lunes, 16 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 15

 

La puerta estaba cerrada para mantener fuera el ruido y el polvo de la zona principal. Quizá estar con ella a solas en ese sitio tampoco había sido una buena idea. Ese día llevaba unos pantalones azul marino y una blusa celeste holgada que no conseguía ocultar sus curvas. Incluso en ese momento, vestida de manera más sencilla y casi sin maquillaje, lo dejaba sin aliento.


Tendría serios problemas si tenía que pasar cuarenta horas semanales en un estado de constante percepción de ella, porque aquello le provocaba que el flujo sanguíneo hacia su cerebro fuera muy disminuido.


—Te encanta, ¿verdad? —adivinó ella—. Todo esto no es sólo un trabajo, un negocio. Es una pasión.


—Todo el mundo debería trabajar en lo que le encanta —repuso Pedro—. ¿Para qué sirve el éxito si no eres feliz?


—¡Exacto! —exclamó Pau complacida—. Es lo que quiero, sentirme de esa manera con lo que haga y desempeñar un trabajo en el que crea.


Pedro la estudió, recordando que ella era más que unos ojos oscuros y brillantes y una silueta que podía hacer llorar a un hombre.


—¿Crees que podrás encontrarlo aquí o es demasiado pronto para saberlo?


Cuando sonrió, Pedro fingió que lo hacía el hombre y no el jefe.


—Eso espero. Supongo que pronto lo averiguaremos.


Él pensó en lanzar la cautela por la borda y besarla, pero jamás había obtenido nada que valiera la pena avanzando sin un plan. Agradeciendo que no pudiera leerle la mente, la llevó de vuelta a la oficina y suspiró aliviado cuando la mesa de la recepción se interpuso entre ellos.


—Supongo que ya sabes que Darío y Ailín se casan el viernes —comenzó con cautela.


Ella se sentó, mirándolo recelosa.


—Sí, me he enterado.


Algo titiló en sus ojos, haciendo que Pedro se preguntara si aún no había superado la ruptura con Damián.


—Es mi amigo desde hace tiempo —prosiguió Pedro—, de modo que no puedo faltar.


La expresión de ella perdió parte de su reticencia.


—Claro que no —confirmó—. Será una ceremonia agradable. En el salón de belleza comentaban que Ailín ha elegido un tema parisino.


—¿Y qué diablos significa eso? —soltó él, sinceramente desconcertado, sin saber cómo a las mujeres se les ocurrían cosas parecidas—. ¿Una tarta con forma de Torre Eiffel?


Pau rió.


—No tengo ni idea. Espero que me lo cuentes.


—Va a ser una ceremonia pequeña —explicó para justificar que no la hubieran invitado en el momento en que desde el exterior les llegaba el ruido producido por el portazo de un coche.


Pedro miró por la ventana y maldijo para sus adentros. Había olvidado su cita con el representante de la nueva empresa de diseño gráfico. Era local, algo que prefería.


—Tiene que ser Jaime Parks, de Mountain Art —comentó Pau después de ojear su bloc de notas.


No podría haber elegido peor momento.


—Jaime —saludó, extendiendo la mano cuando el vendedor, de pelo cano y con gafas, entró en el edificio—. Soy Pedro Alfonso. Pase.


QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 14

 

Un par de veces en los últimos dos días lo había sorprendido estudiándola con curiosidad. Estaba acostumbrada a que los hombres la miraran, pero no del modo en que lo hacía Pedro, como si tratara de descubrir qué la motivaba. Aún no sabía si eso la incomodaba.


—No te preocupes por no tener nada que hacer —comentó—. Ya lo compensarás con creces cuando tengamos la época de mayores pedidos.


Una de las cosas que le había preguntado era si le importaba hacer horas extras o viajar por negocios. Por algún motivo, no se le había ocurrido que quizá lo acompañara a él durante esos viajes.


—¿Está bien si ayudo a Nina? —preguntó—. He visto una pila de archivos en su oficina.


Él se encogió de hombros.


—Claro. Pero antes de hacerlo, iba a mostrarte el taller.


