martes, 3 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 29





-Si Celina se sale con la suya, Pedro estará todo el día liado con ella -le dijo Margarita a Paula en voz baja-. No literalmente, claro. Aunque conociendo a Celina, todo es posible. Supongo que no le hizo mucha gracia que se fuera a Cannes sin ella.


-Una pena que no se quedara allí –murmuró Paula.


-Pensé que iría a París para reunirse con el cliente. Me he quedado de piedra esta mañana cuando lo he visto aquí. No sé por qué ha vuelto a Londres, la verdad.


Paula no lo sabía y le daba igual. Pero cuando descubrió que en una de las bolsas había un exquisito juego de ropa interior de seda negra se puso furiosa. Un traje para ir a la oficina era una cosa, pero comprarle ropa interior...


No, eso no podía permitirlo. De modo que, sin pensar, entró en el despacho de Pedro con el conjunto de ropa interior en la mano.


-Parece que te has dejado algo en mi... -empezó a decir. Pero se quedó de piedra cuando lo vio abrazado a una imponente rubia-. Ah, perdón. No me acordaba...


Era ridículo sentirse traicionada, pero nada, ni siquiera las numerosas infidelidades de Leo, la habían preparado para el dolor que sintió en aquel momento. Pedro Alfonso no significaba nada para ella, intentaba decirse a sí misma... pero la desesperación debía reflejarse en sus ojos porque él se apartó de inmediato.


-¿No ve que estamos ocupados? -le espetó la joven.


-Perdone, no me había dado cuenta... -murmuró Paula, escondiendo el conjunto de ropa interior a su espalda.


-Ya que estás aquí, quiero presentarte a Celina Carter-Lloyd. Celina, ésta es mi secretaria, Paula Chaves.


La rubia hizo un gesto desdeñoso con la cabeza antes de volverse hacia Pedro para echarle los brazos al cuello. Como si ella no estuviera allí.


Debía de medir un metro ochenta porque su cara estaba casi al mismo nivel que la de Pedro


Era delgada, de hombros anchos, atractiva más que guapa, con el pelo de color miel y la descuidada elegancia de alguien que ha nacido en una familia con mucho dinero.


-¿Por qué no puedes venir a Hampshire a pasar el fin de semana? Mamá estaba diciendo el otro día que hace siglos que no vas a verla.


-Iré a verla en cuanto pueda, de verdad. Pero voy a estar liado todo el fin de semana preparando un caso.


-Necesitas una esposa, Pedro, alguien que pueda convencerte para que te relajes un poco. No puedes estar trabajando todo el día.


No había duda de cómo quería «convencerlo», claro. La mujer tenía la sutileza de un elefante, pero a Pedro no parecía interesarle. Quizá iba a casarse con ella, pensó Paula. Celina, la hija de un juez, sería una esposa muy conveniente.


Esa idea hizo que se le encogiera el corazón y lo miró con expresión helada cuando se acercó a su mesa, después de haber acompañado a Celina a la puerta.


-En el futuro, llama antes de entrar en mi despacho.


-Lo siento, no sabía que estabas... distrayendote.


-Podría haber estado haciendo el amor sobre mi escritorío si hubiera querido. Y no estaba «distrayéndome», estaba dándole un beso de amigo.


-Pues parecía que ibas a cómertela -murmuró Paula.


A pesar de todo, Pedro tuvo que contener la risa.


Nadie se atrevía a replicarle. Incluso Margarita, que llevaba años trabajando para él, usaba una sutil persuasión para influir en sus decisiones. 


Pero Paula no tenía esas inhibiciones. Y la admiraba por ello.


De alguna forma, aquella diminuta y energica Pelirroja se le había metido bajo la piel y, como si fuera una irritante erupción, no era capaz de librarse de ella. Paula estaba mirándolo en ese momento con aquellos enormes ojos de Bambi y su sonrisa desapareció.


Habia salido con muchas mujeres guapas... en fin, nunca había presumido de ser un monje.
Pero durante los días que había pasado en Cannes estuvo a punto de unirse a alguna orden eclesiástica. No sentía deseo alguno por Angelina ni por cualquier otra mujer. Su falta de libido había sido francamente embarazosa y tuvo que inventar la excusa de un tema urgente en la oficina para terminar con aquella situación, dejando atrás a una sorprendida Angelina.


