domingo, 1 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 21




El resto de la semana pasó en un suspiro y, a pesar de la cantidad de trabajo, Paula disfrutó mucho. Afortunadamente, la maternidad no la había convertido en una seta. Seguía alerta, ágil, capaz de hacerse cargo de todo. Eso la alegró. Disfrutaba trabajando para Pedro Alfonso... aunque «disfrutar» quizá no era la palabra adecuada. Por turnos, él le tomaba el pelo o la aterrorizaba, aunque había aprendido a respetarlo porque era un abogado brillante.


Había descubierto que la única forma de trabajar con él era no mirarlo a la cara. Una sola mirada la distraía, de modo que estudiaba la alfombra, la ventana o el escritorio, lo que tuviera mas cerca en cada caso. Ocasionalmente, cuando no tenía más remedio que mirarlo, lo encontraba estudiandola, pero apartaba la mirada enseguida. Con la notable excepción de Katrina Jefferstone, el resto de los empleados eran simpáticos con ella e incluso había recibido una invitación para celebrar el cumpleaños del socio de Pedro.


-Han reservado mesa en un restaurante cerca de aqui. Nos reuniremos todos allí despues del trabajo- le explico Margarita-. Es una cena informal, así que yo voy a traer otra blusa para cambiarme.


Parecia un buen consejo: una blusa o un top informal. En realidad, el vestuario de Paula era bastante limitado. Nora y Carlos se quedarían con la niña, así que podía relajarse un poco y pasarlo bien, para variar.


Cuando había entrado en el baño para cambiarse la blusa el viernes por la tarde, se sentía contenta por salir a cenar con los compañeros. Llevaba tanto tiempo sin salir de casa...


De hecho desde que Maia nació su vida social había sido nula. Y su amarga experiencia con Leo había hecho que no volviera a pensar en ningún hombre. Después de salir a cenar en un par de ocasiones con algún compañero del otro bufete, empezaron las llamadas de Leo a horas intempestivas... estaba segura de que era él. A pesar de haberse acostado con todas las mujeres que se cruzaban en su camino, de los dieciséis a los sesenta años, seguía siendo un hombre absurdamente posesivo. Pero nunca había entendido cómo era capaz de seguirle los pasos.


Paula llegó al restaurante y se quedó sorprendida por la música rock que salía de los altavoces,


-¿Y esto?


-Claudio tiene pánico de hacerse viejo y está intentando recuperar su juventud perdida –le confió Margarita-. Este sitio es más para una chica como tú que para mí. pero dicen que la comida es buena y hay baile después de cenar.


Paula pidió un zumo de naranja, decidida a
mantenerse serena. Se sentía un poco incómoda entre los otros empleados, que eran amigos y tenían cosas de qué hablar. Era como ser la niña nueva en el patio del colegio, pensó, buscando a Margarita con la mirada.


-Buenas noches, Paula. ¿Todo bien? Pareces estar buscando a alguien.


Pedro de repente se había materializado a su lado y ella tragó saliva... mirando su corbata.


-Estaba buscando a Margarita.


-Está ahí, hablando con la mujer de Claudio. ¿Quieres una copa?


Había dado un paso adelante y ella se vio atrapada entre la barra y su torso, mareada al respirar el aroma de su colonia.


-Vino blanco, por favor -murmuró, esperando que el alcohol soltara su lengua que, en aquel momento, parecía estar hecha un nudo.


-¿Bonita alfombra? -preguntó Pedro.


-¿Qué?


-Pareces fascinada por las alfombras. Siempre estas mirándolas. ¿Tienes algún problema Para mirarme, Paula?


-No, no. No digas tonterías. ¿Porque iba a tener un problema?


Paula levantó la mirada, pero eso fue peor. El corte de la chaqueta, que destacaba unos hombros anchisimos sin necesidad de hombreras, era suficiente para hacer que se le quedara la boca seca. Intentando demostrar que no pasaba nada, lo miro a la cara y sintió un peculiar dardo en el pecho al absorber la belleza masculina. Era guapisimo y, por las miradas de otras mujeres, no era la única que lo pensaba.


-No se puede decir que seas feo precisamente Pedro. Las mujeres no dejan de mirarte. 


-¿Y tú no puedes?


-Claro que puedo. Pero, ¿por qué quieres que mire? Te recuerdo que estoy casada.


-No hace falta que me lo recuerdes -respondío él.


Y, para alivio de Paula, en ese momento los llamaron para cenar.





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