Pau le sonrió, y la costumbre a punto la llevó a pestañear con coquetería.


—¿Has olvidado que me lo mostraste el primer día?


El término no hacía justicia a la gran planta de fabricación donde varios trabajadores habían estado ocupados montando los diversos modelos del «ladeavacas» Alfonso.


Pedro ladeó la cabeza mientras le devolvía la sonrisa y sus ojos resplandecían.


—Ah, es verdad, aunque no has visto mi taller personal.


—Ahí es donde suceden los milagros —exclamó Nina en un tono seco que sobresaltó a Pau.


Pedro tampoco debía de haberla oído acercarse, porque se retiró con un movimiento brusco de la mesa de Pau al tiempo que el color invadía sus mejillas.


—¿Milagros? —repitió ella, mirando a una y a otro con curiosidad.


—Es donde trabajo —explicó él—. Donde desarrollo mis ideas.


Pau había leído la historia de la empresa en la página Web de la empresa. Aunque en ella también se decía que Pedro había estudiado ingeniería, ella no lo había imaginado realizando trabajos de creación.


—Me gustaría verlo —repuso.


—Nina, ¿necesitas algo? —inquirió Pedro mientras Pau se ponía de pie.


—Iba a preguntarle a Pau qué talla usaba para poder encargarle algunas de las camisas de la empresa. Tardan un par de semanas en entregarlas.


Pedro estudió su cuerpo y luego bajó la vista a sus pies.


—No es mi campo de conocimiento —musitó—. He olvidado algo en mi despacho —agregó—. Ahora vuelvo.


Mientras se alejaba, las dos mujeres intercambiaron unas miradas divertidas.


—Me encanta cuando se pone nervioso —musitó Nina complacida—. Es un hombre estupendo, pero a veces hay que hacerle perder el control.


—La mayoría de los hombres que conozco se habría ofrecido a realizar la medición en persona —indicó Pau con sequedad—. Y mi talla es la mediana.

—De acuerdo —Nina movió la cabeza—. Pedro no es así. Llevo aquí desde el principio y jamás lo he visto cruzar esa línea. Todos los que trabajan aquí saben que ese tipo de cosas no se toleran —miró por encima del hombro y bajó aún más la voz—. Créeme, su primer amor es el negocio. No tienes que preocuparte por nada en ese sentido. 


En vez de tranquilizarla, las palabras de Nina la decepcionaron. ¿Es que se sentía atraída por él a pesar de sus esfuerzos para no hacerlo?


—Es bueno saberlo —respondió con calma cuando él volvió.


—¿Saber qué? —inquirió Pedro.


—Le estaba diciendo que el seguro médico la cubre en treinta días —fue la respuesta inocente de Nina—. Bueno, he de volver al trabajo o el jefe se enfadará —le guiñó un ojo a Pau—. Encargaré tus camisas. Hazme saber si tienes alguna pregunta más acerca del paquete de beneficios.


—Claro —repuso ella—. Gracias.


—Bueno, ¿vamos? —Pedro mantuvo abierta la pesada puerta que conducía a la zona de fabricación con sus máquinas ruidosas, música alta y voces elevadas.


Justo detrás había un estante que contenía cascos. Cuando Pau fue a recoger uno amarillo brillante, igual que había hecho el primer día, él estiró el brazo por encima de su cabeza y bajó uno verde.


—Éste es el que lleva un empleado de la Alfonso —explicó, entregándoselo.


Su nombre aparecía en letras doradas por encima de la visera dura.


—Gracias —con cautela, Pau se lo colocó encima del cabello recogido. Era gracioso cómo tener un casco con su nombre le hacía sentir que formaba parte del equipo.


Pedro tuvo que morderse la lengua para no decirle lo bonita que se la veía con su casco nuevo. Había pensado que sería más fácil conocerla en su terreno, pero ella aún lo intimidaba.


Como un niño mostrando una casa de pájaros que hubiera construido con palillos de helados, sacó un llavero. Abriendo una puerta, la condujo al lugar donde sus ideas cobraban forma. Sus miradas se encontraron antes de dejarla pasar por delante.


