miércoles, 12 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 19




Todo esto es un territorio nuevo para mí. Nunca he estado con una mujer con la que quisiera desayunar por la mañana. Una mujer que quisiera mantener en mi cama por más de una noche.


Entonces, una vez más, nunca he tenido una relación como esta, donde necesitaba que ella permaneciera sometida para obtener lo que yo quería.


—Entonces vamos a ponernos a ello —le digo.


Ella asiente, con sus ojos brillantes, el sol irlandés pasando a través de la ventana creando un halo de luz a su alrededor. Y aunque el día afuera es frío, dentro del granero, donde está ardiendo el fuego, se está bastante cálido.


Está a punto de volverse un infierno mucho más cálido.


—Y luego me harás té, ¿verdad? —Una sonrisa juega en la esquina de su boca y sé que está bromeando, pero también, que no lo hace.


—Ven aquí, muchacha, entonces te prometo que te prepararé un té.


Ella me abre los vaqueros y caen al suelo, sus dedos tirando de la cinturilla de mi bóxer. Mi polla dura está preparada para ella.


Y ella está preparada para eso. Me mira, la sorpresa en su rostro, su sonrisa ensanchándose.


Pedro, ¿todos los irlandeses tienen pollas como esta? Porque anoche estaba oscuro, y aunque sé que te sentí dentro de mí, no conseguí un buen vistazo.


—No todo irlandés está agraciado con esto, pero ya te lo he dicho, muchacha, soy uno de los afortunados.


Ella suspira, lamiendo sus labios, sus dedos envolviéndose alrededor de mi longitud. Me acaricia suavemente, su otra mano ahuecando mis pelotas, y el calor de la fricción me pone duro como una roca.


—No lo sé, Pedro. Desde donde estoy sentada, creo que soy yo la afortunada. —Envuelve su boca alrededor de mí, sus labios succionando alrededor de mi eje, y comienza a chupar.


Su boca es cálida y su lengua se desliza sobre mi piel. Me está chupando con fuerza, arriba y abajo, su cabeza oscilando y haciéndome querer explotar en su boca.


—Disminuye la velocidad —le digo riendo—. Quiero que esto dure un poquito.


Sus hombros tiemplan cuando se ríe, sus ojos se encuentran con los míos, su boca todavía llena de mí.


—Mmmhagargor —murmura, pero no puedo entender las palabras, y eso me hace reír también.


—Quiero saber lo que éstas diciendo, pero no te preocupes —le digo—. Sólo vuelve a ello.


Mi pecho se aprieta cuando siento su boca a mí alrededor, mi polla golpeando la parte posterior de su garganta, sus tetas rebotando, moviéndose mientras ella bombea su cabeza.


¿Quién es esta criatura mágica, mi propio pequeño duende, que apareció de la nada? ¿Quién es esta ninfa que me hace una mamada y me hace reír al mismo tiempo? Nunca he conocido a una mujer que me haga sentir así: más grande que yo.


La verdad es que, normalmente me siento malditamente grande por mí propia cuenta. Pero con la boca de Paula envuelta alrededor de mí, chupándome hasta que estoy listo para explotar, mi corazón se siente más grande que nunca. 


Ella se ha hecho espacio para sí misma dentro de mí, y ni siquiera está tratando de hacerlo.


—Oh, oh, sí —gimo mientras ella me chupa más fuerte.


Hasta que me chupa hasta exprimirme completamente.


Mi corrida se precipita en su boca y ella me mira con esos ojos muy abiertos, tragando todo lo que tengo para darle.


Sus dedos rodean la base de mi pene asegurándose de que le haya dado cada gota. 


Cuando termino, ella se separa y se limpia los labios con su dedo corazón, conteniendo su respiración mientras lo hace.


La miro, ahuecando su mejilla con mi mano.


—Gracias, Paula. —Se siente extraño decir esas palabras porque nunca se las había dicho antes a una mujer por hacerme una felación antes. La mayoría de las veces, toda la cosa entera es idea de ellas.


Pero con Paula, se siente diferente. Con Paula, todo se siente como si ella me estuviera dando un regalo.


—Sabes que solo lo estaba haciendo para que me hicieras un poco de té, claro —dice, sonriendo, bromeando conmigo con tanta facilidad.


—Lo sé, y no me importa ser utilizado así.


—A mí no me importa tampoco —admite mientras se pone de pie y se sube las bragas, buscando su sujetador.


