lunes, 2 de diciembre de 2019
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 26
Paula volvió a trabajar el lunes por la mañana, convencida de que Pedro estaba en Francia y no tendría que verlo durante un par de días.
Había pasado el fin de semana furiosa consigo misma por la escenita del coche y temía volver a verlo, segura de que tendría que soportar sus sarcasmos.
Pero el día no parecía terminar nunca y cuando llegaron las cinco tuvo que admitir que lo echaba de menos. Peor, estaba contando las horas hasta que volviera...
Debía de estar volviéndose masoquista, pensó, enfadada consigo misma.
-Pedro acaba de llamar para decir que no vendrá en toda la semana -anunció Margarita-. Parece que el tiempo en la Riviera es maravilloso. Aunque, entre tú y yo, creo que ha ido con una ex novia. Sonaba... cansado, pero ese cansancio le vendrá bien. Aunque tendré que reorganizarle la agenda.
«Mejor para él», pensaba Paula mientras iba a la estación, intentando no pensar en los celos que la carcomían. No era asunto suyo dónde o con quién estuviera Pedro Alfonso. podría salir con todo un equipo de fútbol femenino y a ella le daría igual.
Además, si no estaba en la oficina no tenia que preocuparse de que la mirase o de notar su aliento en el cuello. Pedro era un hombre y, como Leo, seguramente no tendría el menor escrúpulo mientras pasaba de una mujer a otra.
El viernes por la mañana llegó a la oficina con quince minutos de retraso y maldiciendo el sistema de transporte público de Londres... y se chocó contra una figura familiar.
-Pedro, pensé que estabas en Cannes -se disculpó, intentando frenéticamente disimular la alegría que sentía al verlo.
-¿Por eso has llegado tarde? -preguntó él.
-No, claro que no. Qué tontería. He llegado todos los días a mi hora. Además, tú sabes que es imposible controlar el transporte público en esta ciudad. Es un desastre -le espetó Paula, en jarras.
-Bueno cuando te hayas calmado, llévame el expediente de Robson al despacho. Margarita tiene unas cartas que debes pasar al ordenador... ah y nos vamos a París el lunes. Supongo que tienes el pasaporte en regla.
-¡París! - exclamo ella-. ¿Cuanto tiempo?
-Un par de días.
-Un par de días...
-No es Marte, Paula, está aquí al lado. ¿Algún problema?
-No, no, claro que no. -mintió ella.
Era la primera vez, que tenía que viajar con él.
Hasta el momento, el trabajo estaba yendo mejor de lo que esperaba y había llegado a casa a las seis todos los días, justo cuando Nora acababa de llegar con Maia de la guardería Pero sólo eran un par de días, se dijo a sí misma. La niña estaría estupendamente con sus vecinos y Chris echaría una mano cuando hiciera falta.
Aunque mentalmente estaba haciendo una lista de todo lo que tenía que hacer antes de marcharse: ir al supermercado, poner la lavadora...
-¿Me estás escuchando? -preguntó Pedro.
-Perdona, ¿qué has dicho?
-Que no hace falta que vengas a trabajar el lunes. Iré a buscarte a casa. Ponte algo cómodo para el viaje, pero lleva un vestido de noche en la maleta porque tendremos que cenar con el cliente.
¿Una falda negra y una blusa servirían como vestido de noche?, se preguntó ella. Tendrían que servir porque no había otra cosa en su armario. Maia necesitaba un abrigo de invierno y el calentador estaba estropeado... No podía comprarse un vestido.
-Ah, otra cosa. Haz algo con ese traje.
-¿Que haga qué?
-Tirarlo a la basura, si es posible.
-Es el único traje que tengo.
-Ya me imagino -suspiró Pedro.
Paula se puso colorada ante tan grosera crítica. Sí, había llevado aquel mismo traje gris todos los días, pero con diferentes blusas... y no estaba tan mal.
-Quizá deberías convencer a tu marido para que te compre algo de ropa. Un par de buenos trajes son absolutamente necesarios para este puesto de trabajo.
-Pedro, para cuando haya terminado de pagar la hipoteca tendré noventa y siete años. No puedo gastarme dinero en ropa. Si quieres que vaya a París, tendré que ir con esto... o con nada.- replicó Paula, indignada.
-«Nada» me parece muy interesante.
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 25
Estaba demasiado nerviosa para dormir, de modo que paseó por el salón, reviviendo aquel momento entre sus brazos y regañándose a sí misma por ser tan débil. ¿Por qué no podía recordar que era su jefe?