—Vaya —lentamente, Pau se fue girando para observar la sala limpia y bien iluminada—. Esperaba un lugar oscuro y atestado, pero esto se parece más a un laboratorio que al taller de un inventor.


Pedro siguió la mirada de ella. En la pared encima del mostrador espacioso había diversas herramientas de mano. Un anaquel contenía diseños y especificaciones. Unos archivadores se alineaban en la pared corta junto al escritorio viejo, vacío salvo por un ordenador. Enfrente había una mesa de dibujo. Nada estaba fuera de lugar.


—Supongo que soy un poco obsesivo con el orden cuando se trata del lugar donde trabajo —comentó él en tono de disculpa.


Había esperado que pudiera verlo como una persona fascinante e inteligente, no como al profesor chiflado.


—Confieso que coincido contigo —convino ella, sorprendiéndolo sin saberlo—. No soporto el desorden. Me pone frenética —se acercó, mostrando una actitud cómplice—. ¿Quieres saber una cosa?


—Mmmm —él movió la cabeza, cautivado por la fragancia que ya asociaba con ella.


—Soy una organizadora secreta —susurró—. Me vuelvo loca en esas tiendas que tienen cajas para almacenaje.


—Ten… tendré que entrar en una.



QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 13

 


El tercer día de Pau en el trabajo fue el primero sin que Susana interviniera. Hasta el momento las obligaciones habían sido ligeras. A pesar de lo que le había dicho Pedro al principio, si él se hallaba en la oficina, contestaba sus propias llamadas y se ocupaba de sus correos electrónicos. Empezaba a preguntarse si habría suficiente trabajo para mantenerla ocupada.


Cuando salió de su despacho, ella estudiaba el catálogo. A diferencia del día anterior, que había lucido un traje gris, en ese momento llevaba unos vaqueros ajustados y una camisa verde. En el bolsillo frontal, tenía grabado en oro el nombre de la empresa. Era igual que la que le había visto llevar a Nina el lunes, con la salvedad de que a Pedro le quedaba cien veces mejor.


Intentó soslayar el cosquilleo de percepción. Para ser un hombre de negocios, mostraba estar en una forma estupenda. Con anterioridad lo había catalogado como a un individuo taciturno y tímido que iba esporádicamente al bar a tomar una cerveza. En ese momento comprendía que aunque carecía del carisma extrovertido y a veces abrumador de Mauricio, su serena seguridad era algo personal e incluso más atractiva.


—¿Qué tal lo llevas? —preguntó él al verla—. ¿Te encuentras a gusto?


—Me siento culpable por no trabajar más —reconoció.





viernes, 13 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 12


Cuando esa noche Pau llegó a la cabaña de su hermana, se sentía agotada pero jubilosa. Todos los que había conocido ese día se habían mostrado agradables. En particular Pedro.


Por lo que ella sabía, seguía soltero. La antigua Pau se habría centrado en conseguir que la invitara a salir. Resistir su atractivo alto, moreno y posiblemente peligroso no iba a resultar fácil, pero estaba decidida a mantener esa relación en el ámbito laboral.


Después de dejar el bolso y la comida que había llevado del restaurante japonés, colgó su nuevo abrigo de una percha que había junto a la puerta. La cabaña no tenía armarios, sólo un diminuto guardarropa en el único dormitorio. Quizá algún día se trasladara a la ciudad, pero abandonar el entorno tranquilo y el paisaje espectacular no sería fácil a menos que su hermana y cuñado decidieran que querían la cabaña para ellos. Mientras tanto, tenía la intención de centrar toda su energía en aprender todo lo que pudiera acerca de Alfonso International.


QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 11

 

Seguía siendo hermosa, en especial cuando sonreía, pero se había encariñado con su aspecto más desenfadado. Parecía parte de su personalidad, por lo que quizá ésta también se hallara más apagada en ese momento. Tenía curiosidad por averiguarlo.


—No, está bien —le dijo a Susana, que esperaba expectante—. Yo lo haré —le indicó a su nueva asistente que avanzara por el pasillo—. Por aquí.


