Paula Chaves era una mujer con agenda. Para ser más exactos, con dos agendas. Además de la electrónica, en los últimos tiempos había empezado a utilizar también una en papel, por miedo a perder la primera y volverse loca.
Era una persona muy organizada.
Y sus dos agendas le decían que llegaba justo a tiempo para la mejor reunión del día. Una copa de vino con su compañera y amiga Julia Atkinson.
Entró en el bar de North Phinney Avenue, miró a su alrededor y no le sorprendió darse cuenta de que había llegado la primera. Siempre llegaba pronto a todas partes.
Y Julia, siempre tarde.
Se sentó a una mesa y pidió una copa de vino blanco. Después, pasó diez minutos repasando lo que tenía que hacer al día siguiente y tomando notas acerca de las cosas que quería mejorar en la página web.
—¿Llego tarde? —preguntó Julia casi sin aliento mientras se sentaba.
Llevaba puesta una prenda negra y amplia que era una mezcla de jersey, poncho y capa.
—Por supuesto que llegas tarde. Como siempre.
Julia se había cortado recientemente la melena rojiza y sus generosos labios esbozaron una sonrisa.
—He estado en la inauguración de un nuevo centro comercial de muebles con varias marcas traídas de Milán. Me he liado a hablar y a comer unas deliciosas galletas. He comido tres, pero no me siento culpable. Apuesto a que has hecho una jornada de trabajo mientras me esperabas.
—Media jornada.
El camarero se acercó y Julia le pidió un vodka con tónica. Lo que significaba que estaba haciendo otro de sus regímenes. Lo que significaba…
—Creo que he conocido a alguien —dijo tan emocionada que Paula se echó hacia atrás.
—Cuéntamelo todo.
Julia se desabrochó el extraño abrigo y lo puso en el respaldo de la silla.
Debajo llevaba un vestido rojo y negro, adornado por uno de los cientos de los enormes collares vintage que poseía.
—Es ingeniero y vive en el centro. Estuvo casado, pero su mujer lo dejó y le rompió el corazón.
—Qué rapidez. Nos vimos la semana pasada y no me contaste nada. ¿Dónde lo has conocido?
El camarero llegó con la copa de Julia y esta le dio un sorbo.
—En realidad, todavía no lo he conocido.
—¿Qué?
Julia se encogió de hombros.
—Lo conozco a través de LoveMatch.com.
—Ah, por Internet.
—Es la primera vez que lo utilizo. Muchas mujeres encuentran hombres estupendos por Internet.
—¿Y cómo es que sabes tantas cosas de él?
—Porque hemos hablado por teléfono. Ahora está trabajando en Filipinas, pero hemos quedado el martes que viene —continuó Julia emocionada—. ¿Quieres ver una foto?
—Por supuesto.
Julia se sacó la tablet del bolso y unos segundos después se la pasaba a Paula. En ella, había un tipo rubio y muy sonriente. No era su tipo. Demasiado guapo para su gusto, pero a Julia le gustaban los hombres guapos.
—Vaya.
—Lo único que me da miedo es que sea demasiado guapo para mí. Ah, y tiene un acento encantador. Nació en Manchester, pero ha vivido por todo el mundo. Es hijo de militar, como tú.
Paula volvió a mirar la fotografía del hombre. Iba vestido con pantalones cortos y una camiseta de algodón. A pesar de la mandíbula fuerte, no parecía tener mucho carácter, pero no iba a decírselo a su amiga.
—No es demasiado guapo para ti. Tú eres preciosa.
—¿Crees que puedo perder cuatro kilos y medio de aquí al martes?
—Para ya —respondió ella, intentando no reírse—. Te ha visto en fotografía, ¿no? Es evidente que le has gustado.
Julia se mordió el labio inferior.
—Le he mandado una que me hice el año pasado, cuando estaba más delgada.
A pesar de ser una mujer inteligente y segura de sí misma, Julia tenía a veces problemas con su imagen corporal, pero Paula supo que no merecía la pena discutir del tema. En su lugar, decidió tranquilizarla.
—Todo irá bien.
—Eso espero. Tengo tan mala suerte con los hombres…
Julia miró fijamente la fotografía del hombre y luego guardó la tablet.
—¿Cómo estás tú?
Paula dejó salir por fin la emoción que llevaba todo el día conteniendo.
—También tengo novedades.
—¿Has conocido a alguien? —le preguntó Julia con los ojos muy abiertos.
—No, no tengo tiempo para hombres. Estoy levantando un negocio. Tal vez en un par de años…
—Ya. Tú y tus agendas.
—Hacer listas me ayuda a ir por el buen camino.