miércoles, 4 de julio de 2018

LA TENTACION: CAPITULO 30




Pedro salió del trabajo a las tres y pasó por casa para cortar el césped y darse una ducha antes de iniciar el camino a East Lansing. Muy pronto tendría que hablar con Paula sobre Roxana. No podía estar tranquilo cuando el futuro de Paula, y el suyo propio, no estaba claro.


Se acercó a su ordenador y usó su buscador preferido para encontrar un programa del que había oído hablar en un fórum sobre derechos electrónicos en la universidad. Los resultados eran instantáneos.


Su conciencia le decía que no debía hacerlo, pero pronto llegó a la página que buscaba. El programa, que podía descargar sin coste alguno, le permitiría saber qué páginas se habían visitado en su ordenador últimamente y, lo más importante, qué había tecleado Paula en ellas. Apartó de su mente la punzada de culpabilidad, y lo descargó.


Unos minutos después se apartaba del ordenador. Protegería a Paula aunque ella no lo quisiera.


martes, 3 de julio de 2018

LA TENTACION: CAPITULO 29




El café de Village Grounds estaba lleno, y Paula no paraba de trabajar. Cuando finalmente se calmó un poco sobre las once, sacó el móvil del bolso y llamó a Claudio. El tono con el que le dijo «hola» ya la preocupó, y empeoró cuando ella le dio los informes de la cuenta.


—Lo primero que tengo que decir es que no he encontrado nada que me haga pensar que tu compañera esté en algún sitio contra su voluntad, ¿de acuerdo? —dijo él.


—¿Por qué creo que después de esto va a venir un «pero»?


—Pero... he oído el rumor de que han desaparecido los títulos al portador de un chico malo. La fuente del rumor no es la más fiable pero, basándome en lo que me has dicho de tu cuenta, sí que puede ser creíble.


Paula frunció el ceño.


—¿Títulos al portador? He oído hablar de ellos, pero no estoy segura de lo que son.


—Son lo último en fondos cuya pista no se puede seguir. Han sido ilegales en Estados Unidos durante unos veinte años, pero se pueden conseguir de muchas formas. Son propiedad de quien los tenga, ya que no hay ningún título de propiedad para confirmarlo. Si caen en tus manos, los canjeas y el dinero es tuyo. Mucho dinero procedente de la droga se blanquea así. No estoy diciendo que haya necesariamente una relación...


—Pero con los movimientos de mi cuenta, los depósitos y las retiradas, tendría sentido, ¿no?


—Podría ser —le confirmó Claudio.


Paula cerró los ojos en un intento de controlar el miedo y la ira.


—Entonces, ¿es ahora cuando tengo que asustarme?


—No, deja que haga algunas comprobaciones más. Mientras, congela esa cuenta. Te llamaré esta noche... o mañana, como muy tarde.


—Gracias.


—Siento que esto no haya salido mejor para ti, Paula. Ojalá Roxana simplemente se hubiera fugado con un tipo casado o algo así.


—Si todo esto llega a ser verdad, cuando la encuentre, va a desear no haberme conocido nunca.


Claudio se rió.


—Recuérdame que nunca me meta contigo —dijo, y colgó.


Paula intentó poner una expresión agradable para recibir a unos clientes, un grupo de turistas que acababan de entrar en el café. Mientras les servía té helado, no dejaba de darle vueltas al asunto. Quería creer que Roxana no le haría algo así, pero en el fondo sospechaba que ése era exactamente el tipo de persona en el que se había convertido su compañera.


Después de echar otro vistazo a los movimientos de la cuenta, Paula llamó al banco.


Resultó que no podía congelar la cuenta sin el permiso de Roxana, pero podía transferir los fondos a su cuenta personal, a la que Roxana no tenía acceso, así que lo hizo.


Paula sirvió los cafés prestando sólo una décima parte de su atención. Sus pensamientos estaban centrados en Pedro. Drogas y lavar dinero, dos de las actividades que le garantizarían un romance con un futuro fiscal federal.



LA TENTACION: CAPITULO 28





—¿Qué te pasa esta mañana? ¿Alguien ha escupido en tu mermelada de fresa?