—¿Tienes que vestirte tan pronto? —pregunto, subiéndome mis vaqueros, sin querer que se vaya.


—En realidad, tengo planes para hoy. No me quedaré en Irlanda por mucho tiempo. De hecho, me iré tan pronto como obtenga la única cosa por la que vine.


Sonrío, agarrando la bolsa de pasteles y caminando hacia la cocina. Lleno el hervidor de agua y lo coloco sobre el quemador.


—¿Y a por qué viniste? Porque te viniste bastante bien para mí anoche.


Todavía está en el dormitorio vistiéndose, pero la escucho reír.


—Tengo una excursión hoy con The Lucky Irishman Tour Company.


Sus palabras me detienen en seco; ¿ella tiene una excursión hoy conmigo?


—Vine a Irlanda a buscar un arcoíris —explica—. Sé que suena raro, pero solo quería un cambio y decidí que buscar un arcoíris sería el primer paso para cambiar mi suerte. Pero he estado aquí durante tres semanas y no he encontrado ni uno en absoluto. Tengo un billete de ida y vuelta que puedo usar cuando lo desee, pero sólo me voy a quedar hasta que encuentre el maldito arcoíris. Entonces, necesito resolver el resto de mi vida.


Rebusco alrededor del armario y encuentro un poco de té negro, poniendo las bolsitas en las tazas. Mientras espero que el hervidor arranque a hervir, considero sus palabras, frunciendo el ceño mientras lo hago.


—¿Viniste aquí por un arcoíris? Estoy bastante seguro de que tenéis de eso en Estados Unidos, muchacha.


Ella sale de la habitación ahora, con vaqueros y un jersey de color crema. Está peinándose el pelo en una trenza mientras se explica:
—Pero aquí está la cuestión… todo en casa realmente se iba a la mierda, y era algo así como un último esfuerzo para cambiar mi suerte.


—Las cosas deben haber ido bastante mal si viniste todo el camino hasta Irlanda para encontrar un poco de buena suerte.


—Lo estaban. —Se inclina contra la isla de la cocina, tirando para abrir la bolsa de la pastelería—. Quiero decir, no quiero llegar a ser excesivamente personal, pero aunque siempre he tenido mala suerte, el mes pasado las cosas pasaron de mal a terribles. Pillé a mi novio de entonces engañándome… después de que él me mintiera durante seis meses seguidos. Postdata, los hombres que mienten son jodidamente despreciables para los que no tengo tiempo. —Pone los ojos en blanco, jadeando, claramente desencadenado por los recuerdos.


Aprieto la mandíbula, tratando no sentirme como el completo bastardo que sé que soy.


—De todos modos —continúa—: Atraparlos significa que rompimos, lo que significa que perdí mi apartamento. Mientras estaba de luto por mi nuevo hogar, olvidé ir a cuatro turnos en el trabajo, lo que significó que me despidieron de la cafetería. Y para rematar, tuve una exposición de fotografía que salió terriblemente mal. Un crítico dice que necesito más experiencia en la vida. Así pues, aquí estoy. Ganando experiencia en la vida. O al menos —dice encogiéndose de hombros, derrotada— estaba intentándolo.


—¿No supones que algún gato negro se cruzó en tu camino? —bromeo mientras vierto el agua hirviendo en las tazas.


—No es gracioso —me dice, tomando el cuenco de azúcar que le ofrezco. Agrega dos cucharaditas colmadas a su taza y luego busca un poco de leche. Pensando un paso por delante de ella, le entrego la jarra de la nevera.


—No creo que lo entiendas. Sé que estabas bromeando anoche sobre lo de tener suerte, pero soy la más desafortunada. Los gatos negros han sido mi pan y mantequilla. Siempre estoy caminando bajo las escaleras, y rompiendo espejos. Las cosas que deseo siempre están apenas fuera de mi alcance. Como este maldito arcoíris.


—¿Por qué un arcoíris?


—La forma en la que he estado operando no ha estado funcionando. Necesitaba hacer algo totalmente diferente. Tomar un riesgo loco. Arriesgarme.


—¿Y ha estado funcionando para ti, muchacha? —pregunto, llevándome el té a la boca.


Se muerde el labio inferior y niega con la cabeza. Sé que he tocado algo profundo y crudo dentro de ella. Y me encanta que no se retire de la complicada pregunta.


