sábado, 23 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 33





A la mañana siguiente, se marcharon del apartamento deprisa, así que no tuvieron posibilidad de hablar. Tal y como Pedro le había dicho, para poder irse a Wisconsin, tenía que adelantar un viaje de negocios y hacerlo durante esa semana. Se marcharía aquella tarde y estaría fuera hasta mediados de la siguiente semana. Al regreso, pasaría un día en Youngsville antes de marcharse a visitar a su familia, el día antes de Acción de Gracias.


Paula sabía que iba a echarlo muchísimo de menos. Recordó los días que él había estado fuera, justo después de conocerse, y que la semana se le había hecho interminable.


Esa vez sería mucho peor. Pedro le había dicho que la llamaría todas las noches, y ella sabía que cumpliría su promesa. Trató de no centrarse en los pensamientos tristes y aprovechar su ausencia para trabajar en el estudio. Después de todo, tendría que acostumbrarse a vivir sin Pedro, porque era evidente que tarde o temprano dejaría de formar parte de su vida.


Le resultaba difícil no pensar en él. Paula trató de concentrarse en el trabajo que estaba haciendo en Colette. Desde que había conocido a Pedro, no era tan productiva como antes, pero hasta el momento, su jefe no le había dicho nada acerca de sus despistes o de las fechas límite que no había cumplido. Paula hizo todo lo posible por ponerse al día con el trabajo y retomó otros proyectos, incluidos los encargos que tenía para la empresa de Pedro. Los hacía mucho más contenta que al principio, porque no solo estaba haciendo su trabajo, sino que además era para el hombre al que amaba. 


Quería enseñárselos a Pedro cuando regresara, y esperaba que le gustaran.


Las dos noches siguientes, Paula se quedó en el estudio hasta la medianoche. Pedro la llamó al teléfono móvil y estaba preocupado porque era tarde y ella seguía allí. Sus conversaciones eran breves y un poco insatisfactorias. Ambos estaban muy cansados después de largos días de trabajo. Pedro parecía agotado y más distante que nunca. De lo único que hablaban era de lo mucho que se echaban de menos. 


Paula esperaba que Pedro volviera a sacar el tema de las vacaciones, y al ver que no lo hacía, se sintió aliviada.


La tercera noche que Pedro estaba fuera de la ciudad llamó a Paula y se sorprendió al encontrarla en casa. Había mucho ruido de fondo y parecía que llamaba desde un teléfono público.


—¿Paula? Soy yo —la saludó.


—Hola, Pedro. ¿Dónde estás? Apenas puedo oírte —le dijo.


—Estoy en un restaurante. Tengo que cenar con unos clientes y sé que no regresaré al hotel hasta muy tarde. Me alegra saber que te has tomado la noche libre y no has ido al estudio. Creo que necesitas descansar —añadió.


—Sí, necesitaba un descanso —admitió. Pero había otro motivo por el que Paula había regresado a casa. David Martin había ido a visitarla para ver las pequeñas esculturas. En esos momentos, estaba paseando por el salón tomando notas y sacando fotos. Paula estaba cansada y no le apetecía tener visita—. David Martin está aquí —le dijo a Pedro—. Ha venido a ver mis otros trabajos para ver si podemos usarlos en la exposición.


—Sí, comentó algo de que tenía que ir a verlos —dijo Pedro. Paula no sabía si había notado cierto tono de disgusto en su voz. ¿No le gustaba que David estuviera allí?—. Bueno, dile hola de mi parte, ¿vale?


—Por supuesto —dijo Paula.


—No te entretengo más si estás ocupada —dijo Pedro—. Además, parece que hay problemas en la línea. ¿Me oyes?


—Un poco… —dijo Paula—. Bueno, adiós. Te echo de menos —añadió con voz dulce.


—Yo también —dijo él. Después le dio las buenas noches y colgó.


Paula se volvió y vio que David la estaba mirando. Él sonrió y bajó la vista para anotar algo en el cuaderno.


—¿Era Pedro? —preguntó.


—Sí, está en un viaje de negocios. Dice que te diga hola.


—Dile que yo también le mando saludos —contestó David. Sonrió de nuevo, pero había algo en él que a Paula no le gustaba.


—Lo haré —dijo Paula.


—¿Te llama todas las noches cuando está fuera?


Paula se sorprendió al oír la pregunta. ¿Y a él que más le daba?


—Sí —contestó con frialdad.


—Qué encanto —comentó David—. Parece que lo vuestro va en serio, ¿no?