Por supuesto, lo lógico habría sido ir a París desde Cannes... y se negaba a reconocer que había ido a Londres sólo para ver a Paula. Por alguna razón, aquella mujer tenía la habilidad de distraerlo incluso cuando estaba en algún juicio y por las noches aparecía en sus sueños, en fantasías eróticas absolutamente inapropiadas. 


Porque con el amanecer llegaba la cruda realidad y la realidad era que Paula Chaves estaba casada.


Quiza por eso le intrigaba tanto. El era un hombre competitivo y decidido a conseguir lo que quería en la vida. ¿Quería a Paula porque estaba fuera de su alcance? Pedro se dio la vuelta para volver a su despacho.


¿Estaba pensando romper un matrimonio sólo para salirse con la suya?




SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 28




La dependienta intentaba convencerla de que «Todo» le quedaba de maravilla, pero Paula sólo se dejó convencer para comprar un traje de color beige y un vestido de noche negro que debía admitir, era sensacional. Pero entonces descubrio que no tenia zapatos ni bolso que hicieran juego... y cuando Pedro volvió estaba intentando hacer el cálculo de cuánto iba a costar todo eso.


-Deja de darle vueltas a la cabeza. Piensa en esto como un uniforme de trabajo. Muchas empresas ofrecen a sus empleados ropa para trabajar y esto es lo mismo. Y si te molesta mucho, considéralo un préstamo. Puedes devolver la ropa cuando termine tu contrato.


Pedro le dio su tarjeta de crédito a la joven y Paula palideció al ver el total. Pero le pagaría hasta el último céntimo, se juró a sí misma. No quería estar en deuda con Pedro Alfonso.


Volvieron a la oficina en silencio. El, perdido en sus pensamientos.


-¿Esa ropa podría causarte un problema con Chris?


-Dudo que se dé cuenta -contestó ella, sin pensar.


Había algo muy raro en aquel matrimonio, pensó Pedro. Había intentado no hacer caso de los rumores que corrían por la oficina de que el matrimonio de Paula no era un matrimonio feliz, pero su marido debía de estar ciego. Paula Chaves era una mujer preciosa, incluso enfadada.


Pero prefería que se enfadase a que se sintiera avergonzada cuando llegasen a París.


-La señorita Cárter-Lloyd está esperándote en el despacho -dijo Margarita.


Pedro intentó disimular un suspiro de resignación.


- Gracias.





SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 27





Estaba siendo una mañana asquerosa, decidió Paula al descubrir que había borrado una hora de trabajo en el ordenador sin darse cuenta. La presencia de Pedro la ponía tan nerviosa, que había tirado una taza de café sobre su escritorio.


-Lo siento -se disculpó, intentando limpiar el café de unos documentos.


-No te preocupes, no pasa nada. 


Su inesperada amabilidad era peor que una regañina. Casi deseaba que hubiera soltado uno de sus irónicos comentarios porque así al menos podría haberse dicho a sí misma que lo odiaba.


-Creo que será mejor que te invite a comer. Así es posible que hagas algo de trabajo esta tarde.


Estaba guapísimo bronceado después de pasar unos días en el mar. Y con aquella camisa azul... estaba para comérselo.


-Tengo un sándwich en el bolso... de queso y pepinillos.


-No era una petición, Paula, era una orden. Asi que ahórrate la discusión y vamonos.


Paula tuvo que admitir, a regañadientes que el plato de lasaña le había sentado fenomenal. 


Después de comer. Pedro la llevó a unos grandes almacenes y ella arrugó el ceño cuando entraban en una de las tiendas. Si pensaba pedirle su opinión sobre un conjunto de ropa interior para alguna de sus novias...


-Mi acompañante quiere ver una selección de trajes de chaqueta y un par de vestidos de noche. 


Paula miró por encima de su hombro buscando a la susodicha acompañante.


-Tendremos que mirar en la sección de tallas pequeñas -sonrió la dependienta-. Vuelvo enseguida.