—No. No ha funcionado en absoluto. Esta nueva oportunidad en la vida ha sido una gran decepción.


—¿Seguramente no todo ha sido una decepción? —le pregunto, levantando las cejas y mirándome a la ingle.


—Sé lo que estás haciendo, y es bonito que intentes hacerme sentir mejor, y Pedro lo agradezco en serio. Pero, lo digo de verdad. Este fue mi gran plan para recargar mi vida… y ahora casi ha terminado. Mi dinero prácticamente ha desaparecido, tengo un billete para volver a un hogar, que ni siquiera tengo. Supongo que podré volver a vivir con mis padres, pero… se siente tan anti-clímax. Honestamente, no sé qué voy a hacer ahora.


—¿Pensé que dijiste que ibas a encontrar un arcoíris?


Suspira profundamente, y luego es como si reuniera hasta el último gramo de su coraje, asiente.


—Sí —dice con tristeza—. Voy a tratar de encontrar un arcoíris. ¿Pero después, qué? Quiero decir, digamos que encuentro un arcoíris, no significa que vaya a haber una olla de oro al final. —Ella sacude su cabeza.


—Pero, ¿y si hay una olla de oro al final del arcoíris? —inquiero, preguntándome ya cómo se desarrollará esta historia entre nosotros, y me doy cuenta de que es mucho más complicado de lo que pensaron Patricio o Simon. Más complicado de lo que pensé yo, sin duda.


—No sé —dice—. Una parte de mí se pregunta si todo esto ha sido una lección de la vida, enseñándome que no existe tal cosa como la suerte.


—Oh, muchacha, eso no es cierto en absoluto. Creo que me conociste por una razón.


—¿Tú? ¿Qué tienes que ver conmigo en la búsqueda de un arcoíris?


Sonrío dándome cuenta de que quizás no sepa dónde terminará nuestra historia, pero tengo una idea de cómo llevarnos allí.


—Porque, Paula, yo soy The Lucky Irishman. Yo soy al que pagaste para ayudarte a encontrar tu arcoíris.



AMULETO: CAPITULO 18




Paula se queda allí pareciendo más comestible que las galletas en mi bolsa. Probablemente sabe mucho mejor también, considerando para el caso que Hildegard las hizo. Ella no es conocida por su cocina o su pastelería. O su generosidad.


La única cosa por la que es conocida es por el hecho de que es la única persona de camino a Dublín que sirve algo para comer. Y para un hombre como yo, que vive y trabaja solo, casi todos los días, Hildegard es la única razón por la que puedo comer en absoluto.


Pero ahora, después de probar a Paula anoche, tengo la sensación de que ella me satisfaría malditamente bien cada día.


De pie aquí delante de mí ahora, su cuerpo desnudo, sus ojos vagando sobre mí con tanta lujuria como la que tengo yo, agradezco a mis estrellas de la suerte por enésima vez hoy que mi hermano y Simon la eligieran a ella entre la multitud.


La idea de conquistarla durante más de una semana no parece un gran desafío porque, en este momento, tampoco me importaría ganarla por mucho más tiempo.


Y eso es algo para decir de un hombre como yo que se ha alejado del compromiso y la obligación durante todo el tiempo que he vivido en esta tierra verde.


—Entonces, ¿vas a entregar la bolsa? —pregunta Paula, frunciendo los labios de una manera que seduce y se burla.


—Estoy indeciso, dulzura, no creo que eso sea lo que quiero probar ahora.


Dejo caer la bolsa en la cama y envuelvo mis brazos alrededor de su cálido cuerpo. Mis manos recorren su culo desnudo mientras la acerco a mí. Ella solo sacude la cabeza y se ríe.


—No estaba bromeando sobre lo de estar muerta de hambre, Pedro. Sí, fuiste increíble anoche, pero no puedo olvidarme de mi salud para acostarme contigo.


—¿Me estás diciendo, muñeca, que preferirías tener este pastel de mala calidad en lugar de una boca llena de mi polla?


Ella salta lejos de mí, agarrando la bolsa de la pastelería, abriéndola y sacando una de las galletas.


—Sí, eso es lo que estoy diciendo. Necesito esta galleta en mi boca antes de que pueda pensar siquiera en otra cosa. —La pasa a través de sus labios impacientemente. Con una boca llena del pastel redondo de Hildegard, pregunta—. Oh, ¿podrías hacerme un té?


