Paula se obligó a reír cuando Julia le contó lo ocurrido con John. Era gracioso, pero a ella le estaba costando trabajo concentrarse. Había salido de compras con su amiga para tener algo que ponerse para su cita con Patricio, que iba a llevarla a algún sitio nuevo y muy caro.
—Parece un buen tipo —dijo, refiriéndose a John.
—Lo es —admitió Julia—. E incluso pienso que hay un hombre bastante guapo oculto por esa ropa tan fea.
—¿Pero no es para ti?
Su amiga se encogió de hombros.
—Lo estoy ayudando a prepararse para cuando llegue la mujer adecuada —dijo esta, enseñándole un vestido negro y corto, de cóctel—. Ah, apuesto a que a Patricio le encantarías con este.
Paula se dijo que no debía sentirse culpable por haber aceptado la invitación de su último cliente. No tenía por qué hacerlo.
Pedro no tenía nada que ofrecerle. Salvo el mejor sexo de su vida y una conexión que iba mucho más allá.
Deseó que fuese más hogareño.
O ser distinta ella.
Pedro le había hecho pensar que era demasiado rígida con sus planes, que la flexibilidad era algo bueno en la vida, en los negocios y en el amor.
—No sé, yo creo que prefiero algo en un color que no sea negro.
—De acuerdo —dijo Julia, dejando el vestido—. Tal vez me lo pruebe yo. No sé si tendrán mi talla.
Mientras miraba vestidos, Paula intentó imaginarse saliendo con Patricio.
Era un hombre inteligente, encantador y le gustaba Bellamy tanto como a ella. ¿Qué más le daba a Pedro quién comprase la casa si él no quería quedársela?
Intentó no imaginarse cómo sería salir con el dueño de Bellamy. Un dueño que no fuese Pedro. No se imaginaba con nadie más en aquella maravillosa casa.
—¿Qué tal si dejamos las compras y nos vamos a comer? —sugirió—. Necesito hablar contigo.
—Por supuesto —respondió Julia.
Fueron a comer a un pequeño restaurante y se lo contó todo a su amiga.
—¿Que tuvisteis sexo en la cama pequeña? —preguntó esta con los ojos muy abiertos.
—Sí.
—¿Y fue el mejor sexo de tu vida? ¿En una cama tan pequeña?
Paula asintió.
—¿Con un hombre con la pierna agujereada?
—Sí.
Julia la miró fijamente mientras bebía té.
—¿Te imaginas cómo sería en una cama de verdad? ¿Y con las dos piernas funcionando?
Ambas suspiraron.
—Bueno, la segunda vez lo hicimos en la cama con dosel.
—¿La segunda vez? —inquirió Julia, dejando la taza—. Pensé que habías dicho…
—Sí, pero enterramos las cenizas de su abuela y estaba tan triste… que me miró y no pude rechazarlo.
—Te entiendo. A mí también me excitan los entierros.
Paula rio. Las dos rieron. Por eso era tan estupendo tener una amiga.
Luego, ella se puso seria.
—En la cama grande. No puedo explicarlo. El sexo fue muy distinto. Lo hicimos más despacio, la conexión fue tan profunda, fue como si…
—¿Como si estuvieses enamorada de él? —le preguntó Julia, mirándola de manera comprensiva.
Paula se golpeó la frente con la palma de la mano.
—Me he enamorado de Pedro. Y eso que me prometí que no lo haría. Iba a ser solo una noche…
—Y te has enamorado de él.
—Sí.
—¿Y él? ¿Está enamorado de ti?
—Yo creo que sí, pero eso no cambia nada. Lo nuestro sigue siendo imposible.
—¿Y qué vas a hacer?
—Salir con Patricio. Y tal vez con alguien más. Pedro terminará de curarse y se marchará. Y yo lo olvidaré.
—Qué asco de plan —le dijo su amiga con toda sinceridad.
—¿Se te ocurre otro mejor?
—No.