domingo, 7 de noviembre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 61

 


Pedro frunció el ceño cuando el taxi se detuvo ante la casa de Paula; algo había cambiado en la casa. Tras pagar por el trayecto y salir notó cuál era la diferencia. El seto había sido recortado de manera que había un ancho paso hacia al interior.


Cuando entró vio a Paula en el jardín.


–¿Qué está pasando? –preguntó, conmocionado.


–Has vuelto antes de lo que esperaba –dijo ella con una sonrisa mientras bajaba las escaleras de su estudio calzada con unos zapatos de tacón.


Al ver el lugar en que antes estaba el huerto, Pedro se quedó boquiabierto.


–¿Qué diablos ha pasado aquí?


Paula apartó un mechón de pelo de su frente y Pedro notó que tenía un largo corto en el dorso de la mano.


–El huerto era demasiado grande. Seguro que no le habría gustado a ningún posible comprador.


–¿Un posible comprador? –repitió Pedro, perplejo.


–Voy a vender. Es lo mejor que puedo hacer –Paula volvió a sonreír–. Debería haberme decidido antes.


Pedro miró a su alrededor sin ocultar su desolación.


–¿Pero qué has hecho, Paula?


–He limpiado un poco el jardín –Paula rio como si la reacción de Pedro estuviera siendo exagerada–. A fin de cuentas, el lugar será comprado por alguna empresa constructora que lo rehará todo.


–¿Qué? –el corazón de Pedro latía con tal fuerza que no estaba seguro de haber escuchado bien.


–Tranquilo –dijo Paula, sonando muy segura de sí misma–. Echa un vistazo a la casa.


Al ver que no decía nada más, se volvió y vio una nota oficial clavada en la puerta. Había visto montones de notas parecidas en los meses posteriores al terremoto.


–¿Por qué han puesto esa nota en tu casa?


–Los cimientos han desaparecido. Ya se ha hundido un poco y por lo visto podría desmoronarse en cualquier momento.


–Los cimientos pueden arreglarse.


–No en esta ocasión.




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