viernes, 22 de noviembre de 2019
PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 30
Pedro la acarició y la besó también. Paula pensó que le sobraba la ropa y ayudó a Pedro a que se la quitara. Después le quitó la de él y se acomodaron en una cama que había en una esquina del estudio.
Hicieron el amor con mucho deseo y enorme pasión. Paula siempre se maravillaba por cómo se sentía cuando Pedro le hacía el amor. Cada vez era diferente, pero siempre mejor que la anterior. Cuánto más se conocían, más placentero y excitante les resultaba.
Pedro se sentó en la cama y se apoyó en unos almohadones contra la pared. Ella se sentó frente a él y le rodeó la cintura con las piernas.
Él agachó la cabeza y le besó los pechos.
Jugueteó con sus pezones hasta que se pusieron tersos y duros. Mientras la acariciaba con la boca, con los dedos exploraba el centro de su feminidad. Paula gimió de placer y se movió para colocarse sobre él y permitir que la poseyera una vez más.
Pedro la besó en la boca y la agarró por las caderas para moverla rítmicamente. Paula abrió los ojos y lo miró. Al hacerlo sintió que habían cruzado todas las fronteras y que se habían unido en cuerpo y alma. Jamás se había sentido tan cerca de una persona, tan apreciada y deseada. Cuando Pedro la llevó al éxtasis, Paula supo que realmente lo amaba y que nunca podría amar a otro hombre tanto como a él.
Más tarde, tumbados en la estrecha cama, hablaron acerca de la exposición de Paula.
—Tendré que pasar mucho tiempo en el estudio. No podremos vernos tanto por las tardes, durante una temporada —dijo ella—. ¿Te importa?
—No te preocupes por mí —dijo Pedro, y le acarició el cabello—. Esta es tu gran oportunidad. Tienes que trabajar duro. Créeme, lo comprenderé —le aseguró—. Recuerdo cuando intentaba establecer mi negocio. Tuve que pasar muchas noches en la oficina. Teníamos tan poco personal que a veces trabajaba en el despacho durante el día, y por las noches me iba a repartir pedidos. Sé que para Susana fue muy difícil. Pero los dos sabíamos que era algo temporal. Ella me hizo sentir tan culpable, que cualquiera hubiera pensado que salía todas las noches de juerga o que salía con otras mujeres.
«Así que ese es otro de los motivos por los que su matrimonio fracasó», pensó Paula. Sabía que ella habría tratado de ser más comprensiva e incluso habría intentado ayudarlo. Pero no era el momento de seguir hablando de su exmujer.
—Bueno, puedes venir a visitarme de vez en cuando —sugirió ella—. Tendré que hacer algún descanso.
—Si esto es lo que consideras un descanso, vendré a verte —bromeó él—. Siempre me sorprendes, Paula —añadió.
—Pedro… no bromees —dijo ella entre risas.
Sintió que se sonrojaba. Era la primera vez que ella era la que daba el paso para que hicieran el amor, y el experimento había salido muy bien.
—De hecho, la idea de que estés aquí sola por las noches no me gusta mucho. Sé que traerás a Lucy, pero sabes muy bien que no es un perro guardián.
—Sí, lo sé —dijo Paula con una sonrisa.
—Te daré un teléfono móvil. Y no quiero que lo rechaces —insistió él—. Quiero que lo tengas a mano por si acaso. No quiero preocuparme por ti, ¿vale?
Alguna vez había pensado en comprarse un teléfono móvil para el estudio, pero nunca lo había hecho. No le gustaba el uso que alguna gente daba a ese tipo de teléfonos, pero en ese caso le parecía útil. Unas semanas antes habría discutido con Pedro por ese tema, pero como sabía que él se preocupaba mucho por ella, ni siquiera se molestó en discutir.
—Lo que tú digas, «jefe».
—Ahora que lo dices —bromeó él, y le dio una palmadita en el trasero—, me gusta que mis mujeres… sean obedientes, y estén dispuestas a complacerme.
—¿Ah, sí? Qué coincidencia. Eso mismo es lo que yo busco en mis hombres —contestó ella.
—Vale, yo puedo hacerlo —le susurró al oído, y la abrazó. Paula no pudo decir nada y se dejó llevar por la magia de sus caricias.
—¿Era esto lo que estabas esperando? —le preguntó él.
Ella suspiró con placer.
—Hmm… exactamente.
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