miércoles, 28 de diciembre de 2016

CHANTAJE: CAPITULO 4




Pedro avanzó hacia su coche deportivo. furioso consigo mismo por no haberse podido controlar.


« ¿Qué demonios me ha ocurrido?», se preguntó montándose en el vehículo mientras el resto de su equipo y los guardaespaldas se montaban en el coche de atrás.


Había estado a punto de poseer a Paula encima de una mesa, algo que jamás había hecho antes. Él, un hombre que se enorgullecía de su autodisciplina.


Era culpa de Paula, que hacía que se comportara de acuerdo a sus instintos más básicos.


La quería castigar.


Se aseguró que había sido por la sorpresa de volver a verla. 


Era lo último que se esperaba y, desde luego, no contaba con volver a ver a Farrer.


Había sido oírla pronunciar su nombre lo que le había impulsado a besarla, para borrar su existencia, pero en cuanto sintió sus labios perdió el control, algo que no le pasaba con ninguna mujer, sólo con Paula Chaves.


Paula...


El error más grande de su vida.


Recordó su melena rubia y su preciosa sonrisa, que lo volvía loco. Recordó sus piernas interminables y su naturaleza apasionada.


Pedro se había prometido a sí mismo siendo joven que jamás se casaría porque había visto cómo su padre hacía el idiota con varias mujeres, pero cuando conoció a Paula...


Desde el primer instante, la pasión había regido su relación, una pasión que los consumía hasta unos límites insospechados, una pasión que le había hecho hacer lo que se había prometido que jamás haría.


Se había casado con ella.


Todavía no entendía por qué.


Al recordar sus impresionantes ojos azules, sintió una punzada de deseo en la entrepierna y maldijo.


Siempre había sido así con Paula, desde la primera vez, desde que la había visto sentada en un taburete en uno de los chiringuitos de la playa.


En aquel mismo instante, había puesto todas sus armas masculinas en movimiento para conseguir acostarse con ella.


Su relación con Paula había sido siempre complementaria. 


Él sacaba su lado apasionado y ella, su lado sensible.


Hasta entonces, Pedro no era consciente de poder ser sensible, pero aquella mujer lo había conseguido.


Sin embargo, no había podido perdonarle su infidelidad. Lo que le había ocurrido a su padre debería haberlo preparado para aquella situación, pero se había sentido tan traicionado que había perdido el control, algo que odiaba.


La había echado de su vida para no hacer algo todavía más estúpido que casarse con ella, como perdonarla.


Estar con ella era como mirar al sol, lo dejaba cegado y mareado.


Y ahora resultaba que Paula quería divorciarse.


Pedro apretó los dientes. A él jamás se le había ocurrido. Él se había limitado a olvidar el desastroso episodio y a seguir con su vida.


Volverla a ver le había hecho sentir cosas que creía olvidadas.


Maldiciendo de nuevo, Pedro se dirigió a su oficina con la firme decisión de darse una buena ducha fría para poder pensar con claridad.




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