viernes, 26 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 53

 


Paula se tensó al momento e inmediatamente se puso en pie.


—Pedro…


—¿Cómo estás?


—Estoy bien, gracias. ¿Necesitas algo?


Pedro entró en su despacho y cerró la puerta.


—Necesito preguntarte por algo.


—De hecho yo también tenía que pedirte una cosa —«mantente alejado de mi hijo»—. ¿Por qué has estado hablando con Lisandro sobre el ejército?


—No lo he hecho.


—Sabe que eras soldado. Ahora quiere serlo también.


—Pues no es por mí. Y sabes que a mí no me parece una cosa tan terrible.


—¿A pesar de todo lo que has pasado?


—A pesar de eso. Pero eso no significa que hable con él del tema. Apenas puedo hablar con mi psiquiatra de ello. ¿Me imaginas descargándome con un niño de ocho años?


—A mí me hablaste del tema.


—Fue un impulso inapropiado.


—No quiero que te idolatre. Al menos no quiero que idolatre lo que eras.


—Sí, porque eso sería un crimen. Viendo que a tus ojos soy basura.


—Sabes que eso no es cierto.


—Sé que tu infancia fue difícil y entiendo que debe de haberte dejado una mala imagen del ejército, pero yo estoy muy orgulloso del trabajo que hice, de las vidas que salvé y de las cosas que cambié para mi país…


—Pedro…


—No puedo suprimir eso para ti, Paula. Es parte de lo que soy y ya estoy cansado de disculparme por ello. Soy miembro de las Fuerzas Armadas Australianas, estoy orgulloso de haber servido a mi país, orgulloso de mis acciones en los conflictos y orgulloso de pertenecer aún a los Taipán. Asúmelo.


—De acuerdo.


—¿De acuerdo? ¿Nada más?


—No deberías disculparte por hacer algo en lo que crees con todo tu corazón. Son tus valores. No te pediré que lo hagas.


—Me lo pides de mil maneras distintas, Paula. Lo noto cada vez que estoy contigo.


Paula se sintió avergonzada. Así era como solía sentirse con su padre.


Tomó aire e intentó apartarse del escritorio, pero no había muchos lugares a los que ir cuando él ocupaba gran parte del diminuto despacho.


—¿Para qué querías verme? —preguntó finalmente para volver a territorio seguro.


—¿Confías en mí, Paula?


—¿Por qué?


—No me contaste lo de mi hermano.


Paula frunció el ceño y miró la pantalla de su ordenador. ¿Cómo lo sabía?


—Antes de hoy tampoco había mucho que decir —antes de recibir esa mañana el correo electrónico de su contacto en Chicago.


—¿Creías que no te creería?


—Yo… —Paula negó con la cabeza para aclararse—. Es tu hermano… Yo no quería…


—Dímelo ahora. Quiero oírlo.


Paula sacó un archivo del cajón y le pasó la primera hoja a Pedro.


—Julian nunca trabajó en el Joliet Grosvenor. No consta en los archivos de la Asociación de Hoteles de Chicago. Tendría que estar para trabajar en la recepción de un hotel importante.


—¿Qué es esto? —preguntó él con voz de hielo.


—Julian nunca trabajó…


—Ya he oído lo que has dicho. ¿Has investigado a mi hermano?


—¿Pero de qué estabas hablando tú? —preguntó ella sin entender nada.


—De que Julián se comportó de manera inapropiada en el acto benéfico. ¿Y por qué diablos estás investigando a mi hermano?




jueves, 25 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 52

 


Paula mantuvo el brazo en alto, despidiéndose de Lisandro, hasta que al autobús desapareció en la distancia. Esa noche se lo compensaría. Le había prometido una sesión de cine madre e hijo con sorpresas y una película infantil de acción y aventura. Le encantaban.


Agachó la cabeza y caminó los cien metros que separaban la parada del autobús del centro de admisiones de WildSprings. Tenía algunas facturas que firmar y además enviarle a su contacto en la policía los datos del coche.


Terminó de escribir el tipo de vehículo y el número de matrícula y escribió la dirección de correo. Luego desvió la atención a la pila de facturas que yacían en su bandeja desde el viernes. Testigos de lo distraída que había estado aquel día por culpa de su gran noche con Pedro.


Resopló, se recostó en su silla y se quedó mirando al techo.


—¿Buscando brechas en la seguridad de los paneles del techo, Paula?






CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 51

 


Una parte de ella deseaba abofetear a Pedro por hablar del ejército delante del niño. Lo último que deseaba era que su precioso ángel empezase a interesarse por el estilo de vida que a ella le había marcado la infancia. Otra parte de ella sabía que su hijo era una persona independiente. No sería el primer niño que desarrollase una fijación por las pistolas y los soldados de juguete.


Se dio cuenta de que ya había demostrado antes ese interés. En el tercer curso, cuando le había hablado de apuntarse al equipo infantil de orientación, ella le había persuadido para que se apuntase al club de astronomía. Simplemente porque la orientación implicaba usar brújula y mapas, así como excursiones por el bosque.


Como un programa para cadetes.


Agarró las llaves del coche y salió por la puerta mientras su hijo bajaba corriendo las escaleras. ¿Cuánto tiempo habría estado alejándolo inconscientemente de cualquier interés remotamente relacionado con la actividad militar? Él lo había hecho, había renunciado a sus deseos por ella y se había apuntado a astronomía. ¿En qué tipo de madre la convertía eso?


¿En la hija del coronel?




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 50

 


Paula ya casi se había olvidado de cómo era el ceño fruncido de Lisandro. Pero aquél era exclusivamente para ella.


Había sido un niño distinto desde que llegara a WildSprings. Más feliz, más abierto, más cariñoso. Pero no aquel día. Aquel día la miraba con odio cada vez que sus miradas se encontraban.


—Lisandro, si has terminado con el desayuno, tira los huevos a la basura y pon el plato en el fregadero, por favor —dijo Paula.


—Sí, señora —murmuró el niño mientras se bajaba de su asiento.


—Para ti es «sí, mamá», caballero.


—Los soldados dicen «señora». Es educado.


—La última vez que lo comprobé, tú no eras un soldado.


—Pero lo seré.


—¿Y qué pasó con lo de ser un científico?


—La ciencia es para los empollones.


—¿De verdad?


—Voy a ser artillero.


—¿Quieres dedicarte a disparar armas?


—Todo soldado ha de ser bueno con una pistola. Es para sobrevivir. Pedro es un soldado.


—¿Quién te ha dicho eso?


—Y mi abuelo era soldado.


Paula se agarró con fuerza a la encimera. ¿Quién le había dicho eso?


—Y yo voy a ser soldado también —concluyó Lisandro con mirada desafiante.


—Al menos hasta dentro de diez años no lo serás. Hasta entonces, las únicas órdenes que recibirás serán las mías, jovencito.


—¡No! —exclamó el niño.


—¿Qué mosca te ha picado hoy, Lisandro Chaves? ¡Nunca le hablas así a nadie!


A Lisandro se le llenaron los ojos de lágrimas tras los cristales de sus gafas y se le puso la cara roja de ira.


—¿Por qué Pedro ya no viene nunca?


Eso la pilló por sorpresa. Se quedó mirándolo y su rabia se disolvió al instante.


—Solo han sido tres días, L. Probablemente esté… ocupado.


—Se suponía que iba a llevarme de excursión. Lo prometió. Pero ya no vendrá, y es por tu culpa.


—¿Quién dice que no vendrá?


—Tuvisteis una cita y ahora ya no viene.


—No. No tuvimos una cita. Fuimos juntos a una cosa de trabajo. Y no sé por qué no ha venido desde entonces. Es una coincidencia.


Genial, estaba mintiéndole a su propio hijo.