¿Por qué había tenido Pedro que besarla? ¿y por qué se había dejado ella besar? ¿No era capaz de controlar la atracción que sentía por él? Quizá le había dejado claro que estaba interesada y con la supuesta ausencia de su marido... sí, claro, para Pedro Alfonso sería muy conveniente mantener una relación con una mujer casada que no podría exigirle nada.
Eran casi las dos de la mañana cuando se obligó a sí misma a meterse en la cama. En unas horas, Maia estaría de vuelta en casa y tenía que estar alerta y despierta para su hija.
Tenía que criar a una niña sin la ayuda de su padre y no había sitio ni en su vida ni en su cama para Pedro Alfonso, decidió. Por mucho que le gustara besarlo.
Pero cuando acababa de apagar la lámpara de la mesilla sono el telefono y contestó a toda velocidad.
-¿Pedro?- no se le ocurría qué otra persona podría llamarla a esas horas, pero el silencio al otro lado del hilo la lleno de horror. Y los Jadeos, que a la luz del día le habrían dado risa, sonaban extrañamente amenazadores-. ¡Vete al Infierno, Idiota! -gritó, antes de colgar el telefono, furiosa.
Y después se echo a llorar.
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 24
Él, por supuesto, ganó al Final. Cuando Pedro estaba decidido a hacer algo, lo hacía y punto. Además, Paula no quería montar una escena delante de sus compañeros.
Permaneció en silencio durante el viaje. No le apetecía hablar de naderías y la tensión entre ellos amenazaba con estallar de un momento a otro.
-¿Tienes algún plan para el fin de semana ahora que Chris no está? -preguntó Pedro.
-No, seguramente alquilaré alguna película -contestó ella.
No podía decirle que iba a pasar el fin de semana limpiando la casa o jugando con Maia.
De repente, pensó que le gustaría que su vida fuera un poco más emocionante. Pero le encantaba estar con su hija... Entonces, ¿por qué de repente no era suficiente? ¿Por qué sentía el anhelo de tener compañía adulta y, si era sincera consigo misma, particularmente la de aquel hombre?.
Pedro tuvo que contener una punzada de celos al pensar en su marido, al que recibiría el domingo con los brazos abiertos. Quizá se irían temprano a la cama el domingo. Sin duda, harían el amor. Paula era una mujer preciosa, de modo que no iban a jugar al Monopoly. Tuvo que hacer un esfuerzo para no imaginarla desnuda, con las piernas enredadas con las de aquel otro hombre… su marido, al que había visto brevemente en la puerta cuando la había llevado a casa el otro día.
Aquello tenia que terminar, se dijo a sí mismo furioso.
Fantasear con una mujer casada, su secretaria además, era repugnante. Definitivamente, llevaba demasiado tiempo sin tener una amante.
Pero aquel fin de semana podía contar con la compañia de una ex novia particularmente encantadora con la que mantenía una relación abierta. Había llegado el momento de olvidar a Paula Chaves y la forma de ejercicio que tenía planeada para el fin de semana sería la solución a ese problema.
-Y tú, qué piensas hacer este fin de semana?
-Voy a pasar unos días en mi apartamento de Cannes.
-Ah, sí, se me había olvidado -murmuró Paula. De repente, sintió que se estaba ahogando e intentó abrir la puerta a toda prisa. -Espera, se ha enganchado el asa del bolso con el cinturón de seguridad... ¿por qué tanta prisa?
-Nada, es que tengo que...
Estaba tan cerca que incluso en el interior del coche podía ver las arruguitas de expresion alrededor de sus ojos.
-Espera, yo necesito... hacer esto. -murmuró
Pedro, su voz tan grave, que Paula apenas lo entendio. Pero no tenia duda de cuál era su intencion. Pedro levantó su cara con un dedo y sus labios se movieron con la suavidad de una mariposa sobre los suyos.
Ella sintió un escalofrío y cerro los ojos. Pero sus labios se abrieron como por voluntad propia.
No habría podido evitarlo por mucho que quisiera. Su cuerpo y su mente estaban en guerra y su cuerpo era el vencedor. El roce de su lengua fue la mecha que encendió el fuego.
Pedro dejó escapar un gemido ronco mientras la cordura sucumbía inexorablemente ante las llamas de pasión que llevaban encendidas toda la semana. Sin pensar, tiro suavemente de su pelo para inclinar su cabeza y tomar su
boca en un asalto devastador, forzándola a aceptar un nivel de erotismo que Paula no conocía.
