jueves, 29 de diciembre de 2016
CHANTAJE: CAPITULO 7
A diez kilómetros de allí, Pedro Alfonso, se paseaba nervioso por su despacho mientras recordaba la conversación que había mantenido con Paula.
Alec lo observaba nervioso.
-Buscaré otra empresa de asesoramiento de Imagen.
-¿Por qué?
-Porque... bueno... es obvio que... os odiáis.
Poco acostumbrado a analizar sus sentimientos, Pedro se sintió incómodo ante la precisión con la que su abogado acababa de describir cómo se sentía.
¿Odio?
Había sentido muchas cosas por Paula Chaves, pero, desde luego, el odio no era una de ellas.
-¿Cuánto tiempo estuvisteis... eh... casados?
-Un mes, tres días y seis horas -contestó Pedro riéndose-. Hasta entonces, mi padre tenía el récord de matrimonio más corto, pero ahora lo ostento yo.
-En teoría sigues casado, ¿no? ¿Por qué no os habéis divorciado nunca?
-Porque uno se divorcia sólo cuando quiere casarse con otra mujer -contestó Pedro sentándose-. Y yo no tengo intención de repetir semejante error.
-Bien. Creo que a eso se refería precisamente Kouropoulos cuando decía que no tienes ningún compromiso familiar.
-Desde luego, un matrimonio de cuatro semanas, tres días y seis horas no es una buena tarjeta de presentación.
-Es una pena que no podamos trabajar con esa empresa porque tu mujer tiene fama de ser la mejor. Si hay alguien capaz de convencer a Kouropoulos de que eres un hombre capaz de amar, es ella. De momento, ni siquiera quiere concertar una cita con nosotros.
-¿Sigue sin querer vemos?
Alec negó con la cabeza, visiblemente frustrado.
-La semana pasada te fotografiaron con una modelo y con una bailarina y eso no nos ha ayudado en absoluto. El problema es que nunca sales con la misma mujer dos veces seguidas.
-¿Para qué?
-Pedro, tenemos que convencer a Kouropoulos de que sales con tantas mujeres porque, en realidad, estás buscando a la perfecta para pasar el resto de tu vida con ella. Claro que, ahora que sé que estás casado, nada de esto va a dar resultado ... me parece que vamos a tener que damos por vencidos. Hacerte parecer un hombre de familia es realmente difícil y, si para colmo, Kouropoulos se entera de que ya estás casado y sigues saliendo con otras mujeres, me temo que no hay nada que hacer. Piensa que él lleva con la misma mujer desde los veinte años.
-Supongo que por eso viven en una isla, para no tener tentaciones.
Pedro no creía en que las mujeres fueran capaces de ser fieles. Si la experiencia de su padre no fuera suficiente, a él le había pasado lo mismo.
-No pienso tirar la toalla, Alec -le dijo a su abogado poniéndose en pie.
No iba a parar hasta que Blue Cave lsland fuera suya.
-A mí no se me ocurre ninguna solución -suspiró Alec.
-Sigue buscando -le ordenó Pedro mirando por la ventana-. Si necesito cambiar de imagen, lo haré. Y mi mujer es la persona ideal para hacerla.
-¿Estás de broma?
-Ya sabes que nunca bromeo cuando hablo de negocios.
-Podría hacerte un daño colosal. Te odia...
-No, no me odia -contestó Pedro recordando el episodio de aquel mismo día.
-Soy tu abogado y te aconsejo que no lo hagas porque es muy arriesgado, Pedro.
-A mí el riesgo no me asusta.
-No te entiendo.
Pedro no contestó. A él también le costaba entenderse a sí mismo. Para ser un hombre que nunca miraba atrás, estaba incómodamente obsesionado con la desastrosa relación que había tenido con Paula.
Se dijo que era solamente porque se había negado a trabajar para él. Su relación se había basado siempre precisamente en eso, en retarse mutuamente.
Era una relación explosiva, pero muy excitante al mismo tiempo. La posibilidad de volver a vérselas con ella lo llenó de una anticipación que no fue capaz de explicar.
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