Convencer a Pedro de que no lo deseaba era muy, pero que muy difícil. Tan imposible, de hecho, que Paula había decidido que era mejor darse por vencida.
¿Cómo empeñarse en afirmar que no quería tener nada que ver con él, cuando bastaba una caricia de sus manos o sus labios para derretirse por dentro como chocolate fundido?
Pedro presentó a su familia el proyecto de la Fundación Soñar es Posible y le pidió a Paula que redactara una propuesta oficial. Se ocupó de indagar por su parte, para informarse del funcionamiento de la fundación existente en Estados Unidos, de modo que pudiera convencerlos del resultado que podría tener su esfuerzo.
La reacción hasta el momento había sido positiva, y los dos habían estado trabajando codo con codo, para cerrar todos los cabos sueltos. Una vez obtuviera la aprobación de los reyes, así como de la junta de funcionarios que supervisaban ese tipo de asuntos de estado, Paula tendría libertad para constituir la fundación.
Las horas diurnas no le preocupaban. Estaba demasiado ocupada y se aseguraba de no quedarse a solas con Pedro, más tiempo del necesario.
Trabajaban en su despacho personal con la puerta abierta, y si por alguna razón se cerraba, ella siempre encontraba la manera de volver a abrirla. Si estaban a solas y la situación se volvía demasiado tensa y peligrosa, buscaba alguna excusa para requerir la presencia de una tercera persona en el despacho.
Eran las horas nocturnas las que la ponían nerviosa. Después de cenar, cuando Pedro la acompañaba a su habitación… y la tomaba de la mano, inclinándose sobre ella al llegar a la puerta, demasiado cerca.
La besaba en la mejilla y a veces en los labios. Le acariciaba la mano o el hombro. Y sus ojos siempre evidenciaban su ardiente deseo de tomarla en brazos y llevarla a la cama.
Paula rezaba porque Pedro no averiguara cuántas veces, lo único que deseaba ella era que hiciera precisamente eso.
Era obvio que cerca de él no estaba segura y no sabía cómo iba a conseguir pasar los diez días que tenía por delante, sin rendirse a la evidencia so pena de perder la cordura.
Diez largos y arduos días y estaría a salvo en casa.
Sin embargo, por alguna razón la certeza de su marcha no la reconfortaba tanto como habría esperado. De hecho, casi la entristecía.
Pero no quería entrar a valorar ese sentimiento. Su completa existencia estaba patas arriba y en cuanto llegara a casa, su vida recuperaría la normalidad.
Pero por el momento era tarde y daba las gracias por haber sobrevivido a otro día, otra cena, otro largo e insoportable paseo hasta su suite. Se había puesto un cómodo pijama de raso negro y se disponía a meterse en la cama, cuando oyó que llamaban a la puerta con suavidad.
Una chica joven vestida con el uniforme del personal de palacio estaba al otro lado.
—Señorita —dijo, haciendo una leve inclinación—. El príncipe Pedro envía este mensaje y requiere su respuesta inmediata —le tendió un sobre lacrado.
Se trataba del papel de carta oficial de Pedro. Éste había escrito con su expansiva caligrafía el nombre de ella en la parte de delante.
Lo que hubiera dentro tenía que ser o muy importante, o muy íntimo, pensó.
Rompió el lacre, pasando el dedo por debajo de la solapa del sobre y sacó una hoja de papel doblado.
Paula:
Se requiere tu presencia en una reunión de suma importancia, relacionada con Soñar es Posible. Tomaremos un avión mañana por la mañana con destino al otro extremo de la isla. Prepara el equipaje necesario para pasar fuera una noche por lo menos. Saldremos de aquí a las siete de la mañana.
Pedro
Dobló la nota y la metió nuevamente en el sobre antes de dirigir su atención a la criada.
—Dile al príncipe que estaré en el vestíbulo a las siete. Gracias.
La chica asintió y se fue a toda prisa a dar el mensaje al príncipe, claramente. O más bien a confirmarle su sumisión, pensó Paula con desagrado, al tiempo que cerraba la puerta.
Pese a que no le hacía demasiada gracia el viraje que habían tomado los acontecimientos, sacó una pequeña bolsa de viaje de uno de los armarios y se dispuso a meter algo de ropa para pasar un día fuera.
Exhausta al terminar, se metió en la cama con la esperanza de caer rendida en un reparador sueño.
Necesitaría descansar bien, si iba a pasar una noche fuera del palacio, a solas con Pedro.