jueves, 29 de diciembre de 2016
CHANTAJE: CAPITULO 8
Paula miró el reloj y se dio cuenta de que, si quería seguir el consejo de Tomas de perderse por Londres, tenía que ponerse en movimiento
Se metió en el baño que tenía al lado de la oficina y se miró en el espejo. En lugar de ver el rostro de una mujer de negocios madura, vio la cara de la chica que era hacía cinco años.
Cerró los ojos y se dijo que, por mucho que hubiera luchado para cambiar su imagen externa, no había conseguido cambiar por dentro.
Por fuera, no quedaba nada de la chica inocente que se había enamorado perdidamente de Pedro Alfonso, pero por dentro... por dentro, aquella chica apasionada y alegre seguía existiendo.
Paula se tocó los labios y recordó...
Había sido increíble. Dos meses con Pedro. En aquel tiempo, había descubierto una parte de sí misma que no conocía y que se había negado desde entonces.
Sintió una punzada de deseo en la pelvis con sólo pensar en él. Le parecía imposible que una mujer pudiera sentir lo que Pedro le había hecho sentir a ella.
No se reconocía a sí misma. Con él, todo era mucho más intenso. Sobre todo, el dolor de la despedida.
Paula se agarró al lavabo.
Si se concentraba en eso, el deseo desaparecería.
Ya no tenía veintiún años y, desde luego, no era una ingenua.
Estar con Pedro no sólo le había enseñado sexo.
Todo lo que sabía sobre el dolor, el sufrimiento y la pérdida lo había aprendido con él. Era toda una experta.
Por eso, precisamente, iba a huir de él.
No quería que Pedro Alfonso volviera a formar parte de su vida y estaba decidida a hablar cuanto antes con un abogado para iniciar los trámites del divorcio.
Se puso unos vaqueros, una camiseta blanca, una gorra y unas zapatillas de deporte. Satisfecha con su cambio de imagen, se colgó el bolso del hombro y se fue.
Aunque la viera, Pedro no se fijaría en ella vestida así. Él sólo se fijaba en mujeres elegantes.
Las calles estaban llenas de gente que volvía del trabajo.
Paula se mezcló con ellos y paró un taxi. Una vez dentro, le dijo al conductor que fuera hacia el río.
Un paseo le iría bien para aclarar las ideas y podría tomarse un café y algo de comer en uno de los muchos locales que había en las orillas.
El taxi la dejó cerca del Parlamento. Paula se quedó mirando el ocaso sobre el Támesis. Estaban en pleno verano y hacía mucho calor. Todo el mundo tenía prisa por llegar a casa.
Nadie se fijó en ella.
Se sintió anónima entre tanta gente y comenzó a relajarse.
Gracias a Tomas tenía una nueva vida y debía aprovecharla.
Estaba a miles de kilómetros de distancia de Alfonso Industries y no debía volver a mezclarse con ellos jamás.
CHANTAJE: CAPITULO 7
A diez kilómetros de allí, Pedro Alfonso, se paseaba nervioso por su despacho mientras recordaba la conversación que había mantenido con Paula.
Alec lo observaba nervioso.
-Buscaré otra empresa de asesoramiento de Imagen.
-¿Por qué?
-Porque... bueno... es obvio que... os odiáis.
Poco acostumbrado a analizar sus sentimientos, Pedro se sintió incómodo ante la precisión con la que su abogado acababa de describir cómo se sentía.
¿Odio?
Había sentido muchas cosas por Paula Chaves, pero, desde luego, el odio no era una de ellas.
-¿Cuánto tiempo estuvisteis... eh... casados?
-Un mes, tres días y seis horas -contestó Pedro riéndose-. Hasta entonces, mi padre tenía el récord de matrimonio más corto, pero ahora lo ostento yo.
-En teoría sigues casado, ¿no? ¿Por qué no os habéis divorciado nunca?
-Porque uno se divorcia sólo cuando quiere casarse con otra mujer -contestó Pedro sentándose-. Y yo no tengo intención de repetir semejante error.
-Bien. Creo que a eso se refería precisamente Kouropoulos cuando decía que no tienes ningún compromiso familiar.
-Desde luego, un matrimonio de cuatro semanas, tres días y seis horas no es una buena tarjeta de presentación.
-Es una pena que no podamos trabajar con esa empresa porque tu mujer tiene fama de ser la mejor. Si hay alguien capaz de convencer a Kouropoulos de que eres un hombre capaz de amar, es ella. De momento, ni siquiera quiere concertar una cita con nosotros.
-¿Sigue sin querer vemos?
Alec negó con la cabeza, visiblemente frustrado.
-La semana pasada te fotografiaron con una modelo y con una bailarina y eso no nos ha ayudado en absoluto. El problema es que nunca sales con la misma mujer dos veces seguidas.
-¿Para qué?