Paula intuyó adonde quería llegar David. No le gustaba la manera en que David la miraba y era el momento de dejarle claro que no estaba interesada en él. Aunque eso pudiera significar que cancelaran la exposición.


—Sí, nuestra relación es algo serio —dijo con seguridad—. Muy en serio.


De pronto, sintió que era ridículo tratar de convencer a un extraño de algo que ni siquiera ella le había dicho al hombre que amaba.


—Eso está bien —dijo David—. Hacéis muy buena pareja —añadió.


—Gracias —contestó Paula—. ¿Has terminado? Mañana tengo que madrugar mucho…


—Sí… sí, por supuesto —contestó David. Miró el reloj—. Uau, qué tarde es. No tenía ni idea de que llevaba tanto tiempo aquí —metió el cuaderno y la cámara en su bolsa y se dirigió a la puerta. Paula se alegró al ver que iba a marcharse. Lo adelantó y le abrió la puerta.


—Ah, por cierto —dijo él—, Tomas Pendleton, mi socio, quiere conocerte. Es lo habitual cuando montamos una exposición individual. He pensado que podíamos quedar para cenar algún día… digamos, ¿este viernes o sábado?


Pedro no regresaba hasta la semana siguiente, así que Paula tenía libre el fin de semana. Deseaba que él estuviera allí para acompañarla a la cena. Esa noche se había sentido incomoda con la presencia de David, y la idea de cenar con él y con otro desconocido no la atraía lo más mínimo.


—No estoy segura… ¿quizá podíamos quedar la semana que viene? —preguntó.


—La próxima semana es festiva. Tomas se marcha de la ciudad y yo tengo que ir a Nuevo México para visitar a unos artistas —explicó él—. Es muy importante que conozcas a Tomas —añadió David—. Siente mucha curiosidad por mi último descubrimiento.


—De acuerdo —dijo ella—. ¿Qué tal el sábado por la noche?


—Perfecto —contestó David con una gran sonrisa. Le indicó un restaurante que estaba cerca de su galería y quedaron en que se encontrarían sobre las ocho y media.


Cuando Paula cerró la puerta, suspiró aliviada. 


Nunca imaginó que tendría que hacer tantas cosas para poder organizar una exposición con sus obras, y sabía que no estaba en la posición de exigirle nada a David, puesto que se había portado muy bien al darle esa oportunidad.



viernes, 22 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 32





Puesto que Paula evitaba hablar de las vacaciones, fue Pedro quien sacó el tema. La había convencido de que se tomara una noche libre y no fuera al estudio, y después del trabajo la había invitado a cenar en Crystal's, el restaurante donde se citaron por primera vez.



Pedro lo había arreglado todo para que les dieran la misma mesa que aquel día.


—Quizá todo sea demasiado apresurado, pero si no tienes planes para las vacaciones de Acción de Gracias, me gustaría invitarte a que vengas conmigo a Wisconsin para que conozcas a mi familia —le dijo Pedro.


Paula lo miró, y al ver la vulnerable expresión de sus ojos, sintió que se le derretía el corazón. Se mordió el labio inferior y miró la copa de vino. 


Sabía lo mucho que para Pedro significaba su familia. Se sentía muy unido a sus padres y a sus hermanas, y ella lo admiraba por ello. Había visto fotografías de su familia y había oído hablar mucho de ellos. Sentía curiosidad por conocerlos. Estaba segura de que eran gente maravillosa.


Sabía que Pedro valoraba mucho la opinión de su familia, y que por tanto la invitación significaba que sus intenciones eran serias. 


Paula estaba casi segura de que para Pedro esa invitación era el equivalente a una propuesta de matrimonio, o quizá los preliminares de la misma.


Todas esas ideas surcaron su cabeza en un segundo. Pedro la observaba y esperaba una respuesta. Ella dudó y bebió un poco de agua.


—Sé que todo es un poco repentino, pero hasta hoy no he estado seguro de que podría ir a verlos. Pero mis padres parecían tan decepcionados cuando les dije que a lo mejor no podía ir que he reorganizado mi agenda y he cambiado algunos de mis viajes… Pero ¿quizá tú tengas otros planes? —preguntó Pedro.


—Mi madre me ha pedido que vaya a California —le explicó Paula—. Incluso me ha enviado el billete.


—Ah, ¿así que vas a ir a verla?