Después de que Paula hubiera colgado el abrigo, la presentó a la contable, quien le entregó unas nóminas para que las rellenara.


—Cuando termines, llévala a mi despacho —le indicó a Nina. Si la mujer mayor creyó raro que le mostrara el lugar en persona, no lo reveló. Después de todo, era una oficina pequeña y Paula iba a depender directamente de él.


De vuelta a su escritorio, giró el sillón para quedar ante la ventana con la vista de las montañas. La visión nunca dejaba de recordarle su relativa insignificancia con esa grandeza atemporal. Ante ella, fuera lo que fuere a lo que se enfrentara, por lo general adquiría proporciones manejables.


Ese día apenas percibió el paisaje. ¿Había olvidado que la mariposa a la que había esperado impresionar con su éxito era una persona de verdad, con deseos y ambiciones propios? ¿Había dedicado algún pensamiento a lo que ella podría desear al elaborar ese atolondrado plan?


Una llamada a la puerta abierta interrumpió su autocondena. Eliminó el ceño y puso una expresión hospitalaria al girar y ponerse de pie.


—Paula, pasa —invitó.


—Recuerda que prefiero Pau, si no te importa —dijo con suavidad—. ¿Y cómo he de llamarte yo ahora que eres mi jefe?


—Sigo siendo Pedro —repuso—. Aquí somos bastante informales, y algunos llevan conmigo desde el principio.


—Espero que tengas tiempo para contármelo —permaneció justo en la entrada, con las manos juntas delante.


Él se recordó que, probablemente, Pau trataba de establecer algunos puntos, pero que no estaría interesada en los detalles de cómo había levantado Alfonso International desde los cimientos.


—Por ahora echémosle un vistazo rápido al taller —sugirió—. Te presentaré al capataz y al director del almacén.





QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 10

 

Sentado en el sillón de piel de su despacho, Pedro miraba ceñudo la invitación a la boda de Darío Traub. No es que le molestara la felicidad de Darío al casarse con una mujer a la que evidentemente amaba tanto… lo que odiaba era asistir solo a algún acontecimiento social.


Volvió a guardar la invitación en el sobre a juego y la metió en el primer cajón de su escritorio. Mirando con impaciencia el reloj de la pared, echó para atrás el sillón y se puso de pie.


Era el primer día de Pau y llegaría en cualquier momento. Convencerla no había sido fácil, pero al fin habían pasado los días legalmente requeridos antes de dejar el Lounge.


No lo había sorprendido recibir una llamada de Gastón aquel mismo día, acusándolo de robarle a la mejor camarera que tenía. Por fortuna, su amistad se remontaba a años atrás y su amigo casi se había calmado de inmediato. Con una risita, Gastón incluso le había advertido acerca de relacionarse con una mujer como Pau.


—Sólo se trata de negocios —había respondido él sin un atisbo de culpabilidad—, pero si necesito algún consejo para salir con una mujer, no dudes de que recurriré a ti primero.


No era un secreto entre el grupo de amigos, que en su día, el mismo Gastón había invitado a salir a Paula con el fin de poner celosa a Stephanie Julen. Quizá Gastón había olvidado su pequeño ardid, ya que había convencido a Steph de que se casaran, pero él no lo había olvidado.


Inquieto, volvió a sentarse y recogió una revista de comercio. La hojeaba cuando la voz vivaz de Susana sonó por el intercomunicador. Había aceptado quedarse unos días más hasta que Pau se sintiera cómoda.


—Jefe, me pidió que le avisara cuando llegara la señorita Chaves. Está bajando de su todoterreno ahora mismo.


—De acuerdo, gracias.


Al ponerse de pie y rodear la mesa, pudo sentir la misma descarga de adrenalina que experimentaba cada vez que iniciaba un proyecto nuevo. En cierto modo, llegar a conocer mejor a Paula en su propio terreno era una especie de proyecto, que esperaba culminar con un éxito completo.