-Pedro, tenemos que convencer a Kouropoulos de que sales con tantas mujeres porque, en realidad, estás buscando a la perfecta para pasar el resto de tu vida con ella. Claro que, ahora que sé que estás casado, nada de esto va a dar resultado ... me parece que vamos a tener que damos por vencidos. Hacerte parecer un hombre de familia es realmente difícil y, si para colmo, Kouropoulos se entera de que ya estás casado y sigues saliendo con otras mujeres, me temo que no hay nada que hacer. Piensa que él lleva con la misma mujer desde los veinte años.
-Supongo que por eso viven en una isla, para no tener tentaciones.
Pedro no creía en que las mujeres fueran capaces de ser fieles. Si la experiencia de su padre no fuera suficiente, a él le había pasado lo mismo.
-No pienso tirar la toalla, Alec -le dijo a su abogado poniéndose en pie.
No iba a parar hasta que Blue Cave lsland fuera suya.
-A mí no se me ocurre ninguna solución -suspiró Alec.
-Sigue buscando -le ordenó Pedro mirando por la ventana-. Si necesito cambiar de imagen, lo haré. Y mi mujer es la persona ideal para hacerla.
-¿Estás de broma?
-Ya sabes que nunca bromeo cuando hablo de negocios.
-Podría hacerte un daño colosal. Te odia...
-No, no me odia -contestó Pedro recordando el episodio de aquel mismo día.
-Soy tu abogado y te aconsejo que no lo hagas porque es muy arriesgado, Pedro.
-A mí el riesgo no me asusta.
-No te entiendo.
Pedro no contestó. A él también le costaba entenderse a sí mismo. Para ser un hombre que nunca miraba atrás, estaba incómodamente obsesionado con la desastrosa relación que había tenido con Paula.
Se dijo que era solamente porque se había negado a trabajar para él. Su relación se había basado siempre precisamente en eso, en retarse mutuamente.
Era una relación explosiva, pero muy excitante al mismo tiempo. La posibilidad de volver a vérselas con ella lo llenó de una anticipación que no fue capaz de explicar.
miércoles, 28 de diciembre de 2016
CHANTAJE: CAPITULO 6
Entrar a trabajar en el departamento de Relaciones Públicas de Alfonso Industries nada más terminar la carrera había sido lo más increíble que le había pasado en la vida.
Había empezado en la oficina de Londres y allí había conocido a Tomas. Nunca vio a Pedro, sólo en el informe anual, pues tenía oficinas por todo el mundo y viajaba constantemente.
Probablemente, jamás lo habría conocido si no hubiera acudido a la inauguración de uno de sus hoteles en el Caribe.
-Vas a estar allí dos meses -le dijo su jefe una mañana-. Vas a trabajar en diferentes departamentos para que entiendas cómo funciona la empresa por dentro y, así, puedas encargarte de las ruedas de prensa. La idea es invitar a los periodistas a cenar y agasajarlos todo lo posible para que escriban maravillas de nosotros.
-¿Estará él allí? -preguntó Paula intrigada ante la posibilidad de conocer por fin al jefe todopoderoso que se había hecho cargo de la empresa que su padre había dejado arruinada y la había convertido en un imperio mundial.
-No lo sé -contestó su jefe encogiéndose de hombros-. Probablemente, no porque está siempre viajando y, cuando no viaja, está en la cama con alguna modelo o actriz impresionante, así que no te hagas ilusiones en ese sentido.
Por supuesto que no se las hacía, se dijo Paula mientras hacía las maletas. Acababa de cumplir veintiún años y no tenía ninguna intención de enamorarse y, menos, de Pedro Alfonso porque tenía reputación de ser un playboy.
Una noche, estaba sentada en el bar charlando con otros huéspedes del hotel cuando, de repente, tuvo la sensación de que la estaban observando.
Era un hombre que se mantenía levemente apartado de los demás. Tenía un aire de autoridad y un físico tan impresionante que la deslumbró.
Debería haberlo reconocido, pero no fue así. Probablemente, porque las fotografías que había visto de él no hacían justicia a la vital masculinidad del hombre que tenía ante sí.
Sus ojos se encontraron y Pedro la miró de arriba abajo dejándola temblando como una hoja.
Qué guapo era.
No dejaba de mirarla.
Acostumbrada a mantener a los hombres a distancia, Paula desvió la mirada diciéndose que no era para ella porque, si estaba alojado allí, debía de ser millonario y ella no quería nada con ellos por muy guapos que fueran.
-Quiero que cenes conmigo -le dijo el desconocido acercándose.
Por primera vez en su vida, Paula tuvo la tentación de aceptar una propuesta semejante.
-¿Y siempre consigues lo que quieres? -le contestó.
-Siempre.
-No puedo cenar con huéspedes.
-Yo no soy un huésped -sonrió Pedro.