—Veré si puedo ponerme en contacto con él y preguntarle por la excursión. Tal vez ya la esté planeando. ¿De acuerdo, L? —preguntó mientras extendía los brazos.


—Gracias, mamá —murmuró el niño contra su hombro mientras la abrazaba.


—Ahora ve a por la mochila. Te dejaré en el autobús.



miércoles, 24 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 49

 


Dejar a Paula sola y lesionada en su porche la noche anterior había sido una de las cosas más difíciles que Pedro había hecho desde que llegara a WildSprings. Deseaba llevarla en brazos a la cama, vendarle el tobillo, cuidarla. En vez de eso, había aparcado su coche y había vuelto a casa caminando en la oscuridad para aliviar parte de su tensión.


Eso le había ayudado. Un poco.


El café de por la mañana estaba ayudándole más.


De pronto llamaron a la puerta y Pedro se dispuso inconscientemente a sacar la nueve milímetros que ya no llevaba encima. El hecho de que alguien hubiera llegado hasta su puerta sin ser detectado… Estaba perdiendo su toque.


—Hola, Clint —dijo Julián cuando le abrió la puerta—. ¿Puedo pasar?


Parecía distraído, y era la primera vez en meses que su hermano visitaba la casa del árbol. Algo pasaba. Pedro se echó a un lado y le dejó pasar.


—Necesito hablar contigo. Es sobre anoche.


—¿Quieres un café? —preguntó Pedro mientras regresaba a la cocina a por su taza.


—No. Aunque una cerveza para la resaca no me iría mal.


Pedro abrió la nevera para sacar una cerveza y después miró el reloj del microondas. Apenas eran las nueve de la mañana. Frunció el ceño, pero le pasó la botella a su hermano de todos modos antes de que salieran al balcón.


—Escúpelo —le dijo a Julián.


—Se trata de Paula…


—¿Qué le pasa?


—Yo… —Julián maldijo en voz baja y se sentó en el asiento más cercano antes de dar un trago a la cerveza—. Intenté ligar con ella. Estaba borracho. No pensaba.


Pedro optó por el silencio como respuesta. Si hablaba, diría demasiadas cosas. Así que Julián continuó.


—Estaba despampanante, Pedro. Coqueteaba con todos. Incluido tú.


—¿Qué hiciste exactamente?


—¿De verdad no te lo ha contado?


—No. ¿Esperabas que lo hiciera?


—Seguro que está esperando su momento.


—Yo creo que no. Le gusta librar sus propias batallas.


—Dímelo a mí. Casi me rompió el hombro cuando la toqué.


—¿Por qué me lo estás contando?


Julian suspiró y agitó las manos dramáticamente.


—Por las leyes de acoso. Ella es nuestra empleada.


—¿Entonces no deberías estar disculpándote con ella ahora mismo en vez de estar confesándome a mí tus pecados? —sugirió Pedro. Pero entonces se arrepintió. No. No quería que Julián se acercase a Paula.


—Es una mujer —respondió su hermano—. Encontrará alguna manera insidiosa de vengarse. Les dirá a todas las chicas del distrito que no se acerquen a mí. Pondrá sal en el azucarero. Comenzará a hacer circular rumores.


—Aún sigues teniendo dieciséis años, ¿verdad?


—Le doy dos días antes de que empiece a ponerlos a todos en mi contra.


Pedro estiró el brazo y le confiscó la botella de cerveza.


—Estás paranoico. No bebas durante el día. Si anoche intentaste ligar con ella, entonces tendrás que afrontar las consecuencias, aunque eso signifique beberte el café con sal. —Julián se puso en pie para irse, pero en la puerta Pedro lo detuvo.


—Por cierto, Julian. Vuelve a tocarla y yo haré algo mucho peor que romperte el hombro.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 48

 


Los últimos quince minutos explicaban muchas cosas. Era lógico que Pedro se hubiera aislado después de un incidente como el que había vivido en el ejército.