Pedro miró a Carlos, que acababa de entrar en la comisaría, con una botella de agua en la mano. Dejó a un lado el caso que tenía que leer antes de la clase de aquella noche.


—No he dormido mucho.


Carlos sacó una silla y abrió la botella.


—Y no parece que haya sido por una buena razón. ¿Qué ha pasado?


Pedro nunca había considerado a su hermano como un confesor, pero no vio otra opción.


—He estado investigando a Paula.


—¿Por alguna razón en particular o... por amor?


Pedro bajó la mirada hacia su escritorio.


—No es amor... exactamente.


—Sí, claro —respondió Carlos.


Pedro decidió dejar aparte el tema del amor. 


Carlos había sido testigo de bastantes cosas de su relación con Paula en el pasado como para intentar convencerlo de lo contrario.


—Le está ocurriendo algo, pero no quiere hablar de ello.


—Nunca ha sido una persona que compartiera sus cosas. Tal vez debieras darle algo de espacio.


—Eso es lo que he estado intentando hacer, pero justo antes de que entraras hablé con el hermano de un amigo, de Miami, y no me gusta lo que me ha dicho. Paula está limpia. Trabaja duro y, de hecho, toda su vida parece girar en torno a su trabajo. Pero Roxana, su compañera, es otra cosa. No se puede decir que se relacione con las mejores personas, a menos que sientas un cariño especial por los criminales.


—Sí, tiene mala pinta —dijo Carlos—. Pero, ¿por qué empezaste a investigarla?


—Paula no duerme por las noches. Usa mi ordenador en mitad de la noche y me trata como si no ocurriera nada. Lo único que me ha dicho es que tiene un problema en el trabajo.


—¿Crees que está metida en algo sucio? —preguntó Carlos.


Pedro negó con la cabeza.


—De ninguna manera. Aparte de aquella vez, cuando la metieron en la cárcel y se perdió la boda de Alejandra, su expediente está limpio.


Carlos se levantó.


—Te aconsejaría que te metieras en tus propios asuntos pero, ya que eres un cabezota y sé que no lo harás, me contentaré con decirte que recogeré tus pedazos del suelo cuando Paula se entere y te haga papilla.





LA TENTACION: CAPITULO 27




Paula se dio una ducha y, ya vestida, se dirigió a la cocina. Pedro estaba desayunando café y cereales. Llevaba puesto el uniforme, lo que significaba que tarde o temprano se iría a trabajar. Aunque a Paula le encantaba mirarlo, prefería que fuera temprano; necesitaba llamar a Claudio desde la tranquilidad de Dollhouse Cottage antes de ir a Village Grounds a relevar a Lisa.


—¿Te importa si me sirvo uno? —preguntó Paula, señalando la cafetera.


—Lo que quieras —mientras ella sacaba una taza de un armario, él preguntó—: ¿Has dormido bien?


—Bien —contestó Paula.


—¿Sabías que hablas en sueños?


Paula derramó un poco de café sobre la encimera.


—Eso me han dicho —se puso a limpiar el líquido—. Normalmente, sólo son tonterías.


O, por lo menos, eso esperaba. Pedro no hizo ningún comentario. Aunque ella estaba deseando preguntarle qué había dicho, no supo cómo sacarle más información.


—Espero no haberte mantenido despierto.


—No por mucho tiempo.


—Bien —dijo ella, aunque se sentía totalmente tensa. Sintió algo de alivio al ver que Pedro se estaba terminando el cuenco de cereales, lo que significaba que pronto se iría.


—¿Sólo vas a desayunar café? —preguntó él.


—No suelo desayunar.


—Esa es una mala costumbre. Ya sabes que el desayuno es la comida más importante del día.


Ella intentó ocultar su frustración al ver que Pedro alcanzaba el paquete de cereales para rellenarse el cuenco.


—¿Estás segura de que no quieres un poco? —preguntó Pedro.


—Gracias, pero no —definitivamente, estaba jugando con ella. Paula se levantó, tiró el café en el fregadero y metió la taza en el lavavajillas—. Tengo que irme a trabajar.