Cuando por fin se apartó, sus ojos brillaban como zafiros, pero no había calor en ellos y Paula tembló, helada hasta los huesos.
-Chris debe de ser un imbécil -murmuró-. Si tú fueras mi mujer no te dejaría sola nunca.
Esas palabras fueron como una bofetada y Paula abrió la puerta del coche, desesperada por salir de allí.
-Puedes ahorrarte la compasión por mi marido. La unica imbecil soy yo. Sabía que debería haber tomado el tren... Habría estado más segura viajando sola a estas horas de la noche.
Acababa de abrir la puerta de su casa cuando oyó que el coche de Pedro desaparecía a toda velocidad al final de la calle. Incluso estando furioso habia esperado a que ella estuviera a salvo...
domingo, 1 de diciembre de 2019
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 23
Su disfrute era evidente. Pedro había estado mirándola todo el tiempo, incapaz de apartar los ojos de su esbelta figura. Su pelo brillaba como el cobre sobre los pálidos hombros y él había deseado desatar la cinta que ataba el top a su cuello Para ver sus pechos...
Paula Chaves estaba siendo una distracción insospechada. Más que eso, una obsesión.
¡Estaba casada, por Dios bendito! Al final de la noche se iría a casa con su marido. Otro hombre tenía derecho a fantasear con Paula, no él.
-Como eres una experta, deberías darme un par de lecciones.
Sería raro que no bailara con su secretaria pensaba Pedro. Y como era una canción ligera no había peligro de que la rozara.
Porque sería un peligro.
Paula no podía decirle que no sin dar una buena razón, de modo que volvieron a la pista. Cuando pusieron una balada, ella intentó apartarse, pero Pedro la tomó por la cintura.
Era el cielo y el infierno. Estaba tan cerca, que el aroma de su colonia la mareaba. Su colonia y sus bíceps, tan duros... Paula se concentró en un punto indeterminado sobre su hombro, pero tuvo que apretar los labios cuando él enredó un mechón de pelo en su dedo, sus caras tan cerca, que si volvía la cabeza podría besarlo...
Afortunadamente, la canción terminó poco después.
-Debo irme o perderé el último tren.
-No Pensarás ir en el tren a estas horas, ¿no?
-¿Por que no? Vivo a las afueras de Londres, no en el Bronx. Y soy perfectamente capaz de cuidar de mi misma.
-¿Tu marido no viene a buscarte?
-Chris esta fuera este fin de semana... visitando a unos amigos.
Eso era cierto, su hermano estaba fuera de Londres, en Nottingham, para visitar a un compañero de universidad.
-Yo te llevaré a casa.
-No, no, por favor. No hace falta que dejes la fiesta por mí. En serio, Pedro, no es ningún problema tomar el tren.
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 22
Antes de entrar en el salón, se disculpo para entrar un momento en el aseo. Así evitaría que la sentaran con Pedro.
La copa de vino parecía habérsele subido a la cabeza. Se sentía mareada y tenía las mejillas coloradas, aunque, que eso fuera resultado del alcohol o de su encuentro con Pedro estaba aún por decidirse. Tenía que controlar aquella atracción, se dijo. Era su jefe, por Dios bendito.
Y no quería por nada del mundo que los demás se dieran cuenta.
Se había dejado el pelo suelto esa noche y caía sobre sus hombros, dándole un aspecto más sexy. Por un momento, estuvo tentada de hacerse el moño, pero no tenía tiempo. Ni horquillas suficientes. Lo último que quería era llegar a la mesa después de que todo el mundo estuviera sentado. A toda prisa, se arregló el top de algodón con escote halter y lanzó un gemido al ver como se pegaba a su cuerpo... marcando sus pezones.
Maravilloso, pensó. O se ponía la chaqueta o tendría que estar toda la cena de brazos cruzados. Porque de ninguna forma pensaba mostrar la evidencia de su atracción por Pedro Alfonso.
Afortunadamente, él estaba sentado en otra mesa y podía estudiarlo disimuladamente... disfrutando cuando una sonrisa suavizaba sus facciones. La cena era en honor de Claudio Metcalf, pero era Pedro el centro de atención.
Parecía un rey rodeado de sus cortesanos, todos los ojos concentrados en él, mientras Katrina Jefferstone intentaba actuar como si fuera su consorte.
Fue entonces cuando Paula se dio cuenta de que no era la única que se sentía atraída por el jefe. Una mirada alrededor le reveló que la mayoría de las mujeres, incluso estando al lado de sus maridos, se veían afectadas por el carisma de Pedro Alfonso. El pobre tenía que haberse dado cuenta... vamos, sería imposible no darse cuenta porque con tanto pestañeo el aire debía llegarle con la fuerza de un huracán.