Pensó en su padre y en las cosas que habría visto durante su servicio, y cómo eso podía afectar a un hombre.


Debía de requerir mucha fuerza hacer las cosas que les pedían. ¿Su padre habría hecho algo de eso? Pensó en que no había arma suficientemente poderosa en el mundo capaz de combatir la infección que había matado a su madre, y en cómo se habría sentido el coronel por no poder hacer nada, y lo que habría pensado del bebé cuyo nacimiento había provocado la infección mortal.


El coronel tuvo que abandonar el servicio para cuidar de una niña huérfana de madre y después de eso solo le dieron papeles administrativos y de entrenamiento pasivo. Aquello no cambiaba la tristeza que ella había experimentado durante su infancia, pero le hacía comprender, aunque fuera un poco, lo que debía de haber sido la vida para el coronel veintiséis años atrás.


Y por qué tal vez la hubiera visto como al enemigo durante toda su vida.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 47


—Ellos lo consideran una especie de compensación. O eso o no querían a un soldado de élite suelto y llamando la atención. En cualquier caso, me dieron la baja médica hasta que concluya mi tiempo, entonces levantarán los cargos honorablemente. Todo ha acabado.


—¿Pero no para ti?


—Esa unidad era mi familia, Paula. Habría muerto por cualquiera de ellos y casi lo hice, varias veces. Así que ser entregado por los hombres por los que habría recibido un balazo… Que pusieran mi valor y mi honor en entredicho…


—¿El teniente sigue en la cárcel?


—Sí —contestó él mientras ponía el coche en marcha—. No verá la luz hasta dentro de diez años.


—Bien. Lo merece.


—Tal vez los dos lo merezcamos.


—Te culpas a ti mismo por el chico que murió.


—Podría haber sido Lisandro. Era un simple niño antes de que comenzara el conflicto. El único que quedaba para defender a su madre y a sus hermanas. Estaba aterrorizado.


—Tú no lo mataste.


—Tampoco lo salvé.


—No puedes responsabilizarte de cada niño. De cada pérdida.


—Una vez estuve a punto de matar a Julián —continuó él—. En el embalse que hay cerca de tu casa. Se suponía que tenía que vigilarlo. Estaba alardeando frente a unas chicas de la zona cuyos padres estaban de visita en mi casa. Eran chicas mayores. Chicas guapas.


—¿Tuvo problemas en el agua?


—Estaba ahogándose. Yo no me di cuenta durante casi un minuto. Una de las chicas era socorrista en la ciudad durante las vacaciones de verano. Hizo que volviera en sí después de que yo lo sacara del agua. Tenía solo cinco años.


Lo cual significaba que Pedro tenía trece. Aún un niño. Demasiado joven para cargar con esa culpa.


—Mencionaste que se lo debías.


—Se desarrolló despacio después de eso. Durante años pareció que nunca sería capaz de aprender como los demás. El hombre con el que mi madre se fue a Estados Unidos era el especialista en desarrollo de Julián.


—Ahora parece bastante normal —dijo Paula, y suprimió el recuerdo del desagradable brillo en la mirada de Julián durante el baile—. Si consiguió un puesto en un hotel importante, Julian no habrá tenido muchas secuelas.


—Pura suerte. Y habilidad por parte de Ricardo López, mi padrastro. Podría haber sido muy distinto.


—La verdad es que no habla mucho de eso —dijo Paula—. De su trabajo en Estados Unidos.


—Déjalo, Paula. Deja de buscar misterios donde no los hay.


—Solo siento curiosidad —porque el hotel Joliet Grosvenor no tenía constancia de que allí hubiese trabajado ningún Julian Lopez. Ni Julian Alfonso. Y ahí era donde Simone había dicho que había trabajado—. Me gustaría saber más sobre cómo dirigen los grandes hoteles de Estados Unidos.


—Entonces pregúntaselo a él.


—Puede que lo haga.