Y entonces fue cuando lo supo. Paula podía estar muriéndose por dentro, pero había tomado una decisión y era la persona más fuerte que había conocido nunca. Había elegido su camino y lo estaba siguiendo, así que, ¿por qué tratar de interponerse en su camino? Si era aquello lo que quería, ¿por qué ponerle las cosas más difíciles?
–Te he comprado algo en Sídney –dijo, tratando de aligerar el tono mientras sacaba el nuevo teléfono del bolsillo y se lo alcanzaba–. No tienes que preocuparte por los gastos. Ya está todo cubierto.
Paula abrió los ojos de par en par.
–No puedo aceptar esto de ti, Pedro…
–Claro que puedes –Pedro forzó una sonrisa–. Tiene una buena cámara… te vendrá bien para tus viajes…
–Pedro…
–Vivimos en la era de los móviles, Paula, y necesitas uno. Puedes utilizarlo de despertador, de linterna, tiene GPS… –Pedro se interrumpió al notar que Paula parecía cada vez más distante–. Puedes mandarme algún mensaje cuando quieras, o una foto…
Paula sonrió al escuchar aquello último y tomó el teléfono de las manos de Pedro.
–Lo que quieres es una foto sexy, ¿no?
–Solo quiero que puedas ponerte en contacto si lo necesitas…
–Me encantaría ponerme en contacto ahora –susurró Paula a la vez que se acercaba a él–. Aún hay algunas posturas de mi lista que no hemos probado –añadió a la vez que sacaba la lista de un bolsillo.
Pedro no llegó a ver la lista porque la furia hizo que lo viera todo rojo.
–¿Has arriesgado el cuello volviendo a entrar en la casa a por esa lista? –preguntó, contemplando con ira el maquillaje de Paula, su bonito vestido, sus zapatos… ¿se habría preparado para disfrutar de una última noche con él? ¿Tan solo era eso para ella? ¿Un objeto que utilizar?
–También habría ido a por tus cosas –dijo Paula en tono de disculpa–, pero no quería ponerme a husmear en tus asuntos personales –apoyó una mano contra el pecho de Pedro y bajó la vista–. Sube al estudio conmigo. Podemos compartir mi última botella de champán.
¿Acaso quería utilizarlo para olvidar el dolor que sin duda le había producido perder la casa?
Pero no pensaba permitir que se saliera con la suya. Si todo había terminado, que terminara ya. No pensaba seguir siendo su juguete hasta que decidiera descartarlo del todo.
Y además estaba muy enfadado.
–Creo que ya no tengo nada que enseñarte –dijo a la vez que hacía un supremo esfuerzo para apartarse de ella.
Herida en su orgullo, Paula observó cómo entraba en la casa. Había querido superar aquella última y horrenda noche divirtiéndose con el único hombre del mundo con que podía hacerlo. De hecho pensaba que aquella sería la única manera de superar aquella noche. Y necesitaba desesperadamente sentir a Pedro dentro de ella por última vez. Porque aquello no iba a repetirse nunca más.
Pero Pedro acababa de dejarla plantada. Y se sentía desolada.
Subió corriendo a su estudio para no desmoronarse allí mismo.
Se sentó en el borde de la cama y miró el teléfono que sostenía en la mano. Incapaz de resistirse, presionó el botón para encenderlo. La foto de la pantalla era de las Blade. El sonido de llamada elegido por Pedro era el de una de las canciones que habían bailado. Solo había un contacto en la lista: el de Pedro Alfonso, con foto y todo.
Paula miró a su alrededor y su mirada se posó en la nevera. Se acercó, abrió la puerta y metió el teléfono en el congelador. Luego se apartó como si lo que hubiera metido fuera una bomba.