lunes, 2 de diciembre de 2019
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 24
Él, por supuesto, ganó al Final. Cuando Pedro estaba decidido a hacer algo, lo hacía y punto. Además, Paula no quería montar una escena delante de sus compañeros.
Permaneció en silencio durante el viaje. No le apetecía hablar de naderías y la tensión entre ellos amenazaba con estallar de un momento a otro.
-¿Tienes algún plan para el fin de semana ahora que Chris no está? -preguntó Pedro.
-No, seguramente alquilaré alguna película -contestó ella.
No podía decirle que iba a pasar el fin de semana limpiando la casa o jugando con Maia.
De repente, pensó que le gustaría que su vida fuera un poco más emocionante. Pero le encantaba estar con su hija... Entonces, ¿por qué de repente no era suficiente? ¿Por qué sentía el anhelo de tener compañía adulta y, si era sincera consigo misma, particularmente la de aquel hombre?.
Pedro tuvo que contener una punzada de celos al pensar en su marido, al que recibiría el domingo con los brazos abiertos. Quizá se irían temprano a la cama el domingo. Sin duda, harían el amor. Paula era una mujer preciosa, de modo que no iban a jugar al Monopoly. Tuvo que hacer un esfuerzo para no imaginarla desnuda, con las piernas enredadas con las de aquel otro hombre… su marido, al que había visto brevemente en la puerta cuando la había llevado a casa el otro día.
Aquello tenia que terminar, se dijo a sí mismo furioso.
Fantasear con una mujer casada, su secretaria además, era repugnante. Definitivamente, llevaba demasiado tiempo sin tener una amante.
Pero aquel fin de semana podía contar con la compañia de una ex novia particularmente encantadora con la que mantenía una relación abierta. Había llegado el momento de olvidar a Paula Chaves y la forma de ejercicio que tenía planeada para el fin de semana sería la solución a ese problema.
-Y tú, qué piensas hacer este fin de semana?
-Voy a pasar unos días en mi apartamento de Cannes.
-Ah, sí, se me había olvidado -murmuró Paula. De repente, sintió que se estaba ahogando e intentó abrir la puerta a toda prisa. -Espera, se ha enganchado el asa del bolso con el cinturón de seguridad... ¿por qué tanta prisa?
-Nada, es que tengo que...
Estaba tan cerca que incluso en el interior del coche podía ver las arruguitas de expresion alrededor de sus ojos.
-Espera, yo necesito... hacer esto. -murmuró
Pedro, su voz tan grave, que Paula apenas lo entendio. Pero no tenia duda de cuál era su intencion. Pedro levantó su cara con un dedo y sus labios se movieron con la suavidad de una mariposa sobre los suyos.
Ella sintió un escalofrío y cerro los ojos. Pero sus labios se abrieron como por voluntad propia.
No habría podido evitarlo por mucho que quisiera. Su cuerpo y su mente estaban en guerra y su cuerpo era el vencedor. El roce de su lengua fue la mecha que encendió el fuego.
Pedro dejó escapar un gemido ronco mientras la cordura sucumbía inexorablemente ante las llamas de pasión que llevaban encendidas toda la semana. Sin pensar, tiro suavemente de su pelo para inclinar su cabeza y tomar su
boca en un asalto devastador, forzándola a aceptar un nivel de erotismo que Paula no conocía.
Cuando por fin se apartó, sus ojos brillaban como zafiros, pero no había calor en ellos y Paula tembló, helada hasta los huesos.
-Chris debe de ser un imbécil -murmuró-. Si tú fueras mi mujer no te dejaría sola nunca.
Esas palabras fueron como una bofetada y Paula abrió la puerta del coche, desesperada por salir de allí.
-Puedes ahorrarte la compasión por mi marido. La unica imbecil soy yo. Sabía que debería haber tomado el tren... Habría estado más segura viajando sola a estas horas de la noche.
Acababa de abrir la puerta de su casa cuando oyó que el coche de Pedro desaparecía a toda velocidad al final de la calle. Incluso estando furioso habia esperado a que ella estuviera a salvo...
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