—Bueno, quizá —contestó Paula. No creía que fuera a visitar a su madre, y no quería mentir a Pedro. Lo quería demasiado—. Una vez más, mi madre y yo tenemos ideas muy diferentes de cómo celebrar el Día de Acción de Gracias; puede que no vaya. La última vez que pasé unas vacaciones con ella, sirvió sushi y Martini junto a la piscina. Oh, sí… creo que había, una botella de zumo de arándanos en algún lugar de la cocina, por si algún tradicionalista quería tomarlo con vodka —añadió con una sonrisa.


—Parece muy californiano —contestó Pedro—. Entonces, ¿no vas a ir?


—No, no creo —contestó Paula—. Estaba pensando que quizá debiera quedarme aquí y trabajar en el estudio. Tengo que hacer un montón de trabajo para la exposición.


—¿En serio? —Pedro parecía desilusionado—. ¿No puedes tomarte unos días libres? No me gusta la idea de que te quedes sola durante las vacaciones.


Eso era exactamente lo que ella sentía respecto a él. Pero Pedro ya no iba a quedarse solo. Se iría con su familia y jugaría con sus sobrinos y sobrinas. Además, ella no podría soportar ver lo buen padre que podía ser.


—Oh, estaré bien. Quizá quede con Silvia —añadió. Silvia no tenía familia ni novio, y no se habían visto mucho durante las últimas semanas. No estaría mal quedar con su amiga y cenar juntas.


Paula tuvo el presentimiento de que algo estaba a punto de cambiar en su relación con Pedro. Al ver cómo la miraba, sintió un nudo en el estómago. Era el principio del fin.


Pedro estiró el brazo y le tomó la mano.


—Paula, últimamente estás un poco… distante —admitió—. Sé que estás ocupada, preparándote para la exposición. Lo comprendo. Pero, respecto a las vacaciones, ¿estás tan ocupada como para no poder ir o es que tienes miedo de conocer a mi familia?


Paula respiró hondo.


—Tengo un poco de miedo. Pero más por lo que significa la invitación.


—Ah… ¿y qué significa? —preguntó él.


—Que nuestra relación es seria.


—¿No creías que era seria? —preguntó asombrado.


—Yo… no estoy segura. No estoy segura de ser la mujer adecuada para ti, Pedro —admitió.


—¿Adecuada? Me gustas y me satisfaces en todos los aspectos. ¿Cómo has podido pensar que no es así?


Paula bajó la vista. Sabía que esa conversación iba a ser dura, pero no imaginaba que tanto. Él no la comprendía.


Al ver que ella no contestaba, Pedro dijo:
—¿No eres feliz conmigo? Creía que lo eras.


—Lo soy —contestó ella sin mirarlo a los ojos—. Creo que estoy un poco confusa —admitió—, sé que juntos somos felices. Muy felices. Pero me preocupa el futuro. No estoy segura de poder darte lo que necesitas. Lo que te mereces —añadió. Quería decirle que se refería a formar una familia, a tener hijos. Que no sería una buena madre y que lo decepcionaría tanto que terminaría odiándola.


Pero no podía confesárselo. No podía pronunciar palabra.


Él la miró pensativo pero no contestó enseguida. 


Al cabo de un rato, le apretó la mano.


—¿Por qué no dejas que sea yo quien se preocupe por eso? Así que no podrás venir conmigo a Wisconsin —añadió—. No te preocupes. Lo comprendo. Quizá la próxima vez.


Ella lo miró.


—Sí, quizá la próxima vez —dijo, convencida de que no habría próxima vez.


Pero Pedro le había prometido que no permitiría que se alejara de él, y Paula empezaba a comprender lo que quería decir con eso.


Después de cenar, regresaron al apartamento de Paula, y cuando Pedro la tomó entre sus brazos sin decir palabra, Paula sintió ganas de llorar. Lo amaba. Era difícil admitir que todo se derrumbaba a su alrededor. Se besaron con pasión e hicieron el amor con más entrega que nunca.




PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 31




Todas las amigas de Paula se entusiasmaron al enterarse de las buenas noticias y le desearon mucha suerte. Paula creía que la vida no podía irle mejor; el diseño de la Colección Para Siempre iba sobre ruedas y su relación con Pedro mejoraba cada día.


Incluso los rumores acerca de la compra de la empresa habían disminuido. Marcos Grey no había hecho ningún avance durante las últimas semanas. Los más optimistas decían que se había dado cuenta de que hacerse con todas las acciones de la empresa requería mucho esfuerzo y que había perdido el interés. Los pesimistas tenían una visión diferente del asunto: pensaban que el terrible depredador estaba tratando de conseguir que la empresa recuperara el clima de seguridad antes de pasar a la caza. Creían que atacaría pronto, presumiblemente durante las vacaciones, cuando todo el mundo estuviera pensando en otra cosa.


El día de Acción de Gracias estaba próximo y Paula tenía que decidir qué iba a hacer. 


Pasaba todo el tiempo posible en el estudio, y deseaba poder quedarse allí durante el largo fin de semana para concentrarse de lleno en sus obras de arte. Pero sabía que eso no sería posible. Por un lado, su madre la había invitado a Malibu para pasar el fin de semana. Aunque Paula nunca había mantenido una estrecha relación con su madre, siempre había confiado en que cuando madurara las cosas cambiarían. 


Una vez que había establecido su relación con Pedro, deseó ver a su madre e incluso pedirle algunos consejos. Pero el día que habló por teléfono con ella cambió de opinión. Su madre le contó todos los planes que tenía para las vacaciones: visitas a amigas y actos sociales. Paula sabía que no pasaría mucho tiempo a solas con ella. Su madre tendría la casa llena de gente durante todo el día. O ella tendría que acudir a las fiestas que daban las amigas de su madre.


Cuando por fin consiguió hablar ella y decirle a su madre que pronto haría una exposición, su madre se alegró mucho e insistió en que iría a Indiana para la inauguración. Paula ya le había contado a su madre lo de Pedro, y cuando llegó el momento de tomar decisiones acerca de las vacaciones, le dijo que quería hablarlo con él porque no quería dejarlo solo el Día de Acción de Gracias.


Eso era en parte verdad, no solo una excusa. 


Aunque se sentía muy unida a Pedro, se sentía insegura al hablar de las vacaciones con él, porque consideraba que el tema otorgaba un grado de seriedad a la relación que la incomodaba.


Estaba convencida de que amaba a Pedro con todo su corazón. ¿Cómo no iba a amarlo? Era el hombre más amable, bueno y comprensivo que había conocido nunca. También era inteligente y trabajador, y se había convertido en millonario. 


Era un magnífico amante y con él se sentía protegida, respetada y admirada.


Tenía todo lo que una mujer podía buscar en un hombre.


Pero ése era el problema, Paula consideraba que no era la mujer adecuada para Pedro. Él se merecía algo diferente, algo mejor. Una mujer con seguridad en sí misma que pudiera ayudarlo en los negocios y en los actos sociales. Una mujer de su entorno social, y no una diseñadora de joyas medio bohemia que apenas sabía dónde comprarse la ropa, cómo vestirse o cómo mantener una agradable conversación en un cóctel.


Lo más importante era que Paula nunca podría darle la familia que Pedro tanto deseaba. Quizá, conocerla había sido algo positivo en su vida. 


Sin duda, Pedro la había ayudado, pero ella también a él, ya que creía que gracias a su relación Pedro había conseguido superar el divorcio y se había decidido a buscar la vida que quería tener.


Pero eso no significaba que Paula fuera la mujer adecuada para él, y ella sabía que pronto tendría que enfrentarse a esa cuestión.



PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 30





Pedro la acarició y la besó también. Paula pensó que le sobraba la ropa y ayudó a Pedro a que se la quitara. Después le quitó la de él y se acomodaron en una cama que había en una esquina del estudio.


Hicieron el amor con mucho deseo y enorme pasión. Paula siempre se maravillaba por cómo se sentía cuando Pedro le hacía el amor. Cada vez era diferente, pero siempre mejor que la anterior. Cuánto más se conocían, más placentero y excitante les resultaba.


Pedro se sentó en la cama y se apoyó en unos almohadones contra la pared. Ella se sentó frente a él y le rodeó la cintura con las piernas. 


Él agachó la cabeza y le besó los pechos. 


Jugueteó con sus pezones hasta que se pusieron tersos y duros. Mientras la acariciaba con la boca, con los dedos exploraba el centro de su feminidad. Paula gimió de placer y se movió para colocarse sobre él y permitir que la poseyera una vez más.


Pedro la besó en la boca y la agarró por las caderas para moverla rítmicamente. Paula abrió los ojos y lo miró. Al hacerlo sintió que habían cruzado todas las fronteras y que se habían unido en cuerpo y alma. Jamás se había sentido tan cerca de una persona, tan apreciada y deseada. Cuando Pedro la llevó al éxtasis, Paula supo que realmente lo amaba y que nunca podría amar a otro hombre tanto como a él.


Más tarde, tumbados en la estrecha cama, hablaron acerca de la exposición de Paula.


—Tendré que pasar mucho tiempo en el estudio. No podremos vernos tanto por las tardes, durante una temporada —dijo ella—. ¿Te importa?


—No te preocupes por mí —dijo Pedro, y le acarició el cabello—. Esta es tu gran oportunidad. Tienes que trabajar duro. Créeme, lo comprenderé —le aseguró—. Recuerdo cuando intentaba establecer mi negocio. Tuve que pasar muchas noches en la oficina. Teníamos tan poco personal que a veces trabajaba en el despacho durante el día, y por las noches me iba a repartir pedidos. Sé que para Susana fue muy difícil. Pero los dos sabíamos que era algo temporal. Ella me hizo sentir tan culpable, que cualquiera hubiera pensado que salía todas las noches de juerga o que salía con otras mujeres.


«Así que ese es otro de los motivos por los que su matrimonio fracasó», pensó Paula. Sabía que ella habría tratado de ser más comprensiva e incluso habría intentado ayudarlo. Pero no era el momento de seguir hablando de su exmujer.


—Bueno, puedes venir a visitarme de vez en cuando —sugirió ella—. Tendré que hacer algún descanso.


—Si esto es lo que consideras un descanso, vendré a verte —bromeó él—. Siempre me sorprendes, Paula —añadió.


Pedro… no bromees —dijo ella entre risas. 


Sintió que se sonrojaba. Era la primera vez que ella era la que daba el paso para que hicieran el amor, y el experimento había salido muy bien.


—De hecho, la idea de que estés aquí sola por las noches no me gusta mucho. Sé que traerás a Lucy, pero sabes muy bien que no es un perro guardián.


—Sí, lo sé —dijo Paula con una sonrisa.


—Te daré un teléfono móvil. Y no quiero que lo rechaces —insistió él—. Quiero que lo tengas a mano por si acaso. No quiero preocuparme por ti, ¿vale?


Alguna vez había pensado en comprarse un teléfono móvil para el estudio, pero nunca lo había hecho. No le gustaba el uso que alguna gente daba a ese tipo de teléfonos, pero en ese caso le parecía útil. Unas semanas antes habría discutido con Pedro por ese tema, pero como sabía que él se preocupaba mucho por ella, ni siquiera se molestó en discutir.


—Lo que tú digas, «jefe».


—Ahora que lo dices —bromeó él, y le dio una palmadita en el trasero—, me gusta que mis mujeres… sean obedientes, y estén dispuestas a complacerme.


—¿Ah, sí? Qué coincidencia. Eso mismo es lo que yo busco en mis hombres —contestó ella.


—Vale, yo puedo hacerlo —le susurró al oído, y la abrazó. Paula no pudo decir nada y se dejó llevar por la magia de sus caricias.


—¿Era esto lo que estabas esperando? —le preguntó él.


Ella suspiró con placer.


—Hmm… exactamente.




jueves, 21 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 29





Tras la insistencia de Pedro, Paula se decidió a llamar a David Martin. Enseguida, concertaron una cita para que él pasara por el estudio para ver sus obras. Cuando Paula colgó el teléfono, dio un salto de alegría y se puso a aplaudir. 


Llamó a Pedro y le dio la noticia.


—Hemos quedado el sábado por la mañana —le dijo—. Estoy muy nerviosa. ¿Irás conmigo, Pedro?


—Por supuesto. Si quieres que vaya… —contestó él.


—Sí —dijo ella. Antes de conocer a Pedro, nunca le habría pedido a nadie que estuviera presente en una entrevista tan importante. Pero con Pedro era distinto. Él formaba parte de su vida. Lo necesitaba.


—Será un placer. Y cuando te ofrezca hacer una exposición, abriremos una botella de vino y brindaremos por el éxito.


—Oh, Pedro, por favor —se quejó ella—. No digas eso… vas a conseguir que me ponga más nerviosa.


—Lo siento —contestó él entre risas—. Pero llevaré el vino.


Cuando llegó el gran día, Paula decidió que Lucy también debía acompañarla. Muchas veces la llevaba al estudio, sobre todo, cuando se quedaba trabajando allí hasta tarde. En parte lo hacía para tener compañía, y en parte para sentirse protegida.


David Martin llegó justo a la hora. Paula le ofreció algo de beber y él le pidió agua con gas. 


Después se pusieron a trabajar. Él sacó un cuaderno y una cámara de fotos y comenzó a mirar las obras. Paula apenas podía respirar mientras lo veía observar y fotografiar sus esculturas con detenimiento. Se excusó y dijo que Lucy tenía que salir a dar un pequeño paseo. Pedro la miró con curiosidad y le dijo:
—Vale, pero no vayas muy lejos.


David no pareció darse cuenta de que se había marchado. Paula no sabía si eso era bueno o malo…


Dio un paseó con Lucy alrededor de la manzana y regresó al estudio. David ya había terminado y estaba hablando con Pedro. Al verla, le dijo:
—Ya estás aquí; Paula, tu trabajo es estupendo. Es muy original. No se parece a nada de lo que he visto con anterioridad.


Paula no sabía que decir. No esperaba que le dijera que su trabajo no valía nada, pero sí que todavía no era el momento de que expusiera en una galería. Estaba completamente sorprendida por sus comentarios.


—Ya te dije que era estupenda —dijo Pedro con orgullo. Rodeó a Paula por los hombros y le dio un pequeño abrazo. Paula recibió el apoyo que necesitaba.


—Gracias, David. Muchas gracias —consiguió decir al fin.


David le dedicó una sonrisa.


—Tonterías, soy yo el que debería darte las gracias por haberme traído aquí. O mejor dicho, debería dárselas a Pedro —añadió.


—¿Esto quiere decir que vas a incluir a Paula en la exposición colectiva? —preguntó Pedro.


Paula se alegró de que hubiera hecho esa pregunta. Ella no se atrevía a hacerla. Contuvo la respiración, y esperó a que David contestara.


—Bueno… eso depende —dijo él con voz dubitativa.


—No tengo el nivel de una profesional, ¿verdad? —dijo Paula.


—Oh, no. No es eso —se pasó la mano por el pelo—. Me preguntaba si estarías interesada en hacer tu propia exposición. Quizá pueda ser en enero.


—¿Mi propia exposición? —repitió Paula con incredulidad.


—¡Fantástico! —dijo Pedro.


—Tengo que hablar con mi socio, pero estoy casi seguro de que todo saldrá bien. Él se encarga más de los asuntos de negocios y me deja a mí el trabajo de elegir a los artistas —le explicó David—. Tendrás que trabajar duro hasta entonces. Necesitamos más obras para llenar la galería. ¿Crees que podrás hacerlo?


—Sí, por supuesto. Trabajaré día y noche si hace falta —le prometió Paula.


—Bueno… espero que no sea necesario. No queremos quemarte antes de convertirte en estrella —dijo David con una sonrisa.


—Paula tiene algunas obras pequeñas en casa. Quizá esas también se puedan exponer —sugirió Pedro.


—Sí, puede ser una posibilidad —dijo David—. Quizá pueda pasarme por allí en algún momento y echarles un vistazo. ¿Qué te parece una tarde después del trabajo? —le preguntó a Paula.


—En cualquier momento. Suelo llegar a casa sobre las seis. Llámame —dijo ella.


—Estupendo. Te llamaré la semana que viene para darte más datos —David recogió sus cosas y se preparó para marcharse—. Estoy muy contento con tu trabajo, Paula. Tengo la sensación de que les va a gustar mucho a nuestros clientes.


—Gracias… y eso espero —dijo Paula. Pedro acompañó a David hasta la puerta y ella se quedó allí de pie, un poco mareada. No podía creer lo que acababa de suceder. ¿Iba a exponer en una conocida galería? Era como un sueño… convertido en realidad.


Pedro regresó con una amplia sonrisa. Se detuvo frente a Paula y ella se lanzó a sus brazos.


—¡Gracias, gracias, gracias! —le dijo.


—Son buenas noticias, ¿verdad? Pero yo no he hecho gran cosa. Solo te he presentado a David. Tú has hecho todo lo demás.


Paula ladeó la cabeza y lo miró.


—Sí… pero tú confiaste en mí. Y eso es lo que ha cambiado las cosas —le dijo.


Se percató de que Pedro era la primera persona que confiaba en ella de verdad, la única que la había apoyado hasta el final. La oportunidad de exponer en una galería era un giro en su vida, y lo había dado gracias a Pedro. Pero en muchos otros aspectos, su vida y su personalidad también se habían visto influidas por él.


—Si me das la oportunidad, siempre te apoyaré, Paula—le prometió. La miró a los ojos y de pronto, la alegría se convirtió en algo serio y profundo. Paula sintió que le había hecho una pregunta sin pronunciarla. Una pregunta acerca del futuro. Ella no sabía qué decir, así que se puso de puntillas y lo besó.