Y Katrina parecía muy consciente de su popularidad.
Katrina era una mujer rara, nombrada muy poco amablemente por algún compañero como «la reina de hielo». Era fría hasta el punto de parecer grosera, no hablaba con nadie... y ella parecía haberle caído mal desde el primer día.
Paula vio cómo intentaba llamar la atención de Pedro. Eran gestos sutiles: un movimiento de melena, poner la mano en su brazo para decirle algo... pero evidentemente Katrina estaba loca por él.
¿Se habrían dado cuenta los demas?
Tambíen ella se ponía nerviosa cada vez que estaba a su lado, pero intentaba disimular Además, Pedro la trataba como trataba a todo el mundo.
Sólo era una empleada, pensó. Pedro era un hombre muy viril y ella no era diferente de las demás mujeres, que rezaban para recibir una mirada suya...
En ese momento, Pedro la miró y Paula tuvo que tragar saliva.
-Me parece que mi marido está decidido a bailar con todas las chicas guapas que hay en el restaurante. -una voz de mujer interrumpió sus pensamientos. Era la esposa de Claudio Metcalf- Es su cumpleaños, así que supongo que no puedo protestar. Claudio, no la pises, por favor, es muy pequeñita.
Paula bailó con él y luego con otros compañeros y descubrió lo divertido que era olvidarse de las responsabilidades durante unas horas.
-Parece que lo estás pasando bien. Bailar es evidentemente otro de tus talentos ocultos.
Paula tropezó mientras se dirigía a la mesa, su camino bloqueado por Pedro.
-Es una fiesta estupenda. Se me había olvidado cuánto me gusta bailar.
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 21
El resto de la semana pasó en un suspiro y, a pesar de la cantidad de trabajo, Paula disfrutó mucho. Afortunadamente, la maternidad no la había convertido en una seta. Seguía alerta, ágil, capaz de hacerse cargo de todo. Eso la alegró. Disfrutaba trabajando para Pedro Alfonso... aunque «disfrutar» quizá no era la palabra adecuada. Por turnos, él le tomaba el pelo o la aterrorizaba, aunque había aprendido a respetarlo porque era un abogado brillante.
Había descubierto que la única forma de trabajar con él era no mirarlo a la cara. Una sola mirada la distraía, de modo que estudiaba la alfombra, la ventana o el escritorio, lo que tuviera mas cerca en cada caso. Ocasionalmente, cuando no tenía más remedio que mirarlo, lo encontraba estudiandola, pero apartaba la mirada enseguida. Con la notable excepción de Katrina Jefferstone, el resto de los empleados eran simpáticos con ella e incluso había recibido una invitación para celebrar el cumpleaños del socio de Pedro.
-Han reservado mesa en un restaurante cerca de aqui. Nos reuniremos todos allí despues del trabajo- le explico Margarita-. Es una cena informal, así que yo voy a traer otra blusa para cambiarme.
Parecia un buen consejo: una blusa o un top informal. En realidad, el vestuario de Paula era bastante limitado. Nora y Carlos se quedarían con la niña, así que podía relajarse un poco y pasarlo bien, para variar.
Cuando había entrado en el baño para cambiarse la blusa el viernes por la tarde, se sentía contenta por salir a cenar con los compañeros. Llevaba tanto tiempo sin salir de casa...
De hecho desde que Maia nació su vida social había sido nula. Y su amarga experiencia con Leo había hecho que no volviera a pensar en ningún hombre. Después de salir a cenar en un par de ocasiones con algún compañero del otro bufete, empezaron las llamadas de Leo a horas intempestivas... estaba segura de que era él. A pesar de haberse acostado con todas las mujeres que se cruzaban en su camino, de los dieciséis a los sesenta años, seguía siendo un hombre absurdamente posesivo. Pero nunca había entendido cómo era capaz de seguirle los pasos.
Paula llegó al restaurante y se quedó sorprendida por la música rock que salía de los altavoces,
-¿Y esto?
-Claudio tiene pánico de hacerse viejo y está intentando recuperar su juventud perdida –le confió Margarita-. Este sitio es más para una chica como tú que para mí. pero dicen que la comida es buena y hay baile después de cenar.
Paula pidió un zumo de naranja, decidida a
mantenerse serena. Se sentía un poco incómoda entre los otros empleados, que eran amigos y tenían cosas de qué hablar. Era como ser la niña nueva en el patio del colegio, pensó, buscando a Margarita con la mirada.
