sábado, 23 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 33





A la mañana siguiente, se marcharon del apartamento deprisa, así que no tuvieron posibilidad de hablar. Tal y como Pedro le había dicho, para poder irse a Wisconsin, tenía que adelantar un viaje de negocios y hacerlo durante esa semana. Se marcharía aquella tarde y estaría fuera hasta mediados de la siguiente semana. Al regreso, pasaría un día en Youngsville antes de marcharse a visitar a su familia, el día antes de Acción de Gracias.


Paula sabía que iba a echarlo muchísimo de menos. Recordó los días que él había estado fuera, justo después de conocerse, y que la semana se le había hecho interminable.


Esa vez sería mucho peor. Pedro le había dicho que la llamaría todas las noches, y ella sabía que cumpliría su promesa. Trató de no centrarse en los pensamientos tristes y aprovechar su ausencia para trabajar en el estudio. Después de todo, tendría que acostumbrarse a vivir sin Pedro, porque era evidente que tarde o temprano dejaría de formar parte de su vida.


Le resultaba difícil no pensar en él. Paula trató de concentrarse en el trabajo que estaba haciendo en Colette. Desde que había conocido a Pedro, no era tan productiva como antes, pero hasta el momento, su jefe no le había dicho nada acerca de sus despistes o de las fechas límite que no había cumplido. Paula hizo todo lo posible por ponerse al día con el trabajo y retomó otros proyectos, incluidos los encargos que tenía para la empresa de Pedro. Los hacía mucho más contenta que al principio, porque no solo estaba haciendo su trabajo, sino que además era para el hombre al que amaba. 


Quería enseñárselos a Pedro cuando regresara, y esperaba que le gustaran.


Las dos noches siguientes, Paula se quedó en el estudio hasta la medianoche. Pedro la llamó al teléfono móvil y estaba preocupado porque era tarde y ella seguía allí. Sus conversaciones eran breves y un poco insatisfactorias. Ambos estaban muy cansados después de largos días de trabajo. Pedro parecía agotado y más distante que nunca. De lo único que hablaban era de lo mucho que se echaban de menos. 


Paula esperaba que Pedro volviera a sacar el tema de las vacaciones, y al ver que no lo hacía, se sintió aliviada.


La tercera noche que Pedro estaba fuera de la ciudad llamó a Paula y se sorprendió al encontrarla en casa. Había mucho ruido de fondo y parecía que llamaba desde un teléfono público.


—¿Paula? Soy yo —la saludó.


—Hola, Pedro. ¿Dónde estás? Apenas puedo oírte —le dijo.


—Estoy en un restaurante. Tengo que cenar con unos clientes y sé que no regresaré al hotel hasta muy tarde. Me alegra saber que te has tomado la noche libre y no has ido al estudio. Creo que necesitas descansar —añadió.


—Sí, necesitaba un descanso —admitió. Pero había otro motivo por el que Paula había regresado a casa. David Martin había ido a visitarla para ver las pequeñas esculturas. En esos momentos, estaba paseando por el salón tomando notas y sacando fotos. Paula estaba cansada y no le apetecía tener visita—. David Martin está aquí —le dijo a Pedro—. Ha venido a ver mis otros trabajos para ver si podemos usarlos en la exposición.


—Sí, comentó algo de que tenía que ir a verlos —dijo Pedro. Paula no sabía si había notado cierto tono de disgusto en su voz. ¿No le gustaba que David estuviera allí?—. Bueno, dile hola de mi parte, ¿vale?


—Por supuesto —dijo Paula.


—No te entretengo más si estás ocupada —dijo Pedro—. Además, parece que hay problemas en la línea. ¿Me oyes?


—Un poco… —dijo Paula—. Bueno, adiós. Te echo de menos —añadió con voz dulce.


—Yo también —dijo él. Después le dio las buenas noches y colgó.


Paula se volvió y vio que David la estaba mirando. Él sonrió y bajó la vista para anotar algo en el cuaderno.


—¿Era Pedro? —preguntó.


—Sí, está en un viaje de negocios. Dice que te diga hola.


—Dile que yo también le mando saludos —contestó David. Sonrió de nuevo, pero había algo en él que a Paula no le gustaba.


—Lo haré —dijo Paula.


—¿Te llama todas las noches cuando está fuera?


Paula se sorprendió al oír la pregunta. ¿Y a él que más le daba?


—Sí —contestó con frialdad.


—Qué encanto —comentó David—. Parece que lo vuestro va en serio, ¿no?


Paula intuyó adonde quería llegar David. No le gustaba la manera en que David la miraba y era el momento de dejarle claro que no estaba interesada en él. Aunque eso pudiera significar que cancelaran la exposición.


—Sí, nuestra relación es algo serio —dijo con seguridad—. Muy en serio.


De pronto, sintió que era ridículo tratar de convencer a un extraño de algo que ni siquiera ella le había dicho al hombre que amaba.


—Eso está bien —dijo David—. Hacéis muy buena pareja —añadió.


—Gracias —contestó Paula—. ¿Has terminado? Mañana tengo que madrugar mucho…


—Sí… sí, por supuesto —contestó David. Miró el reloj—. Uau, qué tarde es. No tenía ni idea de que llevaba tanto tiempo aquí —metió el cuaderno y la cámara en su bolsa y se dirigió a la puerta. Paula se alegró al ver que iba a marcharse. Lo adelantó y le abrió la puerta.


—Ah, por cierto —dijo él—, Tomas Pendleton, mi socio, quiere conocerte. Es lo habitual cuando montamos una exposición individual. He pensado que podíamos quedar para cenar algún día… digamos, ¿este viernes o sábado?


Pedro no regresaba hasta la semana siguiente, así que Paula tenía libre el fin de semana. Deseaba que él estuviera allí para acompañarla a la cena. Esa noche se había sentido incomoda con la presencia de David, y la idea de cenar con él y con otro desconocido no la atraía lo más mínimo.


—No estoy segura… ¿quizá podíamos quedar la semana que viene? —preguntó.


—La próxima semana es festiva. Tomas se marcha de la ciudad y yo tengo que ir a Nuevo México para visitar a unos artistas —explicó él—. Es muy importante que conozcas a Tomas —añadió David—. Siente mucha curiosidad por mi último descubrimiento.


—De acuerdo —dijo ella—. ¿Qué tal el sábado por la noche?


—Perfecto —contestó David con una gran sonrisa. Le indicó un restaurante que estaba cerca de su galería y quedaron en que se encontrarían sobre las ocho y media.


Cuando Paula cerró la puerta, suspiró aliviada. 


Nunca imaginó que tendría que hacer tantas cosas para poder organizar una exposición con sus obras, y sabía que no estaba en la posición de exigirle nada a David, puesto que se había portado muy bien al darle esa oportunidad.



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