miércoles, 28 de diciembre de 2016

CHANTAJE: CAPITULO 6






Entrar a trabajar en el departamento de Relaciones Públicas de Alfonso Industries nada más terminar la carrera había sido lo más increíble que le había pasado en la vida.


Había empezado en la oficina de Londres y allí había conocido a Tomas. Nunca vio a Pedro, sólo en el informe anual, pues tenía oficinas por todo el mundo y viajaba constantemente.


Probablemente, jamás lo habría conocido si no hubiera acudido a la inauguración de uno de sus hoteles en el Caribe.


-Vas a estar allí dos meses -le dijo su jefe una mañana-. Vas a trabajar en diferentes departamentos para que entiendas cómo funciona la empresa por dentro y, así, puedas encargarte de las ruedas de prensa. La idea es invitar a los periodistas a cenar y agasajarlos todo lo posible para que escriban maravillas de nosotros.


-¿Estará él allí? -preguntó Paula intrigada ante la posibilidad de conocer por fin al jefe todopoderoso que se había hecho cargo de la empresa que su padre había dejado arruinada y la había convertido en un imperio mundial.


-No lo sé -contestó su jefe encogiéndose de hombros-. Probablemente, no porque está siempre viajando y, cuando no viaja, está en la cama con alguna modelo o actriz impresionante, así que no te hagas ilusiones en ese sentido.


Por supuesto que no se las hacía, se dijo Paula mientras hacía las maletas. Acababa de cumplir veintiún años y no tenía ninguna intención de enamorarse y, menos, de Pedro Alfonso porque tenía reputación de ser un playboy.


Una noche, estaba sentada en el bar charlando con otros huéspedes del hotel cuando, de repente, tuvo la sensación de que la estaban observando.


Era un hombre que se mantenía levemente apartado de los demás. Tenía un aire de autoridad y un físico tan impresionante que la deslumbró.


Debería haberlo reconocido, pero no fue así. Probablemente, porque las fotografías que había visto de él no hacían justicia a la vital masculinidad del hombre que tenía ante sí.


Sus ojos se encontraron y Pedro la miró de arriba abajo dejándola temblando como una hoja.


Qué guapo era.


No dejaba de mirarla.


Acostumbrada a mantener a los hombres a distancia, Paula desvió la mirada diciéndose que no era para ella porque, si estaba alojado allí, debía de ser millonario y ella no quería nada con ellos por muy guapos que fueran.


-Quiero que cenes conmigo -le dijo el desconocido acercándose.


Por primera vez en su vida, Paula tuvo la tentación de aceptar una propuesta semejante.


-¿Y siempre consigues lo que quieres? -le contestó.


-Siempre.


-No puedo cenar con huéspedes.


-Yo no soy un huésped -sonrió Pedro.


Debería haberse dado cuenta de quién era entonces, pero no fue hasta mucho más tarde, cuando estaban cenando y habían hablado de muchas cosas, cuando Paula ya se había medio enamorado de él.


-Oh, Dios mío... -dijo dejando el tenedor en el plato al darse cuenta de con quién estaba cenando-. Eres... eres...


-¿Quién soy? -dijo Pedro enarcando las cejas.


-Eres tú -dijo Paula tragando saliva-. Tendría que haberte reconocido. Te he visto en el informe anual.


-¿Ese documento de cuarenta páginas en el que todos salimos fatal? -rió Pedro haciéndola reír también.


-No puedo salir con el jefe -recapacitó Paula de repente-. Va en contra de las normas.


-Ya, pero las normas las hago yo. Las puedo cambiar o despedirte.


Eso fue exactamente lo que hizo, aunque un tiempo después.





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