miércoles, 24 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 47


—Ellos lo consideran una especie de compensación. O eso o no querían a un soldado de élite suelto y llamando la atención. En cualquier caso, me dieron la baja médica hasta que concluya mi tiempo, entonces levantarán los cargos honorablemente. Todo ha acabado.


—¿Pero no para ti?


—Esa unidad era mi familia, Paula. Habría muerto por cualquiera de ellos y casi lo hice, varias veces. Así que ser entregado por los hombres por los que habría recibido un balazo… Que pusieran mi valor y mi honor en entredicho…


—¿El teniente sigue en la cárcel?


—Sí —contestó él mientras ponía el coche en marcha—. No verá la luz hasta dentro de diez años.


—Bien. Lo merece.


—Tal vez los dos lo merezcamos.


—Te culpas a ti mismo por el chico que murió.


—Podría haber sido Lisandro. Era un simple niño antes de que comenzara el conflicto. El único que quedaba para defender a su madre y a sus hermanas. Estaba aterrorizado.


—Tú no lo mataste.


—Tampoco lo salvé.


—No puedes responsabilizarte de cada niño. De cada pérdida.


—Una vez estuve a punto de matar a Julián —continuó él—. En el embalse que hay cerca de tu casa. Se suponía que tenía que vigilarlo. Estaba alardeando frente a unas chicas de la zona cuyos padres estaban de visita en mi casa. Eran chicas mayores. Chicas guapas.


—¿Tuvo problemas en el agua?


—Estaba ahogándose. Yo no me di cuenta durante casi un minuto. Una de las chicas era socorrista en la ciudad durante las vacaciones de verano. Hizo que volviera en sí después de que yo lo sacara del agua. Tenía solo cinco años.


Lo cual significaba que Pedro tenía trece. Aún un niño. Demasiado joven para cargar con esa culpa.


—Mencionaste que se lo debías.


—Se desarrolló despacio después de eso. Durante años pareció que nunca sería capaz de aprender como los demás. El hombre con el que mi madre se fue a Estados Unidos era el especialista en desarrollo de Julián.


—Ahora parece bastante normal —dijo Paula, y suprimió el recuerdo del desagradable brillo en la mirada de Julián durante el baile—. Si consiguió un puesto en un hotel importante, Julian no habrá tenido muchas secuelas.


—Pura suerte. Y habilidad por parte de Ricardo López, mi padrastro. Podría haber sido muy distinto.


—La verdad es que no habla mucho de eso —dijo Paula—. De su trabajo en Estados Unidos.


—Déjalo, Paula. Deja de buscar misterios donde no los hay.


—Solo siento curiosidad —porque el hotel Joliet Grosvenor no tenía constancia de que allí hubiese trabajado ningún Julian Lopez. Ni Julian Alfonso. Y ahí era donde Simone había dicho que había trabajado—. Me gustaría saber más sobre cómo dirigen los grandes hoteles de Estados Unidos.


—Entonces pregúntaselo a él.


—Puede que lo haga.





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