sábado, 28 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 54

 

Pau se sentó frente a Karen en The Rib Shack.


—Lamento llegar tarde —se disculpó—. Tuve que llevar algo de ropa a la tintorería y había cola.


—No pasa nada —Karen sonrió—. Yo acabo de llegar —ir a cenar a aquel restaurante había sido idea suya.


Pau no podía culpar a su amiga por querer probar el nuevo restaurante del Thunder Canyon. Las críticas habían sido sobresalientes y el breve compromiso de ella con el hermano del dueño no era razón para evitarlo.


Miró alrededor, pero no vio a Darío. Lo más probable era que Ailín y él siguieran de luna de miel.


Durante un momento, las dos estudiaron el menú en silencio.


—Mmmm, me parece que voy a pedir las costillas tiernas —indicó Karen—. ¿Y tú?


Paula cerró el menú y lo dejó a un lado.


—Medio pollo asado, patatas fritas y ensalada de col. Anoche no me dio tiempo a prepararme el almuerzo para el trabajo y estoy muerta de hambre.


—¿Cómo ha ido el viaje? —preguntó Karen—. Por ese brillo nuevo que veo en tus ojos, apostaría que te lo has pasado bien.


Paula se preguntó si Karen decía la verdad o aventuraba un farol. Ya le había reconocido que se sentía atraída por su nuevo jefe, pero que no planeaba hacer nada al respecto. Por lo general, las dos se confiaban sus cosas íntimas, pero Paula no le había mencionado que Pedro la había besado y, desde luego, no iba a contarle nada acerca de lo sucedido en Billings.


—He aprendido mucho en la conferencia —respondió entusiasmada—. También he conocido a gente que vendía de todo, desde semen de toro hasta excavadoras de agujeros para postes. Pedro prácticamente conocía a todo el mundo, así que fue divertido.


Una camarera se presentó para tomarles el pedido. Cuando volvieron a quedarse solas, Karen inclinó el torso sobre la mesa.


—¿Te acostaste con él?


—¿Qué? —Pau intentó parecer atónita por la pregunta, pero debió de fracasar escandalosamente.


—¡Lo hiciste! —exclamó Karen con un susurro, juntando las manos—. ¡Desvergonzada, te has acostado con tu jefe!


Rápidamente, Pau miró alrededor, pero nadie sentado cerca les prestaba la más mínima atención, y sin duda la música protegería su conversación.


—¡En ningún momento he dicho eso! —contradijo.


Karen se echó para atrás con una amplia sonrisa en la cara.


—Oh, vamos. Estás hablando conmigo. Hace tiempo que no se te ve tan feliz.


Mientras Karen bebía un sorbo de agua, Paula consideró ese último comentario. ¿Estaba feliz por la dirección que Pedro y ella parecían tomar? ¿Cómo no estarlo, dados los sentimientos que él le inspiraba?


—¿Dime cómo es? —insistió Karen—. Siempre son los tranquilos los que se convierten en tigres en la cama, o al menos es lo que he oído —movió los ojos—. No es que yo haya tenido una experiencia personal en ese campo —añadió con una risita.


—Claro que no —acordó Paula—. Y, sí, es mucho mejor que bueno —no pudo resistir agregar—. Pero eso es lo único que voy a hablar del tema —no podía imaginarse compartiendo los detalles íntimos con su mejor amiga. Algunas cosas eran privadas.


Karen pareció decepcionada.


—Como no estoy saliendo con nadie ahora, al menos podrías dejar que lo viviera a través de ti.


—Ni lo sueñes —Pau negó con un movimiento de la cabeza—. Tendrás que recurrir a tu imaginación.


—¡Eres egoísta! —Karen hizo una mueca mientras la camarera les servía sus platos.


—Que lo disfruten —dijo y se marchó con una sonrisa.


—Bueno, ¿y qué pasa ahora? —preguntó Karen mientras untaba mantequilla en un trozo de pan de maíz—. ¿Te irás a vivir con él? ¿Cómo es su casa? Apuesto que es preciosa.


—No lo sé, no la he visto —repuso, desplegando su servilleta—. Es complicado, ya que trabajamos juntos, pero no pienso meterme en nada que haga peligrar mi trabajo en Alfonso International. Quiero ir despacio y ver cómo se desarrollan las cosas.


Seguro que Pedro le daba algún indicio de cómo quería llevar su relación en la oficina. Todo era diferente en ese momento, aunque ese día apenas habían podido hablar. Había esperado que pudiera llamarla esa noche, pero había apagado el móvil durante la cena, ya que sería una grosería aceptar una llamada mientras estaba con su amiga.




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