viernes, 5 de marzo de 2021

UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 50

 


—No tengo ganas de volver a casa —le dijo John a Julia.


Habían ido a probar un restaurante tailandés nuevo. Era la segunda vez que quedaban esa semana.


—La decoró mi mujer. Vivo en una caja de paredes beis, con los muebles que ella no ha querido.


—Podría acompañarte y darte algunas ideas —le sugirió ella.


—¿De verdad? ¿Has pillado la indirecta?


Julia se echó a reír.


—Sí.


—¿Podrías venir mañana después de trabajar? Después, podríamos ir a cenar.


—¿No tienes ninguna cita a la vista?


—No. ¿Y tú?


—Estaré en tu casa a las dos.


—Estupendo.


Cuando llegó a su casa al día siguiente, Julia se dio cuenta de que John no había exagerado lo más mínimo, pero el sitio tenía posibilidades.


Las habitaciones eran grandes, el suelo de madera estaba en buen estado y había mucha luz.


Los muebles, sin embargo, eran horribles. Y en el dormitorio solo había un enorme colchón en el suelo.


—Necesito un presupuesto —le dijo Julia a los diez minutos de estar allí.


—¿Tan pronto?


—Sí. Tengo que saber cuánto dinero estás dispuesto a gastarte —le dijo, sacando la tablet—. Hay cosas más necesarias, esenciales. Les daremos prioridad.


—Veamos, si te dejo que hagas todo lo que quieras, ¿cuánto costará?


Julia sonrió.


—Esos son los presupuestos que me gustan.


Él abrió la boca para protestar, pero Julia no le dio tiempo:

—Está bien, está bien. Primero, si he llegado un poquito tarde es porque tenía algo de pintura de otro trabajo. Es ideal para tu casa. Pintaremos las habitaciones principales del piso de abajo en un color llamado lino blanco. No te preocupes, es muy neutro. Masculino. Te encantará. Si te apetece hacer algo, podrías pintar tú los horribles muebles de la cocina. Si no, lo mandaremos hacer —le dijo, dándole un golpecito en el hombro—. Como ves, la pintura es gratis.


—¿Por qué tengo la sensación de que va a ser lo único?


—Me hacen descuentos en varias tiendas de muebles. Sinceramente, John, tienes que deshacerte de toda esta basura. Ya.


—Odio ir de compras.


—Puedes darme tu tarjeta de crédito e iré yo —le dijo Julia.


—Está bien, iré.


—Estupendo, vamos.


—¿Qué? ¿Ahora? —le preguntó él asustado.


—No vamos a encontrar un momento mejor. Confía en mí. Cuando tengas una casa a tu medida, vas a disfrutar estando aquí.


—Eres toda una profesional. Vamos.



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