Dejar a Paula sola y lesionada en su porche la noche anterior había sido una de las cosas más difíciles que Pedro había hecho desde que llegara a WildSprings. Deseaba llevarla en brazos a la cama, vendarle el tobillo, cuidarla. En vez de eso, había aparcado su coche y había vuelto a casa caminando en la oscuridad para aliviar parte de su tensión.
Eso le había ayudado. Un poco.
El café de por la mañana estaba ayudándole más.
De pronto llamaron a la puerta y Pedro se dispuso inconscientemente a sacar la nueve milímetros que ya no llevaba encima. El hecho de que alguien hubiera llegado hasta su puerta sin ser detectado… Estaba perdiendo su toque.
—Hola, Clint —dijo Julián cuando le abrió la puerta—. ¿Puedo pasar?
Parecía distraído, y era la primera vez en meses que su hermano visitaba la casa del árbol. Algo pasaba. Pedro se echó a un lado y le dejó pasar.
—Necesito hablar contigo. Es sobre anoche.
—¿Quieres un café? —preguntó Pedro mientras regresaba a la cocina a por su taza.
—No. Aunque una cerveza para la resaca no me iría mal.
Pedro abrió la nevera para sacar una cerveza y después miró el reloj del microondas. Apenas eran las nueve de la mañana. Frunció el ceño, pero le pasó la botella a su hermano de todos modos antes de que salieran al balcón.
—Escúpelo —le dijo a Julián.
—Se trata de Paula…
—¿Qué le pasa?
—Yo… —Julián maldijo en voz baja y se sentó en el asiento más cercano antes de dar un trago a la cerveza—. Intenté ligar con ella. Estaba borracho. No pensaba.
Pedro optó por el silencio como respuesta. Si hablaba, diría demasiadas cosas. Así que Julián continuó.
—Estaba despampanante, Pedro. Coqueteaba con todos. Incluido tú.
—¿Qué hiciste exactamente?
—¿De verdad no te lo ha contado?
—No. ¿Esperabas que lo hiciera?
—Seguro que está esperando su momento.
—Yo creo que no. Le gusta librar sus propias batallas.
—Dímelo a mí. Casi me rompió el hombro cuando la toqué.
—¿Por qué me lo estás contando?
Julian suspiró y agitó las manos dramáticamente.
—Por las leyes de acoso. Ella es nuestra empleada.
—¿Entonces no deberías estar disculpándote con ella ahora mismo en vez de estar confesándome a mí tus pecados? —sugirió Pedro. Pero entonces se arrepintió. No. No quería que Julián se acercase a Paula.
—Es una mujer —respondió su hermano—. Encontrará alguna manera insidiosa de vengarse. Les dirá a todas las chicas del distrito que no se acerquen a mí. Pondrá sal en el azucarero. Comenzará a hacer circular rumores.
—Aún sigues teniendo dieciséis años, ¿verdad?
—Le doy dos días antes de que empiece a ponerlos a todos en mi contra.
Pedro estiró el brazo y le confiscó la botella de cerveza.
—Estás paranoico. No bebas durante el día. Si anoche intentaste ligar con ella, entonces tendrás que afrontar las consecuencias, aunque eso signifique beberte el café con sal. —Julián se puso en pie para irse, pero en la puerta Pedro lo detuvo.
—Por cierto, Julian. Vuelve a tocarla y yo haré algo mucho peor que romperte el hombro.
Ayyyyyyyyyy me encanta cómo Pedro la defendió a Pau.
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