Tal y como pensó Pedro le dijo que iba a pasar a ver a la esposa de su primo, y la dejó frente al cristal de la sala. Al bebé de Victor y Camila apenas se lo veía debajo de la mantita que lo cubría y el gorrito de rayas azules y amarillas que llevaba en la cabeza, pero desde luego era el más grande de todos. Había pesado casi cinco kilos, según le había dicho Pedro.
Una mujer rubia, de unos treinta años, se acercó también al cristal, y Paula se movió un poco para hacerle sitio.
–Es guapo, ¿eh? –dijo señalando hacia el bebé de Victor y Camila–. Y todo ese pelo rubio que tiene…
Paula ladeó la cabeza.
–¿Nos conocemos?
La mujer sonrió, y de pronto Paula reconoció el parecido con Pedro en sus facciones. Debía ser…
–Soy Clara, la prima de Pedro –dijo la mujer, confirmando su deducción. Te vi hablando con él cuando estaba sacando un café de la máquina. Mi hermano Victor es el padre del bebé.
Una cosa habría sido que Pedro la hubiera presentado a su familia, pero aquello resultaba, cuando menos, bastante incómodo.
–Ah, felicidades por tu nuevo sobrino, entonces.
–Gracias. Tenemos mucho que celebrar. Espero que vengas a la próxima reunión familiar –le dijo Carla mirándola a los ojos–. ¿Qué tal el viaje con Pedro y los niños? Son una monada, pero de vez en cuando también pueden ser un poco traviesos.
¿Pedro la había hablado a su familia de ella?
–Sí, bien, aunque una siempre se alegra de volver a casa, claro –respondió–. Y los gemelos ya están otra vez con su madre.
Paige asintió.
–Ya. Pamela es… –exhaló un suspiro–. En fin, Pamela es Pamela, y claro, es su madre. Pedro es un padre estupendo, y se merece tener a una buena mujer a su lado que lo quiera más que… en fin, ya sabes.
A Paula le parecía que no deberían estar hablando de aquello sin que Pedro estuviera delante.
–Bueno, yo no creo que esté en posición de juzgar… Paige se giró hacia ella y se quedó mirándola de un modo casi agresivo, como una leona que protege a sus cachorros.
–Sólo te estoy pidiendo que te portes bien con mi primo. Pamela le hizo mucho daño, y hay días en que me gustaría ir y ponerla verde, pero no lo hago porque quiero a esos niños, sean o no de nuestra sangre. Pero no querría ver que alguien vuelve a traicionarlo, así que por favor, si no vas en serio con él, te pediría que te alejaras lo antes posible de él.
¡Vaya! Paula no se había esperado aquello.
–No sé qué decir, excepto que creo que la lealtad que tienes hacia tu familia me parece admirable –murmuró.
Carla se mordió el labio, como avergonzada.
–Lo siento –se disculpó–. Debería cerrar la boca; estoy hablando de más y seguramente te estaré pareciendo muy grosera. Perdona, deben ser las hormonas: estoy embarazada. Además, es que me pongo furiosa cada vez que pienso en cómo utilizó Pamela a Pedro… y en cómo lo sigue utilizando –se le saltaron las lágrimas–. ¿Ves?
Carla sacó un pañuelo y se alejó, dejando a Paula patidifusa y confundida, pensando en lo que había dicho sobre que los niños fueran o no de su sangre. ¿Qué diablos…? ¿Significaba eso que Pamela había engañado a Pedro?
Pero si él había dicho que se habían divorciado antes incluso de que los gemelos naciesen… En fin, no era que una mujer embarazada no pudiese tener una aventura, aunque no podía imaginar… A menos que Pamela lo hubiese engañado antes de que se casasen y él no se hubiera enterado hasta más tarde.
La asaltó la horrible posibilidad de que los gemelos no fuesen en realidad hijos de Pedro. No, era imposible. Si así fuera Pedro se lo habría dicho. Además, aunque antes de conocerlo había dado por hecho que debía ser como todos esos ricos que no se preocupaban en lo más mínimo por sus hijos, había visto con sus propios ojos cómo los quería, y que trataba de pasar con ellos todo el tiempo que podía.
Además, si lo que sospechaba fuese cierto, ¿por qué no se lo iba a haber dicho? Bueno, no se conocían de hacía tanto, pero ella le había contado todo sobre su pasado. ¿Podía haberle estado ocultando él algo tan importante? Quería pensar que había malinterpretado las palabras de Carla.
En vez de elucubrar, lo mejor sería que le preguntase a Pedro cuando encontrase el momento para hacerlo. Probablemente se reirían por cómo había saltado a esas conclusiones.
Sus ojos se posaron en una familia que había en el otro extremo, mirando por el cristal de la sala. Había un abuelo y una abuela, con sus dos nietos en brazos para que vieran a su nuevo hermanito. Los vínculos familiares eran algo que no se rompía fácilmente.
Lo había visto esa mañana, cuando había visto a Pedro hablando por el ordenador con Pamela acerca de sus hijos. Sí, se había abierto una brecha entre ellos, pero aquello que los unía no se había roto del todo, y había notado incluso una cierta ternura. Si de verdad ella le había sido infiel y Pedro seguía tratándola con cariño a pesar de todo… Paula se quedó pensativa. Daba la impresión de que había asuntos pendientes entre ellos que no habían resuelto.
Puso una mano en el cristal, sintiendo que la melancolía la invadía. Le habría gustado tanto que su familia hubiese sido una familia de verdad… Le gustaría tanto formar su propia familia… Sabía lo que era sentirse como una extraña, alienada, y no quería seguir sintiéndose así.