Y entonces Paula se dio cuenta de lo que estaba pasando.


- ¡No pienso dejar que me compres ropa!


-Ya imaginaba que dirías eso.- suspiró Pedro-. El problema contigo es que eres muy predecible. Mira, puedes hacerlo fácil o difícil. Lo más fácil es que elijas un traje y un vestido de noche. Lo más difícil es que yo tenga que entrar contigo en el probador...


-Eres mi jefe, Pedro, no Dios.


-Es lo mismo. Volveré dentro de una hora -replicó él, tan tranquilo.


Y Paula sabía que sería imposible hacerle entrar en razón.


lunes, 2 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 26





Paula volvió a trabajar el lunes por la mañana, convencida de que Pedro estaba en Francia y no tendría que verlo durante un par de días. 


Había pasado el fin de semana furiosa consigo misma por la escenita del coche y temía volver a verlo, segura de que tendría que soportar sus sarcasmos.


Pero el día no parecía terminar nunca y cuando llegaron las cinco tuvo que admitir que lo echaba de menos. Peor, estaba contando las horas hasta que volviera...


Debía de estar volviéndose masoquista, pensó, enfadada consigo misma.


-Pedro acaba de llamar para decir que no vendrá en toda la semana -anunció Margarita-. Parece que el tiempo en la Riviera es maravilloso. Aunque, entre tú y yo, creo que ha ido con una ex novia. Sonaba... cansado, pero ese cansancio le vendrá bien. Aunque tendré que reorganizarle la agenda.


«Mejor para él», pensaba Paula mientras iba a la estación, intentando no pensar en los celos que la carcomían. No era asunto suyo dónde o con quién estuviera Pedro Alfonso. podría salir con todo un equipo de fútbol femenino y a ella le daría igual.


Además, si no estaba en la oficina no tenia que preocuparse de que la mirase o de notar su aliento en el cuello. Pedro era un hombre y, como Leo, seguramente no tendría el menor escrúpulo mientras pasaba de una mujer a otra.


El viernes por la mañana llegó a la oficina con quince minutos de retraso y maldiciendo el sistema de transporte público de Londres... y se chocó contra una figura familiar.


-Pedro, pensé que estabas en Cannes -se disculpó, intentando frenéticamente disimular la alegría que sentía al verlo.


-¿Por eso has llegado tarde? -preguntó él.


-No, claro que no. Qué tontería. He llegado todos los días a mi hora. Además, tú sabes que es imposible controlar el transporte público en esta ciudad. Es un desastre -le espetó Paula, en jarras.


-Bueno cuando te hayas calmado, llévame el expediente de Robson al despacho. Margarita tiene unas cartas que debes pasar al ordenador... ah y nos vamos a París el lunes. Supongo que tienes el pasaporte en regla.


-¡París! - exclamo ella-. ¿Cuanto tiempo?


-Un par de días.


-Un par de días...


-No es Marte, Paula, está aquí al lado. ¿Algún problema?


-No, no, claro que no. -mintió ella.


Era la primera vez, que tenía que viajar con él. 


Hasta el momento, el trabajo estaba yendo mejor de lo que esperaba y había llegado a casa a las seis todos los días, justo cuando Nora acababa de llegar con Maia de la guardería Pero sólo eran un par de días, se dijo a sí misma. La niña estaría estupendamente con sus vecinos y Chris echaría una mano cuando hiciera falta.


Aunque mentalmente estaba haciendo una lista de todo lo que tenía que hacer antes de marcharse: ir al supermercado, poner la lavadora...


-¿Me estás escuchando? -preguntó Pedro.


-Perdona, ¿qué has dicho?


-Que no hace falta que vengas a trabajar el lunes. Iré a buscarte a casa. Ponte algo cómodo para el viaje, pero lleva un vestido de noche en la maleta porque tendremos que cenar con el cliente.


¿Una falda negra y una blusa servirían como vestido de noche?, se preguntó ella. Tendrían que servir porque no había otra cosa en su armario. Maia necesitaba un abrigo de invierno y el calentador estaba estropeado... No podía comprarse un vestido.


