostrar algo, eso es todo. Lo siento mucho.


—Pues vaya comedia —comentó Constanza—. ¿Qué estabas intentando demostrar?


—Eso es asunto suyo, Coti —dijo Brian en un tono en el que Paula nunca le había oído hablar, y Constanza agachó la cabeza.


Paula comprendió quién llevaba los pantalones en aquella relación. Aunque las apariencias hicieran pensar otra cosa.


—Sí, lo siento… —musitó Constanza.


Paula se agitó incómoda. Después de lo que había hecho, le debía algo a aquella mujer.


Pedro Alfonso.


—¿Maverick? —preguntó la mujer intrigada—. ¿En serio?


—¿Maverick?


—Bueno, así es como yo le llamo. Es el as de la industria. Y atractivo. Un tipo peligroso, ya sabes.


Como apodo, la verdad era que le iba como anillo al dedo. Pedro siempre había sido un temerario. ¿Seguiría siéndolo? Su corazón se agitó de una forma que empezaba a resultarle muy familiar.


—En cualquier caso… El beso no fue por Brian —carraspeó Paula—. Simplemente era el hombre que tenía más cerca. Fue una víctima inocente.


—¿Víctima? —replicó Constanza—. Sí, seguro que tuvo que pasar un mal trago —ironizó.


El ambiente estaba tensándose por momentos, y Paula decidió cambiar de tema.


—¿De modo que te dedicas al diseño?


—Sí, sobre todo ropa gótica y punk —respondió Constanza observando la mesa de trabajo de Paula—. Veo que tenemos cosas en común.


—Sí, supongo que sí. ¿Quieres verlo?


Las dos mujeres se pusieron a mirar los últimos diseños de Paula.


—Veo todos tus programas —dijo Constanza sin mirarla—. Me gusta cómo lo haces. No es que me haga mucha ilusión la forma en que os habéis portado tú y Brian últimamente, pero… —se interrumpió para levantar la mano, impidiendo que Paula pidiera disculpas de nuevo—. No te preocupes, lo entiendo. Todo por la audiencia. No es extraño que hayan confiado tanto en vosotros dos.


Paula sabía que el asunto con Brian era bueno para el programa, aunque no lo hubiera planeado.


—Yo sé que no es real, mi familia lo sabe, nuestros amigos lo saben, pero a pesar de todo… Es doloroso verlo.


Paula asintió entendiéndola perfectamente. Si para ella era duro esconder lo que sentía por Pedro, no podía ni imaginarse lo que debía de ser ocultarle al mundo entero una relación como la de ellos dos.


Como presintiendo la desazón de Constanza, Brian se acercó a ella por detrás y la abrazó. 


Eran una pareja muy compenetrada. Brian parecía una persona distinta estando con ella, con el amor de su vida.


Sentía envidia.


—¿Qué hubiera pasado si le hubiera besado a propósito? —no pudo evitar preguntar Paula.


—Habría luchado por él —respondió Constanza sin dudar—. ¿Puedo pedirte un favor?


—Después de lo de ayer, puedes pedir los que quieras —respondió Paula.


—Basta con uno, pero es un favor muy grande. Te sonará un poco extraño, pero… ¿Te importaría seguir representando esta comedia con Brian? La verdad, me sentiría mucho más segura y tranquila sabiendo que eres tú. Te prefiero a ti que a cualquiera de esas… mujeres de la televisión —dijo en tono despectivo.


Paula lo pensó detenidamente. No había mentido al decir que le agradaba la compañía de Brian. Y desde que había descubierto que estaba felizmente enamorado de Constanza, se sentía mucho más tranquila. Además, ella no tenía ninguna relación que proteger.


—Será un placer —contestó finalmente mirando a Brian—. Lo haré hasta que termine mi contrato.


—Gracias —dijo Constanza llena de gratitud, tomándola de la mano con afecto.


A continuación, Contanza se disculpó por haber entrado en la caravana de Paula sin permiso y Paula se echó a reír. Fue entonces cuando Brian le dijo la hora que era y se despidieron a regañadientes. Paula les dijo que sería un honor volver a verles juntos.


Después de todo, a pesar del desastroso comienzo que habían tenido, Constanza y ella podían llegar a ser amigas. Necesitaba poder hablar y confiar en alguien en aquella ciudad.


—Brian… —dijo Paula antes de que se alejaran—. Hacéis una pareja maravillosa. Está hecha para ti.


—Lo sé —replicó él con los ojos llenos de amor.


Paula los observó alejarse. Aquélla era una mujer que lo tenía todo, que podía echarse a dormir tranquilamente, pero que no lo hacía. 


Seguía luchando día a día para fortalecer todavía más su relación, sin darse por vencida.


Era toda una lección.



LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 27




Brian entró con gesto serio en la caravana.


—Siento lo que va a suceder.


No dijo nada más. Brian entró seguido de una mujer de cara blanquecina y cerró la puerta.


Miró nerviosa a ambos. La mujer parecía incómoda y enfadada, pero permaneció en silencio.


Al fin, Brian rompió el hielo.


—Paula, te presento a Constanza, mi…


—¡Su novia!


La mujer señaló a Brian con el dedo y Paula supo en ese preciso momento que Constanza estaba mucho más enfadada con él que con ella.


Y por qué.


Contanza era joven y esbelta, pero nada más. 


Tenía un cabello rojizo oscuro alborotado, una camiseta negra de manga corta con el nombre de un grupo de rock, botas altas de la marca Doc Marteen, una tonelada de maquillaje y al menos una docena de piercings.


¿Aquélla era la novia de Brian?


La sensatez le hizo no decir nada. Se levantó de la mesa y le ofreció su mano educadamente.


—Encantada de conocerte, Contanza.


Contanza, dubitativa, extendió su mano y se la estrechó. Paula observó que llevaba las uñas pintadas de rojo oscuro, a juego con su pelo. 


Llevaba unos oscuros guantes largos que le llegaban hasta los codos.


—Son preciosos —dijo Paula con toda sinceridad.


—Los ha diseñado ella misma —intervino Brian.


Estaba intentando hacer las paces, no cabía la menor duda. Sin embargo, aun así podía percibir un leve orgullo en su tono de voz. Observó de nuevo a la mujer, que seguía mostrando su incomodidad.


—¿Habéis venido por lo de ayer?


Contanza no respondió, pero apretó los labios. Brian empezó a deambular nervioso por el fondo de la caravana. Observándolos detenidamente, Paula llegó a la conclusión de que aquello no había sido algo casual. ¿Cuánto tiempo habían…?


¡Oh!


—Lo de ayer fue culpa mía, Contanza. Brian no tuvo nada que ver.


—Eso no es lo que él dice —replicó la mujer con tristeza.


—Brian me debía una. Es un buen actor —dijo percibiendo la desconfianza de Contanza—. Y un buen amigo.


No pudo aguantar más. Los ojos Contanza se humedecieron y Paula corrió a por un pañuelo que tenía sobre la mesa.


—No… Echarás a perder el maquillaje.


Constanza tomó el pañuelo agradecida y se lo pasó delicadamente por los ojos para secarse las lágrimas.


—¿Estás de broma? A los góticos les encanta este look.