Paula no daba crédito. Quería creerlo, pero estaba Susy… siempre estaba Susy.
–Te fuiste con Susy después de la gala. Sin decirme adiós siquiera.
–Lo sé y te pido disculpas –dijo Pedro –Quería estar contigo esa noche, te lo juro. Pensaba pedirte que te quedases, pero el padre de Susy sufrió un infarto y ella estaba inconsolable… murió esa misma noche.
–Lo siento, no lo sabía.
–No quiero que pienses que no me importas, Paula –siguió Pedro. –Si pudiese dar marcha atrás en el tiempo iría a buscarte para decirte lo que pasaba. Siento mucho no haberlo hecho.
Paula pensó en Susy y en lo terrible que debía haber sido para ella.
–¿Ella está bien?
–Es una chica fuerte, lo superará. Le he dicho que venía a verte, que te quiero. Entre Susy y yo nunca ha habido nada. Tú eres la persona más importante en mi vida.
Era el momento que Paula había esperado, por el que había rezado durante tanto tiempo. Pedro había ido a buscarla para decir que la quería.
–He dejado que mi amistad con Susy se interpusiera en nuestro matrimonio –le confesó él– pero no volverá a pasar. Susy se apoyaba demasiado en mí y tú, en cambio, no me necesitabas para nada… o yo creía que no me necesitabas. Pero quiero que sepas que movería cielo y tierra por ti y por Maite. Y que no os defraudaré nunca.
Paula tenía que hacer un esfuerzo para que la esperanza no la abrumase.
–Susy parecía la mujer adecuada para ti, por eso no podía soportarla. Ella es todo lo que yo no soy.
Pedro la tomó entre sus brazos, con fuerza, como diciendo que no iba a dejarla escapar.
–Estoy mirando a la mujer perfecta para mí ahora mismo, no tengo la menor duda.
–¿De verdad?
Él sonrió y el corazón de Paula estalló de alegría.
–No debería haberte presionado para tener hijos. No entendía por qué no querías, pero ahora lo entiendo. Tu hermano me hizo ver lo que no había visto antes. Lo siento, de verdad. Siento mucho todo lo que has sufrido por mi culpa. Tú mereces lo mejor y yo quiero dártelo. Espero que puedas perdonarme por ser tan cabezota.
–Te perdonaré si tú me perdonas a mí por irme del rancho. Debería haber hablado contigo, haberte contado la verdad.
–No, es culpa mía. He sido un imbécil –dijo él con los ojos brillantes. –Pero pasaré el resto de mi vida intentando hacerte feliz, te lo prometo. ¿Qué me dices? ¿Puedo quemar los papeles del divorcio?
–Yo encenderé la cerilla –respondió Paula.
Pedro suspiró, aliviado, antes de buscar sus labios en un beso lleno de cariño.
–Te quiero.
–Yo también a ti –Paula recordó algo entonces. –Pero acabo de comprar una casa y mi trabajo está en Nashville.
–Podemos vender la casa y puedes seguir trabajando desde el rancho, ¿no?
–Sí, supongo que sí. Aunque me gustaría estar con Maite todo lo posible y hacer algo más por Penny's Song. He estado pensando que podría hacer socia a Jorgelina, mi ayudante, así tendría menos trabajo.
–Lo que tú decidas me parecerá bien. Y si te gusta mucho tu casa en Nashville, podemos conservarla. Haremos lo que tú quieras.
Paula quería estar con su marido, quería que fuesen una familia, el resto se iría solucionando poco a poco.
Pedro sacó a Maite de la trona y la niña le echó los bracitos al cuello.
–¿Confías en mí, Paula?
–Del todo –respondió ella.
–Entonces, tenemos que volver al rancho ahora mismo.
–¿Ahora mismo?
–Has dicho que confías en mí.
Y, de repente, Paula supo que confiaba en aquel hombre por completo.