-Ah, otra cosa. Haz algo con ese traje.


-¿Que haga qué?


-Tirarlo a la basura, si es posible.


-Es el único traje que tengo.


-Ya me imagino -suspiró Pedro


Paula se puso colorada ante tan grosera crítica. Sí, había llevado aquel mismo traje gris todos los días, pero con diferentes blusas... y no estaba tan mal.


-Quizá deberías convencer a tu marido para que te compre algo de ropa. Un par de buenos trajes son absolutamente necesarios para este puesto de trabajo.


-Pedro, para cuando haya terminado de pagar la hipoteca tendré noventa y siete años. No puedo gastarme dinero en ropa. Si quieres que vaya a París, tendré que ir con esto... o con nada.- replicó Paula, indignada.


-«Nada» me parece muy interesante.




SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 25





Estaba demasiado nerviosa para dormir, de modo que paseó por el salón, reviviendo aquel momento entre sus brazos y regañándose a sí misma por ser tan débil. ¿Por qué no podía recordar que era su jefe?


¿Por qué había tenido Pedro que besarla? ¿y por qué se había dejado ella besar? ¿No era capaz de controlar la atracción que sentía por él? Quizá le había dejado claro que estaba interesada y con la supuesta ausencia de su marido... sí, claro, para Pedro Alfonso sería muy conveniente mantener una relación con una mujer casada que no podría exigirle nada.


Eran casi las dos de la mañana cuando se obligó a sí misma a meterse en la cama. En unas horas, Maia estaría de vuelta en casa y tenía que estar alerta y despierta para su hija. 


Tenía que criar a una niña sin la ayuda de su padre y no había sitio ni en su vida ni en su cama para Pedro Alfonso, decidió. Por mucho que le gustara besarlo.


Pero cuando acababa de apagar la lámpara de la mesilla sono el telefono y contestó a toda velocidad.


-¿Pedro?- no se le ocurría qué otra persona podría llamarla a esas horas, pero el silencio al otro lado del hilo la lleno de horror. Y los Jadeos, que a la luz del día le habrían dado risa, sonaban extrañamente amenazadores-. ¡Vete al Infierno, Idiota! -gritó, antes de colgar el telefono, furiosa.


Y después se echo a llorar.




SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 24




Él, por supuesto, ganó al Final. Cuando Pedro estaba decidido a hacer algo, lo hacía y punto. Además, Paula no quería montar una escena delante de sus compañeros.


Permaneció en silencio durante el viaje. No le apetecía hablar de naderías y la tensión entre ellos amenazaba con estallar de un momento a otro.


-¿Tienes algún plan para el fin de semana ahora que Chris no está? -preguntó Pedro.


-No, seguramente alquilaré alguna película -contestó ella.


No podía decirle que iba a pasar el fin de semana limpiando la casa o jugando con Maia.


De repente, pensó que le gustaría que su vida fuera un poco más emocionante. Pero le encantaba estar con su hija... Entonces, ¿por qué de repente no era suficiente? ¿Por qué sentía el anhelo de tener compañía adulta y, si era sincera consigo misma, particularmente la de aquel hombre?.


Pedro tuvo que contener una punzada de celos al pensar en su marido, al que recibiría el domingo con los brazos abiertos. Quizá se irían temprano a la cama el domingo. Sin duda, harían el amor. Paula era una mujer preciosa, de modo que no iban a jugar al Monopoly. Tuvo que hacer un esfuerzo para no imaginarla desnuda, con las piernas enredadas con las de aquel otro hombre… su marido, al que había visto brevemente en la puerta cuando la había llevado a casa el otro día.


Aquello tenia que terminar, se dijo a sí mismo furioso.


Fantasear con una mujer casada, su secretaria además, era repugnante. Definitivamente, llevaba demasiado tiempo sin tener una amante. 


Pero aquel fin de semana podía contar con la compañia de una ex novia particularmente encantadora con la que mantenía una relación abierta. Había llegado el momento de olvidar a Paula Chaves y la forma de ejercicio que tenía planeada para el fin de semana sería la solución a ese problema.


-Y tú, qué piensas hacer este fin de semana?


