El resto de la casa fue como un espejismo para Pau. No le extrañó que hubiera querido que se quedara con él esa noche, y en ese instante lamentó no haber llevado una bolsa. Casi no podía soportar la idea de dejarlo.
El recorrido terminó con el dormitorio principal. Impresionada con el tamaño y la decadencia del cuarto de baño contiguo, esperaba que la retuviera allí, pero la llevó de vuelta abajo sin soltarle la mano.
—¿Te apetece otra copa de vino o una taza de café? —le preguntó—. Había pensado que podía poner algo de música en el equipo de audio y disfrutar del fuego durante un rato.
Podría haberle sugerido que lavaran sus calcetines en la bañera de hidromasaje y habría aceptado. Al verlo encender el fuego, tuvo que poner freno a sus pensamientos, recordándose que los sentimientos eran demasiado nuevos como para que se precipitaran en algo. Saber que la amaba era suficiente, de hecho, más que suficiente, en ese momento.
—Me apetecería un poco más de vino —musitó, acariciándole el pecho. Le encantaba la idea de tener derecho a tocarlo, a besarlo. Y el brillo en sus ojos le reveló que lo afectaba de igual manera que él a ella.
Pedro se llevó una mano de Pau a los labios.
—Me has hecho tan feliz —comentó—. Siéntate, que enseguida vuelvo.
—Oh, necesito mostrarte la lista de empleados para la foto de mañana —casi lo había olvidado—. Traeré mi bolso. Está en el comedor.
—Creo que esta noche tenemos cosas más importantes de las que hablar que del trabajo —con una sonrisa, Pedro desapareció.
Pau sacó la lista del bolso. No quería darle demasiada importancia y estropear la velada, pero el jefe del almacén le había pedido que hablara con Pedro acerca de uno de los operarios que quería usar como modelo.
La desplegó y se sentó en el sofá mientras él le rellenaba la copa.
—No tardaremos mucho —le prometió.
Pedro depositó las copas en la mesita de centro.
—Estás decidida a hablar de negocios, ¿verdad? —indicó, ligeramente irritado—. Cuando te contraté, no tenía ni idea de lo adicta al trabajo que te volverías.
—No digas que no te lo advertí —bromeó ella—. Te dije que quería centrarme en una carrera.
Pedro se sentó a su lado.
—Y yo he quedado agradablemente sorprendido por cómo has llevado el trabajo.
—¿Sorprendido? —repitió ella, dejando de sonreír—. ¿A qué te refieres? ¿A que no pensaste que podría desempeñarlo? —estudió su cara—. ¿Por qué me ofreciste el puesto en primer lugar?
—Me avergüenza admitirlo, pero supongo que lo mejor será despejar la atmósfera —se encogió de hombros—. Quería llegar a conocerte mejor, pero cada vez que intentaba hablar contigo en el bar, o estabas ocupada o yo, mmm, olvidaba lo que quería decirte.
Pau se sintió complacida de que él se hubiera sentido atraído por ella. Siempre había parecido tan silencioso, reservado.
—La primera vez que me fijé en ti salías con Mauricio —agregó él—. Cuando me enteré de que estaba con Mia, me alegré por ellos, pero también por mí, porque significaba que ya no salía contigo.
Pau recordó que había pensado que Pedro era agradable e incluso más atractivo que su hermano, pero que sólo parecía importarle el trabajo.
—Pero eso fue antes de Damian —reflexionó ella en voz alta.
Pedro pareció incómodo.
—Exacto.
Ella movió la cabeza. Quiso liberar las manos y taparse los oídos, pero él debió de pensar que seguía sin entenderlo.
—Tenía que hacer algo drástico para sacarte del Lounge antes de que tu separación de Traub te impulsara a caer en brazos de otro hombre —explicó—. La mejor manera para mí de llegar a conocerte mejor, y rápidamente, era contratarte.