domingo, 1 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 22




Antes de entrar en el salón, se disculpo para entrar un momento en el aseo. Así evitaría que la sentaran con Pedro.


La copa de vino parecía habérsele subido a la cabeza. Se sentía mareada y tenía las mejillas coloradas, aunque, que eso fuera resultado del alcohol o de su encuentro con Pedro estaba aún por decidirse. Tenía que controlar aquella atracción, se dijo. Era su jefe, por Dios bendito.


 Y no quería por nada del mundo que los demás se dieran cuenta.


Se había dejado el pelo suelto esa noche y caía sobre sus hombros, dándole un aspecto más sexy. Por un momento, estuvo tentada de hacerse el moño, pero no tenía tiempo. Ni horquillas suficientes. Lo último que quería era llegar a la mesa después de que todo el mundo estuviera sentado. A toda prisa, se arregló el top de algodón con escote halter y lanzó un gemido al ver como se pegaba a su cuerpo... marcando sus pezones.


Maravilloso, pensó. O se ponía la chaqueta o tendría que estar toda la cena de brazos cruzados. Porque de ninguna forma pensaba mostrar la evidencia de su atracción por Pedro Alfonso.


Afortunadamente, él estaba sentado en otra mesa y podía estudiarlo disimuladamente... disfrutando cuando una sonrisa suavizaba sus facciones. La cena era en honor de Claudio Metcalf, pero era Pedro el centro de atención. 


Parecía un rey rodeado de sus cortesanos, todos los ojos concentrados en él, mientras Katrina Jefferstone intentaba actuar como si fuera su consorte.


Fue entonces cuando Paula se dio cuenta de que no era la única que se sentía atraída por el jefe. Una mirada alrededor le reveló que la mayoría de las mujeres, incluso estando al lado de sus maridos, se veían afectadas por el carisma de Pedro Alfonso. El pobre tenía que haberse dado cuenta... vamos, sería imposible no darse cuenta porque con tanto pestañeo el aire debía llegarle con la fuerza de un huracán. 


Y Katrina parecía muy consciente de su popularidad.


Katrina era una mujer rara, nombrada muy poco amablemente por algún compañero como «la reina de hielo». Era fría hasta el punto de parecer grosera, no hablaba con nadie... y ella parecía haberle caído mal desde el primer día. 


Paula vio cómo intentaba llamar la atención de Pedro. Eran gestos sutiles: un movimiento de melena, poner la mano en su brazo para decirle algo... pero evidentemente Katrina estaba loca por él.


¿Se habrían dado cuenta los demas?


Tambíen ella se ponía nerviosa cada vez que estaba a su lado, pero intentaba disimular Además, Pedro la trataba como trataba a todo el mundo.


Sólo era una empleada, pensó. Pedro era un hombre muy viril y ella no era diferente de las demás mujeres, que rezaban para recibir una mirada suya...


En ese momento, Pedro la miró y Paula tuvo que tragar saliva.


-Me parece que mi marido está decidido a bailar con todas las chicas guapas que hay en el restaurante. -una voz de mujer interrumpió sus pensamientos. Era la esposa de Claudio Metcalf- Es su cumpleaños, así que supongo que no puedo protestar. Claudio, no la pises, por favor, es muy pequeñita.


Paula bailó con él y luego con otros compañeros y descubrió lo divertido que era olvidarse de las responsabilidades durante unas horas.


-Parece que lo estás pasando bien. Bailar es evidentemente otro de tus talentos ocultos.


Paula tropezó mientras se dirigía a la mesa, su camino bloqueado por Pedro.


-Es una fiesta estupenda. Se me había olvidado cuánto me gusta bailar.


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