La suave presión de los labios de Pedro contra los suyos sorprendió a Paula, que se quedó paralizada unos segundos. Luego el corazón empezó a latirle como loco, y la sorpresa se convirtió en deseo.
Pedro se levantó sin apartar los ojos de ella. Paula se levantó también, y rodearon la mesa para encontrarse el uno en brazos del otro. Paula se agarró a sus hombros aturdida. La había pillado con la guardia baja, se dijo: aquella cena romántica, la luz de la luna, la suave música… Todo eso había disipado las tensiones acumuladas en su cuerpo. Hacía tanto tiempo que no se sentía tan relajada… Había estado tan ocupada intentando levantar cabeza para reconstruir su vida… Incluso el haberse abierto acerca de su divorcio la había hecho sentirse bien. Sin embargo, también había hecho añicos su coraza; la había dejado desprotegida.
Dios, a veces Pedro podía resultar brusco y hasta algo hosco cuando hablaba, pero… vaya si se tomaba su tiempo cuando besaba… Paula subió una mano a su cuello, y sus dedos se enredaron en el corto cabello de él para luego saborear la textura algo áspera de la sombra de barba en sus mejillas.
Los labios de Pedro, que se movían con seguridad sobre los suyos, consiguieron que abriera la boca para dejar paso a su lengua. Paula se apretó más contra él, y su respiración se tornó entrecortada.
El olor del aftershave de Pedro se mezclaba con el aroma salado del mar, y el sabor a especias en su boca sazonaba su beso, tentando sus sentidos e instándola a mandar la lógica a paseo. Las caricias de su lengua le hicieron desear más. Más de él.
Qué fácil sería seguirlo al dormitorio y arrojar a un lado todo el estrés y las preocupaciones igual que las prendas de las que se despojarían. Sin embargo, luego llegaría el amanecer, y con él todas aquellas preocupaciones regresarían multiplicadas por la falta de autocontrol de ambos.
Aquello era una locura y no podía permitirse locuras. Aferrándose a la poca fuerza de voluntad que le quedaba, e incapaz de despegar sus labios de los de él, se apartó de él.
Se apartó, pero no demasiado; apenas unos milímetros. Cada vez que Paua inspiraba sus fosas nasales se veían inundadas por el olor de Pedro. Se notaba mareada, pero no era tanto por la falta de oxígeno como por el efecto que Pedro tenía en ella.
Éste la condujo hasta su silla, cosa que Paula agradeció porque le temblaban las piernas, y él volvió a sentarse también, sin apartar los ojos de ella. No dejó de observarla un segundo.
Paula dejó escapar una risa nerviosa.
–Esto no me lo esperaba.
–¿Lo dices en serio? –inquirió él .
El pulso acelerado en la vena de su cuello era la única señal visible de que el beso que acababan de compartir lo había dejado tan agitado como a ella.
–Yo llevo queriendo besarte desde que subí al avión –añadió Pedro–. En ese momento tuve la sensación de que la atracción era mutua, y ahora sé que lo es.
Iba a contestar a la arrogancia de Pedro pero un pensamiento hizo que un escalofrío la recorriera.
–¿Por eso me pediste que viniera? ¿No para cuidar de tus hijos sino para intentar seducirme?
Se irguió en la silla deseando llevar puesto algo que le diera un aspecto serio y profesional, en vez de un albornoz y la camiseta que él le había prestado.
–Creía que habíamos hecho un trato, y que los dos estábamos de acuerdo en que no se deben mezclar los negocios con lo personal –añadió.
–¿Y entonces por qué has respondido a mi beso? –le espetó él.
–Me he dejado llevar por mi instinto.
–Entonces admites que te sientes atraída por mí.
Paula sabía que negarlo no serviría de nada.
–Sabes que sí, pero eso no implica que quiera tener nada contigo. No va a volver a ocurrir. Y si por eso vas a volverte atrás respecto a nuestro trato, me da igual. No voy a acostarme contigo para conseguir lo que quiero –le dijo poniéndose de pie.
–Eh, eh… espera un momento –le pidió Pedro levantándose también. Rodeó la mesa para colocarse frente a ella y le frotó el brazo con la mano para tranquilizarla–. Me has malinterpretado. Para empezar, no creo que seas la clase de persona que utiliza su cuerpo para abrirse camino en el mundo. Y en segundo lugar, nunca he ofrecido dinero ni privilegios a una mujer a cambio de sexo, ni pienso hacerlo.