Cuando recorría el corto pasillo que conducía a la zona de recepción contigua a la sala de exposición, Paula cruzaba las puertas de cristal. Aunque la reconoció, el corazón le dio un vuelco.


La brillante mariposa multicolor que había capturado su atención se había convertido en una apagada polilla marrón.


Ella debió de notar su expresión, porque su sonrisa se desvaneció.


—Se suponía que empezaba hoy, ¿verdad? —preguntó con vacilación—. Creía que me habías dicho que viniera el lunes.


Pedro reunió sus neuronas dispersas y avanzó con la mano extendida.


—Por supuesto —exclamó con un entusiasmo que sonó falso incluso a sus propios oídos—. Llegas justo a la hora, ¿verdad, Susana?


La joven asintió.


—Absolutamente —convino con una leve sonrisa—. Empezamos la jornada a las ocho en punto.


Paula pareció sentirse aliviada mientras se quitaba el abrigo marrón claro.


—¿Hay algún sitio donde pueda colgarlo?


—¿Se lo muestro? —le preguntó Susana a Pedro.


Éste se estaba preguntando que había sido del cabello rojizo con intensas mechas que en ese instante estaba recogido en un pulcro moño en lo alto de la cabeza de Paula. Su severidad encajaba a la perfección con la chaqueta marrón oscuro, los pantalones a juego y los zapatos de tacón bajo, todo prueba de la seriedad con que se tomaba el nuevo trabajo.


jueves, 12 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 9

 


—No puedo creer que de verdad lo estés haciendo —Karen Costner, la amiga íntima de Pau en Thunder Canyon, dijo desde la silla de al lado al tiempo que Sandra Solomon la hacía girar para verse en el espejo.


—¿Qué te parece? —le preguntó Sandra a Paula mientras las dos estudiaban el reflejo de ésta.


Hacía poco que Sandra había empezado a trabajar en el salón de belleza y a Paula le gustaba su actitud juvenil al igual que el conocimiento que poseía de los estilos que marcaban tendencia.


Pau estudió su cabello con sensaciones encontradas.


—Es gracioso —repuso al ladear la cabeza primero a un lado y luego al otro—. La semana pasada pensaba en añadir mechas escarlatas o púrpuras y ahora parezco más…


—¿Una secretaria? —aportó Karen.


—Una persona seria y profesional —la corrigió Pau. Se encontró con los ojos de Sandra a través del espejo—. Está perfecto.


Unos minutos más tarde, las dos caminaban hacia sus coches. Karen la estudió con detenimiento.


—Espero que este nuevo trabajo te haga feliz —dijo sinceramente—. Damián es una rata, pero me preocupa que tú estés exagerando en tu reacción.


Pau le sonrió.


—¿Lo dices porque he dejado mi trabajo como camarera, me he sometido a un cambio de apariencia y he llevado al límite mi tarjeta de crédito para adquirir un guardarropa apropiado para una secretaria? —preguntó con sorna.


—A eso también —indicó Karen con gesto despreocupado—. En realidad me refería al tono apagado de tu laca de uñas. No se ve ni un solo diamante de imitación ni una mariposa.


Las dos rieron.


—Que graciosa —indicó Pau—. Cuando una chica inicia una nueva fase en su vida, también necesita adaptarse físicamente.


—Y esa chica —añadió Karen— va a dejar atónito a su jefe.


—Lo único que quiero demostrarle es que me tomo muy en serio esta oportunidad —le recordó Pau—. Y que soy una completa profesional —miró su reflejo en el escaparate de una tienda, el top corto debajo de la cazadora vaquera, los vaqueros ceñidos y las botas de cuero de tacón alto—. ¡Sí! —exclamó, alzando los brazos mientras ondulaba las caderas, echaba la cabeza atrás y gritaba—: ¡Soy una mujer, oídme gritar!


Dio una vuelta justo a tiempo de ver a su futuro jefe subirse a la furgoneta en la acera de enfrente de la calle vacía.


Si había albergado alguna duda de que él podía haber pasado por alto ese pequeño espectáculo, el saludo que le dedicó antes de cerrar la puerta de su vehículo la desterró.