—Guau, no esperaba que precisaras tanto mantenimiento, Muchacha.


—Me gusta eso más —dice, las migajas cayendo sobre sus pechos desnudos. Ella no hace un movimiento para sacudirlas, y una vez más me sorprende lo irreverente que es. Lo poco ortodoxa.


Y quiero decir eso de la mejor manera posible. 


Paula es desenfrenada, sin ataduras. Realmente me siento como si me hubiera encontrado con mi pareja.


—¿Qué es lo que te gusta más? —pregunto, sin entenderla.


—¿Muchacha? Los otros: ¿cariño, muñeca, dulzura? No sé… se sienten cansinos. Pero cuando dices, Muchacha, me hace sentir…


—¿Como una mujer irlandesa? —pregunto, acercándome a donde está sentada en el borde de la cama, y extendiendo sus rodillas para poder encajar entre ellas.


—Tal vez es eso lo que es. —Ella sacude la cabeza—. Pero cuando lo dices así, se siente barato. Los hombres irlandeses llaman muchacha a todas.


—No es cierto. No todos los hombres irlandeses saben cómo hablarle a una mujer. —Mi dedo índice levanta su barbilla, sus ojos encontrándose con los míos—. Además, es un término antiguo, no se utiliza todos los días.


—Pero a tí, Pedro, ¿te gustan las cosas más tradicionales? Porque realmente no tuve esa impresión cuando caminé alrededor del granero.


Yo levanto una ceja.


—¿Te gusta mi granero, Muchacha?


—No sé lo que pienso de tu granero. Pero sé lo que pienso de ti.


—¿Y qué es?


—Bueno, ahora que he tenido mi galleta, estoy dispuesta a poner otras cosas en mi boca —dice con una fingida seriedad y aprecio su franqueza.


Ella no está jugando, quiere más de mí, pero no va a disimular para conseguirlo. Ella sigue siendo su propia mujer.



martes, 11 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 17





Encontrando lo que necesito, comienzo a ponerme la ropa interior. Antes de subírmela, escucho que se abre la puerta. Y mientras estoy inclinada, con mi trasero desnudo, sé que él está de pie en la puerta. Obteniendo una luna llena.


—No me importaría despertarme para esto cada día, cariño.


Cambio en un instante, levantando un dedo con indignación por… no estoy segura.


—¿Dónde estabas? —pregunto como si me debiera esa información.


—Estaba obteniendo un poco de desayuno, muchacha.


No estoy segura de si creer que él realmente salió a buscar comida, sigo en guardia.


—¿muchacha o cariño? ¿Qué es?


—¿Qué preferirías ser? —Detrás de su espalda, saca una bolsa de papel blanco.


—¿Condujiste todo el camino de regreso a Dublín para desayunar? —Recuerdo el viaje de anoche, fueron fácilmente treinta minutos.


—No conduje todo el camino de vuelta allí. Hay un pequeño sitio donde detenerse y tomar un bocado, una taza de café o té, justo de camino. A los turistas les gusta ir allí. Comida irlandesa tradicional —dice esto como un broche de oro.


—Bueno, gracias. Estaba a punto de ponerme hangry. Y no deseas ver eso.


—¿Hangry? ¿Y qué es eso, paloma?


—¿Paloma?


Pedro se encoge de hombros.


—Trato de asegurarme de llamarte correctamente. Todavía no lo he decidido. —Agita la bolsa en el aire, tentándome—. ¿Dijiste que estabas hambrienta?


—No hungry, hangry. Enfadada y hambrienta al mismo tiempo. Es una cosa. Y es algo que padezco. Y algo que sufrirás tú si no me das esa bolsa.


Pedro se ríe y es como si estuviéramos de vuelta donde empezamos. Nunca antes había tenido eso con un hombre, este nivel de tranquilidad. Especialmente cuando estoy parada frente a uno completamente desnuda. 


Mis muslos y mis pechos son más grandes de lo que me gustaría, pero Pedro no parece darse cuenta de eso en absoluto.


Me mira como si yo fuera una obra de arte, como si él pagara dinero para entrar en un museo y mirarme.


No sé si alguna vez yo me había sentido antes como una obra maestra.


Olvida eso, sé la respuesta. Sé que no lo he hecho. Pero aquí parada frente a Pedro y por primera vez en mi vida siento que soy algo digno de admiración.