-Buenas noches, Paula. ¿Todo bien? Pareces estar buscando a alguien.
Pedro de repente se había materializado a su lado y ella tragó saliva... mirando su corbata.
-Estaba buscando a Margarita.
-Está ahí, hablando con la mujer de Claudio. ¿Quieres una copa?
Había dado un paso adelante y ella se vio atrapada entre la barra y su torso, mareada al respirar el aroma de su colonia.
-Vino blanco, por favor -murmuró, esperando que el alcohol soltara su lengua que, en aquel momento, parecía estar hecha un nudo.
-¿Bonita alfombra? -preguntó Pedro.
-¿Qué?
-Pareces fascinada por las alfombras. Siempre estas mirándolas. ¿Tienes algún problema Para mirarme, Paula?
-No, no. No digas tonterías. ¿Porque iba a tener un problema?
Paula levantó la mirada, pero eso fue peor. El corte de la chaqueta, que destacaba unos hombros anchisimos sin necesidad de hombreras, era suficiente para hacer que se le quedara la boca seca. Intentando demostrar que no pasaba nada, lo miro a la cara y sintió un peculiar dardo en el pecho al absorber la belleza masculina. Era guapisimo y, por las miradas de otras mujeres, no era la única que lo pensaba.
-No se puede decir que seas feo precisamente Pedro. Las mujeres no dejan de mirarte.
-¿Y tú no puedes?
-Claro que puedo. Pero, ¿por qué quieres que mire? Te recuerdo que estoy casada.
-No hace falta que me lo recuerdes -respondío él.
Y, para alivio de Paula, en ese momento los llamaron para cenar.
sábado, 30 de noviembre de 2019
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 20
Margarita no podía disimular su sorpresa. Pedro Alfonso tenía una mente muy precisa y nunca olvidaba nada. Pero cuando Paula entró en el despacho vio un brillo en sus ojos... que llamó su atención.
-Si no necesitas nada más, me voy -dijo Paula.
-Dame cinco minutos y te llevaré a casa.- contestó él-. Tengo una cita esta noche cerca de allí.
-No hace falta -protestó ella a toda prisa, asustada ante la idea de estar confinada en un coche con él durante cuarenta y cinco minutos.
-No pasa nada, me pilla de camino.
Insistir en que podía ir en tren despertaría la curiosidad de Margarita, de modo que Paula decidió no hacerlo. -Gracias.
Aquella vez no había chófer ni Bentley en el aparcamiento. Pedro la llevó hasta un deportivo rojo y la ayudó a entrar antes de colocarse tras el volante. Era un coche muy pequeño y cada vez que cambiaba de marcha rozaba su muslo, aunque estaba segura de que no lo hacía a propósito. Pero, por si acaso, Paula se pegó a la ventanilla.
-Relajate. No tengo por costumbre flirtear con mis secretarias mientras voy conduciendo.
-Ya me lo imagino -replicó ella, sin mirarlo.
Ahora debía parecerle una grosera, pensó entonces, buscando algo que decir.-¿Celina Carter-Lloyd es...?
-¿A qué se dedica Chris? -preguntó Pedro a la vez-. Venga, tú primero.
-Quería saber si Celina Carter-Lloyd vive por aquí. Dijiste que tenías una cita.
-Y así es. Pero no, Celina no vive por aquí.
De modo que tenía una cita con otra mujer, pensó Paula, preguntándose por qué se alegraba de que no saliera exclusivamente con la tal Celina.
-¿Qué ibas a decir tú?
-Iba a preguntar a qué se dedica tu marido.
-Chris es... -Paula buscó una repuesta a toda prisa, pero no se le ocurría nada. Su ex marido había sido bombero, pero no tenía intención de hablar de las heroicidades de Leo-. Es chef.
-¿En serio? ¿Tiene alguna estrella Michelín?
-No, trabaja en una hamburguesería.
Pedro levantó las cejas.
-Entonces, ¿tú ganas más dinero que él? ¿Es por eso por lo que no pudiste terminar la carrera?
-Algo así -contestó Paula. La conversación se estaba volviendo demasiado personal y suspiró cuando llegaron a su casa-. Bueno, muchas gracias. Que lo pases bien.
-Eso espero -respondió él.
Paula observó el deportivo perdiéndose al final de la calle y lo imaginó cenando con alguna modelo. Pedro Alfonso no estaba a su alcance, se recordó a sí misma. Además, ella tenía la responsabilidad de criar a una niña... una niña de la que él no sabía nada.
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