Entre bocado y bocado, Pedro dijo:
—Esta noche tengo clase. ¿Crees que podrás mantenerte entretenida?


—Ya se me ocurrirá algo.


Paula estaba en el salón, preparándose para. irse, cuando podría haber jurado que oyó que Pedro murmuraba «apuesto a que sí». 


Echando una mirada por encima del hombro, Paula sacó del maletín el informe de la cuenta de fideicomisos y lo metió en el bolso.


lunes, 2 de julio de 2018

LA TENTACION: CAPITULO 26




Pedro veía cómo pasaban los minutos en el reloj digital. Había oído a Paula con el ordenador y luego la había sentido meterse en la cama. Dios, estaba enfadado. Y también dolido. Pero no podía obligarla a que compartiera con él lo que por el momento deseaba ocultar. Lo único que podía hacer era protegerla.


Y sería mucho más fácil si supiera de qué la tenía que proteger. Pedro cerró los ojos e intentó dormir.


Definitivamente, el amor era una tortura.

LA TENTACION: CAPITULO 25




Estaba dormido. Paula entró en el segundo dormitorio y cerró la puerta. Encendió el ordenador de Pedro, pero dejó los altavoces apagados para no despertarlo.


Entró en la página web de su banco por segunda vez aquel día. Después de salir del café Village Grounds, se había ido directa a la biblioteca, donde se había quedado hasta las cinco, la hora de cierre. No habían sido unas horas muy agradables. Incluso ahora, cuando volvía a entrar en la cuenta de fideicomisos para los clientes, lo que vio hizo que la furia la invadiera.


En parte había sido culpa suya. Debería haber observado a Roxana más cuidadosamente, haberle hecho más preguntas.


La cuenta de fideicomisos estaba pensada especialmente para los fondos de los clientes, manteniéndolos separados de la cuenta de la empresa.


Estudió los movimientos del mes anterior y vio que habían pasado por la cuenta más de noventa mil dólares. En una ocasión Paula había tomado un pago de un cliente excéntrico que no confiaba en los bancos. Al hacer aquel depósito supo que había que notificarlo al gobierno, siempre que excediera de una determinada cantidad. Aquella cantidad había sido cinco mil dólares, no noventa mil.


Alguien estaba intentando evitar el radar federal. 


Y alguien seguía desaparecida. Paula no le deseaba ningún daño físico a Roxana, pero la idea de verla entre rejas le parecía muy atractiva.


Paula imprimió el informe, apagó el ordenador y metió las páginas impresas en su maletín, en el salón. Si se quedaba con la ropa puesta, por la mañana Pedro asumiría que había dormido toda la noche. No se sentía con fuerzas para confesarle nada ni para enfrentarse a preguntas difíciles, así que volvió a meterse en la cama, acurrucándose contra él. Poco a poco su pulso se calmó, hasta acompasar el de Pedro. Parecía mentira, pero así se sentía segura. Sentía incluso el amor.



LA TENTACION: CAPITULO 24





La mesa estaba puesta y la cena se estaba haciendo. Pedro pensaba en la llamada que le había hecho a German, intentando no sentirse culpable por entrometerse en los asuntos de Paula. Pero ella no tenía por qué saberlo. 


Cualquier cosa que German le dijera se la guardaría para sí mismo. Y no ahondaría más.


Pedro le echó una mirada al salmón que estaba haciendo a la parrilla. Se consideraba mejor pescador que chef, pero esperaba que saliera algo comestible. En ese momento apareció Paula en la puerta de la cocina.


A él no le gustó lo que vio. Le pareció que Paula estaba haciendo esfuerzos por mantenerse calmada.


—¿Has tenido un mal día en el trabajo? —le preguntó él, para intentar romper el hielo.


Ella sacó una silla de debajo de la mesa y se sentó.


—¿No tendrás algo de vino, por casualidad?


—Es gracioso que lo menciones —Pedro fue a la nevera y sacó la botella de sauvignon blanco que había comprado en el supermercado al salir del trabajo.


Mientras la descorchaba y le servía una copa a Paula, ésta permanecía en silencio. Ella tomó la copa, bebió un poco y suspiró al sentir el primer trago en su garganta.