Pedro, con las mangas de la camisa enrolladas hasta el codo, con un gorro tejido en la cabeza y una bolsita de pastelería blanca, no solo me tienta sino que también me hace sentir especial… sé la verdad.


Pedro también vale la pena admirarlo.




AMULETO: CAPITULO 16





Entrando en la habitación, veo que de alguna manera estas piezas encajan. Solo un hombre tan arrogante como él podrá anotar tantas veces como fuera necesario, y sólo un hombre así, que vive tan impertinentemente, podría manejar vivir en un lugar como este.


—¿Pedro? —pregunto entrando en… ¿la sala de estar?


Hay un sofá aquí, y parece que siempre ha estado en este lugar. Por, algo así como los últimos cien años. Y hay un fuego encendido. 


Buena señal, él no me habría abandonado para siempre, si encendió el fuego. O, ¿no?


La verdad es que no conozco nada sobre él aparte de su rostro. Su delicioso rostro. Su deliciosa y besable cara. Y la boca. Necesito esa boca.


—¿Pedro? —pregunto de nuevo. Saliendo de la sala de estar y de inmediato pasando a la cocina. Porque los metros cuadrados de los que estamos hablando aquí son aproximadamente ¿cómo sesenta? Es como si de repente estuviera en un vestidor de mierda de Manhattan, y no en la extensa ladera irlandesa.


Hay un destartalado horno y un hervidor de agua. Bueno, entonces debe haber algún tipo de té. Buena señal. Miro a mi alrededor, tratando de encontrar algún tipo de comida. Hay una nevera. 


Y un fregadero lleno de platos sucios. Bueno, no voy a ser demasiado crítica.


Mi propia nevera, en casa, antes de que me echasen del apartamento que tenía Julian, básicamente sólo constaba de sobras. Sacando los menús en la nevera y los contenedores en la papelera.


Siento que podría ser presuntuoso abrir su nevera y empezar a hacerme algo para comer… sin importar lo hambrienta que estoy. Decido controlarme y vestirme.


Tal vez cuando haya terminado, él regrese. Si no… supongo que saldré y trataré de no tomar su acto de desaparición como algo personal.


No es que yo vaya a salir envuelta en esta sábana y empezar a buscarlo. Aunque él mencionó retozar en el bosque. ¿Tal vez esté esperándome?


Sacudo la cabeza, no. Eso no es lo que quiso decir con eso. Deja de pensar como una mujer enloquecida por el sexo, Paula.


Entro a la puerta… eso está todo en cuatro pasos, y agarro mi mochila. La subo sobre mi hombro torpemente, y la llevo a la zona de dormitorio.


Mientras camino por el granero, me doy cuenta de que este lugar es bastante encantador. Es un lugar sin pretensiones y muy usado, pero también único. Sonrío, dejando caer la mochila en la cama, apreciando la colcha que cayó al suelo, parece cosida a mano, y la alfombra trenzada en el suelo también parece hecha a mano. Nada acerca de este lugar me recuerda a mi hogar, sin embargo, pero todavía se siente muy familiar.


Sonriendo para mí, me relajo en el momento, algo que no he hecho durante tres semanas. 


Viajar sola me ha obligado a mantener la guardia alta. Pero ahora, dejo caer la sábana al suelo y empiezo a buscar la ropa.


Necesito ropa para empezar, porque estoy segura de que recuerdo a él arrancándome la mía anoche como un hombre salvaje de la montaña.


Oh, Dios mío, ese sexo fue tan jodidamente bueno.


Céntrate, Paula. En dos horas, tengo que estar en la oficina de The Lucky Irishman Tour Company… y todavía tengo que encontrar la dirección. Solo sabía, cuando me inscribí online ayer, que estaba en algún lugar a las afueras de Dublín.





AMULETO: CAPITULO 15




A la mañana siguiente me despierto, mi cuerpo dulce pegajoso y muy desnudo. Me cubro la cara dándome cuenta de dónde estoy y lo que he hecho.


He tenido el mejor sexo de mi vida y salió de la nada.


Tal vez yo había tocado fondo. Tal vez esto fue el comienzo de algo nuevo. Una nueva versión de Paula, la chica con la peor suerte del mundo.


Dejo caer las manos y me doy cuenta de que hay una sonrisa pegada a mi cara, y no soy una persona madrugadora, así que esto significa algo.


Tal vez este va a ser el día en que todo cambie… el día en que alcance este país en primer lugar.


