miércoles, 12 de mayo de 2021

FANTASÍAS HECHAS REALIDAD: CAPITULO 38

 


El cuerpo de su vestido había quedado arremolinado en torno a su cintura. Se desabrochó el sujetador, pero no apartó las copas. Al mirar a Pedro a los ojos vio en ellos deseo, pasión… y ternura. Sus grandes manos empujaron suavemente las de ella, y apartó las copas, dejando al descubierto sus pechos. Luego comenzó a acariciarlos del modo más sensual posible, y Paula se arqueó hacia él mientras sus manos se aferraban a la cinturilla de su pantalón y echaba la cabeza hacia atrás. El calor del sol sobre su piel desnuda era tan agradable como los besos y las caricias de Pedro.


Luego las manos de Pedro tomaron el dobladillo de la falda y la levantó muy despacio hasta dejar al descubierto las braguitas amarillas de encaje que llevaba y el ombligo. No pudo resistirse a acariciarlo mientras la besaba, y cuando deslizó un dedo dentro de sus braguitas, entre sus piernas, la encontró húmeda y dispuesta.


Paula se notaba temblorosa, pero Pedro le pasó un brazo por la cintura para sujetarla. Ella le desabrochó la camisa, la abrió, y se regaló la vista con su torso bronceado antes de recorrerlo con sus manos.


Inspiró profundamente, y sus fosas nasales se llenaron con el aroma del mar y del cuero de la tapicería del coche. Aquella mezcla era como un potente afrodisíaco.


–Quizá deberíamos pasarnos atrás para tener más sitio –apuntó.


–O podríamos quedarnos aquí y dejar el asiento de atrás para luego –propuso él.


A Paula le pareció una buena idea y casi ronroneó cuando le pasó una pierna por encima para colocarse a horcajadas sobre él. El volante detrás de ella no hacía sino mantenerla apretada contra él. Le desabrochó los pantalones, y como por arte de magia apareció un preservativo en la mano de Pedro. No sabía cómo ni cuándo había llegado allí, pero tampoco le importaba. Tan sólo se sentía agradecida por que fuera tan previsor.


Le rodeó el cuello con los brazos, y Pedro le puso las manos en la cintura para hacerla descender muy despacio sobre él. Paula sintió cómo su miembro la penetraba y se movía dentro de ella. ¿O era ella la que se estaba moviendo? Fuera como fuera las deliciosas sensaciones que la sacudían, como las olas del mar, iban in crescendo. Era todo tan erótico: el blando cuero del asiento que cedía bajo el peso de sus rodillas, el roce de los pantalones de Pedro bajo sus muslos…


Y luego estaba el impresionante paisaje que los rodeaba, el océano extendiéndose ante sus ojos, el cielo azul…


Pedro enredó las manos en sus cabellos mientras le decía jadeante cuánto la deseaba. Sus palabras la excitaron aún más, y Paula se dio cuenta de que ya no le importaba si tenía o no el control. Estaban compartiendo aquel momento, aquella experiencia tan increíble. Pronto, demasiado pronto, alcanzó el clímax y a su grito de placer le siguió el de él. El eco entrelazó sus voces en medio del rugir del océano, y Paula se derrumbó sobre el pecho de él, los dos sudorosos y sin aliento. Perfecto… había sido perfecto, se dijo Paula cerrando los ojos.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario