jueves, 21 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 29





Tras la insistencia de Pedro, Paula se decidió a llamar a David Martin. Enseguida, concertaron una cita para que él pasara por el estudio para ver sus obras. Cuando Paula colgó el teléfono, dio un salto de alegría y se puso a aplaudir. 


Llamó a Pedro y le dio la noticia.


—Hemos quedado el sábado por la mañana —le dijo—. Estoy muy nerviosa. ¿Irás conmigo, Pedro?


—Por supuesto. Si quieres que vaya… —contestó él.


—Sí —dijo ella. Antes de conocer a Pedro, nunca le habría pedido a nadie que estuviera presente en una entrevista tan importante. Pero con Pedro era distinto. Él formaba parte de su vida. Lo necesitaba.


—Será un placer. Y cuando te ofrezca hacer una exposición, abriremos una botella de vino y brindaremos por el éxito.


—Oh, Pedro, por favor —se quejó ella—. No digas eso… vas a conseguir que me ponga más nerviosa.


—Lo siento —contestó él entre risas—. Pero llevaré el vino.


Cuando llegó el gran día, Paula decidió que Lucy también debía acompañarla. Muchas veces la llevaba al estudio, sobre todo, cuando se quedaba trabajando allí hasta tarde. En parte lo hacía para tener compañía, y en parte para sentirse protegida.


David Martin llegó justo a la hora. Paula le ofreció algo de beber y él le pidió agua con gas. 


Después se pusieron a trabajar. Él sacó un cuaderno y una cámara de fotos y comenzó a mirar las obras. Paula apenas podía respirar mientras lo veía observar y fotografiar sus esculturas con detenimiento. Se excusó y dijo que Lucy tenía que salir a dar un pequeño paseo. Pedro la miró con curiosidad y le dijo:
—Vale, pero no vayas muy lejos.


David no pareció darse cuenta de que se había marchado. Paula no sabía si eso era bueno o malo…


Dio un paseó con Lucy alrededor de la manzana y regresó al estudio. David ya había terminado y estaba hablando con Pedro. Al verla, le dijo:
—Ya estás aquí; Paula, tu trabajo es estupendo. Es muy original. No se parece a nada de lo que he visto con anterioridad.


Paula no sabía que decir. No esperaba que le dijera que su trabajo no valía nada, pero sí que todavía no era el momento de que expusiera en una galería. Estaba completamente sorprendida por sus comentarios.


—Ya te dije que era estupenda —dijo Pedro con orgullo. Rodeó a Paula por los hombros y le dio un pequeño abrazo. Paula recibió el apoyo que necesitaba.


—Gracias, David. Muchas gracias —consiguió decir al fin.


David le dedicó una sonrisa.


—Tonterías, soy yo el que debería darte las gracias por haberme traído aquí. O mejor dicho, debería dárselas a Pedro —añadió.


—¿Esto quiere decir que vas a incluir a Paula en la exposición colectiva? —preguntó Pedro.


Paula se alegró de que hubiera hecho esa pregunta. Ella no se atrevía a hacerla. Contuvo la respiración, y esperó a que David contestara.


—Bueno… eso depende —dijo él con voz dubitativa.


—No tengo el nivel de una profesional, ¿verdad? —dijo Paula.


—Oh, no. No es eso —se pasó la mano por el pelo—. Me preguntaba si estarías interesada en hacer tu propia exposición. Quizá pueda ser en enero.


—¿Mi propia exposición? —repitió Paula con incredulidad.


—¡Fantástico! —dijo Pedro.


—Tengo que hablar con mi socio, pero estoy casi seguro de que todo saldrá bien. Él se encarga más de los asuntos de negocios y me deja a mí el trabajo de elegir a los artistas —le explicó David—. Tendrás que trabajar duro hasta entonces. Necesitamos más obras para llenar la galería. ¿Crees que podrás hacerlo?


—Sí, por supuesto. Trabajaré día y noche si hace falta —le prometió Paula.


—Bueno… espero que no sea necesario. No queremos quemarte antes de convertirte en estrella —dijo David con una sonrisa.


—Paula tiene algunas obras pequeñas en casa. Quizá esas también se puedan exponer —sugirió Pedro.


—Sí, puede ser una posibilidad —dijo David—. Quizá pueda pasarme por allí en algún momento y echarles un vistazo. ¿Qué te parece una tarde después del trabajo? —le preguntó a Paula.


—En cualquier momento. Suelo llegar a casa sobre las seis. Llámame —dijo ella.


—Estupendo. Te llamaré la semana que viene para darte más datos —David recogió sus cosas y se preparó para marcharse—. Estoy muy contento con tu trabajo, Paula. Tengo la sensación de que les va a gustar mucho a nuestros clientes.


—Gracias… y eso espero —dijo Paula. Pedro acompañó a David hasta la puerta y ella se quedó allí de pie, un poco mareada. No podía creer lo que acababa de suceder. ¿Iba a exponer en una conocida galería? Era como un sueño… convertido en realidad.


Pedro regresó con una amplia sonrisa. Se detuvo frente a Paula y ella se lanzó a sus brazos.


—¡Gracias, gracias, gracias! —le dijo.


—Son buenas noticias, ¿verdad? Pero yo no he hecho gran cosa. Solo te he presentado a David. Tú has hecho todo lo demás.


Paula ladeó la cabeza y lo miró.


—Sí… pero tú confiaste en mí. Y eso es lo que ha cambiado las cosas —le dijo.


Se percató de que Pedro era la primera persona que confiaba en ella de verdad, la única que la había apoyado hasta el final. La oportunidad de exponer en una galería era un giro en su vida, y lo había dado gracias a Pedro. Pero en muchos otros aspectos, su vida y su personalidad también se habían visto influidas por él.


—Si me das la oportunidad, siempre te apoyaré, Paula—le prometió. La miró a los ojos y de pronto, la alegría se convirtió en algo serio y profundo. Paula sintió que le había hecho una pregunta sin pronunciarla. Una pregunta acerca del futuro. Ella no sabía qué decir, así que se puso de puntillas y lo besó.




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