El día que encuentre mi arcoíris.


Miro hacia arriba y veo que la cama está vacía. 


Sentada, envuelvo la sábana alrededor de mí y trato de orientarme.


Cuando llegamos anoche, estaba oscuro y solo había una cosa en nuestras mentes: liberar la energía sexual que palpitaba entre nosotros.


Ahora que tenemos eso fuera del camino, al menos por ahora, hay algo nuevo en mi mente: conseguir comida dentro de mi estómago.


Estoy muerta de hambre. Ese pastel de carne parece que fue toda una vida atrás, y digamos que trabajé hasta abrir el apetito anoche. Ahora todo lo que quiero es llenarme con carbohidratos.


Cualquier carbohidrato servirá. Tortitas. Scones. Galletas. Una rebanada de pan de una semana antes. No soy quisquillosa con la comida.


Tal vez Pedro tenga algo aquí, de lo contrario, es un largo camino por la montaña, y aun tengo que llegar a mi cita.


Miro el reloj en mi muñeca; es temprano, solo son las ocho de la mañana. Mi excursión comienza a las diez, así que todavía tengo mucho tiempo para ducharme, vestirme, comer y llegar a donde tengo que ir.


Me levanto con la sábana enrollada alrededor de mi cuerpo desnudo, y me pregunto dónde está Pedro. Tal vez sea uno de esos hombres románticos que preparan el desayuno en la cama para sus amantes.


Nunca he tenido ese tipo de situación. Julian. Sé que tengo que dejar de pensar en ese nocivo y mentiroso agujero, pero él es ahora el barómetro por el cual mido a cada hombre.


Sé que Pedro no es como Julian. Cuando Pedro y yo tuvimos sexo anoche, él estaba como, literalmente, teniendo sexo conmigo. Julian había tenido relaciones sexuales sobre mí. En mí. Contra mí.


Nunca conmigo.


Antes de anoche, no pensé que hubiera una diferencia.


Pedro sabía qué hacer con mi cuerpo, y no solo me llevó allí, fuimos juntos.


Ya mi coño estaba mojado de nuevo, imaginando a Pedro entre mis piernas, lamiéndome y chupando, como si yo fuera la cosa más sabrosa que hubiera tenido jamás.


Me muerdo el labio inferior y miro alrededor de las estanterías que separan la cama del resto de la habitación… ¿Estudio? No lo veo por ningún lugar. Y también soy consciente de que, mientras que Pedro fue hecho para seducir a las mujeres, no tiene precisamente una casa. Esto es más como… ¿Qué es esto?


Miro a mi alrededor con más discreción. Y, um, juraría por Dios, que este lugar es un granero.


Hay un montón de imágenes que compiten de las que tengo de Pedro ahora. Está la imagen sexual de Pedro doblándome y llenándome, y luego está la imagen de Pedro como el chulo del bar… y ahora esas dos cosas encajan. ¿Pero tratar de reconciliar al morador del granero con eso?... Está resultando más difícil.



lunes, 10 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 14




El cuerpo de Paula se relaja, cediendo a este momento. Y por eso, estoy jodidamente agradecido. He tenido mi parte justa de turistas tensas que quieren la emoción con un irlandés, pero a menudo son las mujeres las que no quieren que sus cuerpos sean realmente tocados, realmente sentidos.


Son mujeres que dicen que quieren ser folladas, pero estas mujeres no tienen idea de lo que significa tener a un hombre haciéndoles el amor.


Le arranco las bragas, tirando el encaje deshilachado al suelo. Y luego mi lengua corre a lo largo de su cremosa hendidura. Su coño ya está agradable y húmedo, listo de la misma manera que mi polla está dura como una roca.


Mi lengua se mueve hacia arriba y hacia abajo, saboreando la dulzura mientras me lanzo dentro de su coño. Y yo tenía razón. Ella sabe como el trébol. Como hierba verde, aire fresco y dulce miel.


Mi lengua profundiza, y estoy chupando sus labios y lamiéndola fuerte, consiguiéndola lista para correrse. Quiero más de ella, quiero que se vacíe sobre mi cara, pero sé que su cuerpo todavía está apretado, que es necesario aflojarlo un poco más.


Y así presiono un dedo dentro de ella, su coño prácticamente mendigando que lo follen de esta manera, ella está tan jodidamente apretada, que solo puedo adivinar que nunca ha estado con un hombre que fue bendecido con una polla por la que todos los continentes estarían celosos.