Pedro quería preguntarle qué le pasaba, pero se lo pensó mejor.


—¿Te parece bien cenar salmón? —le preguntó.
Incluso la sonrisa de Paula le pareció cansada.


—Estupendo. ¿Puedo ayudarte en algo?


—Sólo siéntate y relájate.


La cena fue tranquila. Pedro habló un poco de las personas que ambos conocían y de lo que había sido de ellos. Paula fingió estar interesada, pero Pedro sabía que tenía otras cosas en la cabeza.


Aunque ella protestó, Pedro insistió en limpiar la mesa y en fregar. Cuando hubo terminado, la tomó de la mano y la llevó a su dormitorio.


Ante la mirada inquisitiva que Paula le dedicó, Pedro le dijo:
—No, voy a seguir fiel a mi palabra y a quedarme con la ropa puesta. Túmbate, princesa. Es hora de un masaje en la espalda.


Paula se quitó las sandalias y se tumbó en la cama.


—De ninguna manera voy a dejar pasar esta oportunidad —dijo ella, después tomó uno de los almohadones para apoyar la cabeza y pasó los brazos por debajo.


Pedro se quitó los zapatos y se unió a ella, arrodillándose junto a sus caderas. Le apartó el pelo a un lado y empezó a masajearle suavemente el cuello. Mientras lo hacía, admiró su cuerpo.


Despacio, siguió el masaje hacia abajo, recorriéndole la espalda y las piernas. Poco a poco sintió que los músculos de Paula comenzaban a relajarse.


—Qué sensación más maravillosa —dijo Paula, con voz somnolienta.


Pedro deslizó las manos por debajo de su blusa y le desabrochó el sujetador. Ella no se quejó. 


De hecho, dejó escapar un suspiro de satisfacción cuando él le frotó la espalda. Pedro empezó a excitarse. Sabía que no podía luchar contra su respuesta física, pero maldito fuera si iba a hacer algo sobre ello.


Le subió un poco la blusa y ella se levantó levemente para ayudarlo. A él le encantaba el tacto de la piel de Paula contra sus manos, y la forma en que ella se confiaba a él.


Hasta que tuvo el accidente, Paula había sido una chica que se divertía en la vida. Sí, había sido una niña mimada, y su sofisticación había intimidado un poco a Pedro. Pero siempre lo había intrigado. Tenía una inteligencia fuera de lo normal.


Después del accidente, cuando ella había empezado a comportarse como otra persona totalmente diferente, Pedro había intentado hablar con ella del cambio, pero Paula siempre le había dado largas, escudándose tras una fachada de superioridad.


Ahora que había madurado, había cambiado la superioridad por el silencio, y Pedro quería a la mujer que había detrás.


Pasó poco tiempo antes de que los músculos de Paula se relajaran completamente y su respiración se hiciera más acompasada y profunda, indicando que se había quedado dormida. Pedro siguió acariciándole la espalda un poco más, tanto por su propio placer como por el descanso de Paula. Cuando se aseguró de que no iba a despertarse, fue a la cocina y agarró un vaso y el resto del vino. Se sentó en el porche trasero y se puso a mirar el cielo despejado y cuajado de estrellas.


Paula estaba distraída y angustiada. ¿Qué le podría estar pasando? Pero hacer conjeturas era inútil.


Cuando la brisa nocturna se volvió fresca, regresó a la cocina, dejó allí el vino y se dirigió a su dormitorio, donde Paula aún estaba dormida. 


Si estuviera en sus cabales, se iría a dormir al sofá, pero el buen juicio parecía haberlo abandonado los últimos días.


Pedro se quitó la ropa y se puso los pantalones de un pijama. Teniendo cuidado de no despertar a Paula, se metió en la cama, a su lado. Su calidez era muy tentadora. Se acercó a ella todo lo que pudo sin tocarla, porque si lo hacía, sabía que no podría parar. Aquella noche, gozaría de su calidez y su presencia. Antes de quedarse dormido, su último pensamiento fue «esto es lo que me he estado perdiendo todos estos años».