-Voy a pasar unos días en mi apartamento de Cannes.


-Ah, sí, se me había olvidado -murmuró Paula. De repente, sintió que se estaba ahogando e intentó abrir la puerta a toda prisa. -Espera, se ha enganchado el asa del bolso con el cinturón de seguridad... ¿por qué tanta prisa?


-Nada, es que tengo que...


Estaba tan cerca que incluso en el interior del coche podía ver las arruguitas de expresion alrededor de sus ojos.


-Espera, yo necesito... hacer esto. -murmuró
Pedro, su voz tan grave, que Paula apenas lo entendio. Pero no tenia duda de cuál era su intencion. Pedro levantó su cara con un dedo y sus labios se movieron con la suavidad de una mariposa sobre los suyos.


Ella sintió un escalofrío y cerro los ojos. Pero sus labios se abrieron como por voluntad propia. 


No habría podido evitarlo por mucho que quisiera. Su cuerpo y su mente estaban en guerra y su cuerpo era el vencedor. El roce de su lengua fue la mecha que encendió el fuego. 


Pedro dejó escapar un gemido ronco mientras la cordura sucumbía inexorablemente ante las llamas de pasión que llevaban encendidas toda la semana. Sin pensar, tiro suavemente de su pelo para inclinar su cabeza y tomar su
boca en un asalto devastador, forzándola a aceptar un nivel de erotismo que Paula no conocía.


Cuando por fin se apartó, sus ojos brillaban como zafiros, pero no había calor en ellos y Paula tembló, helada hasta los huesos.


-Chris debe de ser un imbécil -murmuró-. Si tú fueras mi mujer no te dejaría sola nunca.


Esas palabras fueron como una bofetada y Paula abrió la puerta del coche, desesperada por salir de allí.


-Puedes ahorrarte la compasión por mi marido. La unica imbecil soy yo. Sabía que debería haber tomado el tren... Habría estado más segura viajando sola a estas horas de la noche.


Acababa de abrir la puerta de su casa cuando oyó que el coche de Pedro desaparecía a toda velocidad al final de la calle. Incluso estando furioso habia esperado a que ella estuviera a salvo...



domingo, 1 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 23





Su disfrute era evidente. Pedro había estado mirándola todo el tiempo, incapaz de apartar los ojos de su esbelta figura. Su pelo brillaba como el cobre sobre los pálidos hombros y él había deseado desatar la cinta que ataba el top a su cuello Para ver sus pechos...


Paula Chaves estaba siendo una distracción insospechada. Más que eso, una obsesión. 


¡Estaba casada, por Dios bendito! Al final de la noche se iría a casa con su marido. Otro hombre tenía derecho a fantasear con Paula, no él.


-Como eres una experta, deberías darme un par de lecciones.


Sería raro que no bailara con su secretaria pensaba Pedro. Y como era una canción ligera no había peligro de que la rozara.


Porque sería un peligro.


Paula no podía decirle que no sin dar una buena razón, de modo que volvieron a la pista. Cuando pusieron una balada, ella intentó apartarse, pero Pedro la tomó por la cintura.


Era el cielo y el infierno. Estaba tan cerca, que el aroma de su colonia la mareaba. Su colonia y sus bíceps, tan duros... Paula se concentró en un punto indeterminado sobre su hombro, pero tuvo que apretar los labios cuando él enredó un mechón de pelo en su dedo, sus caras tan cerca, que si volvía la cabeza podría besarlo...


Afortunadamente, la canción terminó poco después.


-Debo irme o perderé el último tren.


-No Pensarás ir en el tren a estas horas, ¿no?


-¿Por que no? Vivo a las afueras de Londres, no en el Bronx. Y soy perfectamente capaz de cuidar de mi misma.


-¿Tu marido no viene a buscarte?


-Chris esta fuera este fin de semana... visitando a unos amigos. 


Eso era cierto, su hermano estaba fuera de Londres, en Nottingham, para visitar a un compañero de universidad.


-Yo te llevaré a casa.


-No, no, por favor. No hace falta que dejes la fiesta por mí. En serio, Pedro, no es ningún problema tomar el tren.