Muevo un dedo sobre su clítoris, y demonios, está latiendo y deseando más. Muevo un dedo dentro y fuera de ella, moviendo mi boca a sus muslos y plantando besos arriba y abajo entre ellos, luego envolviendo sus muslos alrededor de mi cuello, y devorándola una vez más.


Dejo que mis dedos la follen más fuerte, golpeándola hasta que su liberación cubre mi mano y siento su cuerpo tensarse y luego relajarse cuando ella se corre en mi cara. Sin detenerme, lamo toda su cremosa corrida.


Su espalda está arqueada en el aire y paso mis manos sobre su estómago, luego alcanzo más arriba, llenando mis palmas con sus tetas. Mi boca chupa con fuerza contra su coño mientras ella continúa teniendo su orgasmo contra mí.


Está jadeando, superada, y ese es el dulce punto que estoy buscando. Me pone la polla más jodidamente dura. ¿Cómo diablos tuve tanta suerte? El coño de Paula está muy mojado y dispuesto, su cuerpo tan vivo. Y su corazón… tan malditamente lleno.


—Te necesito en mí, Pedro. Necesito más de ti que follándome con tu boca, tus dedos. Ahora, necesito que me folles con esa polla.


Gruño, incapaz de manejar nada más. Sus palabras son como el fuego, consumiéndome con el deseo. Me pongo un condón y abofeteo su culo, animándola a girarse, para ponerse a gatas. Necesito follar su coño bien y duro, quiero que sus tetas reboten mientras empujo dentro de ella.


Profundo, duro, satisfactoriamente y bien.


Ella se pone a cuatro patas en el borde de la cama, y yo estoy detrás de ella de pie, mi polla bordeando más cerca de su resbaladizo coño. 


Mientras me deslizo en su entrada apretada, me alegro de haber trabajado su vagina... follándola con el dedo y con la boca... todo en preparación para este jodido gran final.


—Es demasiado grande, Pedro —dice, y al instante mi boca está sobre su oído, susurrando las palabras que ella necesita oír.


—Callada ahora, muchacha, va a encajar, pero te aseguro, te arruinará. Una vez que este irlandés te folle, ninguna otra polla lo hará jamás.


—Muéstrame, muéstrame a qué te refieres. Fóllame, Pedro. No me hagas esperar.


Y no lo hago. Presiono dentro de ella, llenándola completamente.


No me inclino a agradable y lento, no. Ella dijo que lo quería ahora… y le daré lo que quiere.


Mi pene golpea en su núcleo y ella grita.


—Oh, Dios, ¡Oh, Dios mío! El… —Y, a continuación, Paula es incapaz de hablar. Sus codos caen en la cama, todavía sigue a cuatro patas, y sostengo su cintura, ambas manos sobre sus caderas, y la abro.


Empujo dentro de ella tan jodidamente duro y a ella le encanta. Sus pechos están rebotando, y cada vez que se golpean el uno al otro, mi polla aumenta aún más. Estoy aferrado a ella, y juro que no voy a dejarme ir.


Su bonito y redondo culo está en el aire, tiene el perfecto par de tetas rebotando y sus caderas están hechas para sujetarla… Paula es un maldito sueño hecho realidad.


Mi polla está en llamas, tan cerca de explotar. 


Ojalá no tuviera un condón. Quiero que mi semilla llene su coño. Quiero llenarla tanto.


—Voy a follarte toda la noche —gruño en su oído, apartando su cabello, asegurándome de que escuche cada sílaba.


—Bien —jadea—. Yo también te necesito. Mi coño necesita eso jodidamente tanto.


Empujo contra ella, mi pene soltando su caliente corrida profundamente en su coño. Ella se corre, también, otra vez su cuerpo tembloroso, agitándose cuando acabo.


—Tenías razón. —Se las arregla para decir—. Dijiste que íbamos a tener suerte. —Se derrumba sobre la cama, una risa escapando de ella como si todo esto fuera una broma.


La giro para poder ver la euforia en su rostro. 


Con una mano a cada lado de ella, me inclino más y digo:
—Paula, lo que acaba de suceder aquí, no fue sólo suerte.


Un destello de oscuridad cruza su rostro.


—¿No?


Sacudo la cabeza, sonriendo.


—No fue suerte, muchacha. Fue perfecto.