martes, 11 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 17





Encontrando lo que necesito, comienzo a ponerme la ropa interior. Antes de subírmela, escucho que se abre la puerta. Y mientras estoy inclinada, con mi trasero desnudo, sé que él está de pie en la puerta. Obteniendo una luna llena.


—No me importaría despertarme para esto cada día, cariño.


Cambio en un instante, levantando un dedo con indignación por… no estoy segura.


—¿Dónde estabas? —pregunto como si me debiera esa información.


—Estaba obteniendo un poco de desayuno, muchacha.


No estoy segura de si creer que él realmente salió a buscar comida, sigo en guardia.


—¿muchacha o cariño? ¿Qué es?


—¿Qué preferirías ser? —Detrás de su espalda, saca una bolsa de papel blanco.


—¿Condujiste todo el camino de regreso a Dublín para desayunar? —Recuerdo el viaje de anoche, fueron fácilmente treinta minutos.


—No conduje todo el camino de vuelta allí. Hay un pequeño sitio donde detenerse y tomar un bocado, una taza de café o té, justo de camino. A los turistas les gusta ir allí. Comida irlandesa tradicional —dice esto como un broche de oro.


—Bueno, gracias. Estaba a punto de ponerme hangry. Y no deseas ver eso.


—¿Hangry? ¿Y qué es eso, paloma?


—¿Paloma?


Pedro se encoge de hombros.


—Trato de asegurarme de llamarte correctamente. Todavía no lo he decidido. —Agita la bolsa en el aire, tentándome—. ¿Dijiste que estabas hambrienta?


—No hungry, hangry. Enfadada y hambrienta al mismo tiempo. Es una cosa. Y es algo que padezco. Y algo que sufrirás tú si no me das esa bolsa.


Pedro se ríe y es como si estuviéramos de vuelta donde empezamos. Nunca antes había tenido eso con un hombre, este nivel de tranquilidad. Especialmente cuando estoy parada frente a uno completamente desnuda. 


Mis muslos y mis pechos son más grandes de lo que me gustaría, pero Pedro no parece darse cuenta de eso en absoluto.


Me mira como si yo fuera una obra de arte, como si él pagara dinero para entrar en un museo y mirarme.


No sé si alguna vez yo me había sentido antes como una obra maestra.


Olvida eso, sé la respuesta. Sé que no lo he hecho. Pero aquí parada frente a Pedro y por primera vez en mi vida siento que soy algo digno de admiración.


Pedro, con las mangas de la camisa enrolladas hasta el codo, con un gorro tejido en la cabeza y una bolsita de pastelería blanca, no solo me tienta sino que también me hace sentir especial… sé la verdad.


Pedro también vale la pena admirarlo.




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