Debería haberse dado cuenta de quién era entonces, pero no fue hasta mucho más tarde, cuando estaban cenando y habían hablado de muchas cosas, cuando Paula ya se había medio enamorado de él.
-Oh, Dios mío... -dijo dejando el tenedor en el plato al darse cuenta de con quién estaba cenando-. Eres... eres...
-¿Quién soy? -dijo Pedro enarcando las cejas.
-Eres tú -dijo Paula tragando saliva-. Tendría que haberte reconocido. Te he visto en el informe anual.
-¿Ese documento de cuarenta páginas en el que todos salimos fatal? -rió Pedro haciéndola reír también.
-No puedo salir con el jefe -recapacitó Paula de repente-. Va en contra de las normas.
-Ya, pero las normas las hago yo. Las puedo cambiar o despedirte.
Eso fue exactamente lo que hizo, aunque un tiempo después.
CHANTAJE: CAPITULO 5
-Cuando le he visto entrar, no me lo podía creer -comentó Tomas mirando a Paula-. Necesito un pitillo.
-Pero si dejaste de fumar hace seis meses.
-Si Alfonso vuelve a nuestras vidas, te aseguro que vuelvo a fumar -dijo Tomas muy pálido-. Por favor, dime que no seguís casados, dime que eso que has dicho de que sigue siendo tu marido era una broma.
Paula cerró los ojos y apretó los puños.
-No, no ha sido una broma.
-¿No te has divorciado de él?
-No vi el momento.
-¿No viste el momento? ¿Cómo es eso?
Paula no se había querido divorciar porque ella creía en el matrimonio, en las promesas y en los votos que le había hecho a su marido.
-No quería pensar en ello.
-¿Y él? ¿Qué excusa tiene él?
-Supongo que se olvidó de que alguna vez estuvo casado conmigo -contestó Paula mordiéndose el labio.
-Perfecto. Así que sigues casada con él. ¿Y qué quería?
-Quiere que trabaje para él.
-¿Otra broma?
-Ojalá.
-Pero tú no vas a aceptar, ¿ verdad? ¡Espero que ni siquiera se te haya pasado por la cabeza la posibilidad! -dijo pasándose los dedos por el pelo-. No olvides lo que ese hombre te hizo sufrir. Se acostó con otra mujer, te echó del trabajo e hizo todo lo que estuvo en su mano para frenar tu carrera.
-Sí, no lo he olvidado. Por eso precisamente, no voy a...
-Sí, lo vas a hacer -suspiró Tomas frustrado-. Te conozco muy bien y sé lo que sentías por él. También sé que durante estos cinco años, desde que te dejó, no ha habido otro hombre en tu vida. Empiezo a preguntarme la verdadera razón por la que no has querido divorciarte de él.
-Tomas...
-Todavía sueñas con él, ¿verdad?
Paula abrió la boca para negarlo, pero no pudo.
-No te hagas ilusiones, Paula. Pedro Alfonso no te va a hacer ningún bien. Ha reaparecido en tu vida, pero volverá a irse y te dejará hecha polvo de nuevo.
-Lo sé y por eso precisamente no voy a...
-Sí, lo vas a hacer porque no lo puedes evitar. Él, tampoco. Dime que no te ha besado.
Paula se sonrojó y Tomas maldijo en voz alta.
-¡Lo sabía! -exclamó exasperado-. ¡No podéis estar juntos sin desnudaros mutuamente!
-Tomas, por favor...
-No pienso volver a quedarme mirando mientras te destroza, Paula -le advirtió-. Te recuerdo que estuviste seis meses sin poderte mover de la cama. Soy tu mejor amigo y por eso, precisamente, estoy en el deber de recordarte que ese hombre estuvo a punto de destruirte. Yo te ayudé a salir del hoyo, pero no estoy seguro de poder volverlo a hacer.
-No te lo estoy pidiendo -contestó Paula-. Yo no le he pedido que viniera. Simplemente, se ha presentado aquí.
-Deberías haberle dicho que se fuera.
-Lo he intentado.
-Divórciate de él, Paula. Tienes unas cuantas justificaciones. Para empezar, adulterio. ¿O es que lo has olvidado?
Paula sintió un nudo en la garganta y negó con la cabeza.
Por supuesto que no lo había olvidado. Aquel día había sabido lo que era de verdad el dolor.
Tomas suspiró.
-¿Y ahora qué? ¿Va a volver?
-Va a venir a buscarme a las siete y media para hablar de negocios durante la cena -admitió Paula.
-¿Vas a salir a cenar con él? La última vez que nos vimos nos cenó a los dos. Paula, no te fíes de él.
-No me fío de él.
-Ese hombre me mandó al hospital.
Paula cerró los ojos y se estremeció al recordarlo. Si no hubiera besado a Tomas...
-Ya lo sé, pero al vemos juntos... es muy posesivo y... -se interrumpió y se preguntó por qué lo estaba justificando.
A juzgar por la cara de Tomas, él se estaba preguntando lo mismo.
-Te recuerdo que se portó fatal contigo.
-Pero nos encontró juntos en la cama.
-Sí, bueno... admito que eso fue culpa mía. Había bebido demasiado y, cuando apareciste con esa carita de pena...
-No pasa nada -le dijo Paula acariciándole el brazo-. Los dos sabemos que fue la bebida la que hizo que intentaras seducirme. Nosotros somos amigos ¿verdad?
-Hace mucho tiempo que me di cuenta de que para ti sólo había un hombre en la vida -suspiró Tomas-, así que tiré la toalla y he tenido la suerte de encontrar a otra persona.
-Menos mal que uno de nosotros ha conseguido ser feliz -sonrió Paula-. Pedro te odia por mi culpa. La noche en la que nos encontró juntos, yo podría haberte dado un empujón si hubiera querido, pero cuando lo vi en la puerta la sed de venganza me llevó a besarte para darle celos.
Tomas se estremeció al recordarlo.
-Por favor, no lo vuelvas a hacer. ¿Has visto cómo me ha mirado? Creía que me iba a matar.
Paula cerró los ojos.
-Prométeme que no vas a estar aquí a las siete y media.
-Prometido -contestó Paula.
-No vayas a casa tampoco. Allí te encontraría fácilmente. Piérdete por Londres. Sal a pasear. Cómprate una peluca, tíñete el pelo y engorda cuarenta kilos.
Paula sonrió.
-Los dos sabemos que, cuanto más difícil se lo ponga, más va a insistir él.
Era cierto, pero Paula no estaba dispuesta a ponérselo fácil.
¿Qué quería exactamente de ella? ¿Por qué quería que trabajara para él? Ya lo había hecho cinco años atrás...
CHANTAJE: CAPITULO 4
Pedro avanzó hacia su coche deportivo. furioso consigo mismo por no haberse podido controlar.
« ¿Qué demonios me ha ocurrido?», se preguntó montándose en el vehículo mientras el resto de su equipo y los guardaespaldas se montaban en el coche de atrás.
Había estado a punto de poseer a Paula encima de una mesa, algo que jamás había hecho antes. Él, un hombre que se enorgullecía de su autodisciplina.
Era culpa de Paula, que hacía que se comportara de acuerdo a sus instintos más básicos.
La quería castigar.
Se aseguró que había sido por la sorpresa de volver a verla.
Era lo último que se esperaba y, desde luego, no contaba con volver a ver a Farrer.
Había sido oírla pronunciar su nombre lo que le había impulsado a besarla, para borrar su existencia, pero en cuanto sintió sus labios perdió el control, algo que no le pasaba con ninguna mujer, sólo con Paula Chaves.
Paula...
El error más grande de su vida.
Recordó su melena rubia y su preciosa sonrisa, que lo volvía loco. Recordó sus piernas interminables y su naturaleza apasionada.
Pedro se había prometido a sí mismo siendo joven que jamás se casaría porque había visto cómo su padre hacía el idiota con varias mujeres, pero cuando conoció a Paula...
Desde el primer instante, la pasión había regido su relación, una pasión que los consumía hasta unos límites insospechados, una pasión que le había hecho hacer lo que se había prometido que jamás haría.
Se había casado con ella.
Todavía no entendía por qué.
Al recordar sus impresionantes ojos azules, sintió una punzada de deseo en la entrepierna y maldijo.
Siempre había sido así con Paula, desde la primera vez, desde que la había visto sentada en un taburete en uno de los chiringuitos de la playa.
En aquel mismo instante, había puesto todas sus armas masculinas en movimiento para conseguir acostarse con ella.
Su relación con Paula había sido siempre complementaria.
Él sacaba su lado apasionado y ella, su lado sensible.
Hasta entonces, Pedro no era consciente de poder ser sensible, pero aquella mujer lo había conseguido.
Sin embargo, no había podido perdonarle su infidelidad. Lo que le había ocurrido a su padre debería haberlo preparado para aquella situación, pero se había sentido tan traicionado que había perdido el control, algo que odiaba.
La había echado de su vida para no hacer algo todavía más estúpido que casarse con ella, como perdonarla.
Estar con ella era como mirar al sol, lo dejaba cegado y mareado.
Y ahora resultaba que Paula quería divorciarse.
Pedro apretó los dientes. A él jamás se le había ocurrido. Él se había limitado a olvidar el desastroso episodio y a seguir con su vida.
Volverla a ver le había hecho sentir cosas que creía olvidadas.
Maldiciendo de nuevo, Pedro se dirigió a su oficina con la firme decisión de darse una buena ducha fría para